14 mar 2021

El gran solitario de Palacio/Jorge Volpi

 El gran solitario de Palacio/Jorge Volpi

Reforma, 13 de marzo de 2021


La imagen que definirá a este gobierno y que no podrá ser ya borrada de ninguna manera: Palacio Nacional cercado, como un ciudadela medieval o un fuerte del Viejo Oeste, por un negro muro en el que resaltan en blanco los nombres de miles de mujeres asesinadas y en cuya fachada se han sobrepuesto lemas feministas contra la violencia de género, a favor del aborto o en repudio a la candidatura de un político acusado reiteradamente de violación. Ninguna palabra, ningún discurso, ninguna excusa -y abundaron- podrá oponerse al valor simbólico de la noche del 7 al 8 de marzo de 2020. Es la imagen de la quiebra simbólica -y moral- de este sexenio.

Podrá argumentarse la necesidad de proteger nuestro patrimonio histórico, pero la sola idea de que un gobernante -y más uno que se precia de ser tan popular y cercano a la gente- opte por acuartelarse como un reyezuelo en peligro representa una brutal derrota discursiva. Y, para colmo, que su vocero se atreva a llamar a la verja metálica "muro de la paz" y que el Presidente celebre al día siguiente su eficacia -antes que lamentar la violencia cotidiana que sufren las mujeres o la absoluta falta de justicia que prevalece en el país- es un zafio insulto a la inteligencia ciudadana.

Todo ello refleja nuestra dolorosa realidad: el Presidente en quienes millones depositamos nuestra confianza para derruir el régimen neoliberal, combatir la corrupción y la desigualdad, acabar con la guerra contra el narco y desmilitarizar al país, transformar el sistema de justicia y abrazar la agenda de la izquierda democrática -con especial énfasis en la despenalización del aborto y la primacía de los derechos humanos- ha decidido encerrarse a sí mismo tras unos muros ideológicos mucho más sólidos que su "bello muro": ¿es que nadie pudo hacerle ver que son los tiranos quienes suelen ensalzar las rejas?

Que los políticos y los partidos de oposición sean todavía peores que él -tampoco olvidemos que son los responsables de cientos de miles de muertes y desapariciones, de la pobreza extrema de millones y de convertir al Estado en una maquinaria de saqueo- no alivia el desengaño o la tristeza ante la oportunidad histórica que estamos a punto de perder.

¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Fue él quien nos engañó o fuimos nosotros quienes nos obstinamos en caer, voluntariamente, en el engaño? Detrás de su muralla, el Presidente está cada vez más sordo y parece cada vez más solo, abandonado a su suerte en las lujosas, áridas y vacías salas de Palacio Nacional, como Tiberio o Diocleciano en la Roma antigua o esos monarcas de cuento de hadas incapaces de distinguir la pequeña realidad de su corte del mundo que se extiende más allá de sus amados ladrillos.

Si nada cambia, cuando al cabo de los años se narre la historia de su gobierno, se hará con la cabeza gacha y el corazón destrozado: lo que corresponde al observar cómo uno de los pocos políticos mexicanos modernos que han gozado del fervor y la esperanza de millones desperdició la oportunidad de en verdad transformar al país solo porque no estuvo dispuesto a escuchar a quienes pensaban distinto de él. Oírlo tachar a diario de "conservadores" a todos los que discrepan de él -feministas, intelectuales, artistas, activistas de derechos humanos, ecologistas y organizaciones de la sociedad civil- no hace sino exhibir, de nuevo, el tosco muro mental que se ha erigido en detrimento del diálogo.

¿Nada queda ya por hacer? Creo que sí. Se necesita que todas las fuerzas progresistas que lo arroparon en su triunfo y que aún siguen en su movimiento -así como varias figuras prominentes de su gobierno-, abandonen la parálisis y el miedo y lo obliguen a escuchar. Su tenacidad, convertida en terquedad, lo convierte hoy en el peor enemigo de la Cuarta Transformación: si no rectifica drásticamente, incluso sus grandes luchas contra la corrupción y a favor de los pobres se derrumbarán tan fácilmente como las siniestras planchas de metal que colocó frente a su Palacio.

@jvolpi


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