24 mar 2013

Vocación encubridora/EMILIO GODOY


Vocación encubridora/EMILIO GODOY
Revista Proceso No. 1899, 24 de marzo de 2013
 Una orden judicial emitida hace un par de meses obligó a la arquidiócesis de Los Angeles a hacer pública una parte de sus archivos. En esos documentos –consultados vía internet por Proceso– se hace evidente que en las filas de la Iglesia hay numerosos abusadores de menores y que la institución se afana en acallar y encubrir esas conductas ilícitas. Este semanario revisó los expedientes de cuatro casos de párrocos mexicanos que cometieron actos de pedofilia –uno de ellos fue del conocimiento del cardenal Juan Sandoval Íñiguez, quien guardó silencio al respecto– y que a la postre fueron cobijados por el arzobispado angelino.
 El cardenal Juan Sandoval Íñiguez –quien participó el martes 12 y el miércoles 13 en el cónclave que eligió al Papa Francisco– guardó silencio acerca de las actividades de un sacerdote acusado de cometer abusos sexuales contra menores y de las cuales tuvo noticia.

 Cuando aún era arzobispo de Guadalajara, el prelado se negó a colaborar en la investigación sobre el sacerdote Nemorio Villa Gómez, como sale a la luz en documentos desclasificados por la arquidiócesis de Los Ángeles. Así consta en un memorando del 24 de octubre de 2009 de Michael Myers, en ese momento vicario en esa congregación, a Marge Graf, consejera general de la misma: “Se recibió otra denuncia en 2008. En ese momento se creía que el padre Villa estaba viviendo en Guadalajara y fue enviada una carta al arzobispo de Guadalajara notificándole del alegato. Nunca se recibió respuesta”, dice el religioso en la nota consultada en línea por Proceso.
 En una carta del 23 de mayo de 1994, con copia a Sandoval, el entonces vicario de esa congregación, Timothy Dyer, le pide a Villa que se reúna con él cuando llegue a Los Angeles.
El 29 de enero de 1996 el sucesor de Dyer, Richard A. Loomis, dirigió una nueva misiva confidencial a Villa y a Sandoval, en la que le niega al primero la renovación de sus facultades eclesiásticas.
Villa Gómez –cuyo expediente consta de 50 documentos– nació el 7 de septiembre de 1924 en La Manzanilla, Jalisco, y fue ordenado sacerdote el 16 de junio de 1957 en Culiacán. Entre 1964 y 1990, año en el que quedó inactivo, ofició en varias parroquias en Los Ángeles.
Los expedientes –desclasificados por una orden judicial– ofrecen detalles de la política de encubrimiento y connivencia de la jerarquía eclesiástica hacia clérigos acusados de pederastia. Al menos cuatro sacerdotes están implicados en esos hechos: Villa Gómez, Nicolás Aguilar, Fidencio Simón Silva Flores y Willebaldo Castro.
En julio de 2007 la arquidiócesis de Los Ángeles, encabezada entonces por Roger Mahony, se disculpó con 508 víctimas de abuso sexual y la Iglesia llegó a un acuerdo extrajudicial por más de 660 millones de dólares a causa de una demanda en su contra por su complicidad en esas agresiones.
El pasado enero la juez de Los Ángeles Emilie Elias dispuso que los expedientes –122 archivos (que suman unas 12 mil páginas), 83 de los cuales contienen denuncias de abusos sexuales contra menores– se hicieran públicos, así como los nombres de los sacerdotes acusados de pederastia. Pese a ello, los documentos –que se pueden consultar en internet– están llenos de tachaduras encima de los nombres de los párrocos implicados.
 Lo que queda claro al revisar los expedientes es que la arquidiócesis de Los Ángeles dio refugio a clérigos de México, El Salvador, Colombia, España y Filipinas, entre otras naciones, que estaban bajo sospecha de haber cometido abusos sexuales.
 Mahony fue arzobispo de Los Angeles de 1985 a 2011, cuando fue reemplazado debido a los señalamientos de encubrimiento de sacerdotes pederastas. El 1 de febrero de ese año fue separado de todos sus cargos.
 Nicolás Aguilar, condenado en México por abuso de menores y quien obtuvo libertad bajo fianza en 1999, es acusado en Estados Unidos por agresiones sexuales contra al menos 26 menores. Una de sus víctimas, Joaquín Aguilar, los demandó a él, a Mahony y al arzobispo primado de México, Norberto Rivera, a quienes acusa de haber protegido al pederasta en 1987.
 Perfil conocido
Una ficha de la arquidiócesis de Los Angeles –fechada el 2 de julio de 1993– dice que había rumores sobre Villa, mientras otra, del 12 de julio de ese año, señala: “Suele llevar a niños en su auto para comprar hamburguesas. Me dijeron que los niños lo estaban viendo en la rectoría. Les dije que no fueran a verlo allí. Cuando dejé la parroquia, los seminaristas de San Antonio venían a decir que el padre Villa estaba llevando niños de vacaciones, al cine, etc. Entonces hubo un rumor: Alguien pedía dinero al padre o esta persona iría a las autoridades”.
 El 30 de abril de 1994 Dyer le envía a Mahony un memorando confidencial sobre esos rumores: “A finales del año pasado recibí reportes de las Hermanas de San Antonio de Padua de que había rumores fuertes sobre el involucramiento del padre Villa con niños años antes de que dejara la arquidiócesis. Lo verifiqué con el padre (tachado), quien fue pastor en esos años, y confirmó que había habido rumores”.
 Sobre el sacerdote pesan al menos tres denuncias de abuso sobre hechos ocurridos a mediados de los sesenta y entre 1978 y 1979.
 Un correo electrónico del 22 de abril de 2002 de un remitente cuyo nombre está tachado, y enviado a Craig Cox, rector del seminario de San Juan en Camarillo, California, da cuenta de un abuso cometido por Villa: “Me abrazó, me sopló en el oído, me tocó los genitales”.
 La ficha del sacerdote relata que “la hermana de dos jóvenes notificaron a (tachado) que cuando sus hermanos eran monaguillos” el padre “les mostraba revistas para excitarlos sexualmente. Uno de los hermanos no dirá qué más pasó y no hablará” con la Oficina de Asistencia a la Víctima de la arquidiócesis de Los Angeles. El otro hermano ya murió.
 En 1994 Villa apareció en la parroquia de Jesús Niño, en Guadalajara. El 12 de abril de ese año un sacerdote le escribe a un destinario, cuyo nombre está tachado, para notificar que el sacerdote “me está haciendo el favor de ayudarme a celebrar la santa misa en los domingos y algunas veces entre semana, sobre todo cuando su salud se lo permite”.
 Depredador prófugo
 Más grave es el caso del sacerdote Fidencio Silva, acusado en mayo de 2002 por ocho personas de agresión, supervisión negligente y abuso sexual cometido entre 1979 y 1985.
 Silva fue ordenado sacerdote el 1 de enero de 1978 en la orden de los Misioneros del Espíritu Santo, en Guadalajara. Entre 1978 y 1995, año en el que abandonó la Iglesia, trabajó en varias capillas californianas.
 En una carta del 12 de diciembre de ese año, con copia a Silva, Domenico di Raimondo, superior de los Misioneros, le avisa a Dyer de tres documentos relacionados con las denuncias entabladas. El primero es el “reporte sobre la entrevista con padre Fidencio Simón Silva Flores sobre una acusación de acoso sexual” del 7 de abril de 1995.
 Los documentos aluden a un memorando del 3 de abril de 1995, sobre (tachado), “alegatos de un exnovicio, quien denunció que el padre Silva le pedía que se desnudaran, acercamiento sexual. Le pidió que se desvistiera y se sentara frente a él, le pidió tener una erección frente a él. En un momento dado, puso sus manos en sus genitales, encontraron cintas porno en la habitación del padre Silva”.
 En un borrador de una carta a Silva del 29 de noviembre de 1995, Dyer declara que los alegatos habían sido aceptados como verídicos y que será reconsiderada su solicitud para futuros ministerios en la arquidiócesis.
 Un fax del 2 de abril de 2002, de dos páginas, dirigido a Mahony y en el cual están tachados los nombres del destinatario y del remitente, dice: “Estoy escribiendo esta carta para presentarle información sobre acoso repetido de un joven por parte del sacerdote Fidencio Silva Flores cuando ofició en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Oxnard. No puedo localizar al padre Flores y le presento esto para que pueda entregar cualquier información que tenga de él a las autoridades. Avíseme del paradero del padre Flores y de cualquier medida que se tome para prevenir que abuse de otros”.
 Otro documento, del 10 de abril –aparentemente un correo electrónico con los nombres del remitente y del destinatario tachados y con la leyenda “importancia alta”–, denota que encontraron a Silva Flores: “Pudimos localizarlo en el número (tachado)”. El documento está firmado con las iniciales L. M.
 El 12 y el 16 de abril de 2002 un hombre reportó a la Oficina de Asistencia a la Víctima de la arquidiócesis que Silva mantuvo una relación sexual con él entre 1992 y 1994, cuando tenía 20 años. El 27 de marzo de 2003 el fiscal de distrito de Ventura, California, lo acusó de 25 cargos por acoso contra ocho menores.
 Reincidencia
 Willebaldo Castro fue ordenado sacerdote el 30 de mayo de 1953 en la diócesis de Tlalnepantla. Entre 1956 y 1980 ofició en varias parroquias californianas.
 En una carta del 21 de abril de 1969, de un destinatario cuyo nombre está tachado y firmada por el obispo auxiliar de Los Angeles, Juan Arzube, lamenta informarle que Castro ha recibido correspondencia del obispo de Tlalnepantla, Felipe de Jesús Cueto: “Ha sido una dolorosísima sorpresa la carta que me escriben de la Sda. Congregación para la Fe. Al escribir rogué de la mejor manera que pude para que obraran con caridad en cuanto pudieran y dije que te había privado de la parroquia, pero no dio resultado”.
 En otra misiva del 23 de abril, con el nombre del firmante suprimido, se informa a Castro que sus facultades han sido retiradas y ha concluido su periodo en el templo Nuestra Señora de Guadalupe en El Monte, California.
 En un memorando del 24 de abril de 1972, Arzube le comunica al entonces arzobispo Timothy Manning: “Parece que mientras estaba trabajando en su parroquia mexicana, fue acusado de un cargo de moralidad ante la Oficina de la Cancillería cuando el obispo estaba fuera. (Tachado) tomó las declaraciones de la parte acusadora bajo juramento y procedió a enviarlas al Vaticano. Cuando su obispo regresó, le llamó y sugirió que dejaran que el asunto siguiera su curso, pues ya había sido enviado a Roma, y que viniera a Estados Unidos a trabajar por un tiempo y que seguramente recibiría alguna penitencia”.
 En una carta del 3 de agosto de 1972, Arzube se comunica con el cardenal croata Franjo Seper, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en relación con su petición del 24 de mayo de hacerle exámenes psicológicos a Castro.
 “Siento que hay muchos sacerdotes con este problema o similares que están trabajando como tales y presentan grandes probabilidades de cometer errores morales, como el caso que estamos considerando”, señala.
 El 4 de septiembre de 1975 John A. Rawden, canciller de la arquidiócesis, le informa por escrito, en una carta “personal y confidencial”, a Arzube que Castro “ha sido acusado por un muchacho en su parroquia”.
 “Debe haber alguna verdad en ello, en la medida en que un sacerdote ha interrogado a este joven en diferentes ocasiones y su historia permanece inamovible”, cita el texto.
 En una nota del 5 de septiembre, Rawden, quien actualmente padece Alzheimer, cuenta que el joven de 16 años reportó a sus padres que Castro acudió a su dormitorio para darle consejo y que lo acarició debajo de la ropa.
 Rawden recomendó “que si no hay más actividad de parte del joven o la familia, que el padre C. sea transferido tranquilamente a otra parroquia. En caso de otro incidente o actividad adicional sobre esto, debe proceder que se le pida al padre C. abandonar esta arquidiócesis y que la Sagrada Congregación sea avisada”.

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