27 jun 2010

Helen Thomas

Primera dama de 10 presidentes
YOLANDA MONGE
Publicado en El País Semanal, 27/06/2010;
Helen Thomas era la periodista que más años llevaba en la Casa Blanca. Interrogó a todos sus inquilinos desde 1960, de John F. Kennedy a Barack Obama. Un polémico comentario suyo favorable a Palestina ha terminado con su carrera. A punto de cumplir 90 años, abandona su mítica butaca en la primera fila de la sala de prensa.
Intentó tener en mente para no perder la perspectiva durante su larga carrera profesional en el periodismo que uno vale lo que vale su última historia. En su caso, esa última historia ha resultado ser sobre ella misma. Más de medio siglo de distinguido servicio al mejor reporterismo de Estados Unidos oscurecido por una frase. Cierto que no cualquier frase. Una frase que en este país no se ha perdonado, pero que está garantizada constitucionalmente por el derecho a la libertad de expresión.
Innumerables libretas y 10 presidentes después, la venerable Helen Thomas se ha visto forzada a abandonar la sala de prensa de la Casa Blanca por la puerta de atrás. "Que se larguen de Palestina" fue la respuesta que la anciana dio a un rabino que le preguntó, cámara en mano, por su punto de vista sobre la situación en Israel. "¿Algún otro comentario?", insistió el improvisado reportero, que asistía a la Casa Blanca el pasado 27 de mayo con motivo de la celebración del Mes de la Herencia Judía junto a su hijo adolescente y un amigo de este, ambos tocados por la kipá judía. "Recuerde, esa gente [los palestinos] vive una ocupación en su propia tierra. No es ni Alemania ni Polonia. Los judíos deberían irse a su casa", declaró Thomas. "¿Cuál es su casa?", quiso saber el rabino David Nesenoff, que posee una página web llamada Rabbilive.com. "Polonia, Alemania, América o cualquier otro sitio", finalizó Thomas.
Thomas es ¿era? una autoridad en Washington, en la prensa y en la Casa Blanca. Pero en el actual escenario de los medios de comunicación, funcionando en ciclos de 24 horas siete días a la semana, su polémica opinión se esparció como la pólvora. Y Thomas fue víctima de la misma lengua ácida con la que expuso al escrutinio público y desnudó de argumentos a decenas de secretarios de prensa presidenciales. Ari Fleischer, primer portavoz de George W. Bush, lideró la campaña de correos electrónicos para lograr que la periodista fuera expulsada del selecto grupo de hombres y mujeres que cada día acceden a la Casa Blanca armados con lápiz y papel o blackberrys y portátiles y la despidiese su actual empresa, Hearst Newspapers, donde era columnista desde que se retirase del periodismo diario hace 10 años.
Ejemplos del trabajo de Thomas hay muchos. Por poner alguno: en 2002 tomó la palabra en una rueda de prensa y espetó a Fleischer: "¿Cree el presidente que los palestinos tienen derecho a luchar contra 35 años de brutal represión y ocupación militar?". Fleischer considera que el final de Thomas es "trágico y triste", pero que hizo lo que tenía que hacer al anunciar que abandonaba su cargo y su silla. Tony Snow, sucesor de Fleischer en el puesto de lidiar con la prensa, consideraba que las opiniones de Thomas eran "el punto de vista de Hezbolá". De poco o nada le ha valido pedir disculpas.
Hija de inmigrantes libaneses, Thomas nunca ha escondido sus tendencias proárabes. Pero muchos opinan que ha sufrido lo que se conoce como el síndrome Dan Rather, cuando el periodista se convierte en la noticia. Entonces, dicen, es el momento de recoger los bártulos y marcharse a casa. Thomas nunca hizo eso. Se quedó hasta el final, a pesar de que no eran pocos los colegas en la diminuta sala de prensa de la Casa Blanca que ponían los ojos en blanco y levantaban las cejas cuando la anciana aunt Helen o tía Helen se desmarcaba con una de sus preguntas. La última se la hizo a Obama hace unas semanas. "Señor presidente, ¿cuándo nos vamos a ir de Afganistán? Y no me venga con un bushismo de que, si no estamos allí, ellos [los terroristas] vendrán aquí" .
Thomas ya no celebrará a lo grande, agasajada por el resto del cuerpo de prensa que sigue al presidente, su 90º cumpleaños sentada en su privilegiada butaca de la primera fila, la única que luce su nombre, a diferencia del resto, que tienen el del medio de comunicación, y que a mediados de junio estaba simbólicamente vacía. Thomas cumple noventa el 4 de agosto. El mismo día en el que Barack Obama celebra su cumpleaños. El año pasado todo fueron sonrisas y el presidente abandonó el podio para saltar la barrera imaginaria que le separa de la prensa y sentarse junto a Thomas y fotografiarse con unos típicos cupcakes coronados por una vela.
Desde John F. Kennedy hasta el actual primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, Helen Thomas ha interrogado, a veces hasta la exasperación presidencial, a todos los mandatarios que han regido los destinos estadounidenses desde 1960. Considerada un auténtico monumento de Washington todo periodista que haya tenido la oportunidad se ha fotografiado con ella como si del Lincoln Memorial se tratase, Thomas inició su carrera en la agencia United Press International (UPI). Comenzaba su turno a las cinco y media de la mañana y entró en la estirpe de corresponsales de la Casa Blanca. En 1974 se convertía en la primera mujer a la que UPI nombraba jefa para la oficina de la presidencia.
Siempre pionera, Helen Thomas logró que las mujeres dejaran de ver los toros desde la barrera. Frase cuasi literal, porque hasta los años sesenta, las mujeres no podían asistir a los actos que el Club de Prensa de Washington ofrecía. Sólo podían hacerlo si contemplaban lo que sucedía desde la galería de visitantes. Con Thomas eso se acabó. En 1959, la redactora forzó la mano del club y le obligó a aceptar su presencia en un acto en el que hablaba el líder soviético Nikita Jruschov. Lo mismo sucedió con el prestigioso Gridiron Club.
Como decana de la prensa que cubre la Casa Blanca, Thomas era quien siempre hacía la primera pregunta al presidente al iniciarse las ruedas de prensa. Cuando abandonó UPI, hace 10 años, esa concesión le fue revocada. Para la historia quedará, sin embargo, la coletilla que instauró al final de sus preguntas y que ya no pronunciará más: "Gracias, señor presidente". Gracias a ti, Helen.

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