21 jul 2013

Francisco, el Papa de los pobres/Bernardo Barranco V


 Francisco, el Papa de los pobres/Bernardo Barranco V., es especialista en sociología política de las religiones; y Presidente del Centro de Estudios de las Religiones en México.

Reforma, 21 julio 2013.- Sin duda la presencia del Papa Francisco ha venido a refrescar la tensa atmósfera que la Iglesia católica ha venido experimentando, a nivel internacional, desde hace más de tres años.
 Envuelta en escándalos de abuso sexual a menores, encubrimientos, intrigas internas, fuga de documentos, deslealtades palaciegas y sobre todo el notorio desgaste de un Papa Benedicto XVI, rebasado, que como todos sabemos renuncia de manera sorprendente.
Hecho insólito en la vida moderna de la Iglesia, de la cual aún no hemos aquilatado sus repercusiones.
Por ello resulta comprensible que en la encuesta organizada por grupo REFORMA, el 77 por ciento de las personas percibe que existe corrupción al interior de la Iglesia y que Francisco, con tan solo poco más de tres meses, aún no ha tomado grandes medidas correctivas.
Sin embargo, la irrupción en la escena eclesial del Papa Francisco representa una esperanza grande para que la Iglesia recupere el terreno perdido, los encuestados así lo vislumbran en un porcentaje alto de 79 por ciento.
No me sorprende la ola de simpatía que ha despertado Francisco y corrobora el grado de aceptación que tenido también en Europa.

Sandro Magister, uno de los vaticanistas más connotados de Italia, en su artículo de evaluación sobre los primeros 100 días de Francisco, lo tituló: "Un Papa así, no se había visto nunca. ¿Lo conseguirá?".
La percepción en la encuesta de grupo REFORMA es que la imagen de la Iglesia, bajo la conducción de nuevo Papa, ha mejorado levemente aunque la mayoría, 51 por ciento, percibe que sigue igual.
El Papa Francisco ha caído bien entre los mexicanos, es un hecho. El grado de aceptación no es porque sea latinoamericano, ya que solo el 58 por ciento sabe que es argentino, ni mucho menos jesuita (21 por ciento).
La simpatía por Francisco radica en su estilo pastoral marcado por la sencillez y humildad, así lo califican el 53 por ciento de los encuestados y hasta un 14 por ciento de amoroso.
En poco más de tres meses ha superado de lejos a su predecesor Benedicto XVI quien es mirado más como un intelectual un tanto distante y sobre todo tradicional, conservador.
Sin lugar a dudas, los encuestados han apreciado notablemente el rechazo de Francisco a los lujos y privilegios a los que tan habituados están la mayor parte del alto clero; con su ejemplo creen que la Iglesia será menos ostentosa en términos de riqueza y poder, así lo afirma un 72 por ciento de los encuestados, quieren menos lujos, oropeles y más un pastor cercano a su comunidad, más amoroso con autoridad moral.
Por sus declaraciones críticas sobre la pobreza e injusticias sociales, Francisco, ha ganado notoriedad por querer hacer de la Iglesia una Iglesia de los pobres.
En ese sentido, hay varias respuestas que aparentemente son contradictorias, por un lado perciben a Francisco 51 por ciento como progresista, sin embargo, las personas consultadas se muestran desconfiados que la Iglesia cambie en el terreno de la moral y ética social que ha venido sosteniendo frente a la homosexualidad, aborto y celibato.
El progresismo de Francisco debe ser leído, más en el aporte de la Iglesia en el terreno social del ámbito secular que lo identifica al espíritu del Concilio Vaticano II.
Siguiendo en el terreno de las paradojas que arroja la encuesta, es interesante afinar la mirada y fijarnos con atención que la mayoría de los consultados, 58 por ciento, reconoce que el nuevo pontífice contribuye poco en su vida espiritual cotidiana.
El test, revela una gran verdad que los estrategas católicos no han querido reconocer, esto es, que el grado y el volumen de la fe de una colectividad no dependen de la popularidad, reconocimiento ni del carisma de sus máximas figuras.
Por supuesto que le ayuda a la institución eclesial tener una cabeza con capacidad comunicativa, liderazgo y reconocimiento social, pero esto no significa que se incremente ni el número de creyentes ni la calidad de la fe.
El caso del Papa Juan Pablo II superestrella, ilustra. Poseía un carisma que pocos líderes mundiales detentan, era mediático tanto frente a las cámaras como ante las muchedumbres.
Sus continuos viajes aseguraban convocarías masivas de creyentes al grado que la propia Iglesia tuvo delirio de triunfalismo. Juan Pablo II gobernó entre 1978 y 2005, justo en los años en se acentúa, al menos en toda América Latina, un dramático y notorio declive del catolicismo. Brasil ha bajado al 64 por ciento, México al 83 por ciento y muchos países centroamericanos al 50 por ciento.
Finalizando con Juan Pablo II, me llama la atención el cariño y la identificación plena que se le guarda al pontífice polaco que se refleja en las respuestas, en especial, el agrado con el que se espera su próxima canonización.
En suma, la simpatía que ha despertado Francisco, no hace olvidar su contexto: la Iglesia vive una profunda crisis.
Los resultados de la encuesta revelan no sólo afecto por el Papa Francisco sino expectativas de cambio en la vida de la Iglesia.
Esperan de él, revertir la imagen institucional, enfrentar la corrupción, castigar la pederastia clerical, frenar la fastuosidad de lujos con la que muchos clérigos se manejan.
Regresar a la simplicidad del evangelio y acercarlo de manera viva y cálida a las personas. La gran expectativa es si Francisco será capaz de redefinir el papado con su humanidad y honestidad. Quizá la gente está pidiendo demasiado.

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