25 ene 2021

Boris Johnson debe cambiar de actitud

Boris Johnson debe cambiar de actitud/ Chris Patten, the last British governor of Hong Kong and a former EU commissioner for external affairs, is Chancellor of the University of Oxford. 


Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

Project Syndicate, Viernes, 22/Ene/2021;

Dominic Lipinski/WPA Pool/Getty Images

Algunos de los periódicos de derechas del Reino Unido, que apoyaron tanto al Brexit como a su principal promotor, el Primer Ministro Boris Johnson, se han apresurado a asegurarnos que el Presidente estadounidense Joe Biden ya ha perdonado al gobierno conservador por su actitud obsequiosa y servil hacia Donald Trump. Señalan que la nueva administración del partido Demócrata querrá hacer negocios con un Reino Unido ya distanciado de la Unión Europea y listo para asumir un nuevo papel como influyente intermediador global.

Esperemos que estén en lo correcto. Pero Biden y su equipo tendrán que hacer la vista gorda a bastantes cosas en beneficio de esa buena voluntad transatlántica. Ciertamente deberán poner la otra mejilla y olvidar la adopción del gobierno británico de una política que requería una obsecuencia especial a Trump más que una relación especial con los Estados Unidos.

Esa desalentadora historia comenzó con una incómoda Theresa May, la predecesora de Johnson, a la que se decía que el interés nacional británico exigía llevarse bien con el misógino Trump. May incluso propuso invitarlo a Gran Bretaña a una especie de visita semiestatal, sin el paseo en carruaje con la Reina por Londres, pero con un discurso a ambas Cámaras del Parlamento.

El entonces Vocero de la Cámara de los Comunes, John Bercow, salvó la dignidad del Parlamento al vetar esa idea, decisión por la que fue muy criticado. Bercow hoy se merece algunas disculpas de quienes dudaron de su capacidad de detectar a un impostor.

May, una mujer decente y honesta, fue dejada muy atrás por su sucesor y sus colegas en la carrera por la adulación a Trump. En enero de 2017, el gran compañero de Johnson en la promoción del Brexit y su principal enmendador ministerial, Michael Gove (un ex periodista del periódico The Times), realizó una entrevista al entonces Presidente electo Donald Trump que alcanzó nuevas profundidades en el vergonzoso oficio de lamer traseros.

Gove se revolcó en el apoyo de Trump al Brexit. Después se supo que Rupert Murdoch, que entones era su jefe, estaba en la sala durante la entrevista. ¿Y por qué no? El propietario de Fox News y The Times tenía derecho a mantener vigilados a sus dos protegidos.

Pero Johnson tiene problemas más sustantivos que tratar de dar explicaciones o hacerse el desmemoriado al tratar de construir buenas relaciones con Biden. El asunto no es solo el contraste entre lo que dijo y escribió acerca de Trump y su predecesor demócrata, Barack Obama (del cual Biden fue vicepresidente). Lo importante de verdad es qué representa y cómo se comporta Johnson, lo que inevitablemente invita a comparaciones con Trump.

Si la relación británica-estadounidense ha de ser tan estrecha y productiva como lo desearía cualquiera que crea en la democracia liberal, Johnson debe cambiar tres aspectos de su actitud. Primero, tiene (para decirlo con moderación) una relación más bien distante con la verdad. Pero como ha señalado el historiador de Yale Tim Snyder, la política en la era de la posverdad fácilmente puede derivar hacia algo mucho más peligroso y siniestro, en especial si se apoya en las redes sociales. Tarde o temprano, un Pinocho político puede hacer un montón de daño.

En segundo lugar, Johnson y la mayor parte de sus colegas del Brexit no respetan las instituciones nacionales vitales del Reino Unido. Han humillado al parlamento, atacado al poder judicial independiente, despedido a altos funcionarios por errores políticos de los ministros y ridiculizado a la afamada emisora pública británica, la BBC, por sus esfuerzos por llevar a cabo una cobertura noticiosa imparcial. En toda democracia liberal, el gobierno de las mayorías debe tener el contrapeso de las mismas instituciones que los ministros conservadores y la prensa de derecha se han dedicado a degradar.

Tercero, el gobierno de Johnson refleja demasiados aspectos del nacionalismo “trumpista”. En lugar de “Volvamos a hacer grande a Estados Unidos” (MAGA, por sus siglas en inglés) se podría leer “Volvamos a hacer grande a Inglaterra”, o “MEGA”. El gobierno lleva la estampa del nacionalismo inglés igual que las palabras incrustadas en una barra de “piedra costera” (un caramelo duro y azucarado que se vende en los balnearios costeros británicos).

Los británicos estamos ahora fuera de la UE y debemos poner la mejor cara posible a esta decisión contraproducente. Pero abandonar a Europa es un imposible, ya que seguimos siendo parte de ella en lo geográfico, económico, político y cultural. Debemos colaborar con nuestros amigos europeos –nuestros vecinos más cercanos y mayores socios comerciales- para promover nuestros intereses nacionales y demostrar a los demás que entendemos cómo cooperar en la escena internacional.

Sobre todo, el Reino Unido tiene que mostrar una noción de las disciplinas y modales de la asociatividad, ya sea al intentar aumentar su poder suave o utilizar su poder duro de manera cuidadosa y responsable. El hábito de la cooperación es indispensable, se trate de comercio, seguridad o el medio ambiente, buscando contener el brutal comportamiento de China y Rusia, o sorteando los peligros de la política del Oriente Medio.

Para convencer a la administración Biden en encuentros como la cumbre del G7 programada para junio y la conferencia sobre el cambio climático COP26 de noviembre (las dos presididas por el Reino Unido), primero debemos demostrar que no somos tan imprudentes e irresponsables como Trump al tratar a nuestros aliados. Después de todo, el gatillo fácil a tus amigos te daña más que a ellos. Y se acordarán de los insultos paternalistas la próxima vez que les pidamos ayuda.

Por desgracia, el gobierno de Johnson todavía tiene mucho por hacer para mostrar que puede ser un socio de confianza. Sobre todo, debe persuadir a Estados Unidos y Europa de que no ve a Trump como un modelo para una democracia liberal del siglo veintiuno.


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