Hoy como hace once años/Jorge Fernández Menéndez
Columna Razones, Excélsior 18 de enero de 2012
La fuga de Joaquín El Chapo Guzmán tiene muchos datos circunstanciales, muchas historias que podrían ser simplemente anécdotas, pero lo indudable es que resulta una consecuencia de un deterioro institucional que aún hoy padecemos y hasta ahora son muy pocos los aspirantes presidenciales que han apreciado y aquilatado. Como hemos dicho, la fuga del Chapo, hace 11 años, fue la demostración de cómo no funcionaba la coordinación de las distintas instituciones de seguridad, y la verdad es que ni desde el gobierno federal ni tampoco desde sus oposiciones, se ha intentado subsanar esas deficiencias.
Muchas de las razones de fondo que permitieron la fuga de El Chapo Guzmán, más allá de la corrupción de las autoridades de los penales o de los esquemas de protección que éste había construido, tienen que ver con malos diseños y concepciones sobre cómo manejar la seguridad del Estado y se inscriben en uno de los mayores errores que cometió la administración de Fox al inicio de su gobierno, errores que, de alguna manera, se han ido contagiando, aunque en forma diferente, al de Felipe Calderón. El mayor de esos errores es haber separado las áreas de seguridad de la Secretaría de Gobernación, haber desmantelado el Cisen y no tener instancias claras de coordinación entre las distintas áreas de seguridad del gobierno federal y entre las de los tres niveles de gobierno.
En este espacio ya lo hemos escrito en más de una oportunidad, con aciertos y errores, el hecho es que durante los últimos años del gobierno de Ernesto Zedillo se habían hecho avances muy importantes en términos de seguridad. Se había consolidado el Cisen; se creó, dependiente de Gobernación, la Subsecretaría de Seguridad; se crearon el Sistema Nacional de Seguridad Pública y la Policía Federal; se comenzaron a centralizar los sistemas, la información y los mandos. Por primera vez en muchos años, desde la desaparición de la DFS y la DIPS, se volvía a tener un sistema de seguridad relativamente eficiente e integrado por una nueva generación de mandos que se habían formado lejos de aquellas instituciones tristemente célebres.
Durante la transición de la administración de Fox se impuso la politización de la seguridad: se dijo que el narcotráfico era un problema policial que no debía ser atendido por la Federación; se nombró responsables del área que no llegaron, siquiera, a tomar posesión. Se pensó que la crisis de seguridad que comenzaba a vislumbrarse entonces era consecuencia, simplemente, de la “corrupción priista” y que, llegando un gobierno gobierno, las cosas tomarían, solas, su curso.
Ya en el poder, se creó una Secretaría de Seguridad Pública donde se designó como titular a Alejandro Gertz Manero, quien venía de ser secretario de Seguridad Pública de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles, aunque con ambos terminó muy mal, pero labró una buena relación con López Obrador. No ha quedado claro por qué Fox designó en ese cargo a Gertz, pero todo indica que fue parte de una recomendación de Adolfo Aguilar Zinser y Jorge Castañeda, por la desconfianza que tenían en los responsables de las áreas de seguridad que provenían del gobierno de Zedillo.
En el camino se debilitó al Cisen, en recursos y capital humano. También se creó un Consejo de Seguridad Nacional, que quedó a cargo de Aguilar Zinser, donde supuestamente se debían nuclear todas las dependencias del área, incluidas la Defensa y la Marina, bajo las órdenes de Adolfo. Nunca funcionó ni los mandos militares (y tampoco el procurador Macedo de la Concha o el secretario de Gobernación, Santiago Creel) aceptaron recibir órdenes del titular del Consejo.
Gertz rompió en días con todos los mandos que había heredado en la Secretaría e incluso comenzó una serie de demandas penales que no tenían sustento contra ellos, pero que enfrentaron aún más a todos esos funcionarios con el titular de la dependencia. La mayoría de ellos se fue con Macedo de la Concha: allí, Genaro García Luna, que había sido el director de Inteligencia de la naciente PFP, se fue, con todo su equipo, a crear la AFI para reemplazar a la corrupta Policía Judicial Federal, y allí también recibió refugio, a cargo de la lucha antinarcóticos, José Luis Santiago Vasconcelos. Jorge Tello Peón renunció y se fue a trabajar a la iniciativa privada. El Sistema Nacional de Seguridad Pública fue prácticamente abandonado, lo mismo que sus instalaciones en Iztapalapa (hoy se erige allí el centro de mando de la Policía Federal). Los militares estaban molestos. Y, rápidamente, y como no se comenzaron a tomar medidas correctivas hasta mucho tiempo después, todo el sistema se fue deteriorando.
El Chapo se fugó aprovechando todos esos espacios. Y los grupos criminales se consolidaron utilizándolos. Hoy esa historia no termina de ser evaluada en toda su dimensión y en ese ámbito se requiere revisar el pasado para construir un futuro.
PD: El debate panista no cambió nada. El tema entre los blanquiazules sigue siendo continuidad o continuismo
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