Se disculpa el arzobispo de Durango por escándalo que causaron sus declaraciones
Escrito por Mons. Héctor González Martínez
Lunes, 20 de Abril de 2009 09:32
Con motivo de la estancia del P. Jorge Loring, s.j. en Durango, para dictar diversas conferencias en distintos ambientes sociales, el viernes 17, cité a una Rueda de Prensa para entregarle un reconocimiento público por su desempeño evangelizador y misionero. Después de la exposición y las respuestas del Padre, los reporteros siguieron haciendo preguntas a mí en torno a una Exhortación Pascual que les compartí.
En una de mis respuestas, expresé que “adelante de Guanaceví por ahí vive el Chapo”.
Deseando puntualizar mi expresión y la expectación suscitada , comento que el sustento de mi expresión, se basa en lo que es del dominio público, de lo que el pueblo habla y de lo que yo escucho de feligreses y ciudadanos en los recorridos por ciudades, pueblos y comunidades del Estado, que hablan desde su experiencia de sufrimiento e impotencia de superar la inseguridad y la violencia; también según su experiencia de oportunidades, la gente afirma que él estuvo aquí, allá o acullá. Este conocimiento puede parecer ingenuo, acrítico o fantasioso; pero es conocimiento de contacto pastoral directo. De todas maneras me disculpo ante quien se haya escandalizado con una frase escueta basada sobre todo en el sentir de la gente que habla con su pastor.
Hoy, fiesta litúrgica del Amor Misericordioso de Dios, imploro que este Amor, cambie los corazones de todos y nos ayude a erradicar causas, como el narcotráfico, que minan las bases de la sociedad.
Apreciando la ecuanimidad del Sr. Gobernador, auguro la Paz y la Misericordia Divina a todos en este día.
+ Héctor González Martínez
Con motivo de la estancia del P. Jorge Loring, s.j. en Durango, para dictar diversas conferencias en distintos ambientes sociales, el viernes 17, cité a una Rueda de Prensa para entregarle un reconocimiento público por su desempeño evangelizador y misionero. Después de la exposición y las respuestas del Padre, los reporteros siguieron haciendo preguntas a mí en torno a una Exhortación Pascual que les compartí.
En una de mis respuestas, expresé que “adelante de Guanaceví por ahí vive el Chapo”.
Deseando puntualizar mi expresión y la expectación suscitada , comento que el sustento de mi expresión, se basa en lo que es del dominio público, de lo que el pueblo habla y de lo que yo escucho de feligreses y ciudadanos en los recorridos por ciudades, pueblos y comunidades del Estado, que hablan desde su experiencia de sufrimiento e impotencia de superar la inseguridad y la violencia; también según su experiencia de oportunidades, la gente afirma que él estuvo aquí, allá o acullá. Este conocimiento puede parecer ingenuo, acrítico o fantasioso; pero es conocimiento de contacto pastoral directo. De todas maneras me disculpo ante quien se haya escandalizado con una frase escueta basada sobre todo en el sentir de la gente que habla con su pastor.
Hoy, fiesta litúrgica del Amor Misericordioso de Dios, imploro que este Amor, cambie los corazones de todos y nos ayude a erradicar causas, como el narcotráfico, que minan las bases de la sociedad.
Apreciando la ecuanimidad del Sr. Gobernador, auguro la Paz y la Misericordia Divina a todos en este día.
+ Héctor González Martínez
Arzobispo de Durango
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La guarida de “El Chapo” /Ricardo Raphael
El Universal Lunes 20 de abril de 2009;
Joaquín Guzmán Loera es el segundo hombre más buscado por el FBI y la Interpol. (La prensa lo repite y aquí se consigna). ¿Quién será el primero? ¿Osama Bin Laden? Es de suponerse, pero a diferencia del saudí, El Chapo sí parece contar con domicilio conocido. En días pasados así lo afirmó el arzobispo de la arquidiócesis de Durango, Héctor González Martínez.
Es probable que este religioso personaje no haya obtenido las coordenadas del narcotraficante mexicano por la vía del secreto de confesión. Asegura que Guzmán Loera vive en la población de Guanaceví, situada al sur de Parral y al norte de Santiago Papasquiaro y que, en la región “todo el mundo” lo sabe.
De ser cierto, El Chapo se pasea a sus anchas en un territorio amplio —mitad boscoso, mitad planicie— justo donde hacen intersección los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango, ahora conocido como el Triángulo Dorado (en honor a aquel otro de la ruta asiática del opio).
Para llegar a este lugar existen varios caminos. El menos accidentado lo constituye una antigua ruta fundada hacia finales del siglo XVI por el adelantado don Juan de Oñate. Se trata del Camino Real de Tierra Adentro, que durante cerca de 200 años sirvió para conectar a un largo rosario de ciudades y poblaciones, todas vinculadas con el negocio de la plata.
Siguiendo el rastro dejado por viejas construcciones abandonadas, iglesias desmanteladas y haciendas heridas por las balas de la Revolución, todavía puede recorrerse este fantasmal camino que alguna vez partió de la ciudad de Querétaro para continuarse por San Miguel (de Allende), Guanajuato, Zacatecas, Durango y Parral, y que desembocaba finalmente en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez).
Ya desde la segunda mitad del siglo XIX, el Camino de Tierra Adentro encontraba su tramo más peligroso delante de la estación de ferrocarril dispuesta en Santiago Papasquiaro (población de origen de la prolífica familia Revueltas). Fue la zona donde operaban las míticas bandas de salteadores que atracaban a las diligencias para luego huir hacia la sierra, donde se escondían mientras duraba la búsqueda.
Esta fue la región donde Heraclio Bernal —antecedente de Malverde— construyó la leyenda del Rayo de Sinaloa, durante los primeros años del porfiriato. También fue aquí donde su segundo de a bordo, Ignacio Parra, asumió el liderazgo de la misma banda, después del asesinato de Bernal. Y también donde Doroteo Arango, un muchacho de apenas 14 años, se formó bajo la tutela y protección de Ignacio Parra, antes de convertirse en Pancho Villa y superar sobresalientemente a sus maestros.
De ser cierto el dicho del arzobispo, algo tiene de folclórico que El Chapo Guzmán haya decidido radicar en un lugar tan público —históricamente hablando— como escondite para forajidos. Es como si, en Gran Bretaña, un famoso ladrón contemporáneo tomara como centro para sus operaciones el bosque de Sherwood, o como si el nieto perverso de Chucho el Roto ubicara hoy su cuartel general en la pequeña isla de San Juan de Ulúa.
La zona donde supuestamente habita El Chapo conserva muchos de los rasgos sociológicos ya notorios en las épocas de Bernal, Parra y Villa. El primero y quizá más emblemático es la relación —o más bien la ausencia de relación— que las poblaciones de la zona sostienen con la ley. También subsiste una arraigada práctica donde las autoridades suelen vincularse a actividades criminales, y donde la fiesta popular es constante y bien financiada por los bandidos.
Memorables fueron en su día las pachangas de tres días organizadas por Bernal y pagadas con la plata robada a las diligencias que transitaban hacia el norte. Aquéllas no distan tanto, cuando se les compara, con las de ahora. En julio del año pasado, la revista Proceso y el periódico Milenio dieron cuenta de la gran celebración que El Chapo (de 55 años de edad) organizó para su casamiento con Emma Coronel Aispuro (de 18 años), en el corazón de este mismo territorio.
Por ahí, en el Camino de Tierra Adentro, adelantito de Santiago Papasquiaro y antes de llegar a Parral, hizo historia más de un forajido. Pareciera que la tradición continúa. De haber ofrecido información correcta el arzobispo soplón, se necesita de demasiada inteligencia para no dar con El Chapo; o de muy poca para seguir sosteniendo que se trata del segundo criminal más buscado en el mundo.
Analista político
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Es probable que este religioso personaje no haya obtenido las coordenadas del narcotraficante mexicano por la vía del secreto de confesión. Asegura que Guzmán Loera vive en la población de Guanaceví, situada al sur de Parral y al norte de Santiago Papasquiaro y que, en la región “todo el mundo” lo sabe.
De ser cierto, El Chapo se pasea a sus anchas en un territorio amplio —mitad boscoso, mitad planicie— justo donde hacen intersección los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango, ahora conocido como el Triángulo Dorado (en honor a aquel otro de la ruta asiática del opio).
Para llegar a este lugar existen varios caminos. El menos accidentado lo constituye una antigua ruta fundada hacia finales del siglo XVI por el adelantado don Juan de Oñate. Se trata del Camino Real de Tierra Adentro, que durante cerca de 200 años sirvió para conectar a un largo rosario de ciudades y poblaciones, todas vinculadas con el negocio de la plata.
Siguiendo el rastro dejado por viejas construcciones abandonadas, iglesias desmanteladas y haciendas heridas por las balas de la Revolución, todavía puede recorrerse este fantasmal camino que alguna vez partió de la ciudad de Querétaro para continuarse por San Miguel (de Allende), Guanajuato, Zacatecas, Durango y Parral, y que desembocaba finalmente en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez).
Ya desde la segunda mitad del siglo XIX, el Camino de Tierra Adentro encontraba su tramo más peligroso delante de la estación de ferrocarril dispuesta en Santiago Papasquiaro (población de origen de la prolífica familia Revueltas). Fue la zona donde operaban las míticas bandas de salteadores que atracaban a las diligencias para luego huir hacia la sierra, donde se escondían mientras duraba la búsqueda.
Esta fue la región donde Heraclio Bernal —antecedente de Malverde— construyó la leyenda del Rayo de Sinaloa, durante los primeros años del porfiriato. También fue aquí donde su segundo de a bordo, Ignacio Parra, asumió el liderazgo de la misma banda, después del asesinato de Bernal. Y también donde Doroteo Arango, un muchacho de apenas 14 años, se formó bajo la tutela y protección de Ignacio Parra, antes de convertirse en Pancho Villa y superar sobresalientemente a sus maestros.
De ser cierto el dicho del arzobispo, algo tiene de folclórico que El Chapo Guzmán haya decidido radicar en un lugar tan público —históricamente hablando— como escondite para forajidos. Es como si, en Gran Bretaña, un famoso ladrón contemporáneo tomara como centro para sus operaciones el bosque de Sherwood, o como si el nieto perverso de Chucho el Roto ubicara hoy su cuartel general en la pequeña isla de San Juan de Ulúa.
La zona donde supuestamente habita El Chapo conserva muchos de los rasgos sociológicos ya notorios en las épocas de Bernal, Parra y Villa. El primero y quizá más emblemático es la relación —o más bien la ausencia de relación— que las poblaciones de la zona sostienen con la ley. También subsiste una arraigada práctica donde las autoridades suelen vincularse a actividades criminales, y donde la fiesta popular es constante y bien financiada por los bandidos.
Memorables fueron en su día las pachangas de tres días organizadas por Bernal y pagadas con la plata robada a las diligencias que transitaban hacia el norte. Aquéllas no distan tanto, cuando se les compara, con las de ahora. En julio del año pasado, la revista Proceso y el periódico Milenio dieron cuenta de la gran celebración que El Chapo (de 55 años de edad) organizó para su casamiento con Emma Coronel Aispuro (de 18 años), en el corazón de este mismo territorio.
Por ahí, en el Camino de Tierra Adentro, adelantito de Santiago Papasquiaro y antes de llegar a Parral, hizo historia más de un forajido. Pareciera que la tradición continúa. De haber ofrecido información correcta el arzobispo soplón, se necesita de demasiada inteligencia para no dar con El Chapo; o de muy poca para seguir sosteniendo que se trata del segundo criminal más buscado en el mundo.
Analista político
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“El Chapo”, en Durango /Ricardo Aleman,
Para nadie es un secreto que prelados de la jerarquía católica gustan de excesos verbales sobre asuntos relevantes de la vida nacional. Acaso por eso no pocos dudaron de la aseveración del arzobispo de Durango, Héctor González Martínez, quien el pasado viernes aseguró que el mítico Joaquín El Chapo Guzmán vive en Durango.
¿Qué aparece en el fondo de la declaración? ¿Podemos creer en ella, con todo lo que implica? ¿O debemos ponerla en duda? ¿Sería capaz un jerarca católico de convocar a una conferencia de prensa para inventar una declaración como esa? ¿O es que podemos confiar en el dicho del líder religioso? En realidad sólo los hechos confirmarían la especie. Pero a estas alturas, si vivía en Durango, ya se habría ido. Como sea, abundan los hechos que avalan la versión del arzobispo González Martínez.
Primero, que cualquiera que vive, tiene amigos o negocios en Durango, conoce las historias, testimonios y hasta a los testigos que han visto a El Chapo pasear, comer y festejar en distintos lugares de esa entidad. Y en efecto, son más que mitología las historias de correrías y control absoluto de la región de Guanaceví, municipio donde estaría su cuartel general.
Segundo, que la Sedena, PGR y en la mismísima casa presidencial se cuenta con información sobre la compleja red de grupos y vínculos de empresas y gobiernos con el narco en la región “caliente” de Sinaloa, Sonora, Durango y Chihuahua, y de sus ramificaciones con Michoacán, Zacatecas y Tijuana, entre otras. Por esa razón se insiste desde hace meses en los altos círculos del poder —pero sobre todo en semanas recientes—, que de un momento a otro podrían quedar al descubierto vínculos del narco con alcaldes o gobernadores que pudieran pertenecer a PRI, PAN o PRD.
Y tercero, que la censura informativa que desde el gobierno se impuso en todo el estado —confiscar toda la prensa que llega del DF y prohibir a nivel local la difusión de las declaraciones del prelado—, no tiene más que dos explicaciones: estupidez del gobierno estatal, o complicidad. ¿Por qué le interesa al gobierno censurar una declaración como la del prelado? Si es falso lo que dice, el gobierno puede ofrecer pruebas en contrario, y punto.
El problema parece estar en otro lado. Dicen en la jerarquía católica que su red pastoral —que es el mejor servicio de inteligencia—, documentó la presencia de El Chapo en Durango. Y que el mensaje del arzobispo es una voz de alerta sobre complicidad oficial e impunidad. Al tiempo.
Para nadie es un secreto que prelados de la jerarquía católica gustan de excesos verbales sobre asuntos relevantes de la vida nacional. Acaso por eso no pocos dudaron de la aseveración del arzobispo de Durango, Héctor González Martínez, quien el pasado viernes aseguró que el mítico Joaquín El Chapo Guzmán vive en Durango.
¿Qué aparece en el fondo de la declaración? ¿Podemos creer en ella, con todo lo que implica? ¿O debemos ponerla en duda? ¿Sería capaz un jerarca católico de convocar a una conferencia de prensa para inventar una declaración como esa? ¿O es que podemos confiar en el dicho del líder religioso? En realidad sólo los hechos confirmarían la especie. Pero a estas alturas, si vivía en Durango, ya se habría ido. Como sea, abundan los hechos que avalan la versión del arzobispo González Martínez.
Primero, que cualquiera que vive, tiene amigos o negocios en Durango, conoce las historias, testimonios y hasta a los testigos que han visto a El Chapo pasear, comer y festejar en distintos lugares de esa entidad. Y en efecto, son más que mitología las historias de correrías y control absoluto de la región de Guanaceví, municipio donde estaría su cuartel general.
Segundo, que la Sedena, PGR y en la mismísima casa presidencial se cuenta con información sobre la compleja red de grupos y vínculos de empresas y gobiernos con el narco en la región “caliente” de Sinaloa, Sonora, Durango y Chihuahua, y de sus ramificaciones con Michoacán, Zacatecas y Tijuana, entre otras. Por esa razón se insiste desde hace meses en los altos círculos del poder —pero sobre todo en semanas recientes—, que de un momento a otro podrían quedar al descubierto vínculos del narco con alcaldes o gobernadores que pudieran pertenecer a PRI, PAN o PRD.
Y tercero, que la censura informativa que desde el gobierno se impuso en todo el estado —confiscar toda la prensa que llega del DF y prohibir a nivel local la difusión de las declaraciones del prelado—, no tiene más que dos explicaciones: estupidez del gobierno estatal, o complicidad. ¿Por qué le interesa al gobierno censurar una declaración como la del prelado? Si es falso lo que dice, el gobierno puede ofrecer pruebas en contrario, y punto.
El problema parece estar en otro lado. Dicen en la jerarquía católica que su red pastoral —que es el mejor servicio de inteligencia—, documentó la presencia de El Chapo en Durango. Y que el mensaje del arzobispo es una voz de alerta sobre complicidad oficial e impunidad. Al tiempo.
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