31 dic 2008

Cuba, 50 años after


Portal de El Nuevo Herald, miércoles 31 de diciembre del 2008
El día que Castro proclamó su victoria
FRANCES ROBLES
The Miami Herald
El 31 de diciembre de 1958 comenzó en La Habana como una víspera de Año Nuevo poco animada, un reflejo la tensión y la inestabilidad del momento. En ese momento explotaban bombas de vez en cuando en los cines y la policía, tratando de aplastar la insurrección, detenía y registraba a la gente con frecuencia en la calle.
Tratando de evitar problemas, la mayoría de los cubanos celebraron en casa. Ese año muchos
de los que se convertirían en los máximos líderes políticos y cívicos de Miami eran adolescentes que se quedaron en casa con sus padres, quienes temían dejarlos salir a festejar.
Fidel Castro estaba en la Sierra Maestra preparándose a atacar la ciudad de Santiago mientras negociaba con los jefes del Ejército y estuvo dictando memorandos toda la noche. El médico y rebelde argentino Ernesto Che Guevara acababa de derrotar al Ejército en Santa Clara, y Raúl, el hermano menor de Castro, estaba a punto de tomar la ciudad oriental de Guantánamo.
Castro no sabía que el dictador Fulgencio Batista había pasado ese día reuniendo dinero y alertando a sus amigos en preparación para abandonar el país. Los generales trataron frenéticamente de encontrar un nuevo presidente antes del mediodía.
"Es como cuando se acerca un huracán: ‘Tengo que comprar esto y hacer esto otro' '', dijo Roberto Fabricio, ex periodista de The Miami Herald, quien junto a John Dorschner, reportero de The Miami Herald, escribió en 1980 el libro Winds of December (‘‘Vientos de diciembre''), un recuento de los últimos días de Batista.
"El huracán había llegado''.
Hace 50 años comenzó un nuevo capítulo en la historia de Cuba: el Ejército, cansado, no quería seguir apoyando a un régimen impopular. Las fuerzas rebeldes ganaban victorias importantes mientras los generales negociaban en secreto con Castro. Cuando Estados Unidos le suspendió la ayuda militar, Batista se encontró en la posición de un dictador derrotado en medio de ríos de sangre.
Casi siete años después de tomar el poder en un golpe militar, era hora de que Batista, quien dominó la política cubana durante tres décadas, renunciara. Batista reunió a sus amigos en una discreta fiesta la víspera de año nuevo en el Campamento Militar de Columbia, en las afueras de La Habana, donde reveló su decisión de huir sólo a sus asesores más cercanos.
Winds of December describe a señoras tropezando en sus vestidos de seda mientras corrían hacia las limosinas blancas que las esperaban.
A las 12:35 a.m. Batista renunció. Al amanecer, un avión con 44 personas salió con rumbo a República Dominicana, lo que causó un enorme revuelo en La Habana. Los aliados de Batista huyeron en yates y aviones cuando la noticia se corrió. Estaban en peligro de muerte y lo sabían.
"Yo recibí una llamada a eso de las 3 o las 4 de la mañana diciéndome: ‘El hombre se fue' '', dijo el historiador cubano Enrique Ros, padre de la representante federal Ileana Ros-Lehtinen. ‘‘Honestamente, yo pensé que Fidel Castro había retirado sus tropas. Todo el mundo quedó sorprendido''.
Huber Matos fue el líder rebelde que condujo las tropas a Santiago de Cuba. Días antes había representado a Castro en negociaciones con el mayor general Eulogio Cantillo, jefe del Ejército de Oriente, quien había incumplido un acuerdo de rendición.
Matos tenía órdenes de tomar Santiago por la fuerza. Estuvo despierto hasta las 4 a.m. trazando los planes para tomar la ciudad.
"Me levanté a las 7 de la mañana después de estar haciendo planes durante toda la noche y les dije a mis hombres: ‘Escuchen, la radio nacional enmudeció. ¿Hay algo ocurriendo?' Ninguna de las emisoras estaba transmitiendo'', dijo Matos, que posteriormente se enfrentó a Castro y fue encarcelado.
Sin tiempo para consultar a Castro, Carlos Franqui, periodista de la guerrilla, miembro del Movimiento 26 de Julio y director de Radio Rebelde, empezó a transmitir. Los mensajeros corrieron a informarle a Castro, que ocupaba posiciones en un central azucarero unos 60 kilómetros al norte de Santiago.
"Tuve que comenzar a tomar decisiones que eran facultad de la dirección o de Fidel'', dijo Franqui, quien salió de Cuba en 1968 y ahora vive en Puerto Rico. "Hubiera sido fatal para Radio Rebelde mantenerse en silencio. Decidí aceptar la responsabilidad y tomar las decisiones lógicas''.
Batista había huido pero la guerra no estaba ganada.
El general Cantillo estaba en La Habana buscando a un magistrado de alto nivel que ocupara el lugar de Batista, como establecía la Constitución. Cantillo convenció a un juez renuente en bata de baño.
Pero Castro deseaba llenar el vacío de poder. Furioso y temeroso de que los rebeldes se quedaran fuera, comenzó a emitir órdenes.
"Como es natural, el primero de enero fue también un día terrible'', dijo Castro en el libro de Franqui Diario de la revolución cubana. "Nos traicionaron e intentaron robarle la victoria al pueblo. Tuvimos que actuar con mucha rapidez''.
Castro se dirigió a Palma Soriano, en Oriente, para grabar alocuciones radiales.
El comandante Camilo Cienfuegos se dirigió al Campamento Militar de Columbia, al mismo tiempo que Raúl Castro marchó a Guantánamo para forzar la rendición de la ciudad. Guevara fue despachado a la fortaleza de La Cabaña, sobre la bahía de La Habana.
"¡Revolución, sí!'', proclamó Fidel por las ondas radiales. "¡Golpe militar, no!''
"Fue un plan elaborado y ejecutado con tanta precisión que Batista cayó prácticamente el día que habíamos pensado que lo haría y tomamos Santiago de Cuba el día que habíamos planeado'', dijo Castro en el libro.
"Quisieron robarnos el triunfo, y si no hubiésemos actuado con rapidez las consecuencias habrían sido serias''.
Algunos en La Habana también actuaron con suma rapidez: multitudes jubilosas saquearon los casinos y las casas de las personas leales a Batista.
"Pude ver cómo la gente corría cargando con cortinas, lámparas y aparatos de aire acondicionado'', recuerda Fabricio --que entonces tenía 12 años-- y observaba lo que ocurría desde el edificio de apartamentos donde vivía frente al Hotel Riviera.
"Se llevaban las puertas. Otro símbolo impopular del régimen, los parquímetros, fueron destrozados''.
El fundador de Hermanos al Rescate, José Basulto, que entonces tenía 18 años, recuerda que algunos preparaban cocteles Molotov en la Universidad de La Habana, clausurada desde hacía tiempo, mientras las máquinas tragamonedas rodaban por las calles de la ciudad.
"La atmósfera era caótica. Todo el mundo se preguntaba qué podría ocurrir'', dijo Basulto. ‘‘Recuerdo haber entrado a una estación de policía donde me apropié de un arma. Los policías estaban adentro, mirándonos. Estaban de servicio pero no hacían nada''.
El ataque de Matos a Santiago nunca se materializó porque los jefes militares se rindieron. Raúl Castro tomó el Cuartel Moncada sin disparar un tiro.
Esa noche Castro anunció la victoria desde un balcón del Ayuntamiento de Santiago de Cuba. Franqui recuerda la muchedumbre que corrió a saludar a Castro y tocarle la barba.
"Tenía algo de culto'', dijo Franqui. "No me gustó''.
Una vez que se nombró presidente al abogado Manuel Urrutia, Castro comenzó el viaje hasta La Habana, que duró una semana, donde fue recibido como un mesías.
Llegó el 8 de enero y demoró 45 días en ocupar el cargo mayor.
"No recuerdo a nadie que estuviera triste o preocupado por lo que acababa de ocurrir. Todo lo contrario'', recuerda Eduardo Padrón, presidente del Miami Dade College, que entonces tenía 14 años.
"El primero de enero, lo cierto es que no imaginábamos la magnitud de lo que nos esperaba en los próximos años. En ese momento no se nos ocurrió que se convertiría en algo que llegaríamos a odiar ni que duraría tanto''.
"Cincuenta años es demasiado''.
frobles@MiamiHerald.com

***

UN PAÍS DIVIDIDO CONMEMORA LA REVOLUCIÓN
Cuba, 50 años después
La división de clases es patente: los que tienen acceso a la divisa y los que no
El 50% de las tierras están sin cultivar; importan más del 80% de los alimentos
La tasa de analfabetismo es nula y 45.000 universitarios se licencian cada año
Portal de El Mundo.es, aActualizado miércoles 31/12/2008 20:51 (CET)
RAQUEL QUÍLEZ
1 de enero de 1959. Los hombres de Ernesto 'Che' Guevara toman la ciudad de Santa Clara y Fidel Castro, líder de la guerrilla de Sierra Maestra, entra en Santiago de Cuba. Sabiéndose acorralado, el dictador Fulgencio Batista huye a Santo Domingo.
La revolución ha triunfado. Fue el comienzo de un ideal construido sobre los principios de igualdad de clases, reparto de bienes y justicia social. 50 años más tarde, ¿qué queda en la sociedad cubana?
Los carteles con consignas revolucionarias proliferan a cada paso. "Patria o muerte", "Este país no podrá ser sometido", "Vamos bien"... En una isla donde no existe la publicidad, los espacios más visibles de carreteras, calles y edificios los ocupan emblemas políticos. Los rostros del
Che y Camilo Cienfuegos, héroes del 59, también son omnipresentes. Más difícil es encontrar a Fidel Castro, quien se autoproclama contrario al culto a su persona, aunque su figura lo cale absolutamente todo en el país. Incluso ahora, ya retirado de la actividad política.
Los mensajes son los mismos que en 1959, pero basta con observar la rutina diaria de sus 11,2 millones de habitantes para darse cuenta de que, sobre el terreno, la realidad es otra.
50 años después del triunfo de una revolución que cambió su historia, los cubanos están divididos. Ideológicamente -son muchos los detractores y también los defensores del régimen comunista- pero, sobre todo, económicamente. La división de clases es patente en la Cuba actual y se agrupa en dos categorías bien definidas: los que tienen acceso a la divisa y los que no. O, de forma más gráfica, los que trabajan cerca del turista o tienen familia en el extranjero que les aprovisione y los que deben vivir de su trabajo. Un trabajo que les deja una media de 408 pesos cubanos al mes (equivalentes a unos 12 euros). Los primeros se parapetan tras televisores, DVD, mp3 y ordenadores, auténticos objetos de culto desde que el Gobierno
liberase su venta a comienzos de 2008. Los segundos hacen cuentas para adquirir productos de primera necesidad. Y casi nunca les salen.
Y es que los bienes que se ofertan en divisa -en la isla circulan dos monedas, el peso cubano y el convertible, divisa asociada al turismo en la que deben pagarse muchos productos, como los de higiene- tienen un precio similar al de Europa: cerca de 3 euros por un litro de leche, unos 4 por un champú. Y eso cuando el sueldo mensual lo tiene difícil para superar los 10.
Teniendo en cuenta el salario, son muchos los cubanos que prefieren no trabajar -el 20% de la población de La Habana está desempleada- y optan por buscar el dinero del turista. De ahí, que en la Cuba de 2009, sea más que habitual encontrar a un neurocirujano trabajando como taxista o que el camarero que sirve en los hoteles esté licenciado como ingeniero: una propina puede igualar en un minuto el sueldo que le correspondería por su titulación.
El Gobierno argumenta que los cálculos que tienen por base el sueldo mensual no son justos, ya que todos los ciudadanos tienen una
cartilla de racionamiento que les garantiza alimentos a precios subvencionados y cuentan con sanidad y educación gratuitas -aunque después deben trabajar donde el Estado considere oportuno durante la llamada "prestación social"-. "Lo malo es el bajo nivel de esta sanidad y educación", añaden los detractores.
Propaganda máxima; prohibidas las críticas
El Partido Comunista trabaja cada día para mantener el espíritu revolucionario, para lo que reprime la crítica -en las cárceles hay más de 200 presos políticos, según organizaciones humanitarias- y celebra todo tipo de actos para conmemorar cada batalla, cada hito de la Revolución. Además, la televisión, oficial, bombardea con propaganda y las reflexiones de Fidel acerca de la actualidad se publican en todos los periódicos y se reproducen por todos los canales.
No caben las voces disidentes, pero sí las series norteamericanas de última creación. Cada día, los cubanos descubren las últimas aventuras de 'House', 'CSI' o 'The Wire'. En versión original (y pirateadas, se les tapa la mosca original de Fox). Por un lado, la propaganda incide sin cesar en las carencias y malas prácticas de EEUU. Por el otro, la pantalla transmite un modelo de vida muy alejado de la utopía comunista.
En febrero de 2008,
Fidel Castro, el artífice de todo esto, dejó paso a su hermano Raúl al frente del Estado. Sus problemas de salud le llevaron a retirarse de la presidencia.
Siempre a la sombra de su hermano, Raúl Castro comenzó con medidas aperturistas, como una reforma agraria para fomentar la productividad del campo -el 50% de las tierras útiles están sin cultivar y el país importa más del 80% de los alimentos-, pero su impulso se fue frenando.
Su medida más polémica ha sido la conocida como 'Ley de no Acaparamiento', promulgada tras los desastres que provocaron los huracanes Gustav e Ike -según datos oficiales, dejaron pérdidas de 9.722 millones de dólares, equivalentes al 20% del PIB y afectaron a 530.758 viviendas-. La norma impone un tope a lo que puede comprar cada persona y ha puesto contra las cuerdas al mercado negro del que vivía la mayoría de la población.
50 años después de ese histórico 1 de enero, los cubanos viven una paradoja constante: indicadores económicos del tercer mundo -a los que contribuye el embargo que decretó EEUU en 1963- contrastan con marcas sociales propias de país desarrollado -esperanza de vida de 77 años; mortalidad infantil de 5,3 por cada mil nacidos vivos-; el alto nivel cultural de la población -la tasa de analfabetismo es prácticamente nula y 45.000 universitarios se licencian cada año- choca con la pobreza de la propaganda... En definitiva, unos dignos ideales se enfrentan a la dureza de constatar que no se han llevado a la práctica.

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