19 may 2007

Arizpe, Sonora

Es probable que a propósito de los hechos de Arizpe, Sonora, hablemos de un antes y un después.
Los policías de Sonora hicieron lo que nadie ha hecho- quizás sólo el Ejército- enfrentar sin miedo al crimen organizado; hay que reconocer que hay también elementos que traen el uniforme puesto, y también son muchos los corruptos; uno de los presuntos sicarios detenidos en la sierra es miembro activo de la Policía Municipal de Hermosillo.
Pero lo más grave es lo dicho por el gobernador Bours que nadie vio al convoy. ¡Increíble!
Una recomendación al Secretario de Seguridad Publica, Genaro García Luna, la da Octavio Rodríguez Araujo cuando nos recuerda que la guerra de Eliot Ness contra Al Capone se inició aproximadamente en 1927 y el mafioso fue condenado en 1931, pero antes Ness dedicó sus esfuerzos a depurar la corrupción entre la policía hasta quedarse con sólo nueve elementos de su absoluta confianza (La Jornada, 26/04/2007).
Dos excelentes trabajos periodísticos hoy, nos los da Excelsior a través del reportero Pablo César Carrillo. Las tomo prestadas.
Trocas-tanque
Pasaron inadvertidas
Pablo César Carrillo, reportero
Tomado de Excelsior, 19/05/2007
ARIZPE, Son.- Una camioneta de los narcotraficantes parecía tanque de guerra: en la cajuela tenía una cabina de acero y cristal blindado con una puerta metálica en el centro para meter una ametralladora. La cajuela se abría y por la puertita salía la punta del arma. En el toldo tenía una placa de acero de ocho centímetros de grueso para permitir la salida de otro pistolero, protegido como si anduviera en un vehículo del Ejército.
La camioneta artillada no traía placas y aun así circulaba por carreteras federales y estatales, pasaba por casetas de cobro y retenes policiacos, sin ser detenida.
Siete vehículos del comando de narcos viajaban en convoy en las carreteras sin usar placas. Tenían blindajes de nivel 5 y 8, y adaptaciones especiales para poder resistir los ataques a balazos o para armar agresiones, y nadie los paraba. Los vehículos iban cargados de fusiles R-15, cajas de balas, ropa amontonada, bolsas con cepillos de dientes, desodorantes y comida chatarra, y los policías no los veían sospechosos. Los tripulantes eran jóvenes de entre 17 y 30 años, de apariencia violenta, vestidos con camisas Versace y botellas de whisky, botas exóticas y cigarros de mariguana.
Y nada.
En una camioneta había un ticket de la caseta de cuota de Magdalena de Kino. En otra había un comprobante del peaje de Santa Ana. Y en ningún lado los pararon. Por aquí hay incluso un retén del Ejército mexicano, y no advirtieron que traían ametralladoras.
Los narcos se andaban paseando por Sonora y Chihuahua. Las autoridades afirman que el convoy salió de Caborca el martes durante el día. Pasaron por Santa Ana, por Magdalena y llegaron a Cananea. Ahí secuestraron a siete policías y a dos empresarios y se los llevaron. Asesinaron a cinco policías en el pueblo de Bacoachi y a dos empresarios. Después se fueron a esconder a un rancho de Arizpe durante siete horas, hasta que fueron descubiertos por el helicóptero del gobierno del estado.
Los traficantes habían andado por el rumbo, según los documentos hallados en sus camionetas. Los narcos compraron productos en Nogales, Sonora. Visitaron negocios en Chihuahua, anduvieron de compras en Nogales y en Hermosillo en los últimos dos meses, según los comprobantes. Viajaban de una ciudad a otra, sin problemas, por las carreteras estatales y federales. Y el convoy no llamaba la atención.
La camioneta-tanque era una Gran Cherokee modelo 2007 adaptada con parabrisas de cinco centímetros de grueso. Una puerta de esas camionetas pesa casi 100 kilos, dijo un perito de la Procuraduría de Justicia del Estado. Toda camioneta pesa más de una tonelada, aseguró el operador de una grúa que se la llevó. "Ese blindaje lo hacen en Monterrey y cuesta 100 mil dólares", dijo un funcionario de la Procuraduría.
Otro vehículo era un Jeep Commander con vidrios blindados. Las puertas estaban cerradas con fierros atravesados, como caja fuerte. Una Lobo tenía un blindaje con placas de acero, y una Suburban tenía aditamentos para ser más rápida a pesar del peso agregado.
Las camionetas resistieron el tiroteo. Las balas pegaron en vidrios y carrocerías sin penetrar. Los narcos se detuvieron porque fueron cercados y las llantas fueron ponchadas. La policía disparó a un vidrio como 40 balazos de ametralladora a bocajarro para obligarlos a salir, y las balas no entraron. Los delincuentes salieron para "rendirse".
Los vehículos de los narcos eran invisibles, según parece. En la aduana de Bacoachi los empleados los dejaron avanzar sin problemas. El martes pasado, el convoy de narcos pasó por ahí a toda velocidad con cinco personas secuestradas y no se sabe exactamente qué pasó. Lo único que se sabe, con certeza, es que los aduanales abandonaron el trabajo. Desde ese día, la Aduana está sola. Los empleados no han regresado a trabajar.

Y cerró los ojos por el dolor...
El vaquero El Tino no gritó, ni lloró. Un sicario le cortó la oreja con una navaja como si fuera un bistec
Por: Pablo César Carrillo / Enviado
Tomado de Excelsior 19/05/2007
ARIZPE, Son.- El vaquero El Tino no gritó, ni lloró. Un sicario le cortó la oreja con una navaja como si fuera un bistec.
"El Tino no dijo nada, nada más apretó los dientes y cerró los ojos por el dolor. No gritó. Si decía algo, lo mataban", platicó Alberto, su primo, quien estaba sentado a un lado, con las manos esposadas, contemplando de reojo cómo el gatillero torturaba a su compañero, con una serenidad de enfermo.
El sicario tiró la oreja al suelo sobre unas hojas secas de árboles, y dijo: "¡Para que se porten bien! Ya saben. El que no se porte bien, se muere".
Los pistoleros de Sonora mantuvieron como rehenes a cinco personas en el rancho De repente, en Arizpe, mientras se escondían de los policías estatales. Los sicarios traían uniformes de la AFI, usaban esposas metálicas como policías y armas de alto poder. Eran como 40 hombres, a bordo de unas diez camionetas lujosas, recordó Alberto. Eran jóvenes bien vestidos. Se veían despiadados. Y eran despiadados.
"Yo iba con El Tino en una camionetita Suzuky, cuando los vimos en la brecha", recordó Alberto, un hombre que andaba por ahí para cuidar las vacas de la familia. "Nos pitaron y nos dijeron que nos paráramos. Uno se bajó con una metralleta y nos dijo: ¡bájense!, y nos bajamos", platicó.
Los gatilleros les quitaron el auto y los subieron a una camioneta blindada. Los llevaron a un rancho cercano y los amarraron debajo de un mezquite. Ahí los dejaron durante horas, sin darles de comer.
En ese sitio había otros tres rehenes: dos jovencitas de Cananea y un empresario. Los cinco estaban en un paraje lleno de árboles. Los pistoleros estaban en huida. Horas antes habían secuestrado a siete policías de Cananea y habían ejecutado a cinco junto a un río.
La policía los buscaba y ellos pretendían esconder los vehículos en una barranca. Los narcos protegieron las camionetas debajo de mezquites y huizaches, y pusieron un retén de pistoleros. Ahí estaban, cuando un hombre como de unos 30 años, se acercó a los primos. Era un hombre delgado con cara afilada. Lucía despeinado y sudoroso.
"No quiero que vayan a hablar, cabrones", dijo. "No quiero soplones. De aquí, nada va a salir y tienen que entenderlo", señaló el gatillero, sacando una navaja. Entonces se acercó a El Tino y le agarró la oreja. Se la cortó con lentitud y la tiró al suelo.
El Tino comenzó a desangrarse. "El muchacho demostró que tiene pantalones. No lloró. Ni gritó. Yo pensé que iba a gritar, pero se quedó callado. No sabía que ese muchacho cabrón fuera tan valiente", expresó su primo.
Pasaron unos siete minutos y la sangre no paraba. Los rehenes se preocuparon. Alberto le comentó al sicario que tenían que pararle la hemorragia. Y el pistolero accedió. Juntó varios pedazos de madera y pasto seco, y prendió una fogata.
"Ahorita se le quita", dijo. El hombre calentó su navaja en el fuego durante un par de minutos.No creían que lo iba a hacer, pero lo hizo. Con la navaja al rojo vivo se acercó a El Tino y le quemó la herida. "Lo cauterizó como al ganado, como a un animal. Nosotros lo hacemos con las vacas y decimos: hay que cabecear a las vacas", contó.
El Tino tampoco dijo nada. No gritó, ni lloró.
Dos horas después, los cinco rehenes fueron rescatados por los policías.

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