En las cumbres de la drogaPatricia Dávila Proceso # 1769, 26 de septiembre de 2010
Esta es la crónica de una visita a Topia, Canelas y Tamazula, municipios duranguenses del "triángulo dorado" del narcotráfico –en las inaccesibles cumbres de la Sierra Madre Occidental– origen de la familia Coronel Villarreal y dominios absolutos de Joaquín El Chapo Guzmán. Sus habitantes, que desde niños se dedican a la siembra de mariguana, consideran que la zona es "muy segura", a pesar de que alrededor de ellos intensifican sus actividades los cárteles rivales, y algunas veces hasta se aventuran los militares.
CANELAS, DGO.- "Mire, la semillita de la mota se siembra de aquí a aquí –explica Miguel, trazando con el pie unas marcas en la tierra con intervalos de 20 centímetros–; cuando está lista la cortamos y la colgamos pa’ que seque. Después tiramos una lona en el piso, allí echamos la mata y la limpiamos, le quitamos los palitos y las hojitas secas, que no sirven. Dejamos el moño y lo empacamos en costales pa’ venderla. A mí me pagan 100 pesos por día."
Miguel tiene ocho años.
Se explica atropelladamente. Su gran dominio del tema lo hace hablar tan rápido que Juan, su compañero de juegos, sólo un año mayor, tiene que completarle las frases. Los dos aprendieron el oficio sin darse cuenta. La madre, la hermana y los hermanos limpiaban la planta en "la lona" donde ellos gateaban.
Así se empieza a crecer en este pueblo, donde algunas casas ostentan como adorno macetas con amapolas y la mariguana se cultiva en los traspatios. Es parte del "triángulo dorado" del narcotráfico (parte de Chihuahua, Durango y Sinaloa) y tierra natal de Nacho Coronel Villarreal, quien era considerado el tercero en la línea de mando del cártel de Sinaloa y fue ultimado por militares el pasado 31 de julio en el fraccionamiento Colinas de San Javier, en el municipio jalisciense de Zapopan.
Tres años antes, en julio de 2007, Canelas fue el escenario de la boda de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, con Emma Coronel Aispuro, quien el 6 de enero anterior había sido agasajada por el capo con un gran baile en su honor, que reunió a todo el pueblo. Gracias a su apoyo, un mes después ella fue coronada como Emma I, reina de la Feria Regional del Café y la Guayaba (Proceso 1762).
Llegar a estas tierras desde la capital del estado implica un viaje de hasta 12 horas por terracería y brechas sólo transitables en camionetas pick up, de preferencia cuatro por cuatro y de modelo reciente.
Pero aun si se dispone de un vehículo así, hay un obstáculo mayor: Santiago Papasquiaro –paso necesario si se va de la ciudad de Durango a Topia, municipio colindante de Canelas– está en poder de un grupo de presuntos zetas que mantiene aterrorizada a la población, pese a que los empresarios ya le han solicitado al gobernador que intervenga para detener los asesinatos, secuestros, extorsiones, asaltos y robos.
Otra opción sería arribar por Culiacán, después de siete horas de atravesar cerros y arroyos, pero al menos en esta ocasión habría sido imposible debido a la crecida del río Tamazula.
En cuanto a un viaje en avioneta… El alcalde saliente de Canelas, Alejandro Beltrán, no pagó el derecho de pista y ésta fue cancelada, así que, si alguien quiere partir desde aquí, tiene que contratar un vuelo particular en la ciudad de Durango, o bien un vuelo comercial en Culiacán. De ambas maneras se llega al aterrizaje en la peligrosa pista de Topia, donde hay que esperar hasta seis horas a que se calmen los fuertes vientos o, en el último de los casos, intentarlo al día siguiente.
Ya en Topia el viajero se enfrenta a otro problema: no hay gasolina. En Santiago Papasquiaro Los Zetas detienen las pipas que se piden desde la capital duranguense. Con todo, es necesario arriesgarse. Por tierra o aire, en los municipios de Tamazula, Topia y Canelas que fueron recorridos por Proceso, el chofer o el piloto señalan los sembradíos de mariguana en las laderas de los cerros, que se distinguen fácilmente por "su color más oscuro" que el resto de la vegetación.
En estas tierras el cultivo y el comercio de enervantes estaban bajo el control de Nacho Coronel, conocido también como El Rey del Ice y quien se desplazaba libremente por Canelas sin importarle que la DEA ofreciera 2.5 millones de pesos por información que llevara a su captura.
La zona no sólo está dominada, sino también invadida por los Coronel. Nacho se convirtió en el modelo de los jóvenes del pueblo, donde se conoce bien la historia de su familia.
Los ancianos que conocieron a Mauricio Coronel y Clara Villarreal, padres de Nacho, recuerdan que, durante la infancia de éste, su familia vivió un tiempo en una localidad llamada La Minita y luego se mudó a La Hacienda, donde el que después sería capo del narcotráfico se inició en la siembra y venta de mariguana. Fue ahí donde a Chencho, hermano menor de Ignacio Coronel, se le disparó accidentalmente una pistola y mató a su mamá. Los lugareños dicen que desde entonces no se volvió a saber de él.
Aquí se recuerda a dos hermanos más: Magdaleno y María de Jesús. El primero falleció en junio de 1993, a los 33 años; María de Jesús está viva: ella reclamó los cuerpos de Nacho y de su hijo Mario Carrasco Coronel, El Gallo, que fueron enterrados juntos. Él falleció en Jalisco un día después que su tío, en otro enfrentamiento con militares.
Cerca del poblado donde crecieron los hermanos Coronel está el rancho El Potrerillo, donde vivió la familia de El Gallo. Uno de sus miembros, Raymundo Carrasco Coronel, murió hace 10 años junto con Magdaleno Coronel Villarreal, otro hermano de Nacho. Ambas muertes aparecieron como relacionadas con el asesinato del cardenal Juan José Posadas Ocampo (Proceso 869). Ángel Carrasco Coronel, también hijo de María de Jesús, fue detenido en marzo de 2009 por la PGR tras un enfrentamiento con soldados, pero siete días después fue liberado por falta de pruebas.
La familia Coronel es tan grande que por todos los poblados del municipio de Canelas se obtienen referencias de ellos. Por ejemplo, José Miguel, tío de Ignacio Coronel, es famoso porque se encarga de la seguridad de El Chapo Guzmán cuando anda por la zona, como sucedió el 6 de enero de 2007, en ocasión del baile para Emma Coronel.
"Aquí es muy seguro"
Un día de la segunda semana de septiembre, a las ocho de la mañana, la avioneta llega a Topia, donde hay 18 minas de plomo, zinc, oro y plata. Ahora no hay gasolina. Los habitantes comentan que hace dos días, en Santiago Papasquiaro, Los Zetas detuvieron las pipas y también una carga de víveres con valor de 400 mil pesos que las tiendas de abarrotes del municipio mandaron pedir a Durango. Las camionetas de Marinela, Bimbo y Sabritas sí entregan a tiempo su mercancía. "Gracias a Dios no nos molestan", dice un distribuidor, pero se niega a profundizar en el tema.
Lo que tampoco falta en Topia es la cerveza. Desde temprana hora, pequeños grupos de hombres beben en la banqueta de la calle principal mientras se escuchan, a dos cuadras, los cantos de un diácono de la parroquia.
Hasta las 12 del día un chofer acepta realizar el viaje a Canelas, arriesgando la poca gasolina que tiene. En el trayecto, por una brecha de terracería, el vehículo se cruza con camionetas llenas de mineros que regresan del primer turno. Dos de las minas de Topia pertenecen a una empresa canadiense y el resto a pequeños fundos particulares, cada uno con una plantilla de entre 10 y 15 empleados. La mayoría de éstos proviene de Veracruz y Guanajuato, porque para los lugareños es más redituable cultivar enervantes.
A dos horas y media de camino apenas se llega al caserío de Canelas, con poco más de 2 mil habitantes. La tranquilidad de la que hasta 2007 disfrutaba esta población ya se esfumó. Son las 2:30 de la tarde y por las calles empedradas van y vienen, en vez de los caballos de antes, cerca de un centenar de motonetas, ruidosas y tripuladas por jóvenes.
A una cuadra de la presidencia municipal, cerca de 16 plebes toman cerveza y escuchan corridos a todo volumen. Esta imagen se repite en cada esquina de la calle principal, que apenas se extiende cinco cuadras y ahí se concentran las oficinas del ayuntamiento, la plaza del pueblo, la parroquia y cuatro tiendas de abarrotes donde se vende el ate de guayaba y el café molido que produce el pueblo.
El motivo del jolgorio es que la mayoría de los jóvenes acaba de "bajar del cerro". Fueron a revisar sus sembradíos. Niños y jóvenes dejan de asistir a la escuela cuando llega el momento del corte. Para enero próximo se espera una abundante cosecha, dicen unos ancianos, entrevistados en la plaza mientras miran caer la noche.
–¿Hay mucha pobreza? –se les pregunta.
–No, oiga, aquí nadie es pobre, ni en los pueblitos más apartados. Uno siembra el frijol y el maíz, pero no se vive de eso –contesta uno de ellos. Y otro lo sigue:
–Lo que pasa es que a uno lo enseñan a sembrar, a cultivar y vender la mariguana, y después lo más normal es dedicarse a eso. Aquí toda la plebada que vio en la tarde se dedica a eso. Pero no crea que de ahora... lo aprendimos desde chiquillos.
A media cuadra de la plaza está la cárcel municipal. Hay dos celdas: una para hombres y otra para mujeres. Las rejas de los calabozos de tres por cuatro metros dan a la banqueta y están vacías. El gendarme consultado no recuerda la última vez que alguien estuvo encerrado.
–¿Por qué Canelas, Topia y Tamazula no han sido invadidos por zetas?
–Aquí es muy seguro. Todos trabajan para (el cártel de) Sinaloa, y en cuanto intentan arrimarse (otros), en los pueblos se avisan y juntan a los hombres para no dejarlos pasar. La gente de los Coronel tiene control de todo esto.
–¿Cómo repercutió en esta zona la muerte de Nacho Coronel?
–Hay desconcierto, ya ve que él compraba la mercancía. Ahora hay zozobra porque no se sabe a quién mandarán.
–¿El Chapo se quedó con el control?
–Pues eso es lo que se dice, pero desde la fiesta (en honor a Emma) a la que vino no se le ha visto por aquí. Al que sí se ve es a José Juan, el tío de Nacho, el que cuidaba al El Chapo. Quién sabe si todavía lo seguirá cuidando.
–¿Emma sí viene?
–A ella sí se le vio, vino para la feria del pueblo y cuidó el conteo de votos, ya ve que su hermana es ahora la reina (de la Feria Regional del Café y la Guayaba 2010).
–¿Cómo se llama la nueva reina?
–Quién sabe, oiga, pero es igual de bonita y sencilla que ella.
Es lo mismo que dicen los ancianos de la plaza. Todos olvidaron el nombre de su nueva soberana y sólo se refieren a ella como "la hermana de la Emma".
Todo esto, en un ambiente de optimismo. Unos jóvenes dicen que la mariguana que se cultiva en su región es de la mejor, y aclaran que fue traída desde Colombia. Ahora la están vendiendo como en mil pesos el kilo, añaden.
Retorno a lo mismo
El control de Nacho Coronel y de Joaquín Guzmán Loera sobre los municipios duranguenses de Canelas, Tamazula y Topia es tal, que sus habitantes admiten sin problemas que conocían la existencia del narcolaboratorio más grande que se ha incautado en el país, según la Secretaría de la Defensa Nacional.
El 7 de agosto del año pasado, en la comunidad de El Rodeo, municipio de Tamazula, muy cercano a Canelas y Topia, en la zona limítrofe con Sinaloa, se detectó la llamada Ciudad Cristal, un complejo de 22 módulos distribuidos en 240 hectáreas, donde el cártel de Sinaloa fabricaba toneladas de drogas sintéticas.
Había cinco laboratorios, áreas de hospedaje, cascada artificial, aeropista, tres plantas de luz, sistema de drenaje y agua potable. Se encontraron catálogos de prostitutas con tarifas de hasta 22 mil dólares. Disponían de 10 antenas de Sky y tres de red satelital, de 18 vehículos entre camionetas y cuatrimotos, y dos retroexcavadoras. En las cabañas del complejo trabajaban 120 empleados (cocineras, operadores de máquinas y laboratoristas).
Pobladores de los tres municipios señalan que las cabañas principales eran ocupadas por los líderes del cartel del Pacífico, Joaquín Guzmán Loera, Ismael Zambada e Ignacio Coronel. Sin embargo, en el operativo no hubo detenidos. "Cuando los elementos del Ejército llegaron, (los narcos) ya se habían ido", decía el comunicado de la X Zona Militar, con sede en la ciudad de Durango.
A las 9 de la noche, cesa el ensordecedor tránsito de motonetas. Las calles quedan desiertas. El regreso a Topia es en la madrugada siguiente, a las 5:30. Según los pasajeros que haya, es probable que desde las 8:30 aterrice la avioneta que después vaya a Tamazula o directamente a Culiacán.
A lo largo del camino, en motonetas, pasan hombres encapuchados. Quizá por la rapidez con que circulan no se les aprecian armas. Son amables. Mientras echan un rápido vistazo a los ocupantes de la camioneta, levantan la mano en forma de saludo. Desde la pick up, el chofer y los tripulantes responden. Ellos son los vigilantes que, a decir de los ancianos entrevistados, hacen seguro el tránsito por estas brechas.
Ya en Topia, se nota algún alivio: dos camiones Kenworth descargan costales de cemento y latas de pintura, verduras, fruta, cajas de sopa, galletas y latas de todo tipo. Sólo sigue faltando gasolina. Los Zetas volvieron a impedir el paso de la pipa.
Además, en el estanquillo donde se venden los boletos para regresar a Culiacán éstos no están a la venta todavía. El tendero dice que el viento está muy fuerte y la avioneta no puede aterrizar. La sala de espera es una pila de piedras para cimiento amontonadas afuera de la tienda. Durante las dos primeras horas, cada 10 o 15 minutos alguno de los pasajeros entra a preguntar si ya viene la aeronave. Después, cada 30 o 40 minutos. Pero los fuertes vientos persisten.
Después de cuatro horas, al mediodía, la esperanza de que descienda la avioneta casi desaparece. En realidad, está muy cerca, en la comunidad de El Platanar, a sólo cinco minutos de vuelo. Por tierra, si hubiera gasolina, se harían tres horas. Por fin, después de seis horas de espera, una joven sale de la tienda y dice apresurada: "Hay permiso para aterrizar, corran a la pista porque la avioneta ya salió de El Platanar y si se tardan puede que no despegue, el viento sigue fuerte". La pista queda a 800 metros del estanquillo.
En el vuelo de regreso, nuevamente los plantíos de mariguana destacan de entre el resto de la vegetación de la Sierra Madre Occidental. El aterrizaje es en Tamazula, que por carretera está a 90 minutos de Culiacán, Sinaloa. Es la tierra natal de Guadalupe Victoria, primer presidente de México, pero ahora no hay acceso a su hacienda debido a la crecida del río Tamazula. A lo lejos se alcanza a ver la casita en que nació.
Este municipio, mucho más recientemente, vio nacer al capo Inés Calderón. La iglesia del pueblo fue construida en el año 1600, pero luce bancas donadas por los padres del narcotraficante. El testimonio más evidente son los nombres grabados: "Inés Calderón Q", dicen dos de ellas, y en otra se lee "Familia Coronel Aispuro". La puerta principal fue donada por Maximiliano Silerio Esparza, exgobernador de Durango.
En Tamazula también hay pueblos invadidos por los Coronel, como Acatitán. Incluso, Ignacio Coronel hizo levantar en tierras colindantes con Canelas una residencia que los pobladores conocen como La Guácima. "Es un ranchito que construyó para venir a sestiar (descansar). Él venía seguido, no traía guardaespaldas y caminaba por la plaza del pueblo. La última vez que se le vio fue hace dos años", cuenta uno de los estudiantes que, igual que sus compañeros, está listo para subir al cerro cuando empiece la cosecha. l
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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