7 abr 2015

Cada día son asesinados 10 cristianos por su fe

Cada día son asesinados 10 cristianos por su fe
Nota de Francesca Paci, para Vatican Insider, 4 de abril de 2015
El informe del World Watch Monitor: 4.344 víctimas en 2014; África en primer sitio, pero se trata de una tendencia global, si se considera Corea del Sur
Independientemente de su orientación política, los indicadores internacionales concuerdan sobre el marco general: los cristianos están bajo ataque y el fenómeno está aumentando.
Según la organización Open Doors International, en el último año la presión sobre las Iglesias disminuyó en 11 países pero permaneció estable en 7 y aumentó en otros 29.
Los observadores del World Watch Monitor concuerdan en que 2104 fue un año trágico, con por lo menos 4334 personas asesinadas por seguir a Jesús y con más de mil lugares de culto destruidos por la misma razón. https://www.worldwatchmonitor.org/2015/04/3796287

La ofensiva es global, si entre los primeros 5 países enemigos de los cristianos aparecen Corea del Norte, alejada geográfica e ideológicamente del epicentro de la neo-yihad. Sin embargo, los otros cuatro son Nigeria, Siria, República Centroafricana y Kenya, es decir estados en los que los que han tomado como blanco a los cristianos y sus comunidades son grupos como Boko Haram o el EI, que, gueste o no entre la mayoría de las mezquitas, reivindican su identidad de musulmanes modelo.
¿Estamos frente a una nueva edición del enfrentamiento entre el islam y el cristianismo?
A poco tiempo del atentado contra la revista francesa “Charlie Hebdo”, muchos imanes, como el parisino Hassen Chalghoumi, negaron una nueva guerra santa subrayando que el 95% de los caídos del terrorismo eran musulmanes.
El dato deriva de un estudio que en 2011 hizo el National Counter-Terrorism Center, según el cual, cuando es posible identificar la fe de las víctimas de los atentados de los últimos 5 años, el porcentaje de musulmanes asesinados se sitúa entre el 82% y el 94%. Pero el problema es justamente saber en qué creían los muertos, recuerdan los que, como el centro Pew, estiman que entre persecuciones físicas y marginalización política y cultural los cristianos representan por lo menos el 70% de los casos de la discriminación religiosa.
«Nosotros los cristianos de Aleppo tenemos miedo», escribió en el último número de la revista “Tempi” el médico Nabil Antaki, preguntando al mundo (y a sí mismo) si permanecer en la Siria destrozada entre la ireducibilidad del régimen de Damasco y los carniceros del Estado Islámico es un gesto de héroes o de estúpidos (el buen documental de Elisabetta Valgiusti, “Syria’s Christians Exodus”, narra el éxodo de una comunidad que hace tiempo representaba el 10% de la población y que hoy llena una de cada dos tiendas de los campos para refugiados).
En El Cairo, el católico Francis M., de la minoría copta, explica el apoyo de sus correligionarios al presidente Sisi con el pánico experimentado en primera persona entre 2012 y 2013, durante el gobierno de Mursi y de la Hermandad Musulmana: «Incluso los amigos, bromeando, empezaron a decir que teníamos que estar listos porque antes o después nos habrían despojado de todos nuestros bienes».
En Irak, en donde el éxodo que comenzó en 2003 ha reducido la presencia cristiana a menos del 1,5%, hace algunas semanas nació Dwekh Nawasha, la milicia cristiana de la Llanura d Nínive que, al haberse quedado sin mejillas que poner, se armó hasta los dientes para combatir al lado de los peshmerga kurdos para detener el avance del Estado Islámico. La perspectiva es bastante plúmbea, sobre todo teniendo en cuenta el precedente de la República Centroafricana, en donde en 2013 la reacción de los cristianos “anti-balaka” en la guerra civil produjo la que las Naciones Unidas llamaron «limpieza étnica» de alrededor de 6 mil musulmanes.
Los cristianos viven con temor en muchas partes del mundo, pero muchísimos, demasiados, viven en el mundo musulmán. Hay un elemento anti-occidental en los ataques contra las Iglesias que son percibidas como símbolo eterno del poder blanco, pero hoy por hoy por lo menos uno de cada cuatro cristianos no es occidental.
Tomado de www.vaticaninsider.es
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04/ 5/2015
 “En Pascua ¡cese el fragor de las armas!”, clama Francisco/Andrés Beltramo Álvarez

Siria e Irak. Libia, Ucrania, Nigeria, Congo, Yemen y Sudán del Sur. En su bendición pascual “urbi et orbi” (a la ciudad y al mundo) el Papa clamó por el fin de la violencia en las zonas de conflicto del mundo. Urgió que “cese el fragor de las armas”. Recordó a los estudiantes asesinados por terroristas en Kenia y pidió libertad para todos los seres humanos, especialmente para las víctimas de la droga y de las organizaciones criminales.

 “El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad. Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz”, anunció Francisco tras asomarse al balcón central de la Basílica de San Pedro.

Desde muy temprano, este domingo, miles de personas se congregaron en la plaza vaticana. Para ellos no importó el frío y la lluvia, que a lo largo de prácticamente toda la mañana se abatió sobre la plancha asfáltica. El pontífice premió esa paciencia e inmediatamente después de la misa pascual se concedió a la multitud en un recorrido a bordo del papamóvil.

Pasado el mediodía, en su mensaje pascual, aseguró que la muerte y resurrección de Jesús muestran a todos el camino de la felicidad, un sendero que incluye humildad. Advirtió que sólo quien se humilla puede ir hacia los “bienes de allá arriba”, a Dios. “El orgulloso mira desde arriba hacia abajo, el humilde desde abajo hacia arriba”, aseguró.

Estableció que el mundo propone constantemente la competencia, el hacerse valer, el imponerse, mientras los cristianos tratan de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos. “Esto no es debilidad, sino autentica fuerza”, advirtió.

 “Imploremos al señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo y que son tantos”, sostuvo.

Entonces citó algunos conflictos en particular. Pidió rogar por Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Instó a la comunidad internacional a no permanecer inerte ante la “inmensa tragedia humanitaria” dentro de esos países y “el drama de tantos refugiados”.

Imploró la paz para todos los habitantes de Tierra Santa y deseó que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.

 “Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población”, señaló.

Instó a encomendar “con esperanza al señor misericordioso” el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, refiriéndose al compromiso para evitar que Irán pueda construir la bomba atómica. Expresó su interés en que sea un “paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno”.

Y prosiguió: “Supliquemos al señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia, los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos”.

Se refirió a la “amada Ucrania” y elevó una oración especial por quienes han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Realizó una invocación para que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes interesadas.

Solicitó la paz y libertad para los tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales; para las víctimas de los traficantes de droga, “muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana”. E imploró la paz para este mundo “sometido a los traficantes de armas, que obtienen sus ganancias con la sangre de los hombres y las mujeres”.

 “Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora del Señor Jesús: Paz a vosotros. No temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros”, sentenció.

 

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