30 sept 2009

El Diputado Noroña

Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
El Universal, 30 de septiembre de 2009;
Gracias, señor Noroña
Como nobleza obliga, debemos agradecer a Gerardo Fernández Noroña por el retrato de cuerpo completo que nos regaló en su réplica del pasado lunes.
Con la misma rabia que trae a cuestas desde la noche del 2 de julio de 2006, el ahora diputado lanzó contra el autor de esta columna toda su capacidad de difamar y calumniar —claro, al amparo del fuero que le da un cargo que todos pagamos—, además de exhibirse como insulso monumental y de pequeña estatura política, humana y social.
Inicia su carta con lo que pretende ser un insulto, pero termina por retratarlo como zafio. Dice del autor del Itinerario Político: “El autodenominado periodista”. No, señor diputado; si conociera un diccionario sabría el significado de “periodista”, y acaso entendería su ejercicio. Queda claro que, por mentecato, fracasó como vocero del PRD. Lea un poco, señor diputado.
Le molestó que en el Itinerario Político del domingo dijéramos que diputados de la actual Legislatura —del PRI, del PAN y del PRD— olvidaron las ideas y el talento, y que hoy sus armas son “el insulto vulgar, la difamación, el infundio, la mentira y el vómito de odio delirante”. ¿Dijimos alguna mentira? Otra vez, señor Noroña, si leyera un poco, incluso lo que usted y otros diputados dicen en tribuna, entendería que sólo describimos el comportamiento de los representantes del pueblo. El problema es que nadie los ha autorizado a representarnos de esa manera.
Ofende al señor diputado el parafraseo de “enanos del tapanco” con “enanos del Congreso”. Exalta que es un lego cuando dice: “Por cierto, ‘enanos del tapanco’ es el nombre de un café de la colonia Roma”. Lea un poco, señor diputado. Encontrará por ahí el origen y significado del viejo refrán del “enano del tapanco”. No, su origen no está en un café de la Roma, sino en un burdel.
Más adelante, el señor Noroña lanza todo su arsenal de calumnia y difamación. Se dice “injuriado impunemente”, por el autor de este espacio —no tiene ni idea del género periodístico de opinión, y conste que fue vocero del PRD—, al que acusa de recibir del gobierno usurpador “empleo, canonjías y privilegios que se guardan bien de hacer públicos”.
No, señor Noroña. Si usted o cualquiera tuviera una sola prueba de esos “empleos, canonjías y privilegios”, ya los habría usado en mi contra. Es elemental. No tiene pruebas, porque no existen. Difama y calumnia por naturaleza. Por bajo. Le pregunto: ¿qué me dice de sus viajes al mundo? ¿Quién pompó? Hasta una foto le tomó a Enrique Peña Nieto en Roma.
Gracias por dejar en letra de molde calumnia y difamación contra el autor de Itinerario Político. Infamias que muestran su cachaza, y que serán de curso institucional cuando no se esconda bajo las faldas del fuero.
***
Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Excélsior, 30 de septiembre de 2009;
Juanito o al diablo con las instituciones
El lunes pasado Rafael Acosta se convirtió, más que nunca antes, en Juanito. Regresó aquel desconcertado y desconocido candidato que un lluvioso lunes de junio, López Obrador, sin saber siquiera cómo se llamaba, subió al escenario político y le hizo prometer que si ganaba las elecciones en Iztapalapa entregaría el gobierno a Clara Brugada, una jugada creada por el ex candidato presidencial y por el ahora diputado Gerardo Fernández Noroña, para reventar la candidatura perredista de Silvia Oliva. Como le dijo esa noche López Obrador, Juanito “no se la iba a creer”.
Pero, en cuanto ganó las elecciones, Juanito quiso convertirse en Rafael Acosta y creérsela, había sido tan menospreciado y minimizado que quiso demostrar que era él quien había ganado en Iztapalapa y no la maquinaria electoral de René Bejarano y del Gobierno del DF. Terminó deslindándose de López Obrador y dijo ser más popular que él; le pidió a Brugada que “atara sus perros” y, como ésta no había llegado a una reunión, afirmó que ni siquiera tendría lugar en su “gabinete”; aseguró que tomaría posesión del cargo y gobernaría tres años y ya vislumbraba, dijo, la posibilidad de lanzarse a gobernar el Distrito Federal e incluso de buscar la Presidencia.
Todo era una mezcla de mentira, negociación de recursos y posiciones y simples delirios de grandeza. El lunes, cuando llegó a la sede del Gobierno del DF a entrevistarse con MarceloEbrard, le dijo a los medios que lo esperaban en ese lugar que asumiría el gobierno de la delegación aunque lo bloquearan. No pasaron ni 45 minutos y, cuando salió de la junta con Ebrard, expresó que estaba enfermo, que pediría licencia por 59 días el mismo primero de octubre en la tarde y que designaría, cómo no, a Brugada como secretaria jurídica y de gobierno para que se quedara con el mando en la delegación. El sueño se había topado con la realidad, los 15 minutos de fama prometidos por Andy Wharhol habían concluido: Juanito volvía a ser el achichincle de Gerardo Fernández Noroña, el que reventaba presentaciones de libros, el que actuaba de extra en películas de ficheras. Claro, con tres carteras en el gobierno delegacional y una cuenta personal que oscilaría, según las versiones, entre los 150 y los 300 millones de pesos, precio que desde tiempo atrás le había puesto a su renuncia.
Todo es una burla y muestra el deterioro del perredismo como fuerza política y el de sus dirigentes. Sin embargo, muestra también uno de sus signos más preocupantes, impuesto desde la administración de López Obrador: el desprecio por las normas, las leyes, las instituciones. La candidatura de Juanito fue impulsada para darle la vuelta a la decisión de los tribunales que habían anulado la candidatura de Brugada porque había cometido fraude en la elección interna del PRD. El mismo día de las elecciones, Jesús Zambrano reconocía en entrevista que los votos para Juanito habían sido comprados hasta en 500 pesos cada uno y exigía saber de dónde había salido ese dinero que distribuían los operadores de Bejarano. Cuando Juanito se rebeló, muchos se acercaron para financiarlo, pensando en los casi cuatro mil millones de presupuesto. Ahora se busca evitar que la Asamblea Legislativa ratifique a Brugada. Una trampa tras otra.
Estos sectores del PRD y ahora del PT respaldan a las instituciones si éstas les dan la razón: si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no los apoya en sus reclamos, ignoran las decisiones, como ocurrió en la telenovela de Juanito y Brugada, o anuncian movilizaciones y juicio político para los magistrados, como ocurre ahora, porque el TEPJF respaldó los triunfos de Carlos Orvañanos en Cuajimalpa y de Demetrio Sodi en la Miguel Hidalgo, triunfos que les habían sido escamoteados por unas instituciones electorales del DF que han mostrado ser sesgadas y dependientes del gobierno local.
Quizá la novela de Juanito aún tenga algún capítulo por ser escrito, pero será ya en tono absolutamente menor y mostrará el deterioro de una corriente política que está más cerca del arribismo lumpen que de las legítimas demandas sociales.
Era una mezcla de mentira, negociación de recursos y posiciones; simples delirios de grandeza.

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