8 abr 2012

Plural” y el anclaje de Paz en México


Plural” y el anclaje de Paz en México
Rafael Vargas
Revista Proceso # 1849, 8 de abril de 2012
El Fondo de Cultura Económica hace circular el estudio del profesor inglés John King, “Plural” en la cultura literaria y política latinoamericana… En el presente artículo se despliega la vocación permanente de Octavio Paz por las revistas, desde su primera juventud. De 1971 a 1976 encabezó Plural, que se publicó bajo los auspicios del diario Excélsior, a cuyo frente estaba Julio Scherer García. Para el autor de este texto, el periodista tenía la certeza de que el ofrecimiento al poeta era lo único que lo habría podido retener en el país.

I
En agosto de 1931, a los 17 años de edad, Octavio Paz funda, con tres compañeros de la Escuela Nacional Preparatoria, una pequeña revista: Barandal, de la cual aparecerán siete números –el último, en marzo de 1932, cuando el joven poeta cumple 18 años.
Pese a la breve vida de la publicación, es apreciable cuánto mejora y se afina con cada nueva edición. Hay un evidente deseo de participar en la vida cultural mexicana, los editores arriesgan sus primeros escritos, pero también desean difundir ideas novedosas, importantes; por ello, también ofrecen textos de autores como Sigmund Freud, Albert Einstein, James Joyce.
Esa será la primera de muchas aventuras editoriales que Paz emprenderá a lo largo de su vida. Adquirido el gusto por exponer lo que piensa, por difundir las obras que lo entusiasman, nada lo desanimará: el mundo editorial lo ha hechizado.
A lo largo de los años cuarenta y cincuenta publica con relativa frecuencia en muchas de las revistas y suplementos culturales de habla hispana. Pero el papel de colaborador no le basta. Y sabe que, por lo menos en México, no existe una publicación periódica como la que quisiera. Para él, hacer revistas será siempre una necesidad vital, parte de su trabajo creativo, de su apetito crítico. Como lo ha señalado Guillermo Sheridan en el ensayo “Octavio Paz, editor”, las publicaciones no eran para él sino prolongaciones de su quehacer, formaban parte indesligable de su obra literaria. Si no se encontraba haciéndolas, se encontraba imaginándolas, proyectándolas, preguntándose cómo financiarlas.
II
A finales de los años cuarenta Paz vive en París. Un grupo de jóvenes artistas y escritores de diversos países de América Latina lo rodea. Entre ellos una notable pareja de peruanos: el pintor Fernando de Szyszlo y la poeta Blanca Varela, quienes le dan a conocer algunos ejemplares de Las Moradas, la espléndida revista que dirige en Lima Emilio Adolfo Westphalen, otro poeta apasionado por dar espacio a las ideas y hacer que la vida de nuestros países se aprecie bajo una nueva luz.
Vale la pena mencionar esto porque, como lo hacía notar el escritor Adolfo Castañón hace un par de semanas durante la presentación del ensayo: “Plural” en la cultura literaria y política latinoamericana, De Tlatelolco a “El ogro filantrópico”, de John King, Las Moradas es una de las publicaciones que inspiró a Paz para concebir Plural, como probablemente lo fue también Amaru, otra excelente revista que Westphalen publicó entre 1967 y 1971.
III
Paz vive en Europa atento a lo que ocurre en México. A poco del surgimiento de México en la Cultura, suplemento dirigido por Fernando Benítez, advierte que el panorama comienza a cambiar de manera positiva, pero no deja de hacerle algunos reparos a Benítez, como lo muestra en una carta de 1950:
“Las notas de libros. Me parecen demasiado breves. Esto, que puede ser una virtud, no lo es tanto cuando se reseñan libros mexicanos, víctimas casi siempre del ‘ninguneo’ […]
“La pintura y el arte mexicanos. Es posible que me equivoque, pues no he visto sino cuatro o cinco números, pero tengo la impresión de que abundan innecesariamente los grabados de arte europeo, a expensas de nuestro arte contemporáneo y de nuestro pasado precortesiano. La obra de los pintores mexicanos jóvenes merece, sin duda, un estímulo constante y no exento de rigor.
“Estas críticas no afectan mi simpatía y admiración por la obra de veras ejemplar que realiza el suplemento. Las someto a tu buen juicio como una amistosa colaboración –que nadie me pide, es cierto, pero que tú sabrás disimular si la encuentras impertinente.”
Algo parecido sucede pocos años más tarde, cuando Jaime García Terrés asume la dirección de Difusión Cultural de la Universidad y, entre 1953 y 1965, convierte la Revista de la Universidad en una de las mejores publicaciones de América Latina. La cercanía de Paz con la revista es mucho más estrecha que con el suplemento (con la Revista colaborará de manera habitual a través de una columna: “Corriente alterna”) pero, como se puede ver a través de las cartas que se conservan en el archivo de García Terrés, también señala aquellos aspectos y contenidos que no le gustan.
La idea de hacer una revista lo ronda constantemente. Surge una y otra vez en las conversaciones con sus amigos, en su correspondencia. No parece exagerado decir que la llevó in pectore durante más de veinticinco años. Quizás debido a esa larga gestación Plural fue, desde el primer momento, una revista magnífica.
IV
En el número 9 de La Gaceta del Fondo de Cultura Económica (septiembre de 1971) Jaime García Terrés escribe en su columna “Litoral”:
“Pronto aparecerá el primer número de una nueva revista literaria: Plural. La guía Octavio Paz, con el auxilio de Tomás Segovia. No diremos, por evitar el lugar común, aunque sea cierto, que viene a llenar una laguna; pero sí es de proclamarse que necesitamos crítica más profesional, enterada y exigente. El mundo de los libros no se mueve a gusto sin revistas cabales. Bienvenido, pues, este Plural, cuyo nombre constituye –¿y cómo seguir eludiendo los lugares comunes?– todo un programa.”
V
La historia de Plural es el objeto de un muy documentado estudio escrito por John King –profesor de Historia Cultural de América Latina en la Universidad de Warwick, Inglaterra–, publicado recientemente por el Fondo de Cultura Económica bajo el dilatado título “Plural” en la cultura literaria y política latinoamericana. De Tlatelolco a “El ogro filantrópico”. Lo tradujo con gran esmero Rubén Medina Portillo.
Es un libro de corte académico, que tomó más de veinte años de investigación, con el que King busca delinear una historia de las ideas y de la cultura en México a través de uno de sus principales focos de irradiación en la segunda mitad del siglo XX.
Para ello, no sólo leyó la colección completa de la revista de cabo a rabo y estudió su contexto histórico; también escudriñó archivos públicos y privados, conversó con un buen número de los escritores que formaron parte de la revista y, por si fuera poco, contó con la orientación del mismo Octavio Paz, quien le dio acceso a los archivos de Plural, a veces a su correspondencia personal, y aun a su propia colección de la revista, que ostenta apuntes y anotaciones de su puño y letra.
Por su sola vastedad informativa, en general muy acertada (aunque se cuelan algunas inexactitudes, como afirmar que Neruda y Paz ya se habían distanciado a finales de 1940) es una obra por demás meritoria, y nadie que admire a Paz puede dejar de leerla. No obstante, como observó Enrique Krauze en la mesa de presentación citada, el lector mexicano siente que a King le falta un poco de sensibilidad y experiencia para comprender cabalmente nuestro entorno y dar una interpretación más redonda a los datos que con tanto esfuerzo reunió.
Alejandro Rossi también lo hizo ver así en un breve comentario al libro publicado en el número 113 de Letras Libres, en mayo de 2008: “Se trata de un trabajo más sensible a la crítica ideológico-política que a la literatura o la filosofía”.
Esa insuficiencia se comprende cuando se considera que King, nacido en 1950, se ha especializado sobre todo en la historia cultural de la Argentina, en especial la de su cine y su literatura –de hecho, la raíz de su investigación sobre Plural se encuentra en un trabajo similar, publicado en 1986, acerca de la longeva y legendaria Sur, fundada por Victoria Ocampo en 1931 –cuando Paz hacía Barandal– y finiquitada en 1970, en las vísperas de la aparición de Plural. (“Puesto que Sur había cesado su publicación regular en 1970 –escribe King en la Introducción– me pareció que Plural era su heredera natural…”)
Por ello su estudio sobre Sur, aun siendo más breve, es más afortunado, y así lo asienta la crítica en Argentina.
En cualquier caso, aun si se le considera sólo como un punto de partida para una visión más completa de Plural y del significado que ha tenido en la cultura mexicana, es un libro indispensable, y debe agradecerse al profesor King su investigación, que da pauta a estudios más pormenorizados, como ha ocurrido precisamente en el caso de la revista Sur: Nora Pasternac, escritora argentina avecindada en México desde los años setenta, publicó en el 2003 un libro titulado Sur, una revista en la tormenta, que se concentra en el periodo comprendido entre 1931 y 1944, e ilumina a profundidad zonas que la obra de King, por su misma extensión, sólo hace presentes, como el americanismo de la revista y su relación con Europa.

Algo semejante debería ocurrir entre nosotros con relación a Plural y a otras publicaciones relativamente recientes –como México en la Cultura y su inmediato sucesor: La Cultura en México; y la mencionada Revista de la Universidad–. Pocos objetos más idóneos para el estudio de las ideas que los suplementos y revistas culturales, escaparates inequívocos del pensamiento y del gusto de nuestra sociedad.
Por fortuna, en el caso de Plural, se han hecho ya algunas publicaciones muy valiosas, como A treinta años de Plural (1971-1976), también publicado por el Fondo de Cultura, pero es mucho lo que aún puede y debe examinarse a través de la revista –baste decir que, por ejemplo, algunas de las políticas públicas adoptadas por el gobierno mexicano en materia de cultura se originan en ideas discutidas en las páginas de la revista.
VI
A treinta años de Plural se abre con un testimonio de Julio Scherer García en el que éste cuenta someramente cómo se produjeron las circunstancias que llevaron a la materialización de uno de los mayores anhelos de Octavio Paz: contar con una plataforma propia para, como él mismo solía decir, “abrir puertas y ventanas” e influir en la vida cultural y política de nuestro país –dos esferas que, como se puede advertir en su obra, para Paz eran prácticamente indesligables, si no es que se fundían en una sola.
Pero Julio Scherer no cuenta en esas páginas, más allá de su sobreentendida admiración por la obra de Paz, qué lo movió a buscarlo y a ofrecerle, en principio, las páginas de Excélsior y, en seguida, el respaldo del periódico para realizar Plural.
Y sin embargo Scherer vio con claridad algo que, en aquel momento, no parece haber advertido la propia Universidad Nacional, que debería haber sido, en primerísima instancia, el campo natural de trabajo del gran poeta: Que si el poeta no contaba con una posición sólida de trabajo en México, sin duda terminaría por marcharse del país, cosa que de ninguna manera debía pasar.
Paz, en efecto, tenía numerosas propuestas para dar clases en universidades de Estados Unidos y Europa. Gracias a la conciencia de Scherer respecto del valor que la presencia de Paz tendría para la vida intelectual de México, en especial en aquellos años, éste permaneció en el país.
La aparición de Plural fue trascendental para la vida del país, aunque nunca fue precisamente un éxito de ventas, y buena parte de los cooperativistas que integraban Excélsior veían con recelo una publicación que no brindaba ganancias económicas. Scherer nunca vaciló en su decisión de respaldar la revista.
VII
Con frecuencia, los títulos de las publicaciones periódicas expresan el anhelo de la época: como era el caso de la revista de Ramón Xirau que patrocinaba El Colegio de México: Diálogos (el diálogo: algo en lo que tanto insistieron los estudiantes durante el movimiento de 1968). También había un gran deseo de pluralidad en una sociedad que vivía gobernada por un régimen, si no monolítico, sí manejado de manera monopólica. Y, sin embargo, Plural resultaba un nombre raro para una publicación cultural en esa época, sobre todo porque las revistas culturales solían llevar el nombre de las instituciones que las avalaban.
Pero Plural no tardó en convertirse en una palabra usual para sus lectores y, con el tiempo, en la vida intelectual y política del país.
Andando el tiempo se advierte con transparencia que una revista como Plural, en realidad, ha sido única. 

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