17 sept 2012

CCII Aniversario de la Gesta Heroica de la Independencia de México

Discurso de FCH durante la ceremonia del CCII Aniversario de la Gesta Heroica de la Independencia de México, México, D.F., 16 de septiembre de 2012, dijo:
“En esta majestuosa Columna reposan los restos de ellos, aquí yacen los restos mortales de quienes nos dieron Patria, los que han dado a México la identidad inigualable del mexicano, los principios y valores patrióticos que nos distinguen.
Para ellos es nuestra admiración, nuestro tributo y nuestra gratitud, porque gracias a los fundadores de la Patria, hoy, México es un país grande, fuerte, que se yergue con orgullo y con respeto entre todas las naciones….
“Hoy, sin embargo, contrastan nuestros logros y afanes con nuestras carencias y aspiraciones. Hemos podido alcanzar igualdad ante la ley e igualdad, también, en muchas oportunidades como una fundamental como lo es la salud.

Pero, también, es cierto, que hoy mismo, grandes brechas de desigualdad lastiman y ofenden a la Nación entera. También, el Siervo de la Nación escribió: Que todo el que se queje con justicia tenga un Tribunal que lo escuche, que lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario.
Y, hoy, México disfruta un Poder Judicial independiente, aunque no podemos decir, aún, que la justicia sea igual para todos, o que en cada rincón de la Patria rija sin reservas el Estado de Derecho.
Por eso, la lucha es permanente. Por eso, el empeño es continuo. Por eso, la tarea cotidiana está, precisamente, en la construcción del cimiento jurídico nacional todos los días.
Para que México llegue a su cita con ese destino de democracia, de igualdad, de libertad, de desarrollo pleno, hemos de ponernos de acuerdo en los temas esenciales, y tener la generosidad, la madurez y la altura de miras para definir una agenda mínima de temas en los que simplemente no estemos divididos.
Las amenazas están ahí, y son muy claras. Los problemas están ahí, y no, no se resuelven por sí mismos. Hay que enfrentarlos. Hay que hacer, precisamente, la tarea patriótica, toda proporción guardada, de trabajar día con día por superar esos problemas y tener el México mejor que aspiramos.
Y para superar nuestros desafíos, es menester reconocer verdades simples. Compartimos los mismos anhelos, entonces, debemos juntos luchar por ellos.
Puede y debe haber diferencias políticas o ideológicas, totalmente legítimas. Puede y debe haber, particularmente en un país libre como el que hoy tenemos, opiniones contrastantes.
Todo eso es parte de nuestra democracia, que tanto trabajo ha costado construir. Todo eso enriquece y no envilece la vida pública. Pero por encima de ello, debe imperar el interés superior de la Nación y de todos los mexicanos, porque sólo anteponiendo el interés nacional a los intereses parciales o de grupo, por legítimos que sean, lograremos ser la Nación justa, igualitaria y próspera que México está destinada a ser….”
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Discurso completo:
Ministro Juan Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Senador Ernesto Cordero Arroyo, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.
Diputado Jesús Murillo Karam, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.
Señor Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Estimados niños, jóvenes, maestros; ganadores de los Concursos de Interpretación del Himno Nacional Mexicano y de Expresión Literaria de los Símbolos Patrios.
Señoras y señores Embajadores y miembros del Cuerpo Diplomático acreditado en México.
Estimada Procuradora.
Estimadas y estimados Secretarios, colaboradores del Gobierno Federal.
Distinguidos invitados especiales.
Mexicanas y mexicanos:
El 16 de septiembre es la fecha más importante de nuestro calendario cívico y de nuestra historia. Es el día en el que recordamos a los héroes que ofrendaron su vida por darnos la Patria misma. Héroes cuya sangre ha regado y fertilizado el andar de los mexicanos a lo largo ya de más de dos centurias.
Este día vibra en cada hogar el honor, el orgullo de ser mexicano. Hoy todos refrendamos el amor que sentimos por esta noble tierra, el amor que sentimos por nuestro gran México.
Nos llena México el alma y el corazón. Y si hay un día en el que los mexicanos somos uno y sólo, ese es, precisamente, el 16 de septiembre.
Por eso, acudimos hoy aquí, a esta imponente Columna de la Independencia, para honrar y rendir un tributo de gratitud a quienes derramaron su sangre para que México tuviese nuestro nombre y fuera nuestra Patria, nuestra Nación soberana, libre e independiente en el mundo.
Y venimos, también, en jubiloso acatamiento de la orden de la consigna que estableciera el egregio patriota sin par, José María Morelos, cuando en los Sentimientos de la Nación estableció: Que igualmente se solemnice el 16 de septiembre, todos los años, como el día en que se levantó la voz de Independencia y nuestra santa libertad comenzó.
Pues ese día, fue en el que se abrieron los labios de la Nación para reclamar sus derechos y empuñó la espada para ser oída, recordando siempre el mérito del grande héroe el señor don Miguel Hidalgo y su compañero don Ignacio Allende.
Como nos lo ordenara Morelos, conmemoramos que hoy comenzó nuestra Gesta de Independencia, la lucha que habría de llevar a México a ser el país libre que es, y romper las cadenas de la esclavitud que era.
La epopeya que ahora mismo estremece a cada mexicana y a cada mexicano de emociones.
Hay que recordar que, en aquel principio del Siglo XIX, España había sido invadida por el Imperio de Napoleón Bonaparte quien mantenía cautivo al Rey Fernando VII.
En las ciudades novohispanas, en el Nuevo Continente, se debatía tal situación política imperante y se hablaba, y fuerte, de las ideas de libertad que se habían difundido vigorosas a partir de la Revolución francesa.
En Valladolid y en Querétaro, destacados patriotas compartían la convicción de que había llegado el momento de independizarse de España.
Pero el régimen colonial, decidido a aniquilar cualquier destello libertario, sofocó, primero, a los conspiradores de Valladolid, en 1809, y pretendió hacer lo mismo con los de Querétaro, en el 10.
Al saberse descubiertos, algunos de los más prominentes conspiradores de Querétaro, don Miguel Hidalgo, don Ignacio Allende, don Juan Aldama, resolvieron comenzar ya la lucha por la independencia.
Y en la madrugada de un día como hoy, de aquel 16 de septiembre de 1810, el cura Hidalgo se encaminó a su parroquia, subió las escaleras y pidió al campanero que llamara a misa.
La muchedumbre se arremolinó a su alrededor e Hidalgo les arengó diciendo: Mírense las caras hambrientas, los harapos, la triste condición en que viven, porque nosotros somos los dueños verdaderos de estas tierras.
Y lo siguieron. Y comenzó, así, la Gesta de Independencia. La quimera de un puñado de idealistas decididos a liberar a la Patria del yugo de uno de los imperios más poderosos de la Tierra.
Hidalgo y su Ejército marcharon rumbo a Guanajuato. En el Santuario de Atotonilco tomó el Estandarte de la Virgen de Guadalupe, que habría de ser símbolo supremo que guiara a los mexicanos rumbo a su libertad.
En los pabellones de Allende, diseñados, precisamente, para la causa, y los primeros, verdaderamente, nacionales, se enarbolaba, por un lado, precisamente, a este símbolo de unidad, de identidad nacional entonces, la Guadalupana, y por el otro, el águila devorando a la serpiente sobre un nopal, signo, precisamente, también, de la diferenciación, estrictamente nuestra y mexica, del imperio colonial.
Los Insurgentes entraron a San Miguel, primero, y venciendo fueron sobre Celaya, y ahí, se unieron miles, decenas de miles, quizá, de más patriotas a su causa.
Tomaron Guanajuato con el Bajío encendido, y de ahí caminaron a Valladolid. Y ahí, precisamente, ahí, donde fuese rector de San Nicolás, Hidalgo proclamó, por vez primera, la abolición de la esclavitud. Más tarde lo reiteraría en el Gobierno que organizara en Guadalajara.
Y Los Insurgentes se enfilaron hacia acá, camino rumbo a la Ciudad de México, y vencieron a Los Realistas en Monte de las Cruces, pero se abstuvieron de asaltar la capital. Y al retirarse, los encontró El Realista Félix Calleja derrotándolos, desafortunadamente, en Aculco.
Miguel Hidalgo emprendió, entonces, la marcha hacia Guadalajara. Ahí, donde otro Insurgente, José Antonio, El Amo Torres, había conquistado la ciudad, estableció un Gobierno independiente, soberano y enfrentó a Calleja en sus inmediaciones en la Batalla de Puente de Calderón.
Poco tiempo después de ser derrotado ahí, y bajo traición, Hidalgo, Allende y sus allegados fueron capturados y asesinados. La llama de la libertad parecía extinguirse.
Sin embargo, la Gesta resurgió y resurgió con fuerza en las manos de José María Morelos y Pavón, un verdadero patriota que escuchó el llamado de su maestro Nicolaita Hidalgo, y sin otra cosa más que su fe en la justeza de la causa, formó un extraordinario ejército en el Sur.
Aquél arriero calentano devenido en sacerdote de un modesto curato, se convirtió así, en Tierra Caliente, en un estratega militar descomunal.
Morelos fue, incluso, más lejos que Hidalgo, porque bosquejó un diseño político pleno para una nueva, totalmente nueva Nación: la América nuestra. Y la dotó, también, de una Constitución.
Los principios que estableció Morelos siguen siendo hasta hoy, los pilares de nuestra República. Son la división de Poderes que hoy tenemos, la soberanía emanada del pueblo, la igualdad ante la ley. Y, por eso, hemos de reiterar que si Hidalgo es el Padre de la Patria, Morelos lo es del Estado mexicano.
La lucha libertaria continuó gracias al valor y la convicción inquebrantable de hombres como Morelos mismo, como Hermenegildo Galeana, como Leonardo y Nicolás Bravo, éste último a quien se le había ofrecido la libertad de su padre a cambio de su propia claudicación y prefirió la Patria libre. De Mariano Matamoros, de Vicente Guerrero, de Guadalupe Victoria, de todos los que consumaron la Independencia.
Ellos habrían de luchar y muchos, la gran mayoría de los próceres, morir para ver a nuestra Patria libre de cadenas y para ver a México erigirse soberano en el concierto de naciones.
En esta majestuosa Columna reposan los restos de ellos, aquí yacen los restos mortales de quienes nos dieron Patria, los que han dado a México la identidad inigualable del mexicano, los principios y valores patrióticos que nos distinguen.
Para ellos es nuestra admiración, nuestro tributo y nuestra gratitud, porque gracias a los fundadores de la Patria, hoy, México es un país grande, fuerte, que se yergue con orgullo y con respeto entre todas las naciones.
Este 16 de septiembre, los mexicanos celebramos lo que somos, nuestro origen común y lo mucho que nos une a todos sin excepción.
La Gesta de Hidalgo, Morelos y de los Héroes de la Independencia, fue para unir a los mexicanos, para darnos libertad e igualdad, para hacer de todos los hijos de esta tierra, ciudadanos de pleno derecho; para que tuviéramos una sola Patria y Patria compartida.
Es mucho lo que hemos avanzado en 202 años para conquistar ese ideal, pero es igualmente cierto que no hemos logrado aún, alcanzar a cabalidad los anhelos por lo que los Insurgentes ofrendaron su vida.
Todavía hay un largo camino por recorrer para llegar al México que soñaron los héroes que hoy recordamos y honramos con gratitud.
Si Morelos estableció en los Sentimientos de la Nación que la esclavitud se prescriba para siempre y lo mismo, la distinción de castas, quedando todos iguales y solo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud; así fue México, entonces, uno de los primeros países, y quizá el primero en la parte continental de América, en abolir la esclavitud.
Hoy, sin embargo, contrastan nuestros logros y afanes con nuestras carencias y aspiraciones. Hemos podido alcanzar igualdad ante la ley e igualdad, también, en muchas oportunidades como una fundamental como lo es la salud.
Pero, también, es cierto, que hoy mismo, grandes brechas de desigualdad lastiman y ofenden a la Nación entera. También, el Siervo de la Nación escribió: Que todo el que se queje con justicia tenga un Tribunal que lo escuche, que lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario.
Y, hoy, México disfruta un Poder Judicial independiente, aunque no podemos decir, aún, que la justicia sea igual para todos, o que en cada rincón de la Patria rija sin reservas el Estado de Derecho.
Por eso, la lucha es permanente. Por eso, el empeño es continuo. Por eso, la tarea cotidiana está, precisamente, en la construcción del cimiento jurídico nacional todos los días.
Para que México llegue a su cita con ese destino de democracia, de igualdad, de libertad, de desarrollo pleno, hemos de ponernos de acuerdo en los temas esenciales, y tener la generosidad, la madurez y la altura de miras para definir una agenda mínima de temas en los que simplemente no estemos divididos.
Las amenazas están ahí, y son muy claras. Los problemas están ahí, y no, no se resuelven por sí mismos. Hay que enfrentarlos. Hay que hacer, precisamente, la tarea patriótica, toda proporción guardada, de trabajar día con día por superar esos problemas y tener el México mejor que aspiramos.
Y para superar nuestros desafíos, es menester reconocer verdades simples. Compartimos los mismos anhelos, entonces, debemos juntos luchar por ellos.
Puede y debe haber diferencias políticas o ideológicas, totalmente legítimas. Puede y debe haber, particularmente en un país libre como el que hoy tenemos, opiniones contrastantes.
Todo eso es parte de nuestra democracia, que tanto trabajo ha costado construir. Todo eso enriquece y no envilece la vida pública. Pero por encima de ello, debe imperar el interés superior de la Nación y de todos los mexicanos, porque sólo anteponiendo el interés nacional a los intereses parciales o de grupo, por legítimos que sean, lograremos ser la Nación justa, igualitaria y próspera que México está destinada a ser.
Es nuestra obligación honrar el legado de nuestros héroes que aquí yacen. Es nuestro deber rendir cuentas a la Patria de lo que, como generación, hemos alcanzado.
Nuestros corazones, están plenos de gratitud por el enorme privilegio que nos ha dado la vida de ser mexicanos, por el gran privilegio, en particular, que nos ha dado de servir a México, en este despuntar del Siglo XXI.
Patria:
Ante tu altar estamos, para rendir nuestra admiración y nuestro tributo a la grandeza de nuestra historia y de nuestros padres fundadores.
Te hemos ofrendado lo mejor de nuestros esfuerzos. Más allá de nuestros yerros y nuestros aciertos, ha estado presente, siempre, en nuestra acción la apremiante consciencia de hacer y decidir lo que sea mejor para México.
Y si, como decía, González Luna: La Patria es la casa de nuestros padres, en trance perpetuo de edificación, en nuestro diario bregar, con el inigualable privilegio de enarbolar los emblemas nacionales, nuestro apasionado afán no ha sido otro que el de edificar, que el de construir, que el de engrandecer la casa común, sobre esta tierra nuestra, que es de nuestros padres y es de nuestros hijos.
Señoras y señores:
Este 16 de septiembre, nuevamente, es oportunidad para poner la mirada en nuestros anhelos, en lo que queremos hacer por México, y en la impronta, que como generación, hemos de dejar en la historia.
México nos necesita a todos. Sumemos nuestras fuerzas para seguir transformándolo en la gran Nación que está llamado a ser.
No olvidemos que el pasado de la Patria está en nuestros corazones, pero su porvenir está en nuestras manos. Bien lo señaló Henestrosa: Nuestra historia se escribe todos los días, es cotidiano plebiscito para renovar la decisión de ser libres, independientes, soberanos, dueños de nuestro destino.
Quienes hemos formado parte de la generación del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, llamados estamos a trabajar para legar a las generaciones del mañana, un México más seguro, próspero e igualitario.
Tenemos, todos los mexicanos, más allá de las tareas de cada quien, un compromiso con la historia, y las generaciones del futuro juzgarán si estuvimos a la altura de las circunstancias que nos tocó vivir.
Trabajar por México es un privilegio sin igual. Hacerlo en las horas dramáticas de dificultad que nos ha tocado vivir, es ya un privilegio indescriptible. México ha estado y estará siempre presente en el corazón y en el alma de todos los que le amamos.
México estará siempre en el ideal, en el actuar, en el vivir apasionadamente esta historia nacional que no sólo se escribe en los textos que recuerdan a los que fueron, sino que se escribe en las acciones de los que somos y en lo que dejamos a los que vendrán.
Que la firmeza de convicciones y la valentía de Hidalgo, y de Morelos, y de Allende, y de todos ellos, nos inspire e inspire siempre a ser mejores y a darlo todo por México, por su bien y por el de os mexicanos. Y, por eso, viven y vivirán siempre en nuestros héroes Insurgentes.
Qué viva la Independencia y qué viva México.

 

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