15 ago 2011

El décimo mito...

El décimo mito: México es uno de los países más violentos del mundo./Alejandro Poiré Romero
Blogs de la Presidencia, 15 ago 2011
Como gobierno, la violencia criminal observada en años recientes nos duele tanto como a ti y a tu familia. Por eso desplegamos fuerzas federales para debilitar de manera sistemática a quienes ponen en riesgo la tranquilidad de nuestras comunidades, promovemos la evaluación y cooperación de las corporaciones locales de policía para que puedan hacer frente a los delincuentes y alentamos la participación ciudadana en la regeneración del tejido social.
Actos repudiables como los ocurridos ayer en la ciudad de Veracruz no deben tener cabida en el México del mañana. Es responsabilidad primera de las autoridades locales y federales cerrarle espacios a esa criminalidad que desprecia la vida comunitaria y prioriza su interés mezquino. Por eso el Gobierno Federal, a través de las fuerzas federales y la Procuraduría General de la República está poniendo a disposición del Gobierno de Veracruz todo lo que está a su alcance para llevar ante la justicia a los responsables.
El Gobierno Federal refrenda que solo en unidad, corresponsabilidad y acción, las autoridades y la ciudadanía podrán hacer que esta violencia criminal sea cosa del pasado. Los criminales habrán de pagar por su actividad insana y la sociedad recuperará su tranquilidad si en vez de dar un paso atrás, damos un paso adelante en un frente común.
Hoy todos los mexicanos somos más conscientes de los desafíos de la criminalidad y de los fallecimientos derivados de su rivalidad. Sin embargo, el fenómeno que tanto nos preocupa se fue haciendo complejo a lo largo de décadas y hoy vemos los efectos más perversos de haber permitido que las organizaciones criminales llegaran tan lejos. Eso no significa que décadas atrás no existieran homicidios y agresiones a la sociedad provenientes de estos grupos que han operado al margen de la ley. Todavía muchos recordamos, como ejemplos, el ataque de sicarios ocurrido en 1992 a la discoteca Christine de Puerto Vallarta, que tenía como objetivo varios líderes de la organización criminal de los Arellano Félix, u otros homicidios de alto perfil ocurridos en aquellos años en esa región, enmarcados en la profunda rivalidad que vivía esa zona del país entre los cárteles del Pacífico y de los propios Arellano Félix.
Tanto el negocio del narcotráfico en el pasado, como el del crimen organizado de hoy, siempre ha estado caracterizado por la violencia, la rivalidad, la venganza y la profunda desconfianza de quienes integran las redes delincuenciales y que buscan –siempre en condiciones de inestabilidad- el control de rutas y mercados ilegales mediante la acción violenta. Hacer frente a este fenómeno con efectividad requiere además ubicarlo en su dimensión correcta.
En este sentido, la pregunta que muchos se hacen es si México es uno de los países más violentos del mundo. La respuesta es clara: no lo es. Sin dejar de reconocer los desafíos que viven algunas zonas del país como Tamaulipas, Chihuahua y Sinaloa que a lo largo de los últimos años han focalizado la violencia asociada a la competencia criminal, y que en 2010 concentraron el 50 por ciento de los fallecimientos ocurridos por presunta rivalidad delincuencial en el país, veamos algunos datos comparados.
Como país, a pesar del aumento registrado en los últimos años, mantenemos una tasa de homicidios significativamente menor que la de varios países de la región latinoamericana. Aún frente a aquellas experiencias reconocidas en el ámbito internacional por hacer frente a la criminalidad en beneficio de sus comunidades, como es el caso de Colombia, México tiene una tasa de homicidio claramente inferior. Incluso Brasil tiene una tasa de homicidios similar a la de nuestro país.
En cuanto a nuestras ciudades, varias de ellas, como Veracruz, Hermosillo, o el Distrito Federal, mantienen tasas de homicidio menores a las de ciudades estadounidenses como Washington o Saint Louis. Y en aquellas localidades donde observamos situaciones más sensibles, como el caso de Tijuana y Ciudad Juárez, la Estrategia Nacional de Seguridad ha comenzado a rendir sus primeros frutos. En el caso de Tijuana, mientras que durante los meses de noviembre a diciembre de 2008 se cometían un promedio diario de 7 fallecimientos ocurridos por presunta rivalidad delincuencial, para los mismos meses del 2010 se registró en promedio 1 al día. En cuanto a Ciudad Juárez, desde el inicio de este año al mes de julio, el promedio de homicidios diarios que se cometen en la localidad se ha mantenido en 5, es decir la mitad de los que se registraban en los meses de septiembre y octubre de 2010. Estos avances tangibles así como los esfuerzos observados en otras latitudes como Nueva York y Boston, que durante las décadas de los noventa lograron reducir las altas tasas de homicidios derivadas de la llamada “guerra de la cocaína”, nos muestran que un esfuerzo sistemático y coordinado puede revertir los niveles de violencia. Estos ejemplos nos permiten observar también que para disminuir los índices de violencia, la solución no es dejar de actuar, sino está en tomar decisiones que nos aseguren el neutralizar las causas que dan origen a la violencia y no que estos factores permanecen ahí, como una bola de nieve lista para deslizarse en otro momento futuro.
Nuestro país está pavimentando el camino para que la seguridad por todos anhelada sea una realidad que permanezca. Todos compartimos esta responsabilidad y asumirla nos da el poder para realizar los cambios de fondo que aún tenemos pendientes, entre los tres órdenes de gobierno, los tres poderes de la Unión y la sociedad en su conjunto. Hagámoslo juntos por un México de seguridad auténtica y duradera

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