26 dic 2019

Gonzalo Martré/ homenaje

Gonzalo Martré
HOMENAJE EN DOS MIL Y UN PALABRAS/Por Leopoldo González
Querido Amigo:
Estamos aquí, en el homenaje que se te rinde en vida, para contribuir a un mayor conocimiento de tu obra literaria y a una revaloración justa de la misma.
Los homenajes que se dan en vida -sobre todo cuando se organizan y provienen de la propia comunidad cultural- son un testimonio de verdadera amistad entre iguales, un reconocimiento a la obra del autor y un aplauso a la autenticidad humana del personaje, porque se confieren desde la fraternidad de la sangre y el corazón.

Desde que comencé a leer tu obra, años después de la publicación de esa novela emblemática que es Los símbolos transparentes (1978), en cuya primera edición colocas un epígrafe que caracteriza la agudeza intelectual de Octavio Paz, te he seguido leyendo -en obras anteriores y posteriores- como se lee a quien ha fortalecido el género satírico entre nosotros, sin abandonar por ello una lucha permanente a favor de la libertad de pensamiento en general -y a favor de las libertades de la escritura en particular.

Recordar que escribiste Los endemoniados (cuyo título original, Los líquidos rubíes, fue tomado de un epígrafe de Omar Khayám) en “los pudibundos tiempos” que corrían por México en 1967, según tus propias palabras, ha hecho de ti un escritor profundamente iconoclasta y endemoniadamente provocador.
Recordar que escribiste sin rubor y luego publicaste Safari en la zona rosa, en 1970, cuando sólo unas cuantas novelas habían abordado el tema del homosexualismo en y desde México (entre ellas Después de todo, del novelista michoacano José Ceballos Maldonado), te vuelve un autor pionero en la creación y tratamiento del tema, sin abandonar la bien escrita sátira y la ironía que distinguen tu trabajo creador.
En El cadáver errante, de 1992, la novela negra de Rafael Bernal se convierte en la novela satírica de Gonzalo Martré, con atributos que hacen de ésta una obra cumbre del género satírico en la literatura mexicana.
La escritura -absorbente como una pasión que consume la sangre, adictiva como un amor irresistible e irrenunciable- no ha vencido tus facultades físicas, tu inspiración y tu vitalidad, y eso, en cualquier escritor que tenga tu levadura o no la tenga, es digno de agradecimiento y aplauso.
Te has dado entero al esfuerzo y al propósito de procurar “dar un sentido más puro a las palabras de la tribu”, hasta el punto de que en el acto de servir a la literatura y en el de entregarte a tus múltiples lectores, te has quedado con muy poco o con casi nada. Pero no importa: la justa recompensa de haber entregado toda una vida al compromiso de escribir, de servir a la verdad, de vivir para tus lectores y de moldear la forja de una literatura irreverente, te ha hecho una especie de santo patrono laico -o, mejor dicho: santo patrono profano- de las letras mexicanas del último medio siglo.
Todo esto, el no haber sido nunca “un escritor adocenado”, como referiste en una entrevista de 2014 para Letra Franca, ha hecho de ti un escritor fuera de tradición y fuera de escuela, que no encaja en el conjunto de las generaciones literarias de nuestro país, porque Gonzalo Martré -en las letras nacionales- es una generación para sí mismo.
Sin embargo, tienes amigos, muchos amigos, como ha podido verse en el acto de homenaje en Bellas Artes; pero tu principal amigo -lo sabes, y lo sabemos- es la difícil virtud de la congruencia: prima hermana del ánimo de verdad que rige la vida del escritor.
Además de lo anterior, es importante decir que sin el aporte de Gonzalo Martré a la literatura mexicana el árbol de palabras y silencios de nuestra tradición literaria estaría incompleto.
¡Felicidades, Gonzalo! ¡Que vivas 91 años más!

SALA MANUEL M. PONCE/PALACIO NACIONAL DE BELLAS ARTES CD.MX, 8 DE DICIEMBRE DE 2019

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