20 ene 2007

Nuevo embajador Turco en la Santa Sede

Benedicto XVI comento este viernes 19 de enero que la paz en el mundo exige que musulmanes y cristianos se conozcan mejor para que se respeten y puedan colaborar en la edificación de una sociedad fraterna.
El Papa dedicó un pasaje decisivo del discurso que dirigió al nuevo embajador de Turquía ante la Santa Sede, Muammer Doğan Akdur, al afrontar la importancia del diálogo entre los creyentes, recordando su viaje a ese país, del 28 de noviembre al 1 de diciembre de 2006.
En una parte de su discurso en francés, Benedicto XVI, aprovecho para pedir al gobierno Turco el reconocimiento jurídico para la Iglesia católica en ese país, y sobretodo garantizar la libertad religiosa garantizada a todos los creyentes por la Constitución turca. Concretamente pidió la creación de una instanacia de diálogo oficial entre la conferencia del episcopado y el Estado Turco.
Turquía es un país donde la Iglesia católica es una minoría, no pasa de 35,000 fieles.
Por cierto, la aceptación de cartas credenciales para el nuevo embajador de Turquia ante la Santa Sede, coincidió con el certero asesinato del periodista turco-armenio Hrant Dinks de 53 años de edad.
¿Qué coincidencias no? Turquía es un país fundamentalmente musulman; la mayoría de armenios son cristianos.
Vale la pena colocar en esta bitácora el discurso que entregó Benedicto XVI al Muammer Doğan Akdur, embajador de Turquía ante la Santa Sede, al presentarle las Cartas credenciales.

Gracias a la agencia de noticias Zenit lo tenemos en español.

Señor embajador: Con gusto le doy la bienvenida al Vaticano con motivo de la presentación de las Cartas que le acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Turquía ante la Santa Sede.
Le doy las gracias por las palabras amistosas que me ha transmitido de parte de su excelencia el señor Ahmet Necdet Sezer, presidente de la República, y le agradecería el que le exprese mi mejores deseos para su persona y sus compatriotas. En esta ocasión, quiero expresar una vez más mi gratitud a las autoridades y a la población turcas por la acogida que me dispensaron en mi viaje pastoral en diciembre.
La inolvidable experiencia que me llevó tras los pasos de mis predecesores Pablo VI y Juan Pablo II a Ankara, Éfeso y Estambul, me permitió constatar las buenas relaciones que se dan desde hace tiempo entre vuestro país y la Santa Sede. Durante los diferentes encuentros con las autoridades políticas, he querido reafirmar el arraigamiento de la Iglesia católica en la sociedad turca, gracias a la herencia prestigiosa de las primeras comunidades cristianas de Asia Menor y a la contribución insustituible a la vida de la Iglesia universal de los primeros concilios ecuménicos, pero también gracias a la existencia de las comunidades cristianas de hoy, ciertamente minoritarias, pero apegadas a su país y al bien común de toda la sociedad, deseando aportar su contribución a la edificación de la nación.
Disfrutando de la libertad religiosa garantizada a todos los creyentes por la Constitución turca, la Iglesia católica desea poder beneficiarse de un estatuto jurídicamente reconocido y de la creación de una instancia de diálogo oficial entre la conferencia de obispos y las autoridades del Estado para afrontar los diferentes problemas que pueden plantearse y continuar con las buenas relaciones entre las dos partes. No dudo en que vuestro Gobierno hará todo lo posible para avanzar en este sentido. En el transcurso de mi memorable viaje, manifesté varias veces el respeto de la Iglesia católica por el islam, y la estima del Papa y de los fieles por los creyentes musulmanes, en particular durante mi visita a la Mezquita Azul de Estambul.
En el mundo actual, en el que las tensiones parecen exacerbarse, la Santa Sede tiene la convicción, que usted acaba de expresar, de que los creyentes de las diferentes religiones tienen que esforzarse por trabajar juntos a favor de la paz, comenzando por denunciar la violencia, utilizada con demasiada frecuencia en el pasado con pretextos de motivaciones religiosas, y que deben aprender a conocerse mejor y a respetarse más para edificar una sociedad cada vez más fraterna.
Además, las religiones pueden unir sus esfuerzos para trabajar a favor del respeto del hombre, creado a imagen del Todopoderoso, y para que se reconozcan los valores fundamentales que rigen la vida de las personas y de las sociedades.
El diálogo, necesario entre las autoridades religiosas a todos los niveles, comienza en la vida de todos los días con la estima y el respeto mutuos que se tienen los creyentes de cada religión, compartiendo la misma vida y trabajando juntos por el bien común.
Como lo recordé recientemente en Ankara, la Santa Sede reconoce el lugar específico de Turquía y su situación geográfica e histórica de puente entre los continentes asiático y europeo y de cruce entre las culturas y las religiones. Aprecia el compromiso de vuestro país en el seno de la comunidad internacional a favor de la paz, en particular su acción a favor de la reanudación de las negociaciones en Oriente Medio y su implicación actual en el Líbano para ayudar a la reconstrucción del país devastado por la guerra y para permitir el diálogo constructivo entre todas las partes que forman parte de la sociedad libanesa.
La Santa Sede sigue siempre con gran atención las discusiones y los esfuerzos emprendidos por las naciones para solucionar entre ellas, en ocasiones con la ayuda de terceros países y de autoridades regionales o internacionales, las situaciones de conflicto heredadas del pasado, así como las acciones emprendidas para acercar a los países entre sí en asociaciones o uniones políticas, culturales y económicas.
La globalización de los intercambios, que ya se ha manifestado a nivel económico y financiero, tiene que estar acompañada evidentemente por intercambios políticos comunes, a nivel planetario, para garantizar un desarrollo duradero y organizado que no excluya a nadie y que asegure un porvenir equilibrado a las personas, a las familias y a los pueblos. Permítame, señor embajador, saludar por su mediación a las comunidades católicas de Turquía, a las que tuve la alegría de visitar, en particular en Éfeso y Estambul. A los obispos, a los sacerdotes y a todos los fieles vuelvo a manifestar el afecto del sucesor de Pedro y su aliento para que la Iglesia católica que está en Turquía siga testimoniando humilde y fielmente el amor de Dios a través del diálogo con todos, en particular con los creyentes musulmanes, y a través de su compromiso al servicio del bien común.
Saludo con afecto a Su Santidad el patriarca Bartolomé I, los obispos y a todos los fieles de la Iglesia ortodoxa, con quienes nos unen tantos lazos de fraternidad en la espera del día bendito en el que seremos invitados a la misma mesa de Cristo.
Señor embajador, en el momento en el que se inaugura oficialmente su misión ante la Santa Sede, le expreso mis mejores deseos para su feliz cumplimiento.
Puede estar seguro de que encontrará en mis colaboradores una acogida atenta y una comprensión cordial. Invoco de todo corazón la abundancia de las bendiciones del Todopoderoso sobre Su Excelencia, sobre su familia y sus colaboradores de la embajada, así como sobre las autoridades y el pueblo turcos.
[Traducción del original francés realizada por Zenit © Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

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