10 ene 2008

El FAP, el PRD y PML

Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Muñoz Ledo al FAP y echeverrismo de AMLO
Es difícil comprender por qué alguien puede sorprenderse por la designación de Porfirio Muñoz Ledo como coordinador del llamado Frente Amplio Progresista. Hace apenas dos años, Muñoz Ledo dejaba la embajada de México ante la Unión Europea donde había estado cinco años como representante del gobierno de Vicente Fox. Siete años atrás, lo pudimos ver saludando junto al propio Fox en la sede nacional del PAN, la noche del 2 de julio del año 2000. Poco antes habíamos visto cómo había competido contra Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, buscando la candidatura presidencial del PRD y, luego, la de la Jefatura de Gobierno del DF por ese partido. Como no consiguió ni una ni la otra, en plena campaña se transformó súbitamente en candidato presidencial del PARM y a un mes de las elecciones, cuando era evidente que no tendría ni siquiera el registro, lo dejó para sumarse a la campaña de Vicente Fox. Esperaba un puesto en el gabinete y no lo obtuvo, pero se quedó con una posición privilegiada: embajador ante la Unión Europea durante cinco años. Regresó a México buscando algo, decía que la SEP, no la logró y apareció rápidamente una vez más en los templetes, pero ahora pegado a López Obrador.
Nadie duda de la inteligencia de Muñoz Ledo, pero su discurso está ya acabado, porque el que fuera líder priista, el que defendiera públicamente a Díaz Ordaz ante la matanza de Tlatelolco, el operador de Luis Echeverría y luego de López Portillo, el verdadero cachorro de la Revolución de aquellos años, ha dado tantas volteretas políticas en los últimos años, ha modificado tantas veces su actitud, su discurso y sus posiciones de acuerdo con el aliado en turno, que resulta imposible saber con cuál Porfirio se habla. Pero en el último año no cabe duda: su posición ha sido la que diga López Obrador. Y eso ha sido recompensado.
Se puede entender que Jesús Ortega, pese a sus dudas e inconsecuencias a la hora de defender el discurso en el que realmente cree, de una izquierda moderna y tolerante, haya tenido que dejar la coordinación del Frente Amplio después de que declarara que buscaría la presidencia del PRD en contra de la voluntad de López Obrador o que, como consecuencia de la reforma electoral, el PT y sobre todo Convergencia, se alejaran de las posiciones de los líderes parlamentarios del PRD. Pero todo indicaba que su reemplazante en el FAP sería Manuel Camacho, otro hombre que ha tenido y vivido muchos giros dramáticos en su carrera política, pero que conserva un margen de coherencia y legitimidad mayor al de Porfirio y que ha hecho hasta lo imposible para que se lo viera como leal a López Obrador. Camacho, además, ha tratado de dejar entrever posibilidades de tejer nuevos esquemas políticos que pueden ser compartibles o no, pero que tratan de no encerrarse exclusivamente en la dialéctica del derrocamiento del régimen. Además, para nadie es un secreto la cercanía de Camacho con Marcelo Ebrard y las aspiraciones del jefe de gobierno capitalino de convertirse en candidato presidencial en 2012.
Pues bien, para López Obrador eso es demasiado. Con un solo gesto, no sólo desplazó a Ortega y Nueva Izquierda del FAP, sino que también descartó a Camacho y envió el mensaje a Ebrard de que él no se piensa mover de una lógica política que debe llevarlo a competir nuevamente por la presidencia en los próximos comicios. Muchos dijimos que la expectativa de Ebrard de convertirse en candidato, ya sea superando a López Obrador o porque éste le abriera el camino, era por lo menos ingenua: que Marcelo y Camacho estaban cometiendo los mismos errores que en el proceso de destape del 93-94. Un político conservador y autoritario como el tabasqueño jamás dejará un espacio como el que tiene, aunque con ello literalmente hunda a su partido.
Un hombre cercanísimo, por lo menos eso es lo que se dice, a Manuel Camacho, de quien fue un estrecho colaborador, y a Marcelo Ebrard; el mismo que organizó la imagen del lopezobradorismo en Estados Unidos, donde goza de prestigio y reconocimiento, escribió, este lunes, un texto, que constituye una dura crítica para el lopezobradorismo. Publicó Juan Enríquez Cabot algo que hemos dicho muchas veces: que López Obrador no lucha por lo nuevo. “Su reforma no es por mejorar la calidad de quienes ocupan pupitres o para generar miles de nuevas empresas. Es una lucha similar a la de Marcos. Lo que queda, para todos. El énfasis es en repartir lo existente, no en construir el futuro. Es volver a lo que no funcionó, al pase automático, la prebenda del Estado, al tlatoani que otorga vida y riqueza. Es una religión política que vigila contra el emprendedor, el sobresaliente, el que construye por sí mismo, sin permiso, sin deber favores. Es política diseñada, concluye Enríquez Cabot, post-revolución, para estabilizar, tranquilizar, moderar. Es la base misma del PNR y luego del PRI de Cárdenas. Es el modelo llevado al extremo por Echeverría. Es un modelo que suena atractivo, pero que no funciona. Es volver, una vez más, al pasado”. Es una descripción precisa del lopezobradorismo. Y si Enríquez Cabot sigue siendo un hombre cercano a Camacho y Ebrard, ello exigiría que éstos, por lo menos, aceptaran esa definición y asumieran las suyas propias, alejadas del lopezobradorismo, si es que dicen representar algo nuevo. Por lo pronto, por más actos de contrición y disciplina de ambos, el tlatoani perredista los ha descartado.
Porque resulta obvio que López Obrador apuesta a la incondicionalidad, a quienes no tienen ya nada que perder o poco que ganar, y comparten sus convicciones ideológicas. ¿Y quién puede ser más echeverrista que Muñoz Ledo? Ebrard y Camacho, si quieren tener un futuro político propio, si coinciden que quien fue durante años su amigo y colaborador, tendrían que asumirlo y tomar sus propias definiciones.

Columna Arsenal/Francisco Garfias
“No me coordinas ni madres”
“A mí no me coordinas ni madres”, reviró molesto Guadalupe Acosta Naranjo, cuando Porfirio Muñoz Ledo, ya como coordinador del Frente Amplio Progresista, le dio las gracias al término de aquella ríspida reunión que culminó con lo que no pocos perredistas de Nueva Izquierda califican, fuera de grabadora, de imposición de Andrés Manuel López Obrador. “A mí no me des las gracias, yo no estoy a tu favor”, le dijo con cruda franqueza el secretario general del PRD, según testigos del encuentro.
El “amigable” diálogo da una idea del tono que prevaleció durante el cónclave del FAP, convocado el martes para elegir al substituto de Jesús Ortega, y de cómo anda la situación en el interior del partido del sol azteca, camino a la elección de su próximo presidente. El cónclave culminó con el nombramiento de Muñoz Ledo como coordinador del Frente. Asistentes al encuentro nos aseguran que Leonel Cota abandonó la reunión, “muy sacado de onda”. El PRD lo llevaba como su gallo para coordinar el FAP, pero se topó con la férrea oposición del mismísimo Peje, ni más ni menos. Al bajacaliforniano del sur se le veía dolido. No era para menos. Ha servido con lealtad al legítimo, al grado de que dentro y fuera del PRD se le considera su empleado.
Los perredistas de Nueva Izquierda no le perdonan a Porfirio el haber abandonado el partido, para terminar como “embajador de Fox en Bruselas”. Estaban incluso dispuestos a aceptar el nombramiento de Manuel Camacho Solís como sucesor de Ortega, con tal de que Muñoz Ledo no llegara. Pero quien manda en el seno del FAP, que no del PRD, es López Obrador. ¿Tú crees que ahorita el PRD le va a hacer caso al FAP o a Porfirio? Preguntó, mordaz, un militante.
“Cualquiera menos Porfirio…” era la consigna de Nueva Izquierda para la coordinación del Frente Amplio Progresista. Gerardo Fernández Noroña escuchó decir lo anterior a Guadalupe Acosta Naranjo, secretario general del PRD, y se lo comentó al senador del PT Gonzalo Yáñez. Yáñez, por cierto, jura que con Muñoz Ledo a la cabeza del FAP se vuelven a abrir las posibilidades de que el PRD, Convergencia y el PT vayan juntos en las elecciones intermedias de 2009. Está consciente, sin embargo, de que lo que suceda en la elección interna del PRD será definitivo para la alianza de los partidos de izquierda. “El triunfo de Jesús Ortega le daría la puntilla al Frente; el de Alejandro Encinas revitalizaría la alianza de los tres partidos de izquierda”, asegura.
El senador del PT trae su propia idea, algo extraña, de lo que sucede en el interior del PRD. Dice que Nueva Izquierda anda con el propósito de respaldar la candidatura de Lázaro Cárdenas Batel en 2012. Pero si no les alcanza con el hijo del general en las encuestas, traen un plan B: apoyar a Marcelo Ebrard, a través de Camacho Solís. “Camacho es ahora más aliado de Los Chuchos que de López Obrador”, asegura.
panchogarfias@yahoo.com.mx
http://panchogarfias.blogspot.com.

Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
Publicado en El Universal 10 de enero de 2008
PRD: más que Jesús y Andrés
‘Los Chuchos’ han aprendido que el poder de la oposiciónleal es una moneda de cambio rentable
El grupo ya trabaja en la construcción de un candidatopresidencial para la elección de 2012
Contra lo que muchos suponen —al reducir la disputa por la dirigencia de los amarillos a un mero asunto de daltonismo político—, en los próximos 60 días el Partido de la Revolución Democrática enfrentará una dis- yuntiva que podría resultar histórica en cualquiera de sus vertientes: confirmarse como la cuarta etapa del PRI, si el ganador resulta ser Andrés Manuel López Obrador, o consolidarse como el partido de la izquierda, capaz de la revolución democrática, si el ganador es Jesús Ortega.
En los dos casos, el PRD resultante de la disputa que veremos en la primera mitad del próximo marzo se alejará paulatina, pero consistentemente, de lo que vimos en los primeros 18 años de vida del partido amarillo. Y es que si López Obrador se confirma como dueño de los amarillos, abonará al nacimiento de una corriente política socialdemócrata emergente —que ya está en gestación y que en buena medida es impulsada por Los Chuchos—, que tarde o temprano migrará del PRD en grandes proporciones. Pero si Los Chuchos se hacen del control del partido amarillo luego de una larga marcha de más de una década, el éxodo estará a cargo del grupo de AMLO. Y por supuesto que no hay horario ni fecha en el calendario para la migración o el éxodo anunciados.
En todo caso, lo que está claro es que, sea un éxodo o se trate de una migración, cualquiera de los fenómenos se producirá antes de julio de 2012. ¿Y por qué esa certeza? Porque las señales políticas apuntan en esa dirección —más que pretender adivinar en una bola de cristal—, y porque más allá del ropaje de esas señales, su intención está a la vista de todos.
Así, y en orden arbitrario empezaremos por Los Chuchos. Y se puede intentar todo un tratado sobre su origen y afluentes, pero podría bastar con decir que se trata de un grupo que a lo largo de su vida aprendió que el poder de la oposición leal —que no pocos ven, no sin razón, como sinónimo de transa— es una moneda de cambio rentable para el arte de la política. Moneda idéntica y hasta con los mismos actores a la utilizada por AMLO en sus tiempos de presidente del PRD, lo que lo llevó a los cuernos de la luna y al poder real desde 1996. Es decir, que la película que vieron Los Chuchos desde julio de 2006 es la misma que ya habían visto luego de las elecciones de 1988 y de 1994. Y la estrategia que siguen hoy es la misma que siguieron entonces, con los buenos resultados que todos conocen, por ejemplo, llevar al PRD a la antesala del poder presidencial.
Pero hay más. Desde su fuerte influencia en el Congreso, el grupo de Los Chuchos se ha confirmado como una pieza fundamental del engranaje que hace posible el funcionamiento político del Estado, si bien carente de grandes logros, sí con una solvencia mucho mayor que la vista en el sexenio anterior. En pocas palabras, se debe reconocer que ese sector del PRD, el de Los Chuchos, es ya una pieza insustituible del engranaje del Estado, y por ello se ha ganado el derecho de protección del propio Estado. ¿Qué quiere decir eso? Que en momentos de crisis que pudieran poner en peligro al grupo de Los Chuchos —convertido en engranaje del Estado—, vendrán en su auxilio otras instituciones del propio Estado, como puede ser el Ejecutivo, el partido en el poder y, por increíble que parezca, hasta el PRI.
Y el mejor ejemplo lo vimos apenas el 13 de diciembre pasado, cuando acudieron en auxilio de Los Chuchos —frente a la embestida de AMLO que pretendió imponer a uno de los suyos como presidente del IFE— no sólo las representaciones legislativas del PAN y el PRI, sino hasta el propio presidente Calderón. ¿Qué fue lo que pasó en esa fecha? A muchos traiciona la amnesia, pero vale recordar que AMLO presionó con todo para imponer al ministro de la Corte Genaro Góngora como presidente del IFE. El PRI y el PAN se negaron, y eso dejó atrapados en la disputa a Los Chuchos, que en cualquiera de los escenarios posibles resultarían derrotados, sobre todo frente a la elección de la nueva presidencia del partido, prevista para el mes de marzo próximo. ¿Y cuál fue la salida?
Una tregua propuesta por Los Chuchos en el Congreso, que aceptaron gustosos PAN, PRI y el propio Calderón. Así, los nuevos consejeros del IFE serán seleccionados a finales de febrero, unos días antes de que sea electo el nuevo presidente del PRD. Y con ello se desactiva la presión de AMLO contra sus adversarios. Y si aún hay dudas de que PRI y PAN han salido en auxilio de Los Chuchos, se debe recordar que juntos, PRI, PAN y PRD en el Congreso, preparan una iniciativa energética para detonar el desarrollo de Pemex y en general el sector energético, y que con ello le quitaron a AMLO las banderas contra la supuesta privatización de la paraestatal. Más “carnita” para los escépticos. Resulta que el grupo de Los Chuchos ya trabaja en la construcción de un candidato presidencial para 2012, que por supuesto no será ni AMLO ni Marcelo Ebrard, sino un ciudadano independiente, vinculado con sectores intelectuales y con amplio reconocimiento social.
Frente a eso, el señor López Obrador insiste en la ruta de romper la institucionalidad, construir su propio partido, y con el señuelo del Frente Amplio Progresista, un etéreo —ni es frente ni amplio ni progresista—, empezó a pintar su raya respecto a Marcelo Ebrard y al parecer se encamina hacia la ruta de la cuarta etapa del PRI. Las señales son claras. AMLO ya entendió que su carnal Marcelo traza su propia ruta rumbo a 2012. Por eso, a pesar de que todo estaba listo para que Manuel Camacho asumiera la jefatura del FAP, al final entregó esa posición a Porfirio Muñoz Ledo. ¿Por qué? Porque los salinistas ya no son confiables para AMLO. ¿Y quién puede hacer posible el anhelo de construir y encabezar la cuarta etapa del PRI? Pues nada menos que el mago de la política, el inteligente y trapecista Porfirio Muñoz Ledo.
De esa manera, lo que veremos en los próximos 60 días en el interior del PRD podría ser la gestación de tres candidaturas presidenciales, de un solo origen, pero con objetivos distintos. El espíritu santo en la política.
aleman2@prodigy.net.mx

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