27 oct 2009

De visita en Guatemala

El Presidente Calderón en la Sesión Solemne su Honor en el Congreso Nacional de Guatemala
Lunes, 26 de Octubre de 2009 Discurso
Guatemala, República de Guatemala
Gracias.
Muy buenas tardes, amigas y amigos legisladores.
Excelentísimo señor Presidente del Congreso de la República de Guatemala, don Roberto Alejos Cámbara.
Excelentísimo señor Vicepresidente de la República de Guatemala, don Rafael Espada.
Honorables señoras diputadas, señores diputados, miembros del Congreso de la República de Guatemala.
Distinguidas personalidades aquí reunidas.
Señoras y señores:
Es un honor y es motivo de entrañable alegría para mí el estar en ésta, la más alta tribuna de la República de Guatemala.
Quiero agradecer a ustedes, como representantes de los guatemaltecos, todas y cada una de las expresiones de afecto y fraternidad con las que he sido, en nombre de los mexicanos, recibido en esta querida Nación.
Desde este recinto, transmito a cada guatemalteca y a cada guatemalteco el saludo fraterno de los mexicanos.
Guatemala y México somos dos naciones, dos pueblos hermanados a lo largo de los siglos. No sólo nacimos al mismo tiempo a la vida independiente, sino que hemos tenido el mismo origen, provenimos de las mismas raíces indígenas, compartimos la misma Cultura Maya en esta región.
Y aunque separados por las fronteras políticas que la historia nos ha determinado, si uno mira bien el corazón de nuestros pueblos, nuestro origen, la tez nuestra y de nuestra gente, la música de su lengua, nuestra historia, el color de nuestros paisajes, con los ojos de la fraternidad veremos que Guatemala y México son, a final de cuentas, también, dos gotas de agua que se unen en el Suchiate, en el Usumacinta.
Ambos heredamos la misma cultura; venimos de la misma cosmogonía; sufrimos y vivimos, también, los mismos contactos y las mismas vejaciones en la dominación. Las nuestras, ambas, nuestras naciones alzaron la voz al mismo tiempo.
Y separados en la distancia que la política y la diplomacia va estableciendo y conformando la identidad de cada Nación, también podemos, amigas y amigos, en la fraternidad y la franqueza, reconocernos como, prácticamente, los mismos.
Si de México se mira con profundidad a Guatemala, se verá que somos uno, y que uno ha sido nuestro pasado. Estoy más que convencido, amigas y amigos, que cada quien en su propia identidad, cada quien diseñando su futuro con plena autonomía y autodeterminación, con plena identidad soberana, también juntos tenemos que labrar nuestro destino.
Cuando se refería al largo devenir histórico de Guatemala, el gran Miguel Ángel Asturias decía: que no ha sido fácil la historia; que, cito: fue tremendo lo que nos pasó y es de allí que hemos tenido que sacar, no al hombre derrotado, sino al hombre esperanzado.
Y pienso que así ha sido la identidad histórica de México y de Guatemala, pero también es, estoy más que convencido, esta tarde, amigas y amigos, que así debe ser nuestro derrotero. La construcción, no del hombre derrotado, sino del hombre esperanzado.
Vengo además, con un mensaje que alienta, clama, pide respetuosamente, la unidad de propósitos y de acción, en los principios y valores que nos son comunes a Guatemala y a México.
Convencido estoy, señoras y señores diputados; que tenemos que encauzar acciones comunes, sobre las cuales y sólo sobre las cuales se puede construir el desarrollo sustentable de nuestros pueblos.
Con esa visión, con la de legar para México el desarrollo humano sustentable, hemos estado trabajando en el Gobierno de la República. Pero si el desarrollo ha de ser tal, y ha de ser, verdaderamente, humano, y ha de ser, verdaderamente, sustentable, es decir, que implique no sólo generar oportunidades, ampliación de libertades y capacidades para las generaciones presentes, sino para las generaciones futuras, tendrá que ser un desarrollo hermanado con nuestros pueblos, con quienes estamos plenamente identificados.
Y si hay algún pueblo con el cual México está plenamente identificado ese es, precisamente, el pueblo de Guatemala.
He estado convencido, desde el primer momento de mi gestión, que los ejes fundamentales del desarrollo humano sustentable, son aplicables, por su valor intrínseco, en cada circunstancia y en cada momento, en tanto que son cimentados en la dignidad humana y en el bien común de los pueblos.
Que si bien es cierto, la política pública y las acciones de Gobierno pueden diferenciar en el aquí y el ahora de cada pueblo y de cada circunstancia histórica, también es cierto que son principios que juntos habrán de sostener.
En México hemos establecido la política pública del desarrollo humano sustentable sobre cinco ejes, que pienso, se pueden y en ciertos casos se deben compartir con Guatemala.
Uno primero, que ha hecho referencia el señor Presidente del Congreso y a quien agradezco sus gentiles e inmerecidas palabras, es, precisamente, la lucha por el Estado de Derecho y la seguridad pública; la lucha por hacer de nuestros pueblos, pueblos guiados por las leyes, las leyes emanadas de Congresos Democráticos como éste, y no las leyes impuestas por la fuerza, la violencia, la corrupción.
La lucha por el Estado de Derecho y la seguridad pública, señores, es la lucha por el futuro. Cumplimos 200 años de que las voces de nuestros pueblos se alzaron por la independencia y la libertad.
Y no podemos cumplirlos, si nuestros pueblos terminan en la bicentenaria lucha sojuzgados y sometidos, esclavizados por el crimen que azota a nuestros pueblos y países.
Por qué digo sojuzgamiento y esclavitud.
Porque lo vemos cómo merodea nuestros pueblos, nuestras villas, nuestros ranchos, nuestras ciudades.
Cómo esclaviza a nuestros jóvenes. Cómo somete su voluntad. Cómo los unce al yugo de la adicción y de ahí al del sicariato, al de la violencia y al de la muerte, en la que indefectiblemente caen miles y miles de guatemaltecos y mexicanos jóvenes.
Luchamos por la seguridad y el Estado de Derecho, amigas y amigos, porque es una lucha por la libertad de los ciudadanos, porque aspiramos a que nuestra gente salga a la calle en calma y tranquilidad; porque aspiramos a que las familias mexicanas y también las guatemaltecas puedan tener una tranquila convivencia en el orden; que no se vean sometidas y sojuzgadas por el poder del violento, el que tiene las armas, el que tiene los vehículos, el que comercializa la droga o el que trata, impunemente, migrantes, y los esclaviza también, porque no queremos ver ningún punto de nuestra geografía sometido por el crimen.
Es cierto. Hemos luchado denodadamente contra el crimen organizado, y contra una de sus expresiones: la del narcotráfico, que ha atrapado a nuestros pueblos justo en el tránsito entre la producción de drogas, fundamentalmente cocaína en Sudamérica, y el consumo mayor del mundo, que es Estados Unidos, y en ese tránsito ha prensado a nuestros pueblos.
Pero luchamos contra ellos, amigas y amigos, no por tener una obsesión misma con el tema de las drogas, sino porque sabemos que el tema medular es la derrota del crimen organizado, que sojuzga a los pueblos y que es su género mucho más amplio.
Sí, hemos golpeado a esos criminales y los hemos golpeado fuerte; sí, hemos detenido más de 70 mil personas en tres años, vinculadas a estas actividades criminales; sí, sí hemos decomisado tanta droga que hubiese sido suficiente para darle 80 dosis, 80 dosis a cada joven mexicano entre los 15 y los 30 años de edad.
Pero eso no es el principio medular que busca mi Gobierno. El principio medular que busca mi Gobierno es la legalidad, porque sabemos que esos criminales se apoderan, buscan apoderarse, mejor dicho, de nuestra sociedad.
Y si ustedes legislan aquí, impuestos para los gastos públicos que merece el Estado guatemalteco, estos criminales recaudan sus propias cuotas, asolando a la población.
Y si ustedes aquí dictaminan democráticamente leyes, esos criminales buscan, precisamente, que la ley que impere en la calle, que dominan con sus vehículos y sus armas sea la de ellos.
Y si ustedes legitiman la fuerza pública como la que le da la potestad al Estado y explica, precisamente, la integridad del Estado mismo, ellos a través de la suya pretenden ser la única fuerza pública que valga.
Queremos Estado, y Estado Nacional, Estado Democrático, Estado de Derecho, Estado de Justicia, y porque queremos que en México y Guatemala no prevalezca ninguna ley que no provenga de la institución democrática y ninguna fuerza que no sea la del Estado mismo, por eso luchamos por la seguridad, y por eso luchamos por la legalidad.
Y en ello hemos de estar hermanados, sí, porque afecta, igualmente, a ambos lados de la frontera y porque sabemos que allá afuera, en la calle, y en los Departamentos los más pobres o los más ricos del Estado y de la Nación guatemalteca son los jóvenes los que caen esclavizados, desde los 11 o los 12 años, víctimas de adicciones y de ahí se involucran en el crimen, y de ahí pierden el vínculo familiar, y de ahí pierden el vínculo social; y de ahí entran, precisamente, a esa muerte interminable de la violencia del crimen organizado.
La pregunta no es si nuestros Estados habrán de enfrentar o no al crimen organizado, que pretende apoderarse de nuestra sociedad. La pregunta es si lo hacemos de manera ordenada, coordinada, determinante y victoriosa o lo hacemos en franca retirada y sumisión, como muchos proponen.
Yo pienso que no hay más fuerza que la de los Estados democráticamente constituidos y si esa fuerza es más vigorosa, producto de la coordinación y la asociación, esa fuerza, amigas y amigos, se vuelve invencible.
El día que nuestros pueblos sean hacia el mundo señal clara de que aquí domina la ley y sólo la ley, ese día nuestros pueblos prosperarán en paz y en orden.
Ese día nuestros pueblos recibirán las inversiones que necesitan para generar empleos y esos días serán días felices para nuestra gente, que podrá salir a las calles, ellos y sus hijos, sin miedo y dispuestos a poder prosperar por su propio esfuerzo.
Luchamos, también, amigas y amigos, por la igualdad de oportunidades, porque sabemos que nuestra gente, nuestras naciones han sido marcadas por la historia y por la sociedad, y por la economía, y por errores, y por abusos de gobiernos; como naciones divididas; marcadas por la miseria, por la pobreza, por el analfabetismo, por la desnutrición. Y porque queremos que nuestros hijos, sean hijos y hermanos en pueblos dignos, queremos que en nuestra tierra se erradique la miseria y se erradique la pobreza extrema, y se erradique la ignorancia y la insalubridad.
Y por eso, hemos destinado agresivas políticas tendientes a la igualdad de oportunidades. Y por eso, estamos dándole transferencias directas y condicionadas a uno de cada cuatro mexicanos que viven en pobreza extrema. Y por eso, queremos aumentarlas a uno de cada tres, para que tengan garantizado, precisamente, su sustento cotidiano.
Y por eso, hemos triplicado en tres años el presupuesto de salud para Seguro Popular; y por eso hemos incorporado a diez millones de familias en tres años a una cobertura médica universal. Y por eso, seguimos determinados, a pesar de la crisis, a que antes de que termine mi Gobierno, México alcance la cobertura universal de salud; es decir, médico, medicinas y tratamiento hospitalario para cualquier mexicana o cualquier mexicano que lo necesite. Y lo queremos para nuestra región.
Y por eso en el Proyecto Mesoamericano, por eso en el Proyecto Mesoamérica, México está, activamente, participando con otras naciones en proveer políticas públicas para nuestros hermanos centroamericanos.
Por eso estamos empeñados, por ejemplo, en erradicar plenamente la malaria. Por eso, estamos trabajando fuerte con Guatemala y otros pueblos hermanos para proveer vacunación sanitaria que erradique enfermedades que ya no pueden prevalecer en nuestros territorios.
Buscamos educación de calidad, porque sabemos que la puerta que tiene que abrir el futuro a nuestros pueblos es la oportunidad de nuestros jóvenes de poder ganarse la vida con mayores condiciones de competencia.
En tercer lugar, amigas y amigos. Buscamos economías competitivas y generadoras de empleo. Buscamos que nuestra región, Mesoamérica, que incluye México, Centroamérica y hasta Colombia, sea una región próspera, vista como oportunidad para quien quiera producir y generar empleos.
Porque no aceptamos que otras regiones del mundo, que en Asia o en la antigua Europa del Este, o en cualquier otra parte, se generen ahí los empleos que bien se pueden generar aquí, y que eso sea, por consecuencia, de una omisión nuestra, de no hacer de nuestras regiones, regiones prósperas y competitivas.
Y por esa razón también, amigas y amigos, hoy concluimos e inauguramos un proyecto largamente ambicionado, que va en el sentido de la integración de México y Centroamérica, el Proyecto de Interconexión Eléctrica.
Aquí no queremos otra cosa, amigas y amigos, que poner a disposición del pueblo de Guatemala y de cualquier otro pueblo de Centroamérica, la electricidad que se genera en nuestras presas, en nuestros campos de generación eólica, en nuestros campos de geotermia.
Por qué razón, amigas y amigos.
Porque sabemos que no puede haber mercado para México, ni puede haber prosperidad para México, si no avanzamos, como decía León Felipe: no solos, sino juntos, llegar con todos y a tiempo. Porque creemos que no puede haber prosperidad si no hay en los vasos comunicantes de nuestra economía un impulso conjunto.
Y porque creemos plenamente en la integración; porque sabemos, amigas y amigos, que el trabajo, el capital, los factores que determinan la prosperidad del pueblo no pueden simple y sencillamente dividirse por fronteras geográficas.
Y por esa misma razón, así como exigimos para los migrantes mexicanos en Estados Unidos un trato digno y oportunidades de empleo en condiciones de legalidad, también sabemos que por la misma y poderosa razón, estamos obligados a proporcionarlos a trabajadores guatemaltecos.
Y por esa razón, ustedes saben mejor que yo la historia de abuso y vejación, que no sólo guatemaltecos, sino centroamericanos, han sufrido en mi país.
Y por esa razón, desde el primer día de mi Gobierno nos abocamos, precisamente, a erradicar las formas de discriminación y vejación. Y lo primero que hicimos fue proponerle al Congreso de la Unión erradicar la figura delictiva, del Código Penal, de la inmigración ilegal.
Y hoy la migración no documentada dejó de ser delito en México y dejó de serlo para siempre, porque queremos que nuestras fronteras no sean celdas ni barreras que dividan a los pueblos, sino espacios de oportunidad, si seguimos avanzando en materia migratoria.
Ustedes saben, hemos establecido la Visa de Visitante Local. No sólo el trabajador migratorio guatemalteco que va a México, sino que para cualquier guatemalteco de los Departamentos fronterizos, puedan ir libremente a cualquier punto a cien kilómetros de la frontera de México.
Y hoy, a propósito de esta Visita de Estado, anuncio que la Visa de Trabajador Local permitirá que cualquier guatemalteco o guatemalteca, cualquiera que sea su lugar de origen, podrá ir libremente, como mexicano, a cualquier estado de la frontera sur de México, con absoluta libertad.
Porque creemos que el migrante, el migrante enriquece las economías que visita, porque sabemos que los migrantes mexicanos son un factor clave que explicó la prosperidad de los Estados Unidos en la segunda mitad del Siglo XX.
Porque sin ellos no se entiende cómo pudo detonar su economía en la Segunda Guerra Mundial sin el Programa Bracero, que ellos mismos armaron, pidiendo y clamando trabajadores mexicanos.
Y porque sabemos que los trabajadores guatemaltecos, en las fincas cafetaleras, en las de palma, en las industrias, en el turismo en México, están generando, precisamente, valor agregado y vida productiva a ambos países.
Y porque aspiramos, al igual que Guatemala, estoy seguro, no a ser un país condenado eternamente a enviar a su gente a otra tierra y lejos de su Patria, y lejos de su familia; sino porque aspiramos a hacer de México una tierra de oportunidades, que nadie se vaya y nadie se mueva, sino por opción libérrima de su voluntad.
Porque queremos generar trabajo allá en México y no en Estados Unidos para familias mexicanas, sabemos que ustedes quisieran lo mismo aquí, para Guatemala y para su gente.
Pero que eso sólo será posible, amigas y amigos, cuando entendamos que nuestras economías, vecinas, cercanas, hermanas, comunicadas, sólo pueden prosperar si abren, precisamente, al intercambio, a la libertad del trabajo, del comercio, de la inversión, de los servicios, las enormes potencialidades del comercio y del trabajo productivo humano.
Y buscamos también, amigas y amigos, como cuarto eje, el desarrollo humano sustentable. Buscamos el entender que no habrá futuro ni para Guatemala, ni para México, ni para el mundo, si continuamos depredando y acabando, precisamente, nuestros recursos naturales.
Y, precisamente, nuestros pueblos están llamados a tener una misión mucho mayor, porque aquí, entre México y Guatemala, está uno de los pocos sitios de selva tropical que le quedan a la humanidad.
Aquí, precisamente, en nuestras tierras, donde fue el asiento de los mayas; aquí, precisamente, junto con el Amazonas y junto una parte de África Central, una parte de Asia, es lo único que le queda a la humanidad de selvas tropicales. Y se pierden a una velocidad feroz, y cada selva que se pierde está acabando, precisamente, con las posibilidades de supervivencia de la humanidad.
Qué paradoja, diputadas y diputados guatemaltecos, que a nuestra civilización, en el Siglo XX, le haya tocado desenterrar tantas civilizaciones antiguas; que haya desenterrado, entre otras, la de los mayas; que siga todavía descubriendo ciudades enteras cubiertas, precisamente, por la selva.
La paradoja no es que las descubra, sino que no haya descubierto, no sólo las razones de la extinción civilizatoria, de una cultura tan superior, sino que no entendamos las posibilidades de nuestra propia mortalidad como civilización.
El cambio climático avanza, y Guatemala y México lo sufren. Por ejemplo, un año de huracanes violentos que arrasan pueblos y comunidades, y otro como el presente, en sequías sin precedentes. Y no entendemos nuestra afectación al cambio climático.
Hoy recorría, precisamente, la frontera de México y de Guatemala, después de haber estado en los días pasados, el fin de semana, en la Reserva de Montes Azules en el Estado de Chiapas, y creo que no puede uno más que contener la tristeza y el dolor de ver cómo han sido arrasados los bosques y la selva en ambos lados de la frontera, cómo estamos acabando con nuestro destino común.
Y a mí me parece vital que México y Guatemala encontremos la forma de cerrar las dos brechas que dividen a la humanidad. Sí, lo sé muy bien. Sé que nuestra gente y los indígenas no tienen qué comer, y por eso tumban y rozan y queman y arrasan con los bosques.
Pero también sé que los depredadores profesionales, por cierto asociados con los criminales, están tomando nuestros recursos naturales. Y también sé, amigas y amigos, que después de la tumba, la roza y la quema, y de dos años de cosecha de maíz, sólo queda más miseria para esos indígenas.
Cómo cerrar la brecha de riqueza y pobreza y, al mismo tiempo, cerrar la brecha entre hombre y naturaleza. Tenemos que encontrar mecanismos que nos permitan encontrar la solución a ambas cosas y al mismo tiempo.
Y por eso hemos propuesto el Fondo Verde. Un Fondo que reúna a las naciones del mundo, ricas y en desarrollo, para que cada quien contribuya en la medida de sus capacidades, de sus posibilidades, a desarrollar y a financiar proyectos sustentables con el medio ambiente.
Por eso hemos establecido una política agresiva de pago de servicios ambientales, agrupadas en PROÁRBOL y otros programas, mediante el cual le estamos pagando dinero, precisamente, a los campesinos, para que puedan recibir un ingreso, tener sustento, con la condición de que preserven sus selvas y sus bosques.
Yo me preguntaría. Qué sería, de esas comunidades indígenas, si recibieran, por ejemplo, por cada hectárea de selvas y de bosques, que aún tienen, 100 ó 150 quetzales al año.
O por las hectáreas que han convertido a la ganadería, si las volvieran a sembrar de caoba y de hule y de maderas preciosas o de bosques maderables, si les pagáramos mientras pueden explotar esa madera 300 ó 400 quetzales por año, y que ese dinero se pudiera recuperar una vez que esas maderas pudieran ser explotadas, y que eso nos permita generar otra vez el verdor de los campos y la pureza de las aguas y de nuestros ríos.
Yo creo firmemente, amigas y amigos guatemaltecos, que México y Guatemala deben tener en esa frontera común también un valladar, un freno a la destrucción ambiental para nuestros pueblos y para el mundo.
Y, finalmente, el quinto eje del Desarrollo Humano Sustentable, amigas y amigos, tiene que ver con la democracia y con una política exterior de responsabilidad.
Democracia, porque sólo en los valores de respeto y de voto respetado, y de pluralidad, pueden subsistir, precisamente, las oportunidades del hombre. Y de política exterior responsable, porque no podemos asumirnos como extraños, como habitantes o como ignorando la realidad que nos circunda.
Y por eso, México ha defendido y defenderá principios democráticos y derechos humanos en nuestro país y en cualquier parte del mundo. Y por eso también urgimos, exigimos restablecimiento constitucional y democrático en Honduras.
Y por eso también urgimos y exigimos vigencia de derechos humanos y democracia en todo el mundo, porque es no sólo aspiración del hombre, sino derecho humano irrenunciable, que cualquier nación que se precie de serlo debe defender.
Señoras y señores legisladores:
Vengo en nombre de México a refrendar nuestro sentimiento fraterno y de amistad con el pueblo de Guatemala.
A refrendar nuestro orgullo en el pasado común; pero sobre todo, a afianzar la lucha que en el presente hacemos, porque el futuro no sólo sea común, porque lo será, sino que el futuro sea como lo anhelamos, como lo buscamos, como lo queremos, como lo soñamos: un futuro de prosperidad, un futuro de justicia, un futuro de libertad y democracia, un futuro sustentable para nosotros y para los que vienen. Un futuro en el que Guatemala y México, estoy seguro, serán naciones más hermanas y más aliadas que siempre.
Que viva Guatemala y que viva México.
Muchas gracias.

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