3 nov 2023

Cómo ganarle la guerra de la información a Hamás

  Cómo ganarle la guerra de la información a Hamás/ Emily Blout es investigadora del Instituto Internacional para la Lucha contra el Terrorismo y autora del libro Los medios de comunicación y el poder en el Irán moderno (2023).

 El Español, Jueves, 02/Nov/2023 


La niebla de la guerra no es sólo una expresión atinada, algo que muchos de nosotros hemos vuelto a aprender en los combates que siguieron a las atrocidades terroristas cometidas por Hamás el pasado 7 de octubre contra Israel.

Las informaciones iniciales pueden resultar engañosas o terriblemente erróneas. La incertidumbre sobre los eventos dudosos brinda a los actores deshonestos la oportunidad de inyectar sus narrativas preferidas en el torrente sanguíneo de los medios de comunicación globales, mientras que el resto de nosotros examinamos la evidencia disponible, generalmente incompleta en el mejor de los casos, para determinar qué ha sucedido exactamente.

Eso es lo que parece haber ocurrido con la explosión de hace dos semanas en el hospital Al Ahli en Gaza, donde demasiados reporteros y líderes políticos hicieron afirmaciones incendiarias sobre la responsabilidad israelí por una explosión que, a la luz de lo que ahora sabemos, parece haber sido el resultado de un cohete errático de la Yihad Islámica palestina que impactó contra automóviles estacionados en el hospital.

Esta narrativa errónea tuvo repercusiones negativas. Jordania canceló una cumbre prevista con Joe Biden y otros líderes árabes, destinada a formular una respuesta humanitaria internacional más coordinada a los combates en Gaza. Turbas de toda la región acudieron a las embajadas de Estados Unidos e Israel debido en gran parte a la información errónea difundida a través de las redes sociales, ya sea por actores que operan de buena o mala fe.

Como estudiosa de los medios de comunicación, enseño a mis alumnos este tipo de campañas y cómo consumir responsablemente en las redes sociales. Pero lo más importante que les enseño es un arte oscuro que se remonta a siglos atrás y que sigue siendo un componente crítico de la guerra actual: la propaganda.

A medida que seguimos observando los acontecimientos en lo que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha prometido que será una "guerra larga y difícil", es importante entender que no se trata sólo de una guerra sobre el terreno. Es una guerra de imágenes, narrativas y marcos. Es una guerra de manipulación mediática, desinformación y mentiras descaradas.Utilizando imágenes reales, situaciones dramáticas y música tenebrosa, la Yihad Islámica en Palestina ha creado productos propagandísticos que se dirigen a los indignados y a los marginados. A los que son antiisraelíes y antisemitas. A los terroristas actuales y potenciales que luchan por la libertad, ofreciéndoles empoderamiento y venganza a través de la violencia.Mientras tanto, los terroristas se sirven de poderosos canales de noticias para influir en la forma en que la gente entiende el conflicto y su papel en él. Esta dinámica informativa es un peligro para Israel y para su capacidad de lograr sus objetivos en Gaza mientras protege a su pueblo en casa. También es un desafío de seguridad nacional para Estados Unidos, hogar de aproximadamente siete millones de judíos y el aliado más poderoso de Israel. El ataque del 7 de octubre podría envalentonar a actores estatales y no estatales para golpear a Israel en otros frentes, e incluso inspirar el terrorismo en América.

El antiguo estratega militar chino Sun Tzu aconsejó a sus estudiantes que conocieran a su enemigo. Para vencer a Hamás y a la Yihad Islámica en Palestina, debemos conocer y combatir su propaganda.

La propaganda no consiste en una noticia falsa o en un meme de mala calidad, ni es simple desinformación, aunque todas ellas son tácticas de la guerra de información. La propaganda es un acto comunicativo, a menudo una historia, dirigida a un público amplio y diseñada para influir en las mentalidades e inspirar acciones que apoyen los intereses y objetivos de su creador.

La buena propaganda funciona a través del encuadre y la narrativa. Es atractiva e incluso entretenida. Provoca emociones y, si se hace bien, moldea la forma en la que uno ve el mundo y evalúa una situación particular.

En las semanas transcurridas desde el ataque terrorista de Hamás el 7-O, hemos podido ver la propaganda en acción. Las primeras veinticuatro horas de cualquier crisis, especialmente de los ataques terroristas, son clave para producir el marco del conflicto. En medio de la niebla de la guerra y el vacío de información que la acompaña, los medios de comunicación tienen un inmenso poder para dar forma a la narrativa, contando a una audiencia hambrienta de información lo que sucedió, quién hizo qué, quién ganó y quién perdió.

Los organizadores de la mortífera campaña de Hamás lo sabían claramente, ya que a las pocas horas de los atentados estaban difundiendo pruebas visuales del ataque, incluso a través de su medio de comunicación internacional preferido, Al Jazeera. Este medio está financiada por Qatar, un país que alberga a los líderes de la milicia y que ejerce como el principal interlocutor internacional entre Gaza y el resto del mundo. (Sin embargo, a Doha le gusta cubrir sus apuestas: la base aérea más grande del ejército estadounidense en el Medio Oriente está en Qatar).

Cuando otras cadenas de televisión internacionales apenas comenzaban a cubrir la historia, Al Jazeera ya estaba transmitiendo imágenes exclusivas sobre el terreno, siendo probablemente el más temprano e icónico un video de un tanque israelí capturado con palestinos alborotados a su alrededor.

Mientras que su servicio en inglés normalmente intenta proyectar un mínimo de neutralidad, la versión árabe de Al Jazeera, que afirma llegar a 1.400 millones de personas, aparentemente no guarda tales reparos. Demostró todo lo contrario después de las atrocidades de Hamás, transmitiendo un videomontaje del ataque acompañado de una voz en off femenina que elogiaba a los combatientes y mostraba la destrucción que causaron. Fue un caso arquetípico de basura patrocinada por el Estado que resulta difícil de creer.

Mientras tanto, había una escasez de información en el lado israelí. Un vacío de noticias que Hamás llenó y explotó felizmente. Este silencio relativo es comprensible, ya que el gobierno y la sociedad israelí seguían en shock, luchando por entender la situación y movilizar tropas para responder a los ataques contra las comunidades y los activos militares israelíes.

Sin embargo, los detalles sobre la escala y la brutalidad del ataque no llegaron a las ondas de la televisión internacional hasta al menos veinticuatro horas después, cuando Israel ya había comenzado a bombardear Gaza. Ya sea una feliz sorpresa para Hamás o un resultado calculado, esto implicó que la realidad del terrorismo de Hamás se vio ensombrecida por las imágenes de edificios bombardeados y los relatos del sufrimiento palestino.

Desde entonces, Israel ha disputado este marco. Principalmente, mostrando al mundo los horrores inimaginables del ataque de Hamás y publicando actualizaciones diarias detalladas sobre su campaña militar en las redes sociales. Sin embargo, el marco de Israel como agresor y no como víctima, preparado en algunas audiencias durante años, se estableció para muchos en todo el mundo.

La buena propaganda cuenta una historia sobre la violencia, enmarcando sus contornos e identificando a sus protagonistas y antagonistas. La más atinada cuenta esta historia de una manera que atrae y motiva a una audiencia dispar, de diferentes contextos culturales e idiomas.

Los esfuerzos propagandísticos de la Yihad Islámica en Palestina en las primeras setenta y dos horas de la crisis son un ejemplo de ello. Creada en 1979 y con estrechos vínculos con Hamás, Hezbolá y el régimen iraní, la Yihad Islámica en Palestina es un grupo pequeño en relación con otras facciones militantes palestinas.

Participó en la incursión liderada por Hamás, proporcionando armas y combatientes de élite. Afirma que tiene treinta de los más de 220 rehenes tomados durante el ataque. Y ha demostrado ser un hábil y rápido productor de propaganda desde el principio.

Realizó los clips de Hamás y de sus propios combatientes y los mezcló de manera visualmente impactante. Una banda sonora cinematográfica acompañaba a unas imágenes crudas y profesionalmente rodadas en vídeos cortos para contar la historia del ataque inicial y sus agresores. Invirtiendo la narrativa habitual de los palestinos como oprimidos, la propaganda de la Yihad Islámica en Palestina transmitió una sensación de fuerza y heroísmo palestinos, rompiendo lo que Al Jazeera llamó el "control de hierro" de Israel.

Un vídeo de la Yihad Islámica en Palestina muestra una comandancia con equipos de monitorización y oficiales uniformados. Otra filma a los combatientes moviéndose a través de un túnel fortificado flanqueado por misiles. Una tercera enseña a combatientes derribando puertas a patadas y disparando, a una mujer que se aleja de sus atacantes y a un anciano arrodillado.

Algunos de los vídeos podrían haber sido producidos con anticipación, pero muchos usan imágenes en bruto desde la perspectiva del combatiente, como un videojuego de disparos en primera persona. No hay diálogo, lo que sugiere que estos videos están destinados a un público más amplio, más allá de las poblaciones de habla árabe. Estos poderosos productos mediáticos siguen circulando, y los canales de Telegram de la Yihad Islámica en Palestina publican otros nuevos casi a diario.

Estados Unidos ha dejado claro que apoya a Israel en su lucha contra Hamás. Y ha respaldado y seguirá respaldando su ofensiva militar, proporcionándole armas, municiones y otros recursos. También ha indicado que no impondrá condiciones a lo que Israel puede y no puede hacer con esta ayuda. Esta restricción autoimpuesta, junto con el caos en el Congreso, implica que las opciones políticas de Estados Unidos para responder a la guerra de información en el futuro cercano son limitadas.

Afortunadamente, hay cosas que la administración Biden puede hacer en el frente de las comunicaciones públicas en este momento.

1. Concienciar sobre el problema de los medios de comunicación de financiación estatal que promueven la propaganda de Hamás. Estados Unidos debería denunciar a Al Jazeera por impulsar la propaganda de Hamás y su marco narrativo. O, como mínimo, criticar al medio por no informar adecuadamente sobre las atrocidades de Hamás.

El aumento del escrutinio de los medios de comunicación y de la comunidad internacional puede obligar a Al Jazeera a ser más comedida sobre cómo informa sobre la crisis y el papel de Hamás en ella, al menos temporalmente. Esta estrategia debería aplicarse a otros medios respaldados por el Estado, como los de Irán y Rusia.

2. Cuando se trata de Hamás, la Yihad Islámica en Palestina y otros similares, mostrar tanto como contar. Es probable que la mayoría de la gente no sepa que existe una propaganda tan pulida por parte de la Yihad Islámica en Palestina, y mucho menos que se extiende como un reguero de pólvora. Estados Unidos debería decírselo.

Los diplomáticos estadounidenses deberían explicar detalladamente lo que dicen los terroristas y propagandistas, cómo lo dicen y a quién están destinados los mensajes. Si lo hacen, sensibilizarán al mundo sobre el problema e incluso podrán ayudar a propulsar las posibles ofensivas contra él.

3. Desmentir anticipadamente los bulos de Hamás. Cuando el cohete de la Yihad Islámica en Palestina cayó en el estacionamiento de un hospital la semana pasada, los propagandistas de Hamás acudieron a la televisión y a las redes sociales para culpar a Israel, alegando que el misil hizo estallar el hospital y mató a cientos de personas.

Ahora sabemos que la historia de Hamás era falsa. Y, sin embargo, a pesar de toda la evidencia de lo contrario, la gente todavía la cree en su totalidad o en parte.

Desafortunadamente, es poco lo que Israel o Estados Unidos pueden hacer para cambiar la narrativa de este incidente. Lo que sí está en su mano, en cambio, es preparar a la gente para la forma en que Hamás tratará de manipularlos en el futuro. Al pronosticar sus tácticas, es más probable que la gente vea la narrativa de Hamás con un ojo crítico.

A medida que seguimos observando los acontecimientos en lo que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha prometido que será una "guerra larga y difícil", es importante entender que no se trata sólo de una guerra sobre el terreno. Es una guerra de imágenes, narrativas y marcos. Es una guerra de manipulación mediática, desinformación y mentiras descaradas.

Utilizando imágenes reales, situaciones dramáticas y música tenebrosa, la Yihad Islámica en Palestina ha creado productos propagandísticos que se dirigen a los indignados y a los marginados. A los que son antiisraelíes y antisemitas. A los terroristas actuales y potenciales que luchan por la libertad, ofreciéndoles empoderamiento y venganza a través de la violencia.

Mientras tanto, los terroristas se sirven de poderosos canales de noticias para influir en la forma en que la gente entiende el conflicto y su papel en él. Esta dinámica informativa es un peligro para Israel y para su capacidad de lograr sus objetivos en Gaza mientras protege a su pueblo en casa. También es un desafío de seguridad nacional para Estados Unidos, hogar de aproximadamente siete millones de judíos y el aliado más poderoso de Israel. El ataque del 7 de octubre podría envalentonar a actores estatales y no estatales para golpear a Israel en otros frentes, e incluso inspirar el terrorismo en América.

El antiguo estratega militar chino Sun Tzu aconsejó a sus estudiantes que conocieran a su enemigo. Para vencer a Hamás y a la Yihad Islámica en Palestina, debemos conocer y combatir su propaganda.


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