18 mar 2009

Lula y Obama

Columna RUTA 66/Diego Beas, es periodista. Desde marzo de 2006 publica Ruta 66, un espacio dedicado exclusivamente al análisis de Estados Unidos
Lula (DA Silva)
Publicado en Reforma, 18 de marzo de 2009;
El Presidente brasileño vino a Washington el fin de semana no sólo a sacarse la codiciada foto con Obama, vino a sellar uno de los acuerdos tácitos más importantes de las relaciones hemisféricas y dejar claro el creciente peso de Brasil en el mundo
WASHINGTON.- En los últimos tiempos es raro cuando en los radares de Washington aparece América Latina. Es más raro todavía cuando aparece en relación a un tema que no tiene nada que ver con el narcotráfico, la seguridad o Cuba. Por lo general, son los tres temas que suelen captar la atención de Estados Unidos. Poco más.
El fin de semana, sin embargo, pudimos ver un feliz cambio que, aunque falta mucho por recorrer para hacerlo realidad, podría ser el cimiento de la primera relación verdaderamente horizontal entre Estados Unidos y un país del continente americano.
Me refiero a Brasil, por supuesto, y al peso innegable que en años recientes ha adquirido fuera de sus fronteras. El sábado, en la Casa Blanca, Obama fue el anfitrión del Presidente Lula, el primer líder latinoamericano recibido por el nuevo Gobierno.
Vale la pena detenernos y analizar la reunión, no sólo porque refleja el éxito y creciente liderazgo de Brasil en el mundo, sino -y quizá más importante- porque deja en evidencia el fracaso de muchos de los países de la región.
En la conferencia de prensa posterior a la cita, Obama la definió como una "fantástica reunión de mentes". Una amplia discusión de temas que abordó aspectos tan variados como la relación de Estados Unidos y Cuba, la crisis económica, la reunión del G-20 el próximo mes en Londres y los retos en la investigación y desarrollo de energías renovables.
El diario El País lo define como el nacimiento de la "alianza Obama-Lula" y considera que se trata de una oportunidad histórica para crear un "nuevo modelo de relaciones en el continente americano".
Thomas Shannon, secretario adjunto para asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, definió a Brasil como un país a punto de alcanzar "la grandeza" y como el tipo de socio en el que está interesado Estados Unidos.
Lula, por su parte, devolvió los halagos con la destreza política que le caracteriza y rompió con esa pasividad desesperante de la mayoría de los líderes de la región. Entre otras cosas, Lula afirmó que la elección de Obama representa una oportunidad histórica que América Latina simplemente no puede darse el lujo de dejar pasar -al menos alguien al sur del río Bravo entiende algo sobre los vientos que actualmente soplan en Estados Unidos-.
"El primer encuentro entre Lula y Obama", escribió Antonio Caño de El País, "parece el comienzo, no sólo de una larga y estrecha amistad personal, sino de un nuevo modelo de alianza entre dos potencias de distinta ambición y dimensión en el ámbito internacional".
En términos prácticos, ¿en qué se traduce todo esto? En esencia, en dos cosas: en la consolidación indiscutible del liderazgo brasileño en América Latina y en la posibilidad muy real de que el país que preside Lula se afiance como una economía del conocimiento puntera en el tipo de actividades que van a hacer la diferencia en el siglo 21 -una industria farmacéutica, informática y energética en ciernes-.
El contraste con el resto de América Latina no podría ser más claro. Para propósitos comparativos, utilicemos el caso de México, otro país que ha entrado recientemente, por razones muy distintas, en la órbita de los radares del Departamento de Estado -peor aún, del Departamento de Defensa-.
La mala prensa que ha recibido en los últimos meses es sólo un síntoma de la preocupación que existe de este lado de la frontera y del deterioro progresivo de las capacidades del aparato del Estado.
"Aunque se han dicho algunas exageraciones en la discusión sobre si México es o no un Estado fallido, para Estados Unidos se ha vuelto una cuestión de seguridad nacional determinar si México es incapaz de controlar la zona de su frontera", me comentó Karen Hooper, de Stratfor, una agencia global de inteligencia que sigue el tema del narcotráfico y sus implicaciones para la seguridad en Estados Unidos.
Desde junio del año pasado, por mencionar otro ejemplo de los muchos disponibles, el diario Los Angeles Times publica la serie "Mexico Under Siege", un espacio dedicado a contar la espiral de violencia en la que se ha sumido el país. En su entrega más reciente, ayer, el diario cuenta el caso de un estadounidense propietario de una pizzería en Tijuana, secuestrado, desmembrado y decapitado después de que sus familiares pagaron el rescate.
Y el Brookings Institution, uno de los think tanks con más prestigio en Washington, recién publicó el informe "The Violent Drug Market in Mexico and Lessons from Colombia". Entre sus conclusiones, el análisis establece que sin una reducción considerable de la violencia, la viabilidad del propio Estado pronto estará en riesgo.
El contraste es simplemente demasiado evidente como para dejarlo pasar: mientras Brasil emerge como un jugador de peso en el sistema internacional que sabe aprovechar en beneficio propio el cambio de coyuntura en Estados Unidos, el resto de la región, con México a la cabeza, se convierte en un collage de Estados semi-fallidos incapaces de realizar algunas de las funciones más básicas.
ruta66@mac.com

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