23 mar 2011

Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa

BUDAPEST, miércoles 23 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- El próximo 25 de marzo, el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) cumple 40 años.
Se trata de un cumpleaños importante para una institución que no es muy conocida, pero que ha llevado a cabo un papel importante en el crecimiento y realización de la civilización europea moderna.
La CCCE está integrada por 33 Conferencias Episcopales de otros tantos países europeos. En el encuentro de fundación, el 18 de noviembre de 1965, eran apenas 13 los presidentes de las Conferencias Episcopales presentes.
El objetivo era el de promover la colaboración entre los obispos de Europa con finalidades dirigidas al bien común y a la realización de la misión cristiana.

Pero no se trata sólo de una institución de unión, sino que la CCEE intenta llevare a cabo un papel de responsabilidad paternal hacia los pueblos, creyentes o no, de Europa.
Para comprender mejor la historia, las finalidades y las propuestas del CCEE de cara a hacer crecer la civilización europea, ZENIT entrevistó al cardenal Péter Erdö, arzobispo de Esterzgom-Budapest, primado de Hungría y Presidente del CCEE.
- El 25 de marzo el CCEE cumple 40 años. ¿Qué es exactamente y cómo nació?
Cardenal Erdö: El Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) está al servicio de la colegialidad entre las Conferencias episcopales de Europa. La primera tarea del CCEE es la de promover la colaboración entre los obispos en Europa. El CCEE tiene como fin la custodia del bien de la Iglesia y la promoción del cumplimiento de su misión. Tiene una función consultiva: cultivar el afecto colegial y llevar a cabo una comunión y colaboración más estrecha entre las Conferencias Episcopales. La colaboración tiene lugar a través de consultas, sobre todo durante la Asamblea Plenaria anual en la que participan los presidentes de cada Conferencia Episcopal.
Hacia el final del Concilio Vaticano II, el 18 de noviembre de 1965, tuvo lugar un encuentro de presidentes de 13 Conferencias episcopales europeas. Éstos encargaron a un comité, constituido por 6 delegados de Conferencias Episcopales y un secretario de enlace, que pensaran en la colaboración futura entre las Conferencias Episcopales en Europa. La responsabilidad fue confiada a monseñor Etchegaray. El comité tenía una doble tarea: estudiar los elementos necesarios para una colaboración real y establecer y definir los sectores pastorales para los que la colaboración resultaba particularmente necesaria y urgente. El 23 - 24 de marzo de 1971 tuvo lugar, siempre en Roma, la asamblea constituyente del CCEE.
Al principio la Asamblea Plenaria tenía lugar con delegados de las Conferencias episcopales. En 1986 los miembros eran 25 y los episcopados de casi todos los Estados europeos tenían un representante. En 1995 los miembros eran ya 34 y actualmente son 37 (33 Conferencias episcopales y 4 obispos no miembros de Conferencias Episcopales: Luxemburgo, Principado de Mónaco, República Moldava y Chipre). El territorio di pertinencia del CCEE comprende también esa parte de Europa que no pertenece a la Unión Europea, como Rusia y Turquía. Los nuevos estatutos fueron aprobados por la Congregación para los obispos el 2 de diciembre de 1995.
- Si tuviese que elegir momentos significativos de las actividades del CCEE en los últimos 40 años, ¿cuáles indicaría?
Cardenal Erdö: Desde los tiempos anteriores a mi participación personal, conozco los episodios principales sobre todo en base a los relatos del primer presidente, el cardenal Etchegaray que habló de esta iniciativa con un auténtico entusiasmo. De sus palabras sentí siempre ese dinamismo del Espíritu Santo que se manifestó también en el Concilio Vaticano II y que ha contribuido a la profundización de esa realidad teológica, conocida desde siempre, que llamamos colegialidad episcopal.
Respecto a mis experiencias personales, recuerdo un encuentro en Münich con monseñor Ivo Fürer, entonces secretario general del CCEE, y con el excelente canonista alemán Heribert Schmitz. Debíamos trabajar sobre los estatutos del CCEE. Así nuestro funcionamiento se hizo conforme al CIC de 1983 y al Código de los Cánones de las Iglesias Orientales de 1990. Es de hecho una fuerza de las conferencias continentales la unidad con la Iglesia universal y especialmente con el Sucesor de san Pedro.
Otra experiencia la representa también el encuentro anual de los obispos orientales católicos europeos. Esta iniciativa se lleva a cabo desde hace algunos años bajo el patrocinio del CCEE en el signo de la igual dignidad de todas las Iglesias católicas “sui iuris” que están en plena comunión con la Iglesia de Roma. La unidad en la diversidad dentro de la Iglesia católica es una fuerza que puede ayudar a acercar a los diversos pueblos de nuestro continente, tan atormentado en la historia.
Otro recuerdo inolvidable fue la oración de los obispos en Fátima en el año 2007, cuando confiamos nuestro continente a la protección maternal de la Virgen María; y también el encuentro de los obispos del sudeste europeo organizado en 2009 en Turquía, visitando Tarso y los demás lugares significativos de la vida de san Pablo, pidiendo su intercesión para el despertar de la evangelización en nuestro continente. El anfitrión esa vez fue el llorado obispo monseñor Luigi Padovese.
- Entre los objetivos del CCEE está también el apoyo del desarrollo de las relaciones ecuménicas. ¿En qué medida el CCEE puede llevar a cabo esta misión y cuáles son sus interlocutores?
Cardenal Erdö: Las sesiones del comité conjunto CCEE-KEK que permiten un trabajo común de nuestra presidencia con la presidencia de la KEK (organización europea de los demás cristianos ortodoxos, protestantes y anglicanos), confirman la responsabilidad común por la vida de nuestro continente.
Fue especialmente importante el encuentro ecuménico europeo de Sibiu (Rumanía) de 2007. Otra experiencia muy alentadora la representó el Foro católico-ortodoxo (FCO) europeo que permite a nuestra organización – siempre en contacto con la Santa Sede – trabajar junto con los representantes de todas las Iglesias ortodoxas de Europa. Estos Foros, que parecen asumir un ritmo bienal, no constituyen una nueva organización, sino que se dedican siempre a algún tema de la vida moral y social de nuestro continente. Hemos descubierto con alegría que nuestras posiciones teológicas son tan cercanas que permiten posiciones comunes en campos prácticos muy importantes. El diálogo teológico-dogmático se lleva a cabo entre las Iglesias a través de otras estructuras católicas, bajo la guía del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Las actas del segundo Foro católico-ortodoxo sobre las relaciones Iglesia-Estado, perspectivas teológicas e históricas, se presentará en Roma el próximo mes de noviembre.
- Son diversas las sombras que amenazan a Europa, entre ellas el derrumbe demográfico, la separación y división de las familias, una cierta ambigüedad sobre el reconocimiento de la identidad cristiana, el crecimiento de una cultura que quiere autorizar diversas formas de eutanasia, la desaparición de Dios de la vida cotidiana... Frente a un horizonte que parece confuso, ¿cómo piensa el CCEE hacer brillar la luz de un nuevo renacimiento cristiano?
Cardenal Erdö: Ya en los estatutos del CCEE está escrito que la nueva evangelización está entre sus prioridades. Ahora el Papa ha instituido un dicasterio para la promoción de la Nueva Evangelización y en 2012 se celebrará el Sínodo de los obispos sobre este tema. En Zagreb, en 2010, tuvimos una Asamblea Plenaria sobre el tema “Demografía y vida en Europa”. Cada uno de nuestros encuentros anuales – y también este último – va precedido de una investigación detallada sobre el tema a examen. Esta investigación toca a todos los países europeos. Los resultados son recogidos, valorados, discutidos y presentados a la Asamblea.
Para nuestra Asamblea Plenaria de 2011 en Tirana (Albania) el tema principal será la nueva evangelización.
- En este contexto, ¿qué papel puede llevar a cabo el obispo?
Cardenal Erdö: El papel del obispo es único y fundamental. Su función es triple. El obispo debe continuar la misión de Cristo de santificar, enseñar y gobernar de manera sustancialmente diversa de la que caracteriza el ejercicio de estas tareas por parte de todos los cristianos (LG 10). Aunque estas misiones se dirigen especialmente a la comunidad eclesial, los obispos tienen una misión relevante también en el ámbito de la evangelización del mundo de los no creyentes: son los principales misioneros y los protagonistas del diálogo que sobrepasa el nivel privado.
- El obispo es pastor de almas, pero también una figura importante en el ámbito civil y social. ¿Cómo hacer para llevar las enseñanzas de la Iglesia también a un ámbito de relevancia pública?
Cardenal Erdö: El obispo debe ayudar y animar a los laicos para que la sociedad secular se desarrolle en el espíritu del evangelio según los valores más profundamente humanos, iluminados por la fe cristiana.
Respecto a la participación de los obispos en la dirección política y civil de los países europeos, estamos ante un cambio claro. Cuando al final de la antigüedad, muchas ciudades se quedaron sin administración pública civil, ¿quién podía defender los intereses de la comunidad? A menudo era el obispo el que debía asumir este papel.
En Alemania y en otros países convertidos al cristianismo a través de la decisión de los príncipes de la alta Edad Media, los obispos parecían ser los funcionarios más fieles no sólo de la Iglesia, sino también del Estado. Los obispos húngaros, por ejemplo, durante la Edad Media tenían que combatir, junto a sus tropas, en todas las guerras importantes del rey. En la batalla de Mohács, en 1526, cuando el ejército húngaro – en defensa de su proprio país – fue derrotado por el ejército imperial otomano, cayó en un solo día casi todo el episcopado del país.
En la época moderna algunos obispos o cardenales, como Mendoza, Jiménez de Cisneros, Richelieux, asumieron incluso el papel de regente de su país.
En nuestros días el Derecho Canónico prohíbe a los clérigos llevar a cabo funciones que comportan el ejercicio del poder estatal. Son los laicos los que – también según Concilio Vaticano II – tienen la vocación especial de transformar el mundo en el sentido del Evangelio (cfr. CIC can. 227, Apostolicam Actuositatem 7b).
- ¿Qué iniciativas propone el CCEE para festejar el aniversario?
Cardenal Erdö: Los festejos del cuadragésimo aniversario del CCEE no terminarán en una sola celebración, sino que se llevarán a cabo en el curso de todo el año. Ante todo a través de nuestra revista: el cuatrimensual Litterae communionis. En los tres números de 2011, los tres últimos secretarios del CCEE contarán la historia de este organismo al servicio de la comunión episcopal en Europa. Contarán la historia del CCEE, que es en definitiva la historia de la Iglesia y de Europa en estos últimos cuarenta años. El próximo 25 de marzo, además, dirigiré una carta a todos los obispos de Europa pidiéndoles que intercedan ante los Santos Patronos de Europa con la oración para que el CCEE siga llevando a cabo su servicio a la Iglesia y a Europa, con entusiasmo y sencillez, en comunión con el sucesor de Pedro. Finalmente, precisamente durante la próxima asamblea plenaria que tendrá lugar en Albania a principios de octubre, celebraremos oficialmente esta efeméride junto a todos los presidentes de las Conferencias Episcopales que hoy constituyen el CCEE. Se están preparando otras iniciativas que serán anunciadas a su debido tiempo.
Por Antonio Gaspari, traducción del italiano por Inma Álvarez

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