Las columnas políticas hoy, a 24 de abril de 2018.....
Bajo Reserva/ El Universal
El debate quita el sueño al Presidente
El primer debate presidencial le quitó el sueño al presidente Enrique Peña Nieto. Pero no se confunda, nos dicen que por el cambio de horario el mandatario, quien realizaba una gira de trabajo por Europa, apenas durmió un par de horas. En el primer círculo presidencial nos comentan que el Presidente se levantó a las 2:30 de la mañana, tras concluir sus actividades poco después de las 23:30 del domingo, y que el debate lo siguió en su habitación por internet sólo acompañado por su esposa Angélica Rivera, el canciller Luis Videgaray, su secretario privado Jorge Corona, su coordinador de asesores Carlos Pérez-Verdía y el jefe del Estado Mayor Presidencial. Nos comentan que Peña Nieto estuvo muy atento, que hubo risas con algunas intervenciones de El Bronco y seriedad ante intervenciones y ataques de Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya contra José Antonio Meade. ¿A quién vería ganar el Presidente el debate?
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TRASCENDIÓ/ Milenio
Que el debate dejó para todo, incluso para sacar las infracciones de tránsito que tiene el automóvil en el que se traslada Andrés Manuel López Obrador por Ciudad de México.
El equipo del candidato asegura que las tres multas por circular a exceso de velocidad y por carriles donde no debía fueron pagadas oportunamente y lo atribuyen a una “ya burda guerra sucia” contra el puntero en las encuestas.
Hay que recordar que igual suerte corrió la aspirante de Morena en la capital, Claudia Sheinbaum, cuyo auto para los recorridos diarios acumulaba más de cinco infracciones cuando se le colocó el inmovilizador hace unos meses...
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FRENTES POLÍTICOS/Excelsior
I.¿Inalcanzable? Sus contrincantes no han podido mover a Andrés Manuel López Obrador de las preferencias electorales. En el tema de los tres departamentos que dijeron posee, AMLO respondió a José Antonio Meade que si existían a su nombre, se los regalaba. Después afirmó que pertenecen a sus hijos. El académico John Ackerman aseveró: “Este debate no presentó ninguna sorpresa. La existencia de unos departamentos que ya han sido aclarados e incluso desmentidos por The Wall Street Journal, y no hay nada ahí. Andrés Manuel es lo que es y se presenta con honestidad”. Lo intentan todo y no lo bajan. Es un acorazado. ¿Qué sigue?
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Quiere el Frente impedir evasivas
Confidencial/ElFinanciero
Para evitar “las acostumbradas evasivas del candidato presidencial de Morena”, nos dicen los partidos del Frente que van a proponerle al INE que perfeccione el formato de los debates, y que establezca una regla muy precisa para que “los aspirantes respondan a los cuestionamientos que les hacen sus contrincantes”. Dicen en el PAN que si ya se avanzó en un formato más dinámico, pues que los candidatos no lo desperdicien.
Feliz y apresurado
Ricardo Anaya se mostró muy ansioso por concluir su conferencia mañanera para ir a recorrer diversos medios de radio y TV tras el debate del domingo donde, sostuvo, ganó. El abanderado del Frente dijo sentirse feliz por el resultado del encuentro y apresuró a los reporteros para que la conferencia fuera breve a fin de atender las entrevistas. Anaya aprovechó todos los espacios posibles para seguir hablando de los saldos del debate e incluso confesó que por ello no haría más eventos de campaña durante el día.
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SERÁ? 24 Horas...
Y el ganador del posdebate es…
Luego de las múltiples deliberaciones entre políticos y funcionarios, que tuvieron como punto central el encuentro de los candidatos presidenciales del domingo pasado, nos cuentan que el veredicto final es que el ganador del debate -e incluso del posdebate- es nada más y nada menos que Marco Baños. Para todos ha sido evidente el trabajo que el consejero electoral ha efectuado desde hace ya varios meses para impulsar un formato de debate útil y atractivo, y al parecer, aunque todavía se podrían realizar mejoras para los siguientes encuentros, los resultados que se entregaron a los votantes mexicanos tienen un saldo muy positivo. ¿Será
Los departamentos de AMLO
El contraste de propuestas y la crítica sobre puntos que se esgrimieron en el debate tuvieron continuación el lunes… Los tres candidatos principales se declararon ganadores del encuentro, pero quien todavía dio un golpe que sí dolió a Andrés Manuel López fue José Antonio Meade, pues con documentos en mano pidió al morenista que cumpliera su palabra y le entregara los departamentos a su nombre, como lo ofreció AMLO en pleno debate. Y a diferencia de otros temas, los cuales había evadido, por primera vez en mucho tiempo el abanderado de Morena se vio obligado a responder y a dar una explicación, en la que, según él, esos departamentos, aunque están a su nombre, ya no son de él porque se los cedió a sus hijos, a pesar de que no existen documentos de por medio ni huella de trámites legales. ¿Será?
¿El mejor Presidente?
Y a propósito del debate, el abanderado del PRI, José Antonio Meade, se dijo consciente de que quien más lució como polemista la noche del domingo fue Ricardo Anaya, sin embargo comentó que “si bien él no tuvo la estridencia en su oratoria, sus propuestas fueron mejores y va a ganar la elección el que va a ser el mejor Presidente (…) Y yo soy la mejor opción”. ¿Será?
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La Operación Meade/Raymundo Riva Palacio
El Financiero...
Estrictamente Personal
Formalmente, La Operación, como la llaman algunos en los cuartos de guerra de José Antonio Meade, comenzó la semana pasada. Inició informalmente en el portal Pejeleaks, que de acuerdo con personas altamente informadas, no tiene vínculos orgánicos entre sus financieros y promotores con el equipo del candidato presidencial, que publicó las presuntas ligas de los familiares del puntero en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, con el narcotráfico. A partir de ahí, mientras el sector privado rompía los puentes con él, señalándolo de intolerante al diálogo, revelaciones en la prensa sobre otros vínculos de personas cercanas a él con el crimen organizado y un realineamiento en los liderazgos políticos, fueron estableciendo los nuevos términos de la batalla electoral.
La Operación, si era importante la semana pasada, se volvió crucial una vez pasado el primer debate presidencial este domingo, donde las diferentes mediciones sobre el comportamiento de los candidatos –aquellas que no son manipuladas por el PRI–, arrumbaron a Meade a un lejano tercer lugar, y quizá fuera de competencia. El candidato de la coalición frentista, Ricardo Anaya, con quien disputaba el segundo lugar en preferencia electoral, fue calificado unánimemente como el ganador, mientras que el puntero López Obrador probablemente mantendrá la tendencia y una cómoda ventaja sobre sus adversarios. La Operación de pinzas, por tanto, dejó de ser una acción estratégica para convertirse en una de sobrevivencia.
Pejeleaks.org es financiado por varios importantes empresarios que, de acuerdo con la información que ha trascendido sobre sus orígenes, no apoyan a Meade, sino al candidato frentista Ricardo Anaya. El portal, que nació con el único objetivo de ser un mecanismo de rendición de cuentas de Andrés Manuel López Obrador, publicó el lunes 16 que su hermano menor, Martín Jesús, había recibido un millón y medio de pesos en septiembre de 2016 de Zaida Irene Leaños López, pareja de Roberto Nájera Gutiérrez, presunto operador del Cártel de Sinaloa y detenido en 2017 acusado de asesinato, sin que se aclare la razón de esa entrega de dinero. En ese mismo paquete, Pejeleaks reveló las relaciones personales de Pamela, una de las sobrinas del candidato en Tabasco, uno de los cuales fue asesinado en 2005 dentro de una disputa entre bandas criminales. El portal reveló también, sin profundizar, que Pamela fue “levantada” en 2007 por presuntos sicarios en San Pedro Garza García, Nuevo León. Nada de esto ha sido desmentido por López Obrador.
Dos días después, el 18, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón, acusó a López Obrador de “intolerante” y poco dispuesto a escuchar sus argumentos sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, por lo que fueron canceladas las mesas de diálogo técnico sobre la obra que habían acordado. El jueves 19 por la noche, la maquinaria política de la campaña de Meade se desplegó. Después de hablar a través de interlocutores, el excandidato independiente a la presidencia, Armando Ríos Piter, compañero en el ITAM del grupo de economistas influyentes en los entornos de Meade y del propio López Obrador, se sumó a la campaña del candidato oficialista, en lo que sería una cascada de realineamientos políticos.
El viernes 20, El Universal publicó una entrevista con Manlio Fabio Beltrones, quien dijo que el voto útil debía ser para Meade, porque “dárselo a alguien que no tiene la experiencia ni solidez para gobernar lo volvería un voto inútil”. Por la noche, el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, que llegó al poder como resultado de una gran coalición de partidos encabezados por el PRD, respaldados fuertemente por el PAN, rompió con Anaya y le entregó su respaldo a Meade. La decisión de Aureoles forma parte de una estrategia para reconstruir el voto útil que la radicalización de Anaya y su discurso de corrupción contra el PRI eliminó. Si la postura de Anaya creó una nueva dinámica donde el voto útil de panistas y priistas caen a López Obrador, la ruptura provocada por Aureoles abrió la posibilidad de que gobernadores y grupos políticos perredistas, e incluso panistas agraviados por su candidato, opten por la candidatura de Meade.
Miembros del equipo de campaña de Meade e integrantes de sus cuartos de guerra dijeron que se está trabajando para que otros gobernadores, legisladores y funcionarios electos a nivel local del PAN y del PRD, abandonen a Anaya y se sumen al priista. Este realineamiento y las condiciones políticas que se están creando, buscan la construcción del voto útil a favor de Meade. Hasta este momento, el voto estratégico de 2006 y 2012 es inexistente porque Anaya cometió el error táctico de denunciar la corrupción como un tema de partido (el PRI) y no personalizó sus acusaciones. Al incurrir en generalizaciones, convirtió al partido en su enemigo y produjo que el voto que no vaya a ser por él, opte por López Obrador como su segunda opción.
Tras el debate presidencial se registró un sentimiento de desánimo en las áreas de decisión de la campaña presidencial, al estar perdiendo oportunidades por no deslindarse del presidente Enrique Peña Nieto, que como se apreció en el debate, es el ancla que lo tiene en el fondo del mar. Cada vez más, este rompimiento pactado es precondición para que funcione La Operación, porque si no se alinean todas las fuerzas contra López Obrador detrás de Meade, consideran, todo habrá sido inútil y su candidatura terminará en testimonial. Pero aquí existe otro problema: Peña Nieto no es dúctil a pactar la ruptura para salvar la presidencia. O sea, La Operación Meade se encuentra en un dilema hasta ahora insalvable.
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Meade, Anaya y la corrupción/Salvador Camarena
La Feria
El Financiero...
Un análisis de reputación mediática, realizado por Central de Inteligencia Política, aporta una pista para entender la ventaja de López Obrador previa al debate de este domingo, y sobre todo para dimensionar el reto que enfrentan hoy José Antonio Meade y Ricardo Anaya.
Ese reporte contabilizó la cobertura mediática en torno a la corrupción en el mes de febrero de 2018.
En ese análisis de 95 medios (Tv, radio y prensa) se detectaron todas las menciones de 'peculado', 'corrupción', 'tráfico de influencias', 'desvío de recursos', 'lavado de dinero' y 'fraude' relacionados con las palabras 'funcionario', 'gobernador', 'diputado', 'alcalde', 'presidente', 'secretario', 'senador', 'empresario', 'empresa' y 'contratista'.
Central de Inteligencia Política (CPI) contabilizó las menciones relativas a corrupción publicadas y/o emitidas esos 28 días, y le asignó un valor total de 383.9 millones de pesos.
En el desglose de ese monto destacan, por su volumen, las acusaciones que intercambiaron por corrupción los candidatos Ricardo Anaya y José Antonio Meade.
Ellos solitos fueron protagonistas de una cobertura que, mediante la metodología de CIP, estaría valorada en 195.9 millones de pesos. Dicho de otra manera, poco más de la mitad de todo lo se publicó sobre corrupción en febrero tuvo la cara del queretano o del exsecretario de Hacienda.
“Los temas de corrupción a nivel partidos concentraron 62 por ciento de la cobertura, principalmente por las acusaciones a Ricardo Anaya de lavado de dinero y a José Antonio Meade por el caso de la Sedesol”, señala el reporte de CIP al que se tuvo acceso.
En una página de ese informe, titulada El Cuadro de Honor, se expone que “en febrero, el cruce de acusaciones de corrupción entre Anaya y Meade representó 51 por ciento de la cobertura dedicada a corrupción: 31 por ciento Anaya y 20 por ciento Meade”. En sentido contrario, en ese mes, la consultora destaca que “ni Morena ni PRD tuvieron cobertura sobre corrupción”.
Quizá en febrero, en pleno periodo de intercampañas, tenía sentido para priistas y frentistas intentar consolidarse en el segundo lugar de la competencia, así fuera a costa de una lucha que bien podría verse como fratricida: en el ocaso del desprestigiado gobierno priista apoyado por perredistas y panistas, los aliados de tres décadas se pelean por disputar la presidencia a quien aborrece de ambas opciones.
Los datos recogidos por Central de Inteligencia Política desvelan la dimensión de ese choque. Hasta la semana pasada, los costos del mismo estaban a la vista con un López Obrador en cómoda ventaja en las encuestas mientras que Anaya y Meade llegaron a abril sin despegar.
Varios analistas han destacado que en el debate del domingo Anaya y Meade incurrieron en un grave error al volver a las andadas, al atacarse entre ellos dejaron vivo a López Obrador, a quien ya tenían arrinconado; en vez de eso, el priista y el panista se lanzaron acusaciones sobre presunta corrupción. Más certero, sin duda Anaya, pero casi ni hace falta aclarar que el panista es más contundente en los debates que el de Chimalistac.
En el posdebate del lunes, Meade ha insistido en señalamientos hacia el panista; en cambio, Anaya le dijo a Ciro Gómez Leyva que de ahora en adelante se lanzará prioritariamente a la caza de López Obrador.
Si de verdad Anaya logra que los ataques de Meade no le distraigan, si no vuelve a dedicar semanas a explicar (es un decir) sus negocios inmobiliarios, sus posibilidades de convertirse en el retador de AMLO crecerán.
Claro, eso ocurrirá sólo si los priistas sumidos en el tercer lugar, antes y después del debate, entienden que atacar a Anaya es premiar al tabasqueño. No falta mucho para ver para quién trabajan....
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Meade o Anaya: la disyuntiva antiAMLO
Razones/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Excelsior
¿Alguien duda que López Obrador se vio muy mal en el debate del domingo? El candidato de Morena fue exhibido por sus adversarios y por él mismo. No respondió uno solo de los cuestionamientos que se le hicieron y se le vio avejentado, rebuscando entre sus papeles durante el debate, inclinado e incluso en una de esas escenas dignas del cine, cuando termina el encuentro recoge sus cosas y se va como perdido, sin despedirse de nadie, ni de sus rivales ni de los moderadores. Una imagen de Peter Sellers en El jardinero con suerte.
Pero también, como decíamos ayer, nadie debería confiarse. López Obrador fue exhibido, pero está muy lejos de estar acabado. Para sus seguidores más fieles su actuación en el debate no cambió en nada su percepción. Pero sí debe haberla cambiado en aquellos que han optado por el candidato de Morena más como un castigo a los demás partidos y candidatos que a su convicción, y que pueden haber comprobado que elegir a Andrés Manuel no es sólo un voto de castigo a los demás, sino también una apuesta por un modelo de país que ni él mismo quiere explicitar con claridad.
Incluso, sólo con su voto duro, López Obrador es un candidato difícil de derrotar, más aún cuando no hay una opción real ni definida para enfrentarlo. No vi como un ganador claro en el debate ni a José Antonio Meade ni a Ricardo Anaya. Dejándose llevar por lo emotivo, quizá, lo fue Ricardo, apelando a la razón probablemente José Antonio. Pero ahí siguen los dos, dividiéndose un voto que es el que le permite a Andrés Manuel encabezar las encuestas. Claro que esto es una lucha de resistencia, no un sprint de 100 metros. Hoy más que nunca hay que tener en claro que faltan dos meses para los comicios, incluyendo otros dos debates con formatos más abiertos que éste, y que no hay ningún resultado predeterminado.
Pero más tarde o más temprano, los electores o, por lo menos, una parte de ellos, los que no quieren más allá de partidismos que llegue Andrés Manuel, tendrán que decidir entre Meade y Anaya. Dudo que lo hagan conscientemente sus equipos, existe una animadversión real que no puede ser disimulada, pero en torno a ambos convergen distintos grupos de poder que también tienen cartas que jugar.
No tiene sentido que estemos hoy jugando con el futuro de esta forma. No sólo cada día se hace más evidente que es imprescindible contar con una segunda vuelta electoral, sino también con un modelo, relacionado íntimamente con la segunda vuelta, de gobierno de coalición, como lo plantearon en su momento, de distintas formas, Manlio Fabio Beltrones, Rafael Moreno Valle o Miguel Mancera. No se puede apostar a tener gobiernos que representen a sólo un tercio de los electores y quedarse en el poder seis años. Si hoy existieran esos mecanismos de segunda vuelta y gobierno de coalición estaríamos viendo un escenario muy distinto y pensando en acuerdos, entre todos los partidos, muy diferentes.
No es posible que haya segunda vuelta, pero sí, aunque haya quedado legalmente en la marginalidad, un gobierno de coalición. No se puede ni se debería gobernar con un tercio de los electores. De allí suelen surgir los autoritarismos que son reflejo, en muchas ocasiones, de la ausencia de gobernabilidad democrática.
Esa búsqueda de establecer acuerdos y coaliciones que den gobernabilidad y que confirmen que en la democracia nadie gana ni pierde todo, debería ser uno de los grandes objetivos para quien llegue a Los Pinos (ésa es la residencia del Poder Ejecutivo federal, aunque a alguno no le guste), pero también para quienes aspiren a ganar.
Quizás, lo más grave de lo que vimos con Andrés Manuel el domingo es que no está dispuesto a ningún acuerdo que no pase por la subordinación a su persona. No concede en nada ni a nadie: volvió a encerrarse en su propuesta de la amnistía a los criminales, algo sencillamente descabellado, volvió a establecer los parámetros de corrupción sólo con base en su persona: quien esté con él ya queda liberado de esa carga, insistió en el referéndum de revocación de mandato cuando evidentemente es una ocurrencia que no tiene respaldo legal, volvió a decir la barbaridad de que venderá el avión presidencial y, además, toda la flota de aviones y helicópteros del gobierno federal, incluso, dijo, “ofreciéndoselo a Trump” (alguien debería avisarle que el gobierno de Estados Unid os acaba de aprobar un presupuesto para comprar no uno sino dos nuevos Airforce One, infinitamente más poderosos y sofisticados que el actual avión presidencial, con un presupuesto de tres mil millones 900 millones de dólares: el TP 01 de la Presidencia de México costó 220 millones de dólares, financiado a varios años). Es un disparate equivalente al de El Bronco de cortarle la mano a los corruptos.
Lo cierto es que para el primero de julio tendremos que tener mucha más claridad respecto a quién polarizará el voto frente a Andrés Manuel, salvo que se produzca un imprevisible derrumbe de su electorado que no tendría por qué ocurrir. El futuro, hay que insistir en ello, no está escrito.
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La cara de El Peje decía más que sus palabras
Arsenal/FRANCISCO GARFIAS
Excelsior...
Sólo un despistado o un fanático podrían concluir que el primer debate entre candidatos presidenciales va a modificar significativamente las encuestas. AMLO no se va a caer por esa estrategia de administrar la ventaja que lo llevó a no dar respuestas a preguntas incómodas de sus adversarios y a mostrarse sobrado ante las cámaras.
Pero este debate, mucho más entretenido que los anteriores, puede ser el principio de algo que aún no alcanzamos a ver. Poco se ha hablado del lenguaje corporal López Obrador. Su precipitada salida del escenario, sin despedirse de sus adversarios, ni esperar el cierre de la transmisión, refleja enfado, intolerancia y soberbia.
Todo el tiempo el hombre pareció desconectado, desinteresado cuando los otros candidatos no hablaban de él. Fue captado continuamente con la cabeza agachada y la mirada en el piso. Buscaba afanosamente una cartulina, un papel o qué sé yo, mientras sus adversarios le lanzaban una lluvia de críticas.
No quiso, no supo, no pudo contestar en temas como el nepotismo en Morena, su alianza con Napito o Elba, su cambio de opinión sobre Poncho Romo. Abusó de frases que hizo famosas en los spots. Tampoco nos dijo de qué vive. Sus adversarios lo acorralaron con cuestionamientos sobre su propuesta de amnistiar a los malos.
Es cierto, cómo se quejó de que “le echaron montón”.
Debió suponerlo y prepararse para ello. Es el puntero en las preferencias electorales. Iban por él. Por mucho que quiso disimular su contrariedad, no pudo. Su cara decía más que sus palabras.
Ricardo Anaya demostró que es el niño aplicado. Se preparó a fondo. Se desempeñó con soltura. Él no se fue a “pegar estampitas” del Mundial con su hijo la víspera de un evento tan importante.
Me atrevo a afirmar que pasó horas y horas ensayando. Es el estilo. Hizo bien. Una transmisión que vieron 11.4 millones de personas, según cifras de especialistas, bien vale la pena. Fue el mejor de los cinco. En eso hay coincidencia.
Pero hay algo imperdonable. Algo que no se puede pasar por alto. Engañó, otra vez, para evadir las explicaciones que le pidió Denise Maerker —inexplicablemente los otros candidatos no lo hicieron con la misma vehemencia— sobre su patrimonio y la famosa nave industrial en Querétaro.
El “candidato del PRD” —como lo llamó Margarita— utilizó hasta dos veces una resolución del Tribunal que cuestiona la difusión del video de su visita a la PGR, pero no dice nada de la bodega que le compró y vendió el cuestionado empresario queretano Manuel Barreiro. “Los elementos del lavado siguen. Prestanombres, empresas fantasma, paraísos fiscales de personas expuestas”, escribió en Twitter el expresidente Felipe Calderón.
José Antonio Meade dejó ir la oportunidad de acortar distancias con El Peje. Y es que nomás no logra conectar con la gente ni emocionarla. Su lenguaje no es de alguien que le habla al votante. Desbarató, eso sí, la propuesta de AMLO de que se van a ahorrar 500 mil millones de pesos con la eliminación de la corrupción y gastos suntuarios en el gobierno y que con eso se va a financiar el desarrollo.
“Eso equivale a todo el presupuesto del gobierno federal, a excepción de Educación y Fuerzas Armadas”, le dijo Meade. No quedaría para obras ni para programas sociales. No tengo duda de que es un hombre honesto y técnicamente el más dotado para gobernar el país. Sus propuestas son las más estructuradas. Pero lo suyo, lo suyo, no son los medios y la marca no le ayuda.
Le dio un gancho a Anaya donde más le duele: lo comparó con Roberto Borge y los cargos de lavado de dinero que enfrenta. Le dio derechazos a López Obrador: nepotismo en Morena y la existencia de tres departamentos a su nombre en el Registro Público de la Propiedad. Aquí AMLO si respondió y bien. Le dijo: “Si los encuentras te los regalo…”. Meade ya encontró los documentos que acreditan la propiedad de dos departamentos que no están en la declaración de AMLO. “Me los deben”, dijo ayer.
Coincido en que El Bronco sorprendió. Es mediático. El anuncio de que mandará una iniciativa al Congreso para que al que robe se le moche la mano llamó tanto la atención, como la edecán en el debate de hace seis años.
Los memes que provocó arrancaron muchas sonrisas.
Me quedo con la pregunta que le hizo a AMLO sobre la oferta del avión presidencial que, asegura El Peje, le hizo a Donald Trump: ¿De cuándo a acá vendes lo que no es tuyo?
A Margarita le ganaron los nervios. Sus intervenciones fueron atropelladas. Generalidades en su mensaje a las mujeres. La esperábamos más agresiva con Anaya. El MB se lo llevaron los moderadores: Denise Maerker, Azucena Uresti y, el buen amigo, Sergio Sarmiento.
A ver, a ver, a ver ¿cómo está eso de que Luisa María Calderón anda en campaña y se mantiene simultáneamente en el Senado? Sabemos que va a la Cámara alta cada 15 días y sólo para renovar su licencia. Luego, luego se regresa a buscar los votos para ser diputada federal “independiente” por Michoacán.
Así se la ha llevado. No es ilegal, pero es tramposo. La Ley no la obliga a la licencia definitiva. Dicen que lo hace para que no muevan a su personal. ¡Qué generosa! Lo cierto es que hoy día, mientras está en campaña y pide licencia cada 15 días, la puerta de un senador permanece cerrada.
También es cierto que hay un voto menos en las plenarias y en comisiones. Y si se mantiene en la nómina, sólo ella lo sabe.
El caso es que la puerta que dice Luisa María Calderón invariablemente está cerrada. Aún conserva el logotipo del PAN, a pesar de que ya no pertenece a ese partido.
En San Lázaro hay movimientos de inconformidad. Nos avisan que hoy —a las 14 horas— habrá una movilización de asesores de los diputados. ¿Motivo? Les llegó una circular que especifica que las liquidaciones serán el próximo 31 de mayo. Es decir, tres meses antes de que termine la legislatura.
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¡Debate para idiotas!/Ricardo Alemán...
Milenio
Cómo ya dijimos, el ganador del primer debate presidencial de 2018 es el ciudadano de la calle, el que no tiene la posibilidad de ver a los candidatos en una confrontación como la que exhibieron el pasado domingo.
Sin duda, asistimos al nacimiento de la cultura del debate, la confrontación de ideas, la exhibición de fortalezas y debilidades; del ataque al adversario, el esgrima en corto, el recurso de la memoria y la historia y, en suma, a una batalla por la percepción en la que todos echan mano de sus mejores armas y donde quedan exhibidas la mentira, el engaño, la transa y el cinismo
En los hechos, el primer debate presidencial mexicano se convirtió en mucho más que una fría cámara de televisión. La que vimos fue una cámara de rayos X, capaz de poner ante los ojos ciudadanos el material del que están hechos los aspirantes presidenciales.
Rayos X que igual dejaron ver las miserias que la virtud; el gusto por la mentira y el engaño frente a la honestidad; las aberraciones de lo imposible frente a lo probable y hasta las habilidades para el cinismo y el valemadrismo, propios de la política y los políticos.
Sí, la democracia mexicana entró a los debates presidenciales; etapa donde los moderadores también perdieron el miedo a preguntar y contener a políticos, cuya incontinencia oratoria es incapaz de coagularse en 30 o 60 segundos.
Pero hay un grave problema. ¿Y cuál es ese problema? Casi nada. Que ni los partidos, los candidatos y menos los ciudadanos parecen estar preparados para la cultura del debate. ¿Por qué?
Porque tanto partidos como coaliciones y candidatos creen que los ciudadanos son idiotas o que están ciegos y sordos. ¿Lo dudan? Van las pruebas:
1. A través de un video difundido en redes, un vapuleado López Obrador se dijo ganador del debate. “Nos fue muy bien”, señaló, tras asegurar que le hubiera gustado “responder las mentiras” de Ricardo Anaya, para luego dedicar una larga perorata para justificar su desastroza gestión al frente del DF.
Todo a pesar de que muchos vieron una aplastante derrota del dueño de Morena; vieron que poco respondió a las preguntas directas.
2. Por eso, al reanudar su proselitismo, Obrador volvió al engaño. Cuando, sin mostrar evidencia, dijo que luego del debate “subimos a 50 por ciento de la intención de voto” ¿Creerá Obrador que los ciuadanos son idiotas?
3. La misma noche del debaste, el candidato Ricardo Anaya celebró su victoria y aseguró que en la elección ya solo aparecen él y Obrador. Explicó que el debate sirvió para exhibir que Obrador no respondió a ningún señalamiento, a pesar de que en el debate el segundo candidato que menos respondió acusaciones directas fue, precisamente, Anaya.
4. El día de ayer, y también sin mostrar evidencia, la dirigencia del PRD señaló que Ricardo Anaya ganó el primer debate y que después de la segunda confrontación “encabezará las encuestas”.
5. Por su parte el candidato José Antonio Meade, de la coalición Todos por México, no se dijo ganador, pero sostuvo que en el debate “quedó claro quién tiene las mejores propuestas”. Por tanto, dijo que es claro “que la elección es una pelea entre dos”, López Obrador y Meade.
6.Margarita Zavala tampoco se declaró ganadora, pero sostuvo que ella fue la candidata que demostró “tener las ideas más claras”, en tanto que El Bronco de plano dijo que no fue el ganador, pero se reagrupará para cambiar de estratagema.
Pero en “la cancha de los ciudadanos” ocurrió lo mismo que en los partidos y los candidatos. Cada ciudadano vio el debate que quiso ver. Los anayistas dijeron que ganó Anaya, lo lopistas que ganó Lopez Obrador, los zavalistas aseguraron que ganó Margarita Zavala y los que simpatizan con Meade, que ganó “Pepe Toño”.
Lo cierto es que todos tienen razón. ¿Por qué? Porque los ciudadanos son (somos) incapaces de reconocer la victoria del otro, la razón del otro, el argumento y la virtud del adversario.
Igual que los candidatos y los partidos, los ciudadanos descalifican, insultan y agreden al que cree que ganó otro que no sea su propio candidato.
No entienden que la victoria o la derrota en un debate pasa por el color de la lente del partido o del candidato con el que se mire.
¿Cuál es el parámetro para medir un triunfo o una derrota?
Si lo vemos a través de la lente del más fajador, ganó Anaya. Si lo vemos por la congruencia y consistencia de las propuestas, ganó Meade; si lo vemos por el charcarrillo y la chacota, ganó El Bronco.
¿Queremos un presidente peleonero y fajador, como los habitantes de Chihuahua tienen un “peleador callejero” como gobernador? ¿O queremos al mejor servidor público que en décadas ha llegado a una candidatura presidencial?
Al tiempo.
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HISTORIAS DE REPORTERO /Carlos Loret de Mola
El Universal
El siguiente paso: debate a micrófono abierto
Aunque ha generado alguna división de opiniones, la mayoría de la gente piensa que el nuevo formato de debate presidencial representa un avance muy importante con respecto a lo que estábamos acostumbrados a ver, lo vuelve mucho más atractivo y fomenta el encontronazo de propuestas y acusaciones entre los aspirantes.
Yo estoy de acuerdo con esa mayoría. Periodistas, medios de comunicación y sociedad civil hemos empujado por debates más abiertos y el de este domingo fue sin duda resultado de ello: el INE entendió y los candidatos comprendieron que debían ceder en sus pretensiones de formatos rígidos si no querían que les saliera contraproducente el ejercicio.
Para lograr lo de antier, se necesitó un conglomerado de reglas, relojes, bolsas de tiempo… una compleja estructura que se me hace que bien a bien sólo la entendieron una docena de personas. Afortunadamente entre ellas estaban Denise Maerker, Azucena Uresti y Sergio Sarmiento, los tres moderadores en cuyas manos nos pusimos todos los televidentes. Lo hicieron espectacularmente bien en lo que era un verdadero campo minado más que un reglamento. Los observadores fuimos entendiéndolo conforme pasó el tiempo y se repetían las dinámicas de interacción.
Esta compleja estructura de reglas y relojes facilitó que los candidatos aceptaran un formato más flexible, en el que esa flexibilidad fue lo suficientemente rígida para que les garantizara equidad.
Es comprensible que, en el camino de este aprendizaje, durante el debate hubo tropiezos, silencios, voces que se escuchaban a lo lejos, instantes de desconcierto, ideas y frases que quedaron truncadas, preguntas hacia quienes ya no tenían tiempo para responder.
Eso es fácil de solucionar si, después de este feliz experimento, los consejeros del INE y los representantes de los candidatos aceptan un formato de debate a micrófono abierto. Es decir, en el que los candidatos tengan un espacio para hablar sin interrupciones, para un planteamiento inicial, pero que luego se enciendan todos los micrófonos y se abra la discusión sin tanta regla para la interacción entre aspirantes: que se confronten, se enganchen, se acusen y respondan de frente, sin límites de 30 segundos o un minuto, que puedan terminar los planteamientos de réplicas y acusaciones, que puedan interrumpirse, y que los moderadores puedan preguntar los temas relevantes y obligar a que los candidatos no dejen asuntos sin contestar, observando que, al final, todos hayan tenido más o menos el mismo tiempo aire para hablar.
Se han llevado a cabo mesas de discusión así con dirigentes de partidos políticos y coordinadores de campaña, y han salido muy atractivas para la audiencia y muy, muy parejas en tiempo-aire por persona. No se vuelve un griterío porque los mismos participantes tienen incentivos para comportarse con desafío, pero con respeto al rival —eso lo premia la gente— y, en última instancia, los moderadores pueden ejercer su papel.
Así sucede en varios países del mundo. En México vale la pena seguir abriendo brecha en los debates. Generarán más interés en el público, que es a fin de cuentas el objetivo en una democracia que quiere mayor participación.
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Lo que no gustó de López Obrador/MARTHA ANAYA
El Heraldo...
Poco después del debate Andrés Manuel López Obrador subió un video a las redes en el que se le veía contento, sonriente y decía que honestamente creía haber ganado el debate.
“No quiero ser fantoche o pretencioso pero nos fue bien…”, apuntó.
Si ganó o no el debate, sería discutible. Pero lo que no checa con el optimismo y buen ánimo que mostró el tabasqueño en el video, fue su propia actitud durante el debate. Sobre todo al finalizar el evento.
Si vieron la transmisión, habrán notado que en cuanto concluyó el debate Andrés Manuel recoge sus papeles y sale rápidamente del foro, sin agradecer o despedirse de los moderadores ni mucho menos de sus cuatro contendientes: Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Margarita Zavala y Jaime Rodríguez.
¿Ni siquiera un ‘buenas noches’ ameritaba el momento?¿Temió ser rechazado o exhibido con algún desdén por alguno de ellos? ¿O su disgusto o desprecio hacia ellos es tal que ni siquiera quiso extenderles la mano?
A saber. Sin embargo, la percepción que dejó en quienes miramos la escena última del debate –su salida a manera de graciosa huida mientras los demás permanecían ante los atriles- no fue la mejor. Dejó un sabor a desprecio hacia los otros, hacia sus adversarios.
Tampoco fue de lo más acertada la manera que se manejó Andrés Manuel ante las cámaras. Constantemente se le veía con la cabeza hacia abajo, revisando láminas, mientras sus oponentes hablaban. Poco faltó en un momento dado para que desapareciera de la pantalla como le ocurrió a Francisco Labastida cuando se agachó a recoger unos papeles que se le cayeron.
Y a la hora de participar, o de responder, era claro que no tenía manejo de los tiempos. Su voz fuera de micrófono se escuchó en distintas ocasiones.
En pocas palabras, le faltó preparación para el debate.
En cuanto a su actitud frente a los otros, el de Morena unas veces se cruzó de brazos (actitud poco receptiva, a decir de los psicólogos), otras miraba hacia arriba, dando una impresión de enojo o de fastidio.
Innecesario también. Debería cuidar un poco más su lenguaje corporal.
Por lo que toca a sus respuestas, cierto que fueron las consabidas de siempre. Podrán aburrirnos, o provocar consideraciones al tenor de “no da una”, o es incapaz de responder, pero lo cierto es que evitó engancharse y soltar alguna barbaridad.
Eso fue al final de cuentas lo que permitió mantenerse al frente en la contienda presidencial.
Pero valga decirlo –sobre todo con vistas los próximos debates- podría hacerlo mejor si se prepara técnicamente y si fuera más tolerante (al menos atento) hacia los otros. Es lo que esperaría uno de alguien que podría llegar a convertirse en Presidente de la República.
GEMAS: Obsequio de Andrés Manuel López Obrador: “Estamos bastante apaleados…, pero saben qué: ya se les mojó la pólvora”.
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El dilema que beneficia a AMLO
Juegos de poder/LEO ZUCKERMANN
Excelsior...
Si algo quedó claro del domingo es que López Obrador es vulnerable si los otros candidatos lo atacan al unísono. Él, por supuesto, argumentará que le “están echando montón los de la mafia del poder” legitimando su discurso antisistémico.
El debate presidencial del domingo se dividió en dos tiempos. En la primera parte —aproximadamente una hora— todos los candidatos atacaron sin misericordia a López Obrador. Era previsible, tomando en cuenta la gran ventaja con la que el morenista había llegado al debate. AMLO, en lugar de contraatacar, se mantuvo en silencio o repitió sus múltiples clichés que ha desarrollado a lo largo de tres campañas presidenciales. Su lenguaje corporal era, sin embargo, elocuentísimo: Se veía incómodo, molesto e irritado. Los ataques, sin duda, estaban funcionando.
En eso, increíblemente, Anaya y Meade decidieron cambiar sus baterías para atacarse entre ellos. En ese preciso momento, la cámara tomó a López Obrador quien, por primera ocasión, sonreía. Pues claro: Si algo hemos aprendido de esta campaña es que, mientras el panista y el priista se enfrenten, el morenista gana. De esta forma, durante la segunda parte del debate —otra hora aproximadamente—, López Obrador pudo respirar y recomponerse. Conclusión: Salió golpeado, pero no noqueado. Nada mal para el puntero en las encuestas.
Para mí, lo importante del debate fue cómo se administraron los ataques en los dos tiempos arriba descritos. Fue la estampa perfecta de lo que hemos observado durante esta campaña. El “PRIAN”, dividido en tres fuerzas (además de Anaya y Meade, Margarita Zavala), peleándose entre ellos y fortaleciendo, en todo este proceso, a López Obrador. Si en lugar de eso se dedicaran, como lo hicieron la primera hora del debate, a atacar al puntero en las encuestas, alguno de los tres tendría la posibilidad de subir, alcanzar y hasta rebasar a AMLO. Pero, mientras continúen peleándose, como en la segunda hora, ninguno podrá disputarle en serio la elección al tabasqueño.
Anaya estuvo bien. Por fin apareció después de tres semanas de campaña donde no había hecho nada. Como escribí aquí la semana pasada, había sido una completa decepción. El debate sirvió para relanzarlo y posicionarlo como el candidato que efectivamente le podría ganar a López Obrador. Deberá seguir peleándose contra el tabasqueño, pero, y he aquí la trampa, también diferenciándose de Peña y su candidato (Meade). Pero, si Anaya los ataca, estos naturalmente reaccionarán y contraatacarán beneficiando a… López Obrador. Súmese a esto los ataques de Margarita en contra de su excompañero de partido que también le restan puntos.
Yo lo tengo muy claro: O el “PRIAN” se pone de acuerdo para no atacarse entre ellos o esta elección ya la ganó López Obrador. No veo cómo pueda alguien ganarle al tabasqueño, con la ventaja que trae, a menos que haya una especie de pacto entre Zavala, Anaya, Meade y, desde luego, Peña. Como decía la semana pasada, un TUCAMLO: Todos Unidos Contra López Obrador. Sin embargo, eso es asumir que pueden ponerse de acuerdo superando los múltiples agravios que existen entre los cuatro personajes mencionados (los tres candidatos y el Presidente). Además de que Anaya puede cosechar votos dejando de atacar al PRI y al gobierno actual. Son dos supuestos muy grandotes, quizá imposibles en la realidad.
Si algo quedó claro del domingo es que López Obrador es vulnerable si los otros candidatos lo atacan al unísono. Él, por supuesto, argumentará que le “están echando montón los de la mafia del poder” legitimando su discurso antisistémico. Quizá. Pero lo otro —que se agarren a golpes Anaya, Meade y Zavala— al único que ha beneficiado, y seguirá beneficiando, es a López Obrador. ¿Se da cuenta, usted, del dilema? Un dilema que favorece estructuralmente a AMLO.
Con todo, hay que reconocer que el debate sirvió para cambiar la narrativa en los medios de comunicación. Antes del domingo, la idea dominante era que López Obrador ya había ganado, que era inevitable su triunfo. Después del domingo, existe la percepción de que es vulnerable, que sí puede perder la elección una vez más. Habrá que esperar, desde luego, a ver las encuestas para corroborar si esta idea se refleja en las preferencias del electorado.
Twitter: @leozuckermann
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EN PRIVADO /Joaquín López-Dóriga
Milenio
Lo que dejó el debate
Se quieren aplaudir con una mano. Florestán
El primer debate vino y pasó superando expectativas.
El papel de los moderadores, antes meros tomadores de tiempo, fue la gran diferencia y reconozco el desempeño, inteligencia, preparación y rigor periodístico de mi compañera Denise Maerker, aunque no lo necesite, ahí está su trabajo, a Azucena Uresti que se llevaron al hombre de negro, Sergio Sarmiento.
Los candidatos no entendieron el formato, tiempos y turnos y, por tanto, no los administraron.
Pero la cancha y las reglas eran para todos, ya luego cada quien jugó como quiso o pudo.
En cuanto a la pregunta que me hacen desde el domingo por la noche, y que más se repite, ¿Quién ganó el debate?, respondo: los debates no se ganan, se pierden.
Para mí, como dije desde el domingo por la noche, Anaya revivió y López Obrador perdió por las altas expectativas que se tenían de quien marcha sobradamente a la cabeza en las encuestas.
Y perdió por las formas. Llegó como de malas, no saludó a nadie y así se fue, sin despedirse, parecía sentirse incómodo en el atril y sin su feligresía, su lenguaje corporal así lo retrataba, no respondió nunca lo que le preguntaron, repitió sus frases de hace seis y 12 años —me podrán decir peje, pero no lagarto: no soy un vulgar político ambicioso, la mafia del poder-, y no contestó uno solo de los cuestionamientos. Bueno, uno sí, en el que negó ser dueño de los tres departamentos que, acusó José Antonio Meade, era propietario y sin declarar en su tres de tres, a lo que respondió que era falso y que de ser así se los regalaba. Anoche el ex secretario de Hacienda documentó que en el Registro Público de la Propiedad existen esos tres departamentos a su nombre y no hay declaración de nadie de haberlos recibido en donación, lo que volvió a negar el tabasqueño. No obstante, en el debate López Obrador no perdió uno solo de sus votos duros, no sé en los indecisos.
De Meade, es cierto como admite, que no emociona, lo que acepta al reivindicar que lo suyo son las propuestas de gobierno y sus antecedentes de honestidad, capacidad y preparación.
Margarita, se lo dije ayer, estuvo por debajo de lo que le conozco, tiene y puede mucho más, y Jaime Rodríguez en su rol.
En un primer resumen, fue el mejor debate de los organizados por la autoridad electoral no obstante lo cual habrá que hacerle ajustes en la mecánica.
Y, como siempre, los seguidores de cada uno vieron ganador a su candidato.
Aléguenles.
RETALES
1. QUIETOS. Lo que quedó claro en el posdebate es que hoy ninguno está dispuesto a declinar a favor de nadie o sumarse a otro candidato;
2. REACCIONES. López Obrador dijo ayer que subió a 50 puntos y que llegará a 70 por ciento de la votación; y
3. ODEBRECHT. La secretaria de la Función Pública, Arely Gómez, respondió a Odebrecht, que nunca aportó prueba alguna en su compromiso y disposición de colaborar con las autoridades mexicanas en la investigación de las irregularidades en la ejecución de contratos suscritos por Odebrecht y sus filiales con Petróleos Mexicanos.
Nos vemos mañana, pero en privado
lopezdoriga@milenio.com
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¿Se le ha perdido el miedo a AMLO?/Enrique Quintana
El Financiero...
Coordenadas...
Un análisis realizado por el área de inteligencia de negocios de Citi y traducido por el analista de Citibanamex, Sergio Luna, intenta responder a una de las preguntas más frecuentes entre inversionistas y empresarios: ¿qué pasará con el tipo de cambio desde ahora y hasta las secuelas de las elecciones?
Observando el comportamiento de las encuestas, los expertos de Citi consideran que hasta ahora el escenario más probable es un triunfo de AMLO en las elecciones del 1 de julio.
Bajo esta premisa, se preguntan por qué no hay más presiones sobre el tipo de cambio.
Las posibles respuestas señalan dos hipótesis iniciales.
La primera es que el mercado dude de las encuestas. Esta posibilidad es rápidamente rechazada. El mercado sí sigue atentamente los resultados de las encuestas y sí se hace eco de los consensos en este momento.
La segunda es que consideren que el triunfo de López Obrador no tendría un impacto económico negativo. Nuevamente, el análisis señala que es improbable que esa sea la evaluación. Llegan a la conclusión de que sí tendrá efecto.
Sin embargo, perciben un matiz importante. Visualizan que es probable que ese impacto no se presente en el corto plazo sino en el mediano.
Visualizan que, por ejemplo, la canalización de más recursos a Pemex pueda traer presiones fiscales por mayor gasto y probablemente buscaría ser compensado con una política monetaria más restrictiva.
La evaluación es que hacia el 2020 se incrementaría en 2.5 puntos del PIB el déficit público, con menor crecimiento y un poco más de inflación.
El análisis de Citi considera un hecho relevante: un posible triunfo de AMLO difiere profundamente de casos como el Brexit o el triunfo de Trump, pues no sería sorpresivo.
En este sentido, es probable que el reflejo en el tipo de cambio no se concentrara en un momento, sino en un proceso que comenzaría desde semanas antes de la elección y probablemente se prolongará por meses.
El análisis de Citibanamex fue difundido entre el jueves (el original en inglés) y el viernes de la semana pasada.
Coincidentemente con su difusión, pareciera que el tipo de cambio ha cambiado de tono. Ayer por la tarde la cotización de nuestra moneda se acercó a 19 pesos al mayoreo. Pero lo más relevante es que en cinco jornadas, desde el nivel mínimo hasta el máximo, tuvimos ya una depreciación de 5.6 por ciento, una cifra que no habíamos visto para un lapso tan corto desde la elección de Trump.
La conjunción de factores, como el fortalecimiento generalizado del dólar y la sensación de riesgo político, se conjugaron en estos días.
No hay certeza de que la paridad de nuestra moneda encuentre otro nivel de estabilidad cercano a 19 pesos al mayoreo.
O tal vez lo que vemos es ya un cambio de tendencia que a través de ajustes continuos va a conducir a que la cotización del dólar se vaya sistemáticamente para arriba.
Por lo pronto, el Banxico ha mandado mensajes de que hasta ahora no ve motivos para intervenir, pues el mercado ha trabajado razonablemente con la liquidez que hoy tiene.
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Alguien tiene que ceder (varios)/Pablo Hiriart
Uso de Razón
El Fianaciero..
El debate del domingo arrojó la certeza de que López Obrador no es invencible, su triunfo no está asegurado y nada está escrito para el 1 de julio.
Su huida del Palacio de Minería al finalizar el encuentro, cabizbajo y sin despedirse de nadie, es la prueba fehaciente de que él sabe que perdió.
¿Eso es suficiente para que pierda la elección? La respuesta es categórica: no.
A López Obrador sólo se le va a ganar si la contienda se polariza entre dos.
No alcanza el voto opositor al proyecto de López Obrador si éste se atomiza en dos o tres opciones.
Y el proyecto de AMLO lo pudimos escuchar, en parte, en el debate del domingo: amnistía para criminales y cero idea de qué hacer contra la inseguridad, salvo formar una comisión que estudie el problema e invitar al papa Francisco para que se integre a ella.
En combate a la corrupción no tiene la más remota noción de cómo hacerlo, más que repetir el esquema del Distrito Federal cuando él lo gobernó, y lo puso en el primer lugar de las entidades más corruptas del país, donde los secuestradores tenían escolta oficial de la Procuraduría de Justicia capitalina.
Pobrísima su propuesta económica, que se limitó a criticar el Pacto por México y la reforma energética, que sus asesores económicos dicen que está bien pero él asegura que es la causa de haber entregado el petróleo al extranjero.
López Obrador fue un desastre en el debate, y quedó claro que si gana será también un desastre para México.
El problema es que sí puede ganar si no hay generosidad entre quienes creen en la economía abierta, en las libertades individuales, en instituciones autónomas, separación de poderes, en la democracia representativa y no en la que se practica a mano alzada en el Zócalo capitalino.
México no se puede arriesgar a un experimento que termine como el venezolano, con un autoritario en el poder e inflación, en dos años, de un millón 800 mil por ciento (El País 18-4-18). Por ejemplo, un boleto del Metro que hoy cuesta cinco pesos, en dos años costaría 90 mil pesos.
Es una mala noticia que los representantes de esas corrientes democráticas y liberales, fundamentalmente José Antonio Meade y Ricardo Anaya, se enfrentaran de manera ruda la noche del domingo.
Llegaron con un adversario claro y natural: AMLO. Pero terminaron enganchados ambos en un pleito que sólo sirvió al exponente de un proyecto fracasado y del que venimos huyendo, aunque las nuevas generaciones no lo sepan.
El tema Meade-Anaya ya se hizo personal, justo cuando llegó el momento de concretar acuerdos para salvar al país del caos.
A Anaya lo atacaron con el tema de la hipoteca para la nave industrial. Eso estuvo bien cuando AMLO no despegaba como lo ha hecho.
El revire a Meade fue con rudeza desmedida, aunque mediáticamente efectivo, al presentarle una foto donde aparece con César Duarte y un pastel de cumpleaños.
Nada de eso sirve ahora, porque es disputarse el segundo lugar y se trata de sostener a México en la ruta de las libertades y de la democracia.
Tiene defectos nuestro modelo. Muchos. Desde la corrupción y la violencia, a la política social individualista, hasta la reproducción de la desigualdad. Eso se puede corregir. Lo otro, el modelo del regreso al pasado, no. Es empeorarlo todo, sin salida.
Alguien tiene que ceder. O varios. No se trata de declinaciones, sino de acuerdos políticos básicos que le faciliten las decisiones a la ciudadanía para evitar el riesgo de que México caiga en manos de un iluminado que derrumbe lo bueno que hemos construido en 30 años y exacerbe lo malo, nos lleve a la ruina económica y al odio social, sin posibilidad de reversa ni de corrección.
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Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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