7 ene 2015

Elly Castillo nos comenta de su relación de reportero con el futuro cardenal de Michoacán

 De Cuando Éramos Jóvenes y Mamones Cardenal don Alberto (Suárez Inda) /Elly Castillo
@ellycastillo
Tomado de http://www.changoonga.com/, Martes 6 de enero de 2015
Elly Castillo es un pachuco bien cholo y más chundo con 12 años de experiencia en el periodismo michoacano quién además de ser un chichinfla bien malafacha cooordina al equipo de Changoonga.com y claro, baila el tibiritabara!

¡Vaya que son misteriosos! Los designios del Señor: Seguramente no lo recuerda, pero hace 13 años don Alberto, usted y yo éramos jóvenes (en nuestras respectivas áreas) y ambiciosos. En el 2002, yo a mis 21 y usted a sus 63, teníamos planes, vislumbrabamos nuestro futuro personal como exitoso y un aire de soberbia autosuficiencia nos envolvía.
Mientras yo anhelaba, soñaba en ese entonces convertirme en el gran reportero, en el próximo periodista que Michoacán -no- necesitaba; usted soñaba, anhelaba con encumbrarse dentro de eso que se llama “la alta jerarquía católica”, la élite del poder de la religión más númerosa del país.
(la foto El futuro Cardenal y su servilleta en algún lugar de Michoacán -2002-(
 Ambos confiabamos además, que nuestros talentos partículares nos abrirían paso entre tanta competencia e intriga que habitualmente hay alrededor de nuestros respectivos ámbitos. Aunque claro, usted también le apostaba a las “palancas” y las relaciones pública porque el hecho de ser celayense lo manejó para que la pareja presidencial de Vicente y Martha le procurara alguna cercanía, que el poder le sonriera ampliamente luego de que para ese entonces ya había cumplido 7 años al frente del Arzobispado de Morelia pues mucha “acción” no había en ese entonces en aquella apacible “Mochelia” que ya no existe más.

Usted no se acordará de aquel joven reportero que le llegaba a acompañar en algunas de sus visitas de obispo que realizaba a varias de las 226 parroquias con las que cuenta la Arquidiócesis para cubrir la información para el semanario de Comunidad Cristiana; pero sin duda que yo si me acuerdo de esos días.
Como también recuerdo cuando años después me machuco el brazo con la puerta de su auto para no responderme una pregunta sobre pederastas tras destaparse el escándalo contra el cotijense Marcial Maciel. El dolor me duró como una semana por cierto.
 Pero particularmente vino a mi mente aquellos días del 2002-03 cuando pude convivir con usted de primera mano. Incluso llegamos a viajar juntos en el mismo auto aunque ahora le he de confesar que prefería tomar camión y alcanzarlo en la comunidad en cuestión pues viajar con usted era algo incómodo e intimidante, pues en presencia del mero jefe como lo era usted, y además ostentando la figura de “arzobispo”, uno debe portarse bien, no puede desparramarse en el auto ni echar un coyotito agusto, en fin, detalles menores.
 Sin embargo, y aunque usted no llegue a leer estas  líneas, lo que le quiero decir, ahora que le nombraron Cardenal, es algo que siempre se lo había querido comentar pero nunca hubo oportunidad y mucho menos confianza. De esa que se requería por ejemplo, para llamarlo “don Beto” como muy pocos lo hacen, en forma además de cariño familiar, de tono respetuoso.
 “Don Alberto Suárez Inda, lo sé por experiencia personal, es un ser humano excepcional, un pastor con olor a oveja como diría el Papa Francisco”,es la referencia que me encontré sobre usted de un bloguero llamado jorge.traslosheros quien se ha congratulado por su designación.
A mi me gustaría secundar esas palabras e incluso sumarme a las múltiples felicitaciones que ha recibido de toda la comuna moreliana, de la clase política y gobernante también, pero la hipocresía no se me da don Alberto,y por el contrario, lo que me surgen son cuestionamientos, dudas e interrogantes.
 Porque debo hacerle otra confesión: Usted contribuyó a que me le alejara del catolicismo. Como muchos mexicanos sino es que la mayoría, nací católico por imposición, crecí, trate de continuar dentro de la grey, iba a misa los domingos para escuchar la palabra de Dios. Me volví reportero, empecé a ver cosas que no me gustaban y al final, terminé decepcionandome, y opté por alejarme de la Iglesia como guía espiritual.
 Claro, usted no fue el único factor, para mi desencanto, pero si tuvo un papel fundamental en ello. Una de las anécdotas que recuerdo es precisamente de esa etapa de las visitas pastorales, cuando íbamos a la Ciénega de Zacapú, y usted dejaba su lujoso auto, y se cambiaba a un modesto Tsuru para que en la comunidad en turno no se viera ostentoso que el representante de Dios a nível gerencial desentonaba con la situación de pobreza y jodidez del poblado visitado
 Fuí testigo presencial de cómo la gente pobre, sencilla, humilde, veía en usted una luz, una esperanza, un aliciente para cambiar sus paupérrimas condiciones sociales. A usted, don Alberto, además le llegaban las primeras denuncias de lo que ahora es el panorama general de Michoacán: extorsiones, levantones, secuestros. A usted, que le prorrogaban un trato de gobernador, a veces incluso de presidente de la República, con incluso más autoridad que algún alcalde.
 Pocas veces en cambio le escuché pronunciar una postura al respecto. Pocas veces le vi llevar la causa de los más humildes entre los humildes a alguna tribuna, aunque fuera la mediática. De vez en cuando soltaba algún exhorto, algún pronunciamiento sobre inseguridad, sobre el quebranto social de Michoacán, pero nada que no fuera atendido como un llamado a misa por las autoridades. Como cuando el ¿moreliano? Felipe Calderón le ignoró en sus llamados.
 Aún así, reconozcamos don Alberto, que a usted le gustó más la cercanía de las élites que el cobijo de los pobres. Me daba risa cuando llegaba a hacer alguna que otra leve jeta cuando alguna indígena le besaba la mano babeándosela…!
 Claro, no todos mis recuerdos son ácidos o negativos, hay algunos incluso alegres, como cuando disfrutaba que le tocarán el son de “El Gusanito”, una de sus canciones predilectas dicho por usted mismo.
 Y sin embargo don Alberto, el tiempo pasó, estos años transcurrieron y usted nada más logró ser vicepresidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano; y yo lo más que logré fue la corresponsalía de El Universal.
 Luego como que nos empezamos a estancar, a desilusionarnos, nos volvimos viejos, un poco más agrios por no decir amargos, pues los años de frustración no pasan en vano.
 Nos llegabamos a ver de vez en cuando, le pedía una entrevista y usted me recibía con esa cara de “¿y ahora que me vas a preguntar?, eso cuando no me salía con la falta de tiempo, o una salida “de emergencia”.
 Y así, hasta que este domingo pasado fuí uno de los tantos sorprendidos por su ascención al cardenalato. “Dios sí le da alas a los alacranes”, me  expresó alguien muy cercano al enterarse de la que considerábamos la más improbable de las noticias.
Al final de cuentas yo lo que le puedo decir es “¡lo logró!”. Me consta que usted la buscó. Como cuando un viejo compañero seminarista suyo me platicó que de jóven, usted insistía en decirle a sus congéneres que “algún día seré importante, seré destacado”.
 Tal vez fue cuando menos lo esperaba, cuando ya había incluso renunciado, con próximos 76 años a cuestas, el premio a la constancia llegó. Y creame que dentro de todo, lo aplaudo, porque ante todo, es un reflejo de que el Papa Francisco tiene la mira en Michoacán, este estado literalmente tan lejos de Dios y tan cerca de la corrupción, la violencia y el atraso.
 Creo don Alberto, que dentro de todo es la mejor noticia que ha recibido Michoacán no en años, sino en siglos, tomando en cuenta que en el cierre del anterior y en el principio del actual no hay mucho que festejar.
 Ojalá don Alberto, y ese es mi mensaje central, usted esté a la altura del reto, ojalá haya acumulado más sensibilidad en estos años, ojalá esta ocasión se ponga primero del lado del pueblo -de Dios- y no de las élites que lo manejan y gobiernan. Ojalá, se le haya quitado lo mamón, con todo respeto del Señor.
 Cosas Que Ahí Están (pero a nadie le interesan):
 Algún día contaré la vez que me fumé un pedo cardenalicio…literal!

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