20 ene 2008

Nuevo Papa negro


"Ego Peter-Hans Kolvenbach S.J., auctoritate Sedis Apostolicae et universae Societatis, Reverendum Patrem Adolfo Nicolás declaro electum in Praepositum Generalem Societatis Jesu, in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti".
(foto de la agencia EFE)
"Gracias a Dios es la mejor elección", es el comentario del padre Paolo Molinari S.I., postulador general de la Compañía de Jesús, tras la elección este sabado 19 de enero del nuevo prepósito general de esta orden, del padre Adolfo Lorenzo Nicolás.
En efecto, el padre Nicolás, de 71 años, es el sucesor número 29 del fundador de la orden jesuita; es originario de la región de Toledo, Castilla (Villamuriel, Palencia, España) fue elegido prepósito general de la Compañía de Jesús; sustituye al sacerdote holandés Peter-Hans Kolvenbach, de 80 años, quien presentó su renuncia tras estar casi 25 años al frente de la orden fundada por san Ignacio de Loyola.
Los 217 electores, reunidos desde el pasado 7 de enero en su 35 Congregación General, eligieron en el segundo escrutinio -se necesitaban al menos 109 votos- al padre Nicolás.
El nuevo prepósito es considerado un hombre progresista, alejado de la dura ortodoxia que muestra en cuestiones trascendentales Benedicto XVI.
Ha ejercido buena parte de su ministerio sacerdotal en Japón. Hasta ahora era moderador de la Conferencia de Provinciales de Asia Oriental, residiendo en Filipinas
En este cargo, que es de por vida, el sacerdote será superior de los 19,564 jesuitas extendidos en 127 países.
El nuevo padre general entró en la Compañía el 15 de septiembre de 1953 a la dad de 17 años en el noviciado de Aranjuez, estudió en el colegio de los Areneros de Madrid, Filosofía en Alcalá, y Teología en Japón, país donde ha permanecido hasta finales de los años noventa.
Su formación la ha desarrollado en Aranjuez, Japón y Roma.
En 1964 llegó a Tokyo para estudiar Teología. Allí fue ordenado sacerdote el 17 de marzo de 1967 y pronunció los últimos votos en la Compañía el 5 de octubre de 1976, también en Tokyo.
Entre 1968 y 1971 estudió Semiología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Y desde 1971 hasta 2002 ha sido profesor de Teología en la Universidad Sofía de Tokio.
El nuevo padre general ha sido provincial y moderador de todos los responsables de las provincias de Asia Oriental y Oceanía; que se extienden desde Myanmar hasta Timor Oriental, pasando por Corea, Vietnam hasta llegar incluso a la provincia de China.
Habla español, japonés, inglés, francés e italiano.
Hace 30 años los jesuitas alcanzaron a ser 36 mil miembros en todo el mundo. Ahora son meso de 20 mil integrantes implicados en labores de educación, ayuda a los refugiados y otros servicios sociales en 127 países, en 69 de los cuales tiene centros educativos.
Algunos conocen al padre general como Papa Negro porque, como el pontífice, ejerce influencia en todo el mundo y suele mantenerse en el cargo de por vida, pero sobre todo porque su sotana es negra, frente a la vestimenta blanca del Papa.
Insisto el padre Nicolás no es un teólogo identificado con las tesis de Benedicto XVI, más bien sus posiciones ideológicas son encontradas. Benedicto XVI es consciente de que los jesuitas, con una importante presencia misionera en el mundo, las 200 universidades y 700 bajo su control, son una fuerza imprescindible para la Iglesia pero, al mismo tiempo, un peligro potencial.
Por lo pronto ¡Felicidades al nuevo padre general!
Un cónclave sin fumata blanca, nota de Lola Galán, El País, 20/01/2008;
El cónclave se desarrolló ayer de acuerdo con el esquema previsto en la Fórmula, los estatutos por así decir de la compañía. Su parecido con el cónclave cardenalicio para elegir un Papa es enorme. La elección del superior general se produjo después de que la Congregación General, reunida desde el 7 de enero, en Roma, votara favorablemente, una semana después, la petición de renuncia planteada por Kolvenbach.
De esta forma se entró en la siguiente fase, los cuatro días de las llamadas murmuraciones, que la Fórmula señala. Es decir, días de intercambio de impresiones, de reflexión y análisis. Terminado ese plazo, el quinto día se eligió al nuevo prepósito.
La jornada de ayer comenzó con una misa a las 8 de la mañana en la Iglesia del Espíritu Santo, próxima a la plaza de San Pedro, a la que asistieron los 217 electores, antes de entrar en el aula para proceder a la elección. La gran diferencia con un cónclave es, sobre todo, estética y simbólica. El aula de las deliberaciones para elegir al sucesor de Kolvenbach es austera y está presidida por el gran marcador electrónico que ha funcionado hasta ahora en las votaciones efectuadas; los delegados visten de paisano en su mayoría y algunos llevan ordenador portatil. Y, lo que es más importante, una parte de los electores representa a las bases de la gran comunidad jesuita, mientras el acceso a los cónclaves está restringido a los cardenales de menos de 80 años. Por lo demás, la reserva es tan total como en la Capilla Sixtina, aunque falten magnificencia y boato.
Reunidos en el aula donde se celebran las sesiones de esta 35ª Congregación General, los delegados cantaron el Vini Creator Spiritus, el himno inspirador que recitan también los cardenales en cónclave, antes de sentarse a escuchar la exhortación a cargo del jesuita Jacques Gellard, que dirigió las sesiones. Después, cada elector rezó durante una hora y más tarde se votó. El superior saliente, Peter-Hans Kolvenbach, el secretario de la Congregacion, Orlando Torres, y su asistente Ignacio Echarte, recogieron y contaron las papeletas. En la primera votación nadie alcanzó los 109 votos necesarios (mayoría simple). Fue en la segunda cuando se produjo la elección de Adolfo Nicolás, que será el encargado de guiar a la compañía en el siglo XXI. Tampoco hubo, naturalmente, fumata blanca para anunciar al nuevo superior, sino comunicado y nota biográfica.
El padre Nicolás concelebrará hoy una misa en la Iglesia del Gesù, algo así como la basílica de San Pedro para los jesuitas, el lugar donde Ignacio de Loyola redactó las Constituciones de la orden fundada en el siglo XVI. Precisamente, su último sucesor pasará mañana por la habitación de San Ignacio. El más anciano leerá el texto en el que San Ignacio fija las cualidades que debe poseer el elegido. Después, entrarán en materia, con reuniones que duran más de dos meses. En este plazo y, bajo la guía de Adolfo Nicolás, los delegados pasarán revista a los once postulados que resumen las 400 propuestas recibidas de los jesuitas de todo el mundo, y que abordan los grandes retos de la Compañía en el nuevo siglo.
Carta del Papa Benedicto XVI al padre Peter-Hans Kolvenbach, S.I., fechada el viernes 18 enero 2008, todavía prepósito general de la Compañía de Jesús.
* * *
En ocasión de la 35ª Congregación General de la Compañía de Jesús, es mi vivo deseo hacer llegar a Usted y a cuantos toman parte en la Asamblea el más cordial saludo, unido a la seguridad de mi afecto y de mi constante cercanía espiritual. Sé lo importante que es para la vida de la Compañía el acontecimiento que se está celebrando, sé también que, por ello, ha sido preparado con gran cuidado. Se trata de una ocasión providencial para imprimir a la Compañía de Jesús aquel renovado impulso ascético y apostólico que es deseado por todos, para que los Jesuitas puedan llevar a cabo plenamente su misión y afrontar los desafíos del mundo moderno con aquella fidelidad a Cristo y a la Iglesia que distinguió la acción profética de San Ignacio de Loyola y de sus primeros compañeros.
El Apóstol escribe a los fieles de Tesalónica que les ha anunciado el evangelio de Dios, «animándoos y conjurándoos - precisa él - a comportaros de manera digna de aquel Dios que os llama a su reino y a su gloria» (1 Ts 2,12), y añade: «Precisamente por esto también nosotros damos gracias a Dios continuamente porque, habiendo recibido de nosotros la palabra divina de la predicación, la habéis acogido no como palabra de hombres, sino cual es en verdad, como palabra de Dios, que actúa en vosotros que creéis» (1 Ts 2,13). La palabra de Dios, por tanto, primeramente es «recibida», es decir escuchada, después, penetrando hasta el corazón, es «acogida» y quien la recibe reconoce que Dios habla por medio de su enviado: de este modo la palabra actúa en los creyentes. Como entonces, también hoy la evangelización exige total y fiel adhesión a la palabra de Dios: adhesión, ante todo, a Cristo, y escucha atenta de su Espíritu que guía a la Iglesia, dócil obediencia a los Pastores que Dios ha puesto para guiar a su pueblo y prudente y franco diálogo con las instancias sociales, culturales y religiosas de nuestro tiempo. Todo esto presupone, como es sabido, una íntima comunión con Aquél que nos llama a ser sus amigos y discípulos, una unidad de vida y de acción que se alimenta de su palabra, de contemplación y oración, de separación de la mentalidad del mundo y de incesante conversión a su amor para que sea Él, Cristo, quien viva y actúe en cada uno de nosotros. Está aquí el secreto del auténtico éxito del empeño apostólico y misionero de todo cristiano, y aún más de cuantos son llamados a un servicio más directo del Evangelio.
Tal convicción está ciertamente bien presente en cuantos toman parte en la Congregación General, y siento la urgencia de reconocer el gran trabajo ya realizado por la comisión preparatoria que a lo largo del año 2007 ha examinado los postulados llegados de las Provincias y ha indicado los temas a afrontar. Querría expresar mi agradecimiento en primer lugar a Usted, querido y venerado Padre Prepósito General, que desde 1983 está guiando de modo iluminado, sabio y prudente la Compañía de Jesús, tratando por todos los modos de mantenerla en el cauce del carisma ignaciano. Usted, por razones objetivas, ha pedido varias veces ser exonerado de su cargo, asumido con gran sentido de responsabilidad en un momento no fácil de la historia de la Orden. Le expreso el más vivo agradecimiento por el servicio prestado a la Compañía y, más en general, a la Iglesia. Mi sentimiento de gratitud se extiende a sus más directos colaboradores, a los participantes en la Congregación General y a todos los Jesuitas esparcidos por todas las partes del Planeta. A todos y a cada uno llegue el saludo del Sucesor de Pedro, que sigue con afecto y estima el múltiple y apreciado trabajo apostólico de los Jesuitas, y alienta a todos en el camino abierto por el santo Fundador y recorrido por grupos innumerables de hermanos dedicados a la causa de Cristo, muchos de los cuales han sido inscritos por la Iglesia en el catálogo de los beatos y de los santos. Que ellos protejan y sostengan a la Compañía de Jesús en la misión que desarrolla en esta nuestra época, marcada por numerosos y complejos desafíos culturales y religiosos, difíciles.
Y precisamente a este propósito, ¿cómo no reconocer la valiosa contribución que la Compañía ofrece a la acción de la Iglesia en varios campos y de muchas maneras? ¡Contribución verdaderamente grande y benemérita, que sólo el Señor podrá recompensar debidamente! Como mis venerados Predecesores, los Siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II, también yo aprovecho la oportunidad de la Congregación General para poner de relieve tal aportación y, al mismo tiempo, para ofrecer a vuestra reflexión algunas consideraciones, que os sirvan de aliento y estímulo para realizar cada vez mejor el ideal de la Compañía, en plena fidelidad al Magisterio de la Iglesia, tal como se describe en la siguiente expresión que os es bien familiar: «Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia su esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra» (Litt. Ap. Exposcit debitum, 21 julio 1550). Se trata de una «peculiar» fidelidad, sancionada también, para no pocos de vosotros, por un voto de obediencia inmediata al Sucesor de Pedro «perinde ac cadaver». De esta vuestra fidelidad, que constituye la señal distintiva de la Orden, la Iglesia tiene aún mayor necesidad hoy, en una época en que se advierte la urgencia de transmitir, de manera integral, a nuestros contemporáneos, distraídos por tantas voces discordantes, el único e inmutado mensaje de salvación que es el Evangelio, «no como palabra de hombres, sino cual es en verdad, como palabra de Dios», che opera en los que creen.
Para que esto suceda es indispensable, como ya recordaba el amado Juan Pablo II a los participantes en la 34ª Congregación General, que la vida de los miembros de la Compañía de Jesús, como también su investigación doctrinal, estén siempre animadas de un verdadero espíritu de fe y comunión en «dócil sintonía con las indicaciones del Magisterio» (Insegnamenti, vol. I, pp. 25-32). Deseo vivamente que la presente Congregación General reafirme con claridad el auténtico carisma del Fundador, para alentar a todos los Jesuitas a promover la verdadera y sana doctrina católica. Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, he podido apreciar la valiosa colaboración de Consultores y expertos Jesuitas, que, en plena fidelidad a su carisma, han contribuido de manera considerable a la fiel promoción y recepción del Magisterio. No es éste ciertamente un empeño fácil, especialmente cuando se está llamado a anunciar el Evangelio en contextos sociales y culturales muy diversos y hay que confrontarse con mentalidades diferentes. Aprecio, por tanto, sinceramente tal esfuerzo realizado al servicio de Cristo, esfuerzo que es fructuoso para el verdadero bien de las almas en la medida en que uno se deja guiar por el Espíritu Santo, y permanece dócil a las enseñanzas del Magisterio, refiriéndose a los principios clave de la vocación eclesial del teólogo expuestos en la Instrucción Donum veritatis.
La obra evangelizadora de la Iglesia cuenta, por tanto, mucho con la responsabilidad formativa que la Compañía tiene en el campo de la teología, de la espiritualidad y de la misión. Y, precisamente, para ofrecer a toda la Compañía de Jesús una clara orientación que la sostenga en una dedicación apostólica fiel y generosa, podría resultar muy útil que la Congregación General reafirme, en el espíritu de San Ignacio, la propia adhesión total a la doctrina católica, en particular sobre puntos neurálgicos hoy fuertemente atacados por la cultura secular, como, por ejemplo, la relación entre Cristo y las religiones, algunos aspectos de la teología de la liberación y varios puntos de la moral sexual, sobre todo en lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y a la pastoral de las personas homosexuales.
Reverendo y querido Padre, estoy persuadido que la Compañía advierte la importancia histórica de esta Congregación General y, guiada por el Espíritu Santo, quiere una vez más, como decía el amado Juan Pablo II en enero de 1995, reafirmar, «sin equívocos y sin dudas, su específico camino hacia Dios, como lo trazó San Ignacio en la Formula Instituti: la fidelidad amorosa a vuestro carisma será fuente segura de renovada fecundidad» (Insegnamenti, vol. XVIII/1, 1995, p. 26). Resultan además muy actuales las palabras que mi venerado Predecesor Pablo VI os dirigió en otra ocasión análoga: «Todos debemos velar para que la adaptación necesaria no se realice con detrimento de la identidad fundamental, de la esencialidad de la figura del jesuita, como se describe en la Formula Instituti, como la historia y la espiritualidad de la Orden la proponen y como la interpretación auténtica de las necesidades mismas de los tiempos parece reclamar hoy. Aquella imagen no deber ser alterada, no debe ser desfigurada» (Insegnamenti, vol. XII, 1974, pp. 1181-1182).
La continuidad de las enseñanzas de los Sucesores de Pedro es prueba de la gran atención y cuidado que ellos mostraron respecto de los Jesuitas, su estima por vosotros y el deseo de poder contar siempre con la aportación preciosa de la Compañía para la vida de la Iglesia y para la evangelización del mundo. Confío la Congregación General a la intercesión del santo Fundador y de los santos de la Orden, a la materna protección de María, para que todo hijo espiritual de San Ignacio pueda tener ante los ojos «primero a Dios, y luego el modo de ser de este su instituto» (Formula Instituti, I). Con tales sentimientos aseguro un constante recuerdo en la oración e imparto de corazón a Usted, Reverendo Padre, a los Padres de la Congregación General y a la entera Compañía de Jesús una especial Bendición Apostólica.
Del Vaticano, 10 Enero 2008
Benedictus XVI
[Traducción del original italiano distribuida por la Curia General de la Compañía de Jesús

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