16 abr 2013

PAR DE CORAZONES/Alexandro Alvarez


PAR DE CORAZONES/Alexandro Alvarez
-¿Cuántos años tenía?
-No sé, veintitantos
-¿Veintitantos recién entrado a los veinte, o veintitantos pegándole a los treinta?
-No sé, tal vez pegándole a los treinta, eso no importa
-Claro que sí, tengo que imaginármelo bien
-Veintitantos. La década de los veinte no hay mucho pedo
-Por supuesto que sí, no es la misma de los veinte a los veinticinco que de los veinticinco a los treinta. Siempre he pensado que a partir de los veinticinco la parábola de la vida comienza a descender.
-¿Qué parábola de la vida guey?
-La de la vida, asciendes, desciendes.

-Déjame seguir contándote.
El guey dejó su bicicleta recargada en la pared junto a la puerta de entrada, había llegado desde las 4 de la tarde, después de su jornada laboral.
-¿este guey trabajaba?
-Sí, salía a las tres.
-Como burócrata.
-De hecho era burócrata.
-No mames en esa condición, ¿qué hacía?
-Hacía los mandados en las oficinas del ayuntamiento.
Entró caminado sereno como quien entra a su habitación de madrugada y sabe que su cama está lista para el descanso, pero aquí no había ni cama ni descanso.
Saludó al par de meseras de siempre, sobra describirlas, en todas las cantinas de este país el físico de una mesera es el mismo.
-Menos la chichí, esa vieja estaba buena
-¿Qué chichí?
-La de “El Gitano”
-Ah! Es la excepción
Después de saludarlas con un apretón de manos fue hasta la barra con don Carlos, se sentó en un banco alto, y pidió una cerveza.
-¿Qué pasó Abdul? ¿Cómo te va?
-Bien Do…don Carlos, de…de…deme una cerveza
-¿De cuál?
-Co…co…corona
-¿Era tartamudo o qué pedo?
-Tenía un pedo con el habla, no es que fuera tartamudo sino que hacía el doble de esfuerzo para decir las palabras, el problema era la lengua, no la podía mover muy bien, por cuestiones cerebrales, había toda una explicación científica para eso.
-¿Cómo se llamaba esa enfermedad?
-No sé guey, no recuerdo
-guey estás hablando de Abdul y ¿ni siquiera sabes que enfermedad tenía?
-No, no estoy hablando de él, estoy contándote su historia, es muy diferente hablar de alguien que contar su historia
-¡Que complicado!
-¿Qué es complicado?
-lo de la parábola de la vida, ¿cómo es que podemos ser niños por segunda ocasión?
-¿Me vas a dejar que continúe con la historia?
-Perdón, continúa
-¿En qué me quedé?
-Pidió una cerveza
-Ah, para que no haya pedos, te dejo claro. Abdul hacía el doble de esfuerzo para soltar las palabras de su boca, era como si se le quedaran atascadas en la punta de la lengua, palabras que podía soltar únicamente con un movimiento brusco hacia delante con su cabeza al término de cada frase. Tenía un tic nervioso de jalar su cabeza al lado derecho cada vez que escuchaba a su interlocutor, era de ideas muy cortas y razonamientos simples debido a su retraso mental.
-¿Caminaba bien y todo el pedo?
-Caminaba bien, su problema cerebral afectaba además de su inteligencia el habla y uno que otro movimiento involuntario, pero todo lo demás estaba bien.
-¡Así nació!
-Así nació, creó que su mamá le entraba duro a “la piedra” estando embarazada.
-¡Aquí está su cerveza bien helada, para el cliente favorito de este pinche changarro!
-Gra..gra..gracias don Carlos, se la pago de una vez, no me gusta deber
-No te mortifiques aquí te hago la cuentita, de todos modos no son muchas las que te vas a tomar ¿o sí?- Cada vez que don Carlos hablaba con Abdul soltaba una carcajada al término de sus frases, como si hablara con un hijo del cual se sentía orgulloso.
-No, no serán muchas, unas cuantas en lo que llega la Mary.
-¡A qué mi muchachón tan enamorado!
-¿Cómo era don Carlos?
-¿Cómo te lo imaginas?
-No sé, chaparro, de bigote, medio pelón, panzón…
-No, todo lo contrario, alto, sin bigote, con mucho cabello con canas, no panzón pero si una leve panza que crece con el paso del tiempo y una vida sedentaria. Cuenta que en su juventud era galán, que vieja a la que le tiraba la onda, vieja con la que terminaba en la cama.
-Y ¿por qué terminó ahí?
-¿Ahí dónde?
-Sirviendo tragos en una cantina barata
-No sé guey, por qué habría de terminar en otro sitio, el destino es el mismo estés galán o no
-No sé, pienso que podría haberse ligado a una vieja de harto baro y asegurar su futuro.
Puso la botella sobre la barra de un solo golpe, tomó un pequeño trozo de cartón en el que anotó una línea debajo del nombre “Abdul” escrito con letras cursivas.
-Y ¿qué dice la grilla Abdul, cuéntame tú que te codeas con puro pesado, quiénes suenan para las boletas electorales?
-e…e…el licenciado es el más fuerte de la terna, a…a…los otros no les llega su ti…ti…tiempo todavía, no…no…no es su momento.
-Si te digo, hablas como todo un conocedor. El licenciado está bien para la alcaldía, la gente siempre lo ha visto con buenos ojos.
-y…y… es el mejor posicionado
-¡Sí, seguramente! Los demás no les llegan ni a los talones
-na…na…nada más buscan negociar un puesto, a…a…la mera hora abandonan la….la con…contienda y se quedan con una dirección
-Tienes razón
-Oye, Abdul sabía del pedo de la política, porque como me estás contado pareciera que está al tanto de todo lo que ocurre en su ayuntamiento.
-Un cabrón en las condiciones que te acabo de describir, que sólo hace mandados en las oficinas de palacio municipal, ¿crees que sea capaz de eso? El guey sólo repetía lo que escuchaba en los pasillos, lo que decían los directores, lo que platicaban sus compañeros sobre el que sería su nuevo “patrón”
-“patrón” como en la mafia
-sí, como en la mafia, ¡“patrón”! así lo decía Abdul, a manera de repetidora por supuesto.
Después de una hora de plática sobre los posibles candidatos y posibles resultados electorales cual analista político de periódico barato, don Carlos le anotó la segunda “rayita” al cartón con el nombre Abdul en cursivas y puso sobre la barra una botella mientras recogía la vacía al tiempo que pasaba un trapo para secar el resto de hielo que se desprendía de esta.
-¡Así me gusta mijo! Que tome despacio
-sí…sí…despacio, porque se me sube rápido
-¿Qué se escuchaba?
-¿En dónde?
-Pues ahí guey, en la cantina ¿qué música había?
-Buen punto.
Después de dar el primer trago a su segunda cerveza, Abdul se puso de pie y se dirigió a la máquina de música, una rokola que para funcionar tenías que darle un ligero golpe una vez depositada la moneda. Depositabas cinco pesos y podías escoger tres canciones.
-¿Cuáles puso?
-Una de Vicente Fernández que no recuerdo el nombre y dos de José José; “el triste” y “a esa”
-¡Muy buenas!... Sobre todo por el ambiente de la cantina me imagino
-El sonido no era muy bueno.
Abdul regresó al banco de la barra para seguir tomando su cerveza.
-¡Ah pero qué enamorado eres mijo! Ya no tarda la Mary- le dijo don Carlos al tiempo que limpiaba un tarro vacío para acomodarlo sobre la alacena.
-¡Don Carlos! Traigo di…di…dinero para la Mary mi…mi…mire-le confesó mientras sacaba de su bolsa derecha del pantalón un puño de billetes arrugados
Don Carlos tosió nervioso volteando la mirada por toda la cantina y dejó por fuera las carcajadas para decirle.
-Guarda eso mijo, aquí hay mucho pinche ratero, no sea que te vean y te lo quieran arrebatar.
-no…no hay pedo Don Carlos, usted me cuida ¿que no?
-Pues sí mijo pero, en un descuido que tal y… mejor guárdalo, no vaya a ser el diablo-le ordenó el cantinero
-lo…lo…lo guardo pa’ la Mary entonces
-mijo, no sea pendejo, ¿que no ha escuchado eso de que a las mujeres ni todo el amor ni todo el dinero?
-sí, pe…pero a mí me vale, la…la Mary lo es todo
-Por cierto ya llegó, se está cambiando
-ya lle…llegó! De…de…deme otra do…do…don Carlos
-Pero si ni siquiera te has terminado ésa chamaco
Abdul tomó su botella y de un solo trago se la bebió
-¡ya! de...de…deme otra-le ordenó
-Despacio muchacho, tranquilo,  todavía queda mucha tarde y mucha Mary no te acarreries
Después de diez minutos de larga espera, en los que Abdul se frotaba constantemente el dedo índice sobre el pulgar de la mano derecha, de eterna espera en la que su tic nervioso de jalar la cabeza hacia el lado derecho era casi permanente, en la que daba tragos cortos pero consecutivos a su cerveza, en las que desabrochaba sólo para volver abrochar el botón de su camisa, apareció Mary.
Abdul había tenido sueños húmedos con Mary, desde la primera vez que la vio…
-Estaba buena me imagino
-No tanto
Era una señora de ojos grandes, contrario al resto de sus compañeras la mirada de Mary aún estaba despierta, como si soñara despierta, como si el mundo sobre el que caminaba fuera distinto a una cantina con siete mesas, un baño sin puerta del que emanan todo tipo de olores, su mundo no está repleto de la densa nube de humo de tabaco que se forma a partir de las ocho de la noche en que la cantina se llena.
Su cuerpo va cansado pero no se dobla, detrás del delantal y sus blusas entalladas se esconde una cicatriz en su vientre, esa misma cicatriz que la mantiene en un trabajo que le roba su dignidad pero le da el dinero suficiente para olvidarla.
Es muy probable que de joven haya sido el mejor cuero de su barrio, su colonia, vecindad, o donde sea que haya crecido. Y no es que este mayor, sino que su ritmo de vida le roba su juventud a bocanadas, tal vez su parábola de la vida no sea más que un vaivén de curvas como las de su cuerpo.
De ella, estaba perdidamente enamorado Abdul, no era sólo una cuestión sexual, según él, era algo que provenía de su pecho, del corazón. Aunque en más de una ocasión haya tenido fantasías meramente sexuales, estaba convencido de que la amaba.
-O sea, a este guey se le paraba cada vez que la miraba
-Probablemente en algunas ocasiones, pero en otras, la miraba con ojos de amor
-Pero sí le dedicaba unas chaquetas
-Seguramente, pero el pedo no era sexual, él sentía que la amaba, además Abdul era un guey que iba a la iglesia, era muy cercano al cura, se confesaba continuamente y en una de las confesiones se lo dijo
-¿Qué le dijo?
-Que tenía pensamientos obscenos con una mujer y que recurría a “la chaqueta”
-¿Y qué le dijo el cura?
-Que no estaba mal masturbarse de vez en cuando, pero que controlara esos pensamientos, porque podrían llevarlo a cometer locuras.
-Era muy allegado al cura entonces
-Más bien el cura era muy allegado a él y su mamá, sobre todo a su mamá
-¿Por qué? ¿La señora era de las organizadoras de los eventos que hacen en las iglesias o algo así?
-No, la visitaba dos veces por semana para cogérsela.
Mary llegó hasta la barra para saludar a Abdul con una sonrisa y un beso en la mejilla mientras pasaba su mano sobre el rostro de él
-Buenas Abdul, madrugaste como siempre
-Bu…bu…buenas tardes Mary
Cuando Abdul se ponía nervioso se agitaba su respiración, como a la mayoría de nosotros, pero lo de él era notable, sus palabras se cortaban para tomar aire después de su movimiento brusco de cabeza al final de cada frase.
-Tranquilo mijo, tranquilo- le contestó Mary abrazándolo y llevándole la cara a sus pechos.
-Estaban grandes
-Lo normal
-Quie…quieres una cerveza, te invito una
Estaba demás la invitación, como una forma de cortesía Mary siempre abría garganta con Abdul.
-Claro que sí mijo, ya sabe que con usted comienzo el día
-do…do…don Carlos dele una cerveza light!
-Tú si sabes mijo, debo conservar la figura
Abdul sacó de su bolsa el puño de billetes para pagar, don Carlos tosió y se acomodó la garganta al tiempo que tomaba el billete.
-Mucho cuidado chamaco, mucho cuidado!-exclamó alerta el cantinero
-y…esto es para ti- le entregó a mary un billete y un moneda para la máquina de música.
-¿Cuál quieres que te ponga?
-la…la…la que tú quieras mi reina
Pudo haber ido él mismo a poner las canciones como muestra de caballerosidad, pero que ella fuera le permitía verla caminar de espaldas y disfrutar del zarandeo de sus nalgas.
-¿Tenía buen culo?
-¡Cabrón!
-¡Chingón!
Sólo observar a detalle los movimientos de las nalgas de Mary provocaba en Abdul una erección que disimulaba poniendo su mano izquierda sobre ella.
-Qué pasó y ese pantalón tan abultado
-No…no es nada!
-No se me sonroje, al contrario, es un halago para mí que le provoque…eso
Don Carlos miraba celosamente aquella escena, no confiaba en Mary, para terminar pronto, don Carlos no confiaba en nadie.
-Entonces qué mary, ¿te la cuento como ficha?
-No, nada de eso, esta me la tomo con gusto con mi niño grande, no es negocio es un gusto-le dijo Mary a don Carlos mientras le tocaba la erección a Abdul
-¿No mames le dio un agarrón de huevos?
-¡Cabrón!
-Puta este guey se ha de haber mojado todo
-No sé, lo que sí sé es que su respiración se volvió más apresurada.
Después de una hora de plática, risas, agarrones de erección y nalgas y un par de bailes cual novios de secundaria, Mary se despidió momentáneamente de Abdul para llevar tragos y sentarse en la mesa de unos clientes recién llegados al lugar.
-No se me ponga triste mijo, tiene que chambear, así es este negocio, usted ya sabe-le dijo Don Carlos dándole otra cerveza-esta se la invito yo, pa’ que vea que soy buena gente.
 -sí, pe…pero no me gusta que se vaya a sentar con otros hombres, ni que la toquen
-O sea que la vieja era puta
-No exactamente, era mesera, uno que otro cliente le metía mano pero hasta ahí
-Como Abdul
-A Abdul no lo miraba como cliente, a él lo dejaba tocarla por amistad, además la tocaba por accidente, le rozaba una teta o una nalga por accidente, como si no tuviera esa intención, pero ella sabía que sí, así que no decía nada y sólo sonreía.
-¿Y con los clientes?
-esos cabrones si se manchaban, metían mano donde fuera
-¿Por debajo del bra y todo?
-Por debajo del bra y todo
-No chingues, si se manchaban, ¿pero por qué dices que no era puta entonces?
-Pues porque una puta se dedica a eso, a ser puta, vende su cuerpo, ella no, ella mesereaba, fichaba, y dentro de eso había ocasiones en las que se dejaba meter mano, cuando le gustaba el cliente decía ella. No cobraba extra por agarrón, entonces no era puta.
-¿y se acostaba con los clientes?
-con uno que otro, si le gustaba claro está. Le daban un dinero extra por eso pero era sólo como una especie detalle.
-no, pues no, no era puta.
Esa noche Abdul bebió más a prisa de lo común a pesar de las advertencias de don Carlos, pocas veces se le había visto en ese estado, como algo curioso el problema con el habla disminuyó comunicándose sin dificultad, el tic no dejó de presentarse pero era menos esporádico y su mirada comenzó a volverse para todos lados.
-Oye mijo ¿qué tienes?-le preguntó don Carlos alarmado
-es…estoy encabronado!
-calma, calma no hagas coraje, los corajes no dejan nada bueno.
-ni qué calma ni que la chingada-comenzó a barrer la “che” como consecuencia de  la acumulación de saliva en sus labios
Se puso de pie y fue hasta la mesa donde Mary se encontraba atendiendo a los clientes
-¡Mary! ¿Cuánto te está pagando este pendejo? ¡Yo te doy el doble, vente!
El cliente confundido miró a Abdul y a Mary
-Calma Abdul, estoy trabajando, esto nada más es trabajo ya sabes
-Pero es mucho pinche toqueteo, a la chingada vente deja a este pendejo!
-Ya estuvo bueno pinche chamaco-contestó enojado el cliente de Mary
-Calma mijo-le dijo Mary que tenía dentro de su brassier la mano del cliente
-No me calmo, no me calmo!
-¡Don Carlos!-le gritó Mary al cantinero
Don Carlos levantó la puerta de la barra para llevárselo al banco alto en el que había pasado las horas bebiendo a toda prisa intentando sin éxito borrar las imágenes de Mary dejándose tocar por los clientes.
-Es que yo la quiero don Carlos
-Yo sé que la quieres, pero está trabajando, debes de entender- le extendió un plato pequeño con un limón rebanado en cuartos, un puño de sal y una salsa huichol- ándale pa’ que te sepa mejor el trago.
-deme otra!
Abdul quedó dormido sobre la barra con la cabeza descansando sobre su brazo izquierdo y la madera, sus labios con exceso de saliva en posición de soltar una “o” exagerando el gesto, la otra mano en los huevos y comenzó a soñar.
-¡Para de mamar!
Soñó que no estaba enfermo. En su sueño don Carlos aparecía como su hada madrina, estaba desnudo y llevaba un par de alas verdes que agitaba apresuradamente, sostenía una flauta que hacía tocar después de cada frase con la que se dirigía a Abdul. Su cabello no era canoso, sino rubio, con rulos, su piel dorada y su cara siempre reflejaba una sonrisa...
-¿y los huevos?
-por una extraña razón, sus huevos aparecían “pixeleados”, censurados como video porno japonés
En el sueño, Abdul vestía de saco y corbata, sin pantalones, sólo una trusa azul y calcetín azul marino. Su peinado era hacia un lado con exceso de goma, caminaba sobre una avenida larga, con trayectos empedrados, otros tramos de calle estaban sin pavimentar, se acumulaba polvo, más adelante cuando empezó la lluvia se convertía en lodo, había exceso de lodo en sus sueños.
Hasta que giró en una avenida en curva que a pesar de que en descendía lo llevó hacia lo alto de un cerro desde donde pudo contemplar toda su ciudad. ¡Yo seré presidente! Se dijo.
Regresó a la larga avenida en donde ya no había polvo ni lodo, sólo tumultos en los que se habría paso mientras saludaba de mano a todas las personas que se acercaban a él llamándolo licenciado, cada frase de sus conciudadanos terminaban con la palabra licenciado a lo que él respondía, “yo veo eso”, “que mi secretario lo anote” o “dese una vuelta por mi oficina”.
Don Carlos convertido en un hada que sólo él podía ver volaba cercano a sus orejas para decirle “vas por la grande Abdul, tú eres el bueno, ya te vi Abdul presidente municipal, es tu momento, los tiempos políticos te favorecen lánzate”
Los avisos de su hada madrina lo llevaron al registro de su candidatura dentro de una oficina de un metro de largo por un metro de ancho en el que laboraban siete mil empleados en ropa interior gris y una corbata enredada al cuello, llenando solicitudes y sellando columnas de hojas en blanco que después tiraban a la basura mientras preparaban una gran torta con los residuos de identificaciones oficiales que habían sido trituradas.
De nuevo en la larga avenida Abdul caminaba entre el tumulto que esta vez se debía a su presencia, saludaba con promesas de mejoras a caminos y carreteras, con eliminación de la pobreza y con mejores salarios para todos, a lo que el tumulto, que no era más que largas filas de personas vestidas de color café con cabeza de pato, respondían con largos gritos de ¡Abdul! ¡Abdul! ¡Abdul!
Ya en la cantina y sobre la barra, don Carlos intentaba despertar de su largo sueño al pequeño Abdul.
-Era pequeño o ¿lo dices por su edad?
-las dos cosas, era joven, bajo de estatura y delgado
-¿moreno?
-más bien tirándole a blanco.
-Despiértate cabrón-le dijo don Carlos sobándole la cabeza-despiértate ya te orinaste y estás oliendo a caca, a lo mejor ya te hiciste
Cuando despertó le contó el sueño a don Carlos, se tomó otra cerveza y miró a Mary, que ya no estaba con el cliente anterior sino con Don Raúl, un cliente que llevaba visitando la cantina mucho antes de que Abdul naciera, conocía a Mary desde antes de que tuviera a su primer hijo, algunos rumoraban que sus tres hijos eran de él.
-Está con ese pinche viejo pelón, me caga que esté con ese viejo, con los otros lo puedo pasar, ¡pero con ese viejo no!
Se dirigió hasta la mesa de Don Raúl, tomó a Mary de un brazo mientras gritaba toda clase de improperios, al viento, sin un destinatario en concreto.
Don Raúl se puso de pie salpicado por la cerveza que Abdul llevaba en su mano, lo tomó por el cuello y gruñó.
-¡Cuántas veces les he dicho que no quiero ver a este tarado por aquí!
-cálmate Raúl-le dijo asustada Mary
Se lo llevó casi cargando por el cuello hasta la barra, lo azotó contra la madera y le quebró una botella en la cabeza. La espuma corría lentamente sobre su cabeza mezclándose con la sangre que comenzaba a brotar, lo tomó del cabello arrastrándolo hasta la máquina de música, ahí lo estrelló un par de veces haciéndola sonar.
Lo llevó jalando hasta el baño y ahí lo dejó tirado, propinándole antes un par de patadas en la cara y un par en el estómago. La espuma y la sangre ahora se mezclaban con los restos de orines regados por todo el baño.
-¡A la verga!
Don Raúl regresó a su mesa, tomando de la cintura a Mary y siguió su juego de póquer que tenía empezado
-par de corazones
Desde otra mesa se escuchó gritar a un cliente -¡hey mi lic!- el otro le regresó una sonrisa desde su mesa y levantó su mano izquierda extendida a manera de saludo.
Don Carlos corrió al baño y después de un minuto salió componiéndose la garganta y guardándose el puño de billetes que tantas veces había mostrado Abdul mientras viraba su mirada a cada punto de la cantina.
Después de un breve silencio “el lic” gritó a todos los presentes
-¡Que bonito es estar tomando así, entre puros conocidos!
-¿Cuánto es Don Carlos?-le pregunté al cantinero después de beber el último trago de cerveza y ponerme de pie.
Apagué la colilla de mi cigarro y le pagué, me guardé el cambio y caminé hasta la puerta de salida, afuera en el suelo estaba la bicicleta de Abdul, con un letrero que decía “el tarado es puto”.
-¿Qué canciones puso?
-¿Quién?
-Mary
-¿Cuando?
-Cuando Abdul le dio la moneda para poner música
-ah, no sé, yo también me quedé viéndole el culo.

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