5 feb 2009

Juan Pablo II al "querido padre Maciel"


Palabras de Juan Pablo II a los Legionarios de Cristo y al Movimiento «Regnum Christi»
En la audiencia concedida con motivo de los 60 años de sacerdote de su fundador
Martes, 30 noviembre 2004.
¡Queridos hermanos y hermanas!
1. Me alegra encontrarme con todos vosotros en el clima de alegría y de reconocimiento al Señor por el sexagésimo aniversario de ordenación sacerdotal del padre Marcial Maciel Degollado, fundador y superior general de vuestra joven y benemérita familia religiosa.
Dirijo ante todo mi afectuoso saludo al querido padre Maciel, junto con mis más cordiales auspicios por un ministerio sacerdotal lleno de los dones del Espíritu Santo. Saludo a los superiores del Instituto, en particular al vicario general, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Os saludo, además, queridos sacerdotes y seminaristas legionarios de Cristo, a los queridos miembros del Movimiento «Regnum Christi», y a quienes han participado en las celebraciones jubilares de estos días.
2. El feliz aniversario que os reúne a todos en torno al fundador, además de invitar a recordar los dones que él ha recibido del Señor en estos sesenta años de ministerio sacerdotal, constituye al mismo tiempo la ocasión para confirmar los compromisos que como legionarios de Cristo habéis asumido al servicio del Evangelio. En particular, al encontraros hoy con el sucesor de Pedro, queréis renovar el compromiso de vuestra fidelidad total a la Iglesia y a aquél a quien la Providencia ha querido como su pastor.
En este significativo encuentro, os repito con gusto lo que os dije al final del gran Jubileo del año 2000: «hoy es más necesaria que nunca una proclamación confiada del Evangelio que, desechando todos los miedos paralizantes, anuncie con profundidad intelectual y con intrepidez la verdad sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo» (Discurso a los Legionarios de Cristo y miembros del Movimiento «Regnum Christi», n. 4, 4 de enero de 2001).
3. Para cumplir con esta comprometedora misión, es indispensable cultivar una constante intimidad con Cristo, tratando de seguirle y de imitarle dócilmente. De este modo, estaréis siempre dispuestos a responder
a las expectativas más auténticas y profundas de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo.
Que el Año de la Eucaristía, que ha comenzado en octubre, sea para vosotros la ocasión propicia para crecer en el amor eucarístico, fuente y culmen de toda la vida cristiana. Este sumo misterio es el don por excelencia de Cristo a la Iglesia, «porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación» (Ecclesia de Eucharistia, 11).
4. ¡Permaneced unidos alrededor de la Eucaristía! Fieles al carisma que os caracteriza, seguid con vuestra misión evangelizadora alimentándoos de Cristo y convirtiéndoos en sus intrépidos testigos.
Que os acompañen vuestros santos protectores; que sea sobre todo María, «Virgen del Socorro», vuestra guía y apoyo. Con estos sentimientos y deseos imparto de corazón al querido padre Maciel y a todos vosotros que estáis aquí presentes una especial bendición apostólica, y con gusto la extiendo a los miembros de vuestra familia religiosa y a quienes encontráis en vuestro apostolado cotidiano.

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