23 sept 2018

El Papa con los religiosos lituanos

 Y dirigió a los seminaristas estas palabras: «Es mejor que tomen otro camino, en lugar de vivir en la mediocridad. Todavía están a tiempo, la puerta está abierta…». 

El Papa con los religiosos lituanos
Vatican Insider, 23 de septiembre de 20018...
ANDREA TORNIELLI

ENVIADO A KAUNAS
«La violencia ejercida sobre ustedes por defender la libertad civil y religiosa, la violencia de la difamación, la cárcel y la deportación no pudieron vencer su fe en Jesucristo, Señor de la historia». El Papa Francisco, antes de dejar Kaunas y volver a Vilna, se reunió con los sacerdotes, los religiosos, los consagrados y los seminaristas lituanos en la catedral, el primer y gran edificio gótico del país, que encierra 600 años de historia. 
  Francisco comenzó con una larga introducción «Viene a la mente una palabra para comenzar: no se olviden, tengan memoria, son hijos de mártires, ¡esta es su fuerza! Y que el Espíritu del mundo no les venga a decir algo diferente de lo que vivieron sus antepasados. Recuerden a sus mártires, tomen su ejemplo: ¡no tenían miedo!». 

 El Papa comentó las palabras que pronunció poco antes el obispo franciscano Linas Vodopjanovas, que lo había saludado poco antes. «El obispo habló sin medias tintas. Los franciscanos hablan así. Hoy, a menudo, de diferentes maneras se pone a prueba nuestra fe, dijo él. ¿Él pensaba en los dictadores que persiguen? ¡No! Después de haber respondido al llamado de la vocación, a menudo ya no sentimos la alegría en la oración ni en la vida comunitaria. El espíritu de secularización, el aburrimiento por todo lo que concierne a la comunidad, es la tentación de la segunda generación. Nuestros padres han luchado, sufrieron, fueron encarcelados, y tal vez nosotros no tenemos la fuerza para seguir adelante. Tengan esto en cuenta». 
  Francisco, recordando las palabras de San Pablo, dijo a los religiosos que «se gime desde la esclavitud de la corrupción, desde el anhelo de plenitud. Y hoy nos hará bien preguntarnos si está presente en nosotros ese gemido, o por el contrario ya nada grita en nuestra carne, nada anhela al Dios vivo». «¡No somos funcionarios de Dios! La sociedad del bienestar tal vez nos tiene demasiado repletos, llenos de servicios y de bienes, y terminamos “empachados” de todo y llenos de nada» 
  «Ninguna información inmediata, ninguna comunicación virtual instantánea –continuó Francisco– nos puede privar de los tiempos concretos, prolongados, para conquistar (de eso se trata, de un esfuerzo sostenido) un diálogo cotidiano con el Señor por medio de la oración y la adoración. Se trata de cultivar nuestro deseo de Dios, como escribía san Juan de la Cruz: “Procure ser continuo en la oración, y en medio de los ejercicios corporales no la deje”».  
  Bergoglio explicó cuál es el origen de ese gemido, que «brota de la contemplación del mundo de los hombres, es un clamor de plenitud ante las necesidades insatisfechas de nuestros hermanos más pobres, ante la ausencia de sentido de la vida de los más jóvenes, la soledad de los ancianos, el atropello al mundo creado. Es un gemido que busca organizarse para incidir en el acontecer de una nación, de una ciudad; no como presión o ejercicio del poder, sino como servicio». 
  «Escuchar la voz de Dios en la oración nos hace ver, oír, conocer el dolor de los demás para liberarlos –afirmó el Pontífice argentino. Pero también nos debe impactar cuando nuestro pueblo ha dejado de gemir, ha dejado de buscar el agua que sacia la sed. Es un momento también para discernir qué puede estar anestesiando la voz de nuestra gente». 
 Después de haber invitado a los sacerdotes y consagrados a «planificar y ser audaces y creativos en nuestros apostolados», sin dejar nada a la improvisación, citó la experiencia de los sacerdotes más ancianos, que vivieron la violencia y la persecución: «Ustedes, los de mayor edad —cómo no mencionar a Mons. Sigitas Tamkevicius— sabrán testimoniar esta constancia en el sufrir, ese “esperar contra toda esperanza”. La violencia ejercida sobre ustedes por defender la libertad civil y religiosa, la violencia de la difamación, la cárcel y la deportación no pudieron vencer su fe en Jesucristo, Señor de la historia». 
  «Y ustedes, los más jóvenes –insistió el Papa–, cuando ante pequeñas frustraciones que los desalienten tienden a encerrarse en ustedes mismos, a recurrir a estilos y diversiones que no están acordes con su consagración, busquen sus raíces y miren el camino recorrido por los mayores. Son precisamente las tribulaciones las que perfilan los rasgos distintivos de la esperanza cristiana, porque cuando es solo una esperanza humana podemos frustrarnos y aplastarnos en el fracaso. No sucede lo mismo con la esperanza cristiana, ella sale más nítida, más aquilatada tras pasar por el crisol de las tribulaciones». 
 Y dirigió a los seminaristas estas palabras: «Es mejor que tomen otro camino, en lugar de vivir en la mediocridad. Todavía están a tiempo, la puerta está abierta…». 
  «Es cierto que estos son otros tiempos y vivimos en otras estructuras –indicó Francisco–, pero también es cierto que esos consejos son mejor asimilados cuando los que han vivido esas experiencias duras no se encierran, sino que las comparten aprovechando los momentos comunes. Sus relatos no están llenos de añoranzas de tiempos pasados presentados como mejores, ni de acusaciones solapadas ante los que tienen estructuras afectivas más frágiles». 
 Después de leer el discurso que había preparado, continuó hablando con los presentes: «¿Qué hace un cura funcionario?: tiene su horario, su oficina, abre la oficina a esa hora, hace su trabajo, cierra la oficina, la gente huye, no se acerca la gente. Queridos hermanos y hermanas si ustedes no quieren ser funcionarios, les diré una palabra: ¡cercanía! ¡Projimidad! Cercanía tabernácula, de tú a tú con el Señor, y cercanía con la gente. “Pero, padre, la gente no viene”. “Entonces ve a encontrarla”. Pero los chicos hoy no vienen, inventa algo en el oratorio, haz algo. Cercanía con la gente. Y cercanía con el Señor en el Tabernáculo.
 El Señor los quiere pastores de pastores y pastores de pueblo, y no clérigos de estado». 

  

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