27 nov 2016

El Santo Sepulcro necesita una obra para consolidar sus cimientos

  •  El Santo Sepulcro necesita una obra para consolidar sus cimientos

Los técnicos trabajan en reforzar la estructura pero alertan del deterioro del subsuelo en el lugar sagrado de los cristianos
El País, Jerusalén 26 NOV 2016
LOURDES BAEZA

El equipo científico de la Universidad Politécnica de Atenas que restaura la tumba de Cristo, en el interior de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, ya ha advertido a las diferentes confesiones religiosas que administran el lugar, de que los actuales trabajos de renovación deberían ser complementados con una intervención subterránea que consolide los cimientos de la estructura. “Hemos hecho un estudio del subsuelo, los corredores, canales y túneles porque hemos detectado grandes filtraciones de humedad y un aumento del nivel freático que realmente pone en riesgo el Sagrado Edículo”, explica en el lugar la profesora Antonia Moropoulou, jefa de supervisión científica de las obras.
Los cincuenta expertos que la acompañan se centran ahora en consolidar las paredes del edículo, la construcción erigida para proteger el lugar donde según la tradición cristiana fue enterrado Jesucristo tras ser crucificado. Ya han terminado de retirar las losas de piedra pulida que lo revestían y, por primera vez en siglos, en algunos puntos, se puede ver, tanto en el interior como el exterior del lugar, la roca original de la cueva. “En la parte de la tumba, la roca llega hasta unos dos metros de altura. Durante la restauración hemos podido constatar que fue protegida con otro muro de piedra revestido a su vez con losas que parecen de mármol pero que en realidad son otro tipo de piedra calcítica”, dice la profesora.

Moropoulou introduce en la pared exterior del edículo una barra de titanio y da las últimas instrucciones a dos de sus colaboradores sobre cómo debe ir emplazada para sujetar correctamente las losas, retiradas hace menos de un mes y que ahora están una planta más arriba, en el improvisado laboratorio para tratar las piedras y almacenar las muestras, que han montado en dependencias privadas franciscanas, en la galería que rodea el interior de la cúpula de la Basílica. “La roca original de momento sólo será visible en la ventana ya construida dentro de la tumba. Lo acordado por las principales confesiones religiosas —griegos, franciscanos y armenios— es que sea una restauración muy conservadora que respete al máximo el original”, explica Fray Eugenio Alliata, arqueólogo franciscano que acompaña a Moropoulou durante la subida a la galería.

Las losas en mejor estado permanecen alineadas en el suelo mientras que las más deterioradas, unas 150, se apilan cerca del cuarto que hace de laboratorio y donde los investigadores llevan a cabo las tareas de conservación. “Habrá que reemplazar una pequeña parte de las losas, no más de un 5%. Ahora estamos en la segunda fase del trabajo, la de inyectar material de refuerzo para consolidar la estructura y que después podamos reajustarlas a la pared con la ayuda de los pernos de titanio traídos de Atenas y que dieron muy buen resultado en la restauración de la Acrópolis. Las losas están muy degradadas sobre todo por el estrés termal al que han estado sometidas”, explica Moropoulou.
Desde la construcción de la casita -como se conoce comúnmente el edículo- en 1.810, las velas colocadas por los peregrinos procedentes de todo el mundo alrededor de la construcción, prácticamente no han dejado de arder pegadas a la piedra. Una costumbre que, según los expertos “contribuye de manera muy significativa al deterioro del edificio”. Pero no sólo de la piedra exterior. Los frescos del interior de la capilla del Ángel -la antesala de la tumba- igualmente han sufrido los estragos de décadas de humo. Apenas visibles por ser una zona permanentemente en penumbra, serán objeto de restauración durante la última fase del proyecto en la que también verá la luz la rica decoración del domo cubierto de plástico que corona la casita.
Por eso, el equipo de la profesora Moropoulou recomienda que se busque otra fórmula para que los peregrinos puedan llevar a cabo sus rituales pero sin dañar una estructura que, si todo va según lo previsto, para Semana Santa podrá lucir en todo su esplendor. Por primera vez en siglos podrán verse los colores rosados y beige originales de la piedra, hasta ahora ennegrecida por el humo de los cirios, pero también podrá verse la tumba sin la antiestética estructura de hierro colocada por los británicos en 1.934 para reparar los daños sufridos tras un terremoto en 1.927.
La apertura de la tumba
Para Antonia Moropoulou, sin duda, el momento más importante de la restauración fue la apertura de la tumba de Cristo, el pasado 26 de octubre. “Abrimos la lápida para sellar la tumba y aislarla de las corrientes detectadas. Retirarla era muy necesario porque esas corrientes hacían que la roca del Sepulcro se encontrara en un estado muy vulnerable. De haberse retrasado unas décadas la piedra original no hubiese resistido la degradación”, dice la profesora.
La cautela asoma a su rostro al recordar cómo durante la retirada de la pesada piedra de mármol gris, en un momento dado, todos los instrumentos que estaban utilizando dejaron de funcionar sin aparente explicación lógica. “Nuestro trabajo es restaurar el edículo, no datar o investigar si se trata o no de la tumba de Cristo o confirmar científicamente las creencias religiosas. Pero que los instrumentos dejaron de funcionar es un hecho y no podemos negarlo. Sucedió y no nos había pasado antes. No podemos explicarlo pero así fue y estamos aquí para contar la verdad”, sentencia sin querer hablar más del tema.
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El sepulcro de Jesucristo, abierto por primera vez en siglos
Las obras de restauración dejan al descubierto la tumba donde, según la tradición cristiana, se enterró a Jesucristo. La última vez que ocurrió fue en el Jerusalén de 1555
LOURDES BAEZA
El País, Jerusalén 30 OCT 2016

Vista de los trabajos arqueológicos en la tumba de Jesucristo en Jerusalén el 28 de octubre.
Vista de los trabajos arqueológicos en la tumba de Jesucristo en Jerusalén el 28 de octubre. ATEF SAFADI EFE
El sepulcro de Jesucristo, abierto por primera vez en siglos Los cristianos aparcan la guerra religiosa por los santos lugares para restaurar la tumba de Cristo
El sepulcro de la discordia
Renace la polémica en Israel sobre el emplazamiento de la tumba de Jesús
Sin ceremonia alguna, al caer la tarde, sin darle publicidad y con algunos representantes de las tres principales confesiones que guardan el Santo Sepulcro de Jerusalén —franciscanos, greco-ortodoxos y armenios—, el equipo griego que está restaurando el complejo religioso retiró la pesada losa de mármol que cubre el lugar donde, según la tradición cristiana, fue enterrado Jesucristo. Casi cinco siglos había permanecido sellada la tumba, santuario de cristianos de todo el mundo, en el interior de la basílica. Esta reapertura tuvo lugar, según fuentes del complejo religioso, el miércoles pasado.
Varios sacerdotes esperaban ese día con impaciencia en el exterior del edículo —el templete de mármol construido en 1810 para proteger el lugar—. Entre ellos, el patriarca de la Iglesia greco-ortodoxa, Teófilo III, varios franciscanos, armenios y coptos así como representantes de las familias musulmanas que desde tiempos otomanos custodian la llave del Santo Sepulcro. También había turistas, sorprendidos por el temprano cierre de la iglesia, que permanecieron en el interior siendo testigos del histórico momento.
 “Nos dijeron que durante algunos días no podríamos oficiar misa en el interior de la tumba, pero el viernes por la mañana yo ya lo hice con total normalidad”, confirma el padre Artemio Vítores, que ha sido vicecustodio franciscano, quien asegura que para entonces la lápida ya estaba en su lugar. De lo poco que trascendió sobre lo sucedido en los días previos, se sabe que los especialistas tan solo contaron con unas 60 horas distribuidas en diferentes días para realizar el trabajo y analizar con instrumentos de última generación la cavidad.
 Una segunda lápida
 El arqueólogo Fredrik Hieberde detalló a la organización National Geographic —la única que ha podido grabar todo el proceso— que se trató de un trabajo contrarreloj para explorar uno de los lugares que más misterio suscitan y para el que contaron con un potente georradar. El aparato reveló —entre otras curiosidades que National Geographic publicará en noviembre— que tras la gran capa de material de relleno que quedó al descubierto tras desplazar la losa de mármol, existe una segunda lápida grisácea con una cruz grabada sobre una superficie algo más blanquecina.
 “HA RESUCITADO, NO ESTÁ AQUÍ”
Bonifacio de Ragusa describió la apertura de la tumba en el siglo XVI. Según los historiadores de la época, sobre el enterramiento se encontró un trozo de madera que se dividió en tres partes: uno de los pedazos fue enviado al Papa, Pío IV, otro al emperador Carlos I de España y V de Alemania, y el tercero y último se conserva en Jerusalén en la Custodia Franciscana. De Ragusa explicó también que encontraron en la roca unos frescos que se desintegraron al entrar en contacto con el aire. “Se ofreció a nuestros ojos el sepulcro del Señor de modo claro, excavado en la roca. En él vimos representados dos ángeles, uno de ellos con una inscripción que decía: “Ha resucitado, no está aquí”, mientras que el otro, señalaba al sepulcro y proclamaba: “He aquí el lugar donde fue depositado”.
 Algunas fuentes que prefieren guardar el anonimato confirmaron ayer a EL PAÍS que anoche continuaban los trabajos en el interior de la pequeña sala de apenas tres metros cuadrados que alberga la tumba y a la que se accede por una puerta de 1,33 metros de altura.
 De acuerdo con ese testimonio, las diferentes partes implicadas en la restauración de la tumba ya han dado su visto bueno para que se abra una ventana, en el frente de la sepultura y se pueda observar, en adelante, la roca original a través de un cristal; como ya sucede en la tumba de María, situada extramuros de la ciudad vieja de Jerusalén.
Es la primera vez que han podido verse las paredes del Sepulcro completamente desnudas, sin cuadros, ni velas, ni incensarios, tan solo con una polea colocada por el equipo griego, comandado por Antonia Moropoulou, y las cinchas de hierro que pusieron los británicos en 1934 para reforzarlo tras sufrir un terremoto. De momento, es imposible saber si lo que los investigadores encontraron tras esa segunda losa es solo la roca original sobre la que fue depositado el cuerpo de Cristo o si hay alguna otra sorpresa. El equipo lo mantiene en secreto aunque si se considera la anterior apertura de la tumba, en el siglo XVI, cabe hacerse una vaga idea.
 En 1555, el entonces custodio de los Santos Lugares, el franciscano Bonifacio de Ragusa, logró de Solimán el Magnífico permiso para restaurar el edículo anterior, que databa de la época de las Cruzadas y se encontraba en un estado deplorable. Según las crónicas de la época, sobre la tumba se halló un trozo de madera envuelto en una tela con unas letras grabadas apenas legibles. De un pergamino que estaba junto a los restos de madera, pudieron extraer las palabras “Helena Magni”, inscripción que algunos estudiosos interpretan como parte de un texto en el que podría leerse “Helena, madre del gran Constantino”, confirmando así que se trataría del lugar donde Helena de Constantinopla, la madre del emperador romano, señaló en el año 326 como el lugar donde enterraron a Cristo. Un trozo de la madera hallada se envió a Carlos V porque España fue durante más de tres siglos mecenas para el mantenimiento de los Santos Lugares.
 Desde entonces y hasta ahora, nadie ha vuelto a ver lo que ocultan las sagradas piedras del Sepulcro, aunque todo hace pensar que cuando terminen los trabajos de restauración la próxima primavera cualquiera que visite el lugar podrá contemplar la roca original.
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Los cristianos aparcan la guerra religiosa por los santos lugares para restaurar la tumba de Cristo
Tras décadas de disputas, tres confesiones pactan restaurar el templete de la basílica del Santo Sepulcro
LOURDES BAEZA
El País, Jerusalén 8 JUN 2016
El destartalado templete que guarda la tumba de Cristo dentro de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén ha comenzado por fin a ser restaurado. Tras décadas de disputas, las tres principales confesiones cristianas que guardan el santo lugar -católicos, ortodoxos y armenios- se han puesto de acuerdo para abordar una reforma integral de la también conocida como “la casita”, el pequeño templete que protege la lápida que, según la tradición cristiana, recuerda el lugar exacto donde fue enterrado Jesucristo, así como su antesala, la Capilla del Ángel.
El estado lamentable de la estructura de mármol que cubre el lugar más sagrado para la cristiandad ha hecho que las distintas confesiones - a veces nada bien avenidas a la hora de administrar las diferentes dependencias del Santo Sepulcro- dejen a un lado sus diferencias para evitar que se desplome el monumento. El año pasado, la policía israelí llegó a cerrar temporalmente el espacio ante las insistentes informaciones que hablaban del peligro real de derrumbe y del riesgo que podían correr los peregrinos.
No era la primera vez que los agentes hebreos entraban en el santuario. En 2008, en uno de los episodios más representativos de la tensión entre las diferentes comunidades cristianas, la policía tuvo que intervenir para separar a los sacerdotes armenios y greco-ortodoxos que llegaron a las manos durante la celebración de una procesión ante la entrada de la tumba.
El actual templete es custodiado por los sacerdotes greco-ortodoxos, que lo construyeron en 1810. “En 1808 hubo un gran incendio que devastó la basílica. Nosotros no podíamos afrontar el gasto de la reparación porque España, que era la que nos mantenía económicamente en Tierra Santa, estaba a otras cosas: las guerras napoleónicas, la independencia de las colonias…”, relata el fraile franciscano Artemio Vítores, antiguo vicecustodio de los santos lugares.
 Los roces en el Santo Sepulcro entre griegos ortodoxos y latinos, venían de siglos atrás. Un grabado del siglo XVI recoge el tabernáculo reconstruido en esa época por el padre franciscano Bonifacio de Ragusa, entonces custodio de Tierra Santa. Lo que no se perdió en el incendio, se perdió en la restauración de 1810, ya que los greco-ortodoxos aprovecharon para eliminar del templete casi todos los vestigios latinos y de los cruzados.
 Cualquier pequeño cambio del statu quo es motivo de rencillas en el Santo Sepulcro. Tradicionalmente, las reparaciones han servido de plataforma a las diferentes confesiones cristianas para arañar un poquito más de espacio. De ahí las suspicacias y que la actual “casita” prácticamente no se haya tocado desde que los británicos que administraban Palestina la reforzaran en 1934 con cinchas y pilones de madera y hierro, para reparar los daños sufridos por un terremoto en 1927. Después, en los años sesenta, con Jerusalén Este aún bajo administración jordana, se autorizaron los trabajos para restaurar la cúpula de la rotonda en la que se sitúa el templete. Se tardó 36 años en terminar la obra, pero la “casita” no se tocó. Siguió con el aspecto apuntalado y decadente de la época británica.
 En esta ocasión, el plazo inicial estimado por el equipo de expertos griegos que ya trabaja en la parte derecha del templete asciende a ocho meses. Desmontarán una buena parte de la estructura para limpiar y sustituir las placas de mármol dañadas. Sobre todo las de la parte frontal, ennegrecida por los incensarios que adornan la entrada y que ya han sido retirados, y el lateral inferior izquierdo, donde tradicionalmente los peregrinos colocaban velas que prácticamente ardían 24 horas al día. Mientras duren los trabajos, no podrán hacerlo.
 Ya está colocado el andamiaje -pagado con un cheque de 50.000 euros aportado por un banco griego- y una serie de paneles que, a modo de laberinto, flanquean el camino por el que los peregrinos podrán seguir visitando el santo lugar. Eso sí, sin prisa, pero sin pausa, bajo la escrutadora mirada de los sacerdotes greco-ortodoxos, que apenas abandonan el recinto y amonestan a gritos a los visitantes si se demoran más de la cuenta en salir por la angosta puerta de 1,33 metros de altura por la que se accede a la tumba.
 Franciscanos, ortodoxos y armenios costearán a partes iguales los tres millones de euros de la rehabilitación del templete para la que cuentan con una aportación de Jordania y donaciones particulares anónimas.
Por una vez habrá paz en el corazón de Tierra Santa pero, por si los religiosos vuelven a las andadas, dos policías israelíes velarán por el orden en el interior de la basílica, a escasos metros de la tumba.
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LA CARA 'B' DEL MUNDO: JERUSALÉN
El sepulcro de la discordia
Un creciente número de protestantes sitúa en la Tumba del Huerto el último descanso de Cristo
El lugar está a 600 metros del fijado por la tradición católica
DAVID ALANDETE
El País, Jerusalén 10 AGO 2013
El angosto acceso a la Tumba del Huerto, con una inscripción en la que se lee: “Él no está aquí pues resucitó”.
Según dice la Biblia, “en el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual todavía no habían sepultado a nadie”. Hay de hecho en Jerusalén un huerto con una tumba, y dentro de ella dos cámaras. El umbral es tan pequeño que el visitante debe encorvarse para pasar a su interior. En la habitación más profunda yacen tres nichos. Sobre el del centro hay una cruz bizantina pintada en carmesí en la pared, con unas iniciales que rezan “Jesús Cristo, Alfa y Omega”. Cerca del sepulcro se encuentra un promontorio en cuya ladera se pueden adivinar los ojos y la boca de lo que se asemeja a una calavera. Son estos indicios suficientes para que una cantidad creciente de peregrinos protestantes consideren que este huerto es el lugar al que aquella cita del evangelio de Juan se refería, calvario y sepultura de aquel a quien en el cambio de era se conoció como Jesús de Nazaret.
La Tumba del Huerto se halla 600 metros al norte de la iglesia del Santo Sepulcro, que la tradición católica y ortodoxa defienden como calvario real. La nueva sepultura la encontró en 1867 un campesino que descubrió en su interior tierra y restos humanos. Por aquel entonces el imperio otomano había abierto Palestina a peregrinos extranjeros. Muchos protestantes habían llegado a Jerusalén para encontrarse con un Santo Sepulcro caótico, sucio y ruidoso, en permanente disputa y constante algarabía. No podía haber lugar más lejano a la sobriedad que buscaba su fe reformista. Fue proverbial para ellos el descubrimiento de aquella tumba fuera de los muros de la ciudad vieja. Los evangelios mencionan como lugar de la crucifixión el Gólgota, o “lugar de la calavera”. Según la tradición judía y romana, una crucifixión no pudo producirse intramuros, y, al fin y al cabo, el Santo Sepulcro se halla dentro de los muros de la ciudad.
 El contraste entre el Santo Sepulcro y la recoleta Tumba del Huerto no puede ser mayor. “Solo reconocemos esta sepultura, la otra no la visitaremos”, decía recientemente en el recinto descubierto en el siglo XIX uno de los miembros de un grupo evangélico brasileño, con una actitud entre iluminada y desafiante. En 2012 visitaron este lugar 260.000 personas. Son en su mayoría protestantes que huyen del viejo sepulcro y el trasiego de turistas y monjes en constante procesión. Consagrada por la emperatriz Helena en el siglo IV, es una iglesia en permanente tensión, su control se lo dividen entre seis comuniones, la católica y varias ortodoxas, que chocan con frecuencia y no se han puesto de acuerdo ni sobre dónde mover una escalera que desde el siglo XIX reposa en la fachada sobre un portón.
 “Nosotros no decimos que esta o aquella tumba sea la correcta, no proclamamos que este sea el único lugar verdadero donde murió y resucitó Jesús”, explica Stephen Bridge, subdirector de la Tumba del Huerto, que una asociación británica compró en 1894 por 2.000 libras de la época. “Sin embargo, este recinto cumple con varios requisitos históricos, sobre todo el de que el lugar de la crucifixión se hallara fuera de las murallas. La Biblia dice además que la tumba de José de Arimatea no estaba lejos de ese punto”.
 A la Tumba del Huerto se la conoce también como Calvario de Gordon, en honor al general británico Charles Gordon, quien en peregrinaje a Tierra Santa a finales del XIX investigó sobre el Gólgota y la verdadera tumba de Jesús. Muchos otros peregrinos británicos ya habían tratado de buscar un sepulcro alternativo, pero fue el carismático Gordon, héroe de grandes gestas bélicas en China, quien le dio a este huerto un marchamo de legitimidad al proclamar que junto al nuevo Gólgota había una tumba que bien podría ser la de José de Arimatea. No era una afirmación cualquiera. José, de quien San Mateo dice que era “un hombre rico convertido discípulo de Jesús”, fue, según la tradición medieval, quien llevó el cristianismo a tierras británicas, primer custodio del Santo Grial.
 Gordon y otros peregrinos protestantes de la época vinieron a Jerusalén con ideas modernas, dispuestos a desafiar los dogmas y las ideas preestablecidas de la tradición cristiana católica y ortodoxa. Y con esa independencia decidieron que, según sus criterios históricos y parámetros científicos, habían encontrado un mejor candidato a Santo Sepulcro que el que se venía venerando desde hacía siglos”, explica Seth Frantzman, profesor en la universidad de Al Quds y autor de un estudio sobre el general Gordon.
 Pero ¿acaso son estos muros eternos? Según una investigación del padre franciscano Virgilio Corbo, arqueólogo del Santo Sepulcro, la muralla que rodea esta parte de la ciudad fue construida por Herodes Agripas entre los años 41 y 44. Cuando Jesús fue enterrado cerca del año 30, este área estaba fuera de la ciudad, en un jardín, según Corbo. Además, cuando Helena encontró el lugar del Sepulcro, en el año 326, había habido una sucesión ininterrumpida de obispos que guardaron la tradición de que aquel era el punto de la muerte de su mesías, a pesar de la construcción en el lugar de un templo a Venus, cuando el emperador Adriano rehizo Jerusalén a semejanza de una ciudad romana tras la destrucción de Tito y Vespasiano.
 La idoneidad de la Tumba del Huerto ha sido puesta en duda por varios estudiosos. El arqueólogo Gabriel Barkay investigó el lugar del nuevo sepulcro en 1974 y llegó a la conclusión de que, por su trazado y situación, la tumba corresponde en realidad a la Edad de Hierro, entre los siglos ocho y siete antes de Cristo.
 Hoy, la placidez del huerto sigue atrayendo a muchos peregrinos, sobre todo evangélicos y mormones. A quienes gestionan ese templo ni siquiera parece importarles la veracidad física de un lugar que apela a las creencias, más que al historicismo. “Nuestra fe no depende de la exactitud de un lugar”, asegura el padre franciscano Fergus Clarke, custodio en el monasterio del Santo Sepulcro. “Para quien no tiene fe, una tumba vacía en Jerusalén no significa nada”.
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El rey de Jordania financia la restauración del Santo Sepulcro
El monarca musulmán Abdallah II envió hace meses al patriarca greco-ortodoxo de Jerusalén, Teófilo III, una donación personal para ayudar con los gastos
 “Su majestad Abdallah II es quien ha pagado la restauración de la tumba de Jesús en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén”.

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