1 oct 2012

Amigos de Putin

Putin, S.A./Patricia Lee
Revista Proceso # 1874, a 30 de septiembre de 2012
Ser amigo de Vladimir Putin en Leningrado equivale a ganarse el premio mayor de la lotería. Todos los conocidos del actual presidente ruso que residen en esa ciudad son ahora empresarios tan prósperos que muchos figuran en las listas de Forbes. Nada mal para unos judokas, profesores o espías que tuvieron el olfato necesario para advertir que tras la muerte de la Unión Soviética el gas y el crudo iban a ser sus jugosas indemnizaciones personales.

Arkadi Rotemberg tenía 12 años cuando conoció a Volodia en las clases de judo del club deportivo Trud en Leningrado (ahora San Petersburgo). Era 1965. Ese año tuvo lugar un hecho que iba a ser decisivo para ellos en su vida adulta: se fundó el Ministerio de Gas de la Unión Soviética que luego se transformó en Gazprom, la mayor empresa rusa y una de las más grandes del mundo.
Hoy Arkadi y su hermano Boris están en la lista de Forbes de los 100 hombres más ricos del país y Volodia –como llaman en confianza a Vladimir Putin– es presidente de Rusia.
Putin, los Rotemberg y los demás personajes de esta historia tienen un punto en común: San Petersburgo. Todos se conocieron en un club deportivo, en un lago al lado de una fogata, en la universidad o en una oficina del KGB –el servicio secreto soviético– y terminaron conectados con las empresas de gas y crudo de Rusia, país que es el mayor productor de gas y el primer exportador de petróleo del mundo.
En su libro Amigos de Putin: Nueva élite de negocios de Rusia, Irina Mokrousova describe la fórmula del éxito: “Primero, haber nacido o crecido hace 50 o 60 años en Leningrado, estudiar en una universidad de ahí, dedicarse al judo, trabajar en el KGB o en el Smolny (la alcaldía de esa ciudad). Segundo, después de la desaparición de la Unión Soviética fundar empresas mixtas con extranjeros, construir una dacha (casa de campo) cerca del lago Komsomolskoe o trabajar en los cargos directivos del Banco Rusia.

“Si su biografía se enmarca dentro de esta fórmula, felicitaciones: Usted recorrió el camino más corto para ser muy rico, un influyente ministro o un director de primer nivel de alguna de las más importantes empresas rusas.”

Las vidas de Volodia y los Rotemberg se separaron: éstos se dedicaron al deporte y Volodia estudió derecho para cumplir su romántico sueño de ingresar al KGB.

Durante sus años de espía Putin trabajó en Dresde, en la República Democrática Alemana, pero cuando en 1989 cayó el Muro de Berlín y Alemania se unificó, los hombres del KGB salieron a toda prisa. Putin volvió a Leningrado, donde después de un breve paso por la universidad fue nombrado asesor en asuntos internacionales de Anatoly ­Sobchak, quien en 1991 se convirtió en el primer alcalde electo de la ciudad.

Empezaban los noventa y moría la Unión Soviética, lo que fue una verdadera catástrofe social y económica pero una fuente de oportunidades para Putin y sus colegas que, educados para ser la élite del país, se acomodaron a los nuevos tiempos.

Como jefe del Comité de Relaciones Económicas Internacionales, Putin cumplió un papel importante para que las empresas extranjeras se establecieran en la ciudad. De su mano ingresaron los primeros bancos –el Dresdner y el Nacional de París– y su ayuda fue decisiva para la instalación de Coca-Cola, Gillette, Procter & Gamble y Wrigley, entre otras.

En 1991 el gobierno de la ciudad privatizó el Banco Rusia, un pequeño establecimiento creado por el Partido Comunista en las postrimerías de la Unión Soviética. Los beneficiarios de esa privatización fueron Vladimir Yakunin, hombre del KGB, y dos profesores de la Facultad de Física: Yuri Kovalchuk y Andrei Fursenko. El banco, prácticamente inexistente, empezó a manejar fondos de la alcaldía de San Petersburgo y comenzó a prosperar.

En 1998 estos jóvenes empresarios fundaron junto con Putin la cooperativa Ozero (lago), que agrupó a los prósperos vecinos del lago Komsomolskoe, quienes rompieron con la uniformidad de las típicas dachas humildes de la era soviética y empezaron a construir mansiones de nuevos ricos.

Por la misma época los Rotemberg fundaron el club de judo Yavara Neva, cuyo presidente honorario es Volodia, su amigo de la infancia, y cuyos patrocinadores fueron Guennadi Timchenko –el hombre más rico de Rusia– y Roman Abramovich, actual dueño del club inglés de futbol Chelsea.

La época de San Petersburgo llegaba a su fin. Sobchak perdió las elecciones en 1996 y Putin fue llamado a Moscú para trabajar en la administración presidencial en el Kremlin. Al comenzar el nuevo siglo ya era presidente del país más grande del mundo, con las mayores reservas de gas, las segundas de carbón y las octavas de petróleo.

La vertical del poder

No fue la primera vez que un sucesor barre con la influencia de quien lo llevó al poder.

Putin desplazó a los miembros y amigos de la “familia”, como se conocía al ­círculo íntimo de su protector, el entonces presidente Boris Yeltsin, y marcó el retorno de la autoridad estatal: Eliminó las elecciones a gobernador, dividió al país en zonas especiales bajo el mando de sus emisarios y recuperó el control de los principales conglomerados económicos, especialmente los del gas y el petróleo, desplazando a los oligarcas de la era de Yeltsin.

Mijail Jodorkovski, quien en los noventa compró a precio de ganga Yukos, la mayor petrolera del país, está en la cárcel desde 2003 y la empresa fue absorbida por la estatal Rosneft. El control de Gazprom, la compañía que monopoliza la producción y venta de gas, pasó de los hombres de Yeltsin a dos jóvenes abogados de San Petersburgo: Alexsei Miller y Dmitri Medvedev, quien en 2008 sería presidente de Rusia y que hoy es primer ministro.

De esta manera la parte del Estado en la producción de crudo pasó de 16% en 2000 a más de 50% en 2007. En 2005 el Estado recuperó la mayoría del paquete accionario de Gazprom.

En 2003 el control de la parte estatal en las 66 compañías más importantes del país quedó bajo el manejo directo del presidente. Para administrar este imperio Putin se valió de sus amigos de San Petersburgo y de los miembros de los organismos de seguridad (los silovikis), en especial de la FSB (la sucesora del KGB), al tiempo que todos fueron premiados con alguna joya de la economía rusa.

Según la socióloga Olga Krishtanovskaya, de la Academia de Ciencias de Rusia, en un artículo de la revista New Times del 16 de abril de 2008, al terminar su segundo mandato presidencial los amigos de Putin controlaban 80% de las “alturas de comando” de las principales empresas y puestos del Estado y 42.4% de ellos eran silovikis.

El periodista Eduard Murtazaev escribió el pasado 27 de agosto en la edición rusa de la revista Forbes que “nueve hombres de Putin controlan prácticamente todos los puestos clave de la economía: extracción y transporte de gas y petróleo, medios de comunicación, grandes proyectos de construcción, industria de defensa y sistema financiero”. Según el analista esto sería el equivalente a 22.6% del PIB ruso.

Después de obtener el control de las empresas estratégicas del país comenzó una segunda oleada de redistribución de la riqueza, esta vez para favorecer a los amigos.

Gazprom empezó a desprenderse de sus “hijas” y “nietas”, empresas que no eran el corazón del negocio. Se produjo un fenómeno raras veces visto en la zoología: los peces más chicos empezaron a devorar tiburones.

Los amigos judokas Arkadi y Boris Rotemberg compraron varias empresas de Gazprom y ahora controlan 90% de la provisión de tubos para sus gasoductos. Arkadi, llamado El Rey de las Licitaciones ­–según publicó la revista alemana Die Welt el pasado 27 de marzo–, es uno de los mayores contratistas del Estado en obras tan importantes como la polémica autopista Moscú-San Petersburgo, que atraviesa el bosque de Jimki en el norte de la capital rusa causando un enorme daño a una de las principales reservas forestales de la ciudad.

En 2011 la fortuna de Arkadi fue estimada por Forbes en mil 100 millones de dólares; y la de Boris, en 550 millones.

El Banco Rusia de Kovalchuk, que apenas ocupaba el puesto 74 en 2004, abrió la boca para engullir Sogaz, la compañía de seguros de Gazprom, la segunda aseguradora del país, por 120 millones de dólares. Hoy vale 2 mil millones. Luego tomó control de Gazprombank y de Lider, el fondo de jubilación de los empleados de Gazprom.

Actualmente Kovalchuk es un magnate de los medios de comunicación ya que Gazprom adquirió el canal NTV, la radio Eco Moscú y el tradicional periódico Izvestia. Según el diario inglés The Financial Times del 30 de noviembre de 2011, esos medios fueron vendidos en 2005 por 166 millones de dólares; dos años después Dmitri Medvedev, que en ese momento estaba al frente de Gazprom, estimó el valor del grupo mediático en 7 mil 500 millones de dólares.

Así el Banco Rusia pasó a ubicarse entre los 20 más importantes del país, mientras que German Gref, otro amigo petersburgués de Putin, dirige Sverbank, el mayor banco de Europa central y oriental y que según el rating de la revista especializada The Banker ocupa el lugar 11 entre las instituciones de ahorro y crédito con mayores ganancias del mundo.

“Silovikis”

Los silovikis juegan un papel destacado. Igor Sechin, asistente de Putin en la alcaldía de Leningrado, se convirtió en el zar del petróleo: es el presidente de la junta directiva de Rosneft, la primera productora de crudo del país.

Nikolai Tokarev, amigo de Putin desde los tiempos en que éste era espía en Dresde, es presidente de Transneft, por cuyos oleoductos circula 93% del petróleo del país.

Vladimir Yakunin –exmiembro del KGB y quien obtuvo acciones del Banco Rusia y con Putin fundó Ozero– es director de la empresa de ferrocarriles, cargo clave en un país que abarca nueve zonas horarias.

Matías Varing, exespía de la ­Stassi –organismo de seguridad de Alemania del Este–, es presidente de la junta directiva de Rusal, la principal empresa de aluminio.

Serguei Chemezov, excompañero de Putin en la sede del KGB en Alemania, dirige Rosteknologi, el conglomerado estatal que posee cientos de empresas, incluyendo muchas de las más importantes fábricas militares e industriales.

Otro caso emblemático es el de Guennadi Timchenko. El canal de televisión RBC, especializado en finanzas, lo considera el hombre más rico de Rusia. Según despacho del pasado 21 de marzo de la agencia Ria Novosti, el patrimonio de este empresario, también originario de San Petersburgo, era de 24 mil 600 millones de dólares en 2011. Y de acuerdo con Forbes es uno de los 100 hombres más ricos del mundo.

Timchenko empezó sus negocios a finales de los ochenta al romperse el monopolio estatal del comercio exterior, cuando las refinerías fueron habilitadas para exportar por su cuenta y organizó un eficiente esquema de transporte de petróleo hacia Europa aprovechando sus contactos con la empresa de ferrocarriles y con la flota estatal de buques-tanque.

Su empresa, Gunvor, es hoy la cuarta comercializadora de petróleo del mundo y controla un tercio de las exportaciones marítimas de crudo de Rusia. El voraz Timchenko, a través del Banco Rusia, del cual también es accionista, compró a ­Gazprom las empresas Sibur, el mayor grupo petroquímico, y Novatek, la segunda productora de gas del país.

Con Novatek y el aval del Kremlin, ­Timchenko está cuestionando lo que hasta ahora era un mandamiento sagrado: el monopolio de Gazprom sobre la producción y transporte de gas.

Timchenko, que renunció a la nacionalidad rusa, adoptó la finlandesa y vive en Suiza protegido de cualquier imprevisto cambio de suerte en el Kremlin, financia el club de judo Yavara Neva de los Rotemberg, cuyo presidente honorario es Putin.

El mandatario ruso declara un salario, una pensión militar, un terreno de 5 mil metros cuadrados cerca de Moscú, un departamento en San Petersburgo, tres vehículos y cerca de 500 mil dólares en ahorros bancarios. No parece mucho para su verdadero cargo: presidente de Rusia S.A.

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