6 ene 2013

Ultima huida a México: el exilio alemán


Huida a México/YETLANECI ALCARAZ
Revista Proceso  No. 1888, 6 de enero de 2013-
 En el fragor de la Segunda Guerra Mundial el gobierno de Lázaro Cárdenas salvó la vida de más de un millar de alemanes y austriacos al permitirles viajar a México y huir de los campos nazis de concentración. Pronto se integraron al país que los acogió y su trabajo fue fecundo en varias áreas. La exposición La última huida a México, montada en Berlín, rememora el hecho al tiempo que ofrece una lección: Que Alemania debería ser tan generosa con sus refugiados como México lo fue con quienes escapaban de la persecución hitleriana.
BERLÍN.- Tras luchar en la guerra civil casi tres años y luego de la derrota de la República Española, el dramaturgo y editor alemán Walter Janka estuvo recluido en los campos de detención franceses de St. Cyprien, Gurs, Le Vernet y Les Milles entre 1939 y 1941. No fue su primera vez en prisión. De 1933 a 1935 y debido a su actividad en las juventudes comunistas fue recluido en la penitenciaría de Bautzen, Alemania, al inicio del régimen de Adolfo Hitler.

En Francia la vida de Janka corría peligro. En mayo de 1941 solicitó permiso para dejar el país. En agosto, cuando estaba a punto de ser entregado a los alemanes para su deportación, escapó de Les Milles y se dirigió a Marsella. Menos de dos meses después, en octubre, el cónsul general de México en Francia, Gilberto Bosques, le otorgó visa de refugiado político. El 16 de diciembre de 1941 Janka y otros 39 miembros del Partido Comunista Alemán (KPD) desembarcaron en Veracruz.
Se estima que entre 1940 y 1942 gracias a la ayuda de Bosques llegaron a México entre mil y mil 500 alemanes que huían del régimen nazi.
El destino de 25 de ellos, así como la labor que desarrolló la diplomacia mexicana –representada por Bosques– para rescatar y salvar miles de vidas durante esa época, son revividos y reconocidos en la exposición Última huida a México. Gilberto Bosques y el exilio alemán, 1939, organizada por el Museo Activo de Berlín y que desde el pasado 2 de diciembre y hasta el próximo 14 de abril estará en la Academia de las Artes de esta ciudad.
Desde hace varios años la academia y el museo se ocupan del tema del exilio alemán en distintos países. Esta vez trabajaron junto con el Instituto de Investigaciones Interculturales Germano-Mexicano, de donde vino la idea original.
En entrevista con Proceso la curadora de la exposición, Christine Fischer-Defoy, explica qué la motivó: “Por un lado la figura de Gilberto Bosques es poco conocida aquí pese a que en el exilio hubo muchos berlineses. Por el otro, me parece importante mantener la memoria del antiguo exilio alemán porque hasta nuestros días todavía hay muchos refugiados en el mundo. Considero que Alemania debería ser tan amistosa con sus refugiados como México lo fue entonces”.­
 El gesto de Cárdenas
 Durante los años treinta la política exterior mexicana se distinguió por su postura antifascista. En 1938 México objetó la anexión de Austria al Tercer Reich y en 1939 protestó ante la Sociedad de Naciones por el desmantelamiento de Checoslovaquia. Un poco antes, en junio de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas declaró que México abriría sus puertas a todas las víctimas de la persecución nazi en Europa. El 9 de septiembre de 1940 Cárdenas ordenó a Bosques que concediera visas a 20 políticos alemanes y a sus familias para que viajaran a México en calidad de refugiados políticos.
Así comenzó una acción que salvó muchas vidas. De acuerdo con información de los archivos de Bosques presentados en la exposición, su consulado extendió más de mil visas a alemanes y austriacos. Varios centenares de ellos llegaron a México. Entre ellos había principalmente artistas, escritores, periodistas, publicistas y funcionarios del KPD.
“Fue un exilio muy rico que a diferencia de otros recibió la posibilidad de trabajar y comprometerse políticamente. Fue así como lograron contribuir a la cultura del país que los acogió. Luego de la guerra muchos de ellos decidieron quedarse en México, como la actriz Brigitte Alexander, del fotógrafo Walter Reuter, del artista Paul Westheim y de Franz Feuchtwanger, quien reunió una colección de arte precolombino muy notable y publicó un libro sobre el arte en el antiguo México”, apunta Fischer-Defoy.
Las 25 historias seleccionadas para la exposición corresponden a refugiados de Berlín o de quienes al regresar a Alemania eligieron vivir en esta ciudad. Además representan –a decir de la curadora de la exposición– los distintos aspectos que tuvo el exilio alemán en México.
Además de los mencionados, quienes también encontraron en México una salvación fueron la escritora Anna Seghers, la actriz Steffie Spira, el músico Hanns Eisler, el político Paul Merker, el novelista Gustav Regler y el periodista y político Alexander Abusch, entre otros.
 Pugnas entre comunistas
 El exilio alemán en México es conocido por el grupo relativamente grande de miembros del KPD que llegó al país; eran unos 70. Su llegada fue posible por la disposición y actitud progresista del gobierno mexicano que, a diferencia de casi todos los otros países de Occidente, concedió asilo a comunistas.
Pero no todos los que llegaron a México eran comunistas. Los había de otras tendencias ideológicas que sostuvieron intensos debates con los militantes del KPD.
La Liga Pro Cultura Alemana en México (LPC), fundada en 1938 y que con su carácter antifascista marcaba una diferencia respecto de la comunidad alemana, cuya mayoría simpatizaba de alguna forma con el régimen nacionalsocialista, sirvió de refugio intelectual y político para los comunistas recién llegados. Desde su fundación, Bosques perteneció al círculo de la LPC. También se afiliaron a ella cuando llegaron a México el escritor comunista Ludwig Renn y el arquitecto suizo Hannes Meyer, de la Escuela de la Bauhaus, de gran influencia en los campos del arte y la arquitectura.
El pacto de no agresión que firmaron la Unión Soviética y Alemania en 1939 ocasionó fuertes controversias entre los distintos grupos en México. Los comunistas perdieron fuerza.
Sin embargo eso no fue suficiente para debilitar al grupo que desde el comienzo mantuvo una actividad política efervescente. Los exiliados comunistas evitaron ser incorporados en la sección extranjera del Partido Comunista Mexicano y se constituyeron como una asociación independiente. Entre 1940 y 1941 muchos militantes del KPD desembarcaron en México y reforzaron la presencia del partido.
En noviembre de 1941 apareció por primera vez su revista mensual político-cultural Freies Deutschland (Alemania libre) y en enero de 1942 su semanario en español Alemania libre. También fundaron el Movimiento Alemania Libre, que aunque decía ser una agrupación plural era controlada por el grupo comunista.
Dentro de este movimiento pronto surgieron diferencias y disputas, más por enemistades personales que por desacuerdos ideológicos. Tales desencuentros permanecieron hasta después del regreso de la mayoría a la entonces República Democrática Alemana (RDA).
Efervescencia cultural
Aunque muy pocos de los exiliados alemanes lograron vivir exclusivamente de su trabajo intelectual o artístico, casi todos consiguieron empleo. Una excepción fue Ana Seghers, quien con su obra Das siebte Kreuz (La séptima cruz) alcanzó fama y éxito.
En muchos casos fueron las mujeres quienes llevaban el sustento a los hogares; trabajaban como profesoras de su idioma, traductoras o cuidadoras de niños de familias ricas. Los hombres se involucraron de inmediato en proyectos políticos y culturales de las organizaciones formadas en el exilio. Prácticamente todos vivieron en la zona de las colonias Condesa y Roma y tejieron entre ellos fuertes lazos de apoyo. Los centros culturales fueron fundamentales para ello.
Con motivo del noveno aniversario de la Quema de Libros que el 10 de mayo de 1933 realizó el régimen nazi en la Bebelplatz de Berlín, el Movimiento Alemania Libre, la Acción Republicana Austriaca y el Club Heinrich-Heine fundaron la editorial El Libro libre, que representó la única posibilidad para el exilio de publicar.
Con el sello de esa casa se publicaron 20 títulos en alemán, cuya tirada total fue de 36 mil ejemplares, y seis más en español con 18 mil ejemplares. La distribución de la obra llegó a países de Centro y Sudamérica y a Estados Unidos y Europa.
El proyecto editorial fue apoyado por el entonces presidente Manuel Ávila Camacho, quien puso a disposición de los exiliados una imprenta en la que trabajaron entre otros Ludwig Renn, la traductora Jeanne Stern, Paul Merker y Alexander Abusch.
El Club Heinrich-Heine fue el centro de la escena teatral en el exilio alemán en México. El pequeño escenario del club acogió el trabajo de Steffie Spira y de Charles Rooner, pilar de ese teatro y quien en México participó en más de 250 largometrajes –los más importantes Los olvidados y La perla– y en los cincuenta invirtió sus ahorros en diversas representaciones teatrales, lo que le hizo ser reconocido como uno de los fundadores del teatro moderno en México.
Mención aparte merece Brigitte Alexander, que contribuyó a popularizar el teatro. Ella fue quien acercó al club al fotógrafo Walter Reuter, cuyo trabajo fílmico dio un nuevo impulso al cine mexicano.
En el área del conocimiento destaca la participación de Alexander Abusch, Georg Stibi, Walter Janka, Bodo Uhse, Rudolf Feistmann, Laszlo Radvanyi y Anna Seghers, como catedráticos de la Universidad Obrera de México.
Al acabar la Segunda Guerra Mundial la mayoría de los inmigrantes miembros del KPD se plantearon el regreso a Alemania, pero no a la República Federal sino a la RDA.
“Todos ansiaban tomar parte en la construcción de un nuevo Estado antifascista”. Para los miembros de origen judío –como la escritora Anna Seghers, los intelectuales Hans y Sophie Marum y Egon Erwin Kisch– fue muy difícil regresar al sitio donde sus familias fueron exterminadas por el régimen nazi.
Algunos exiliados adoptaron a México como su patria. Entre ellos Brigitte Alexander (madre de la actriz mexicana Susana Alexander), Walter Reuter y el crítico de arte y publicista Paul Westheim, así como su mujer Mariana Frenk-Westheim.
México fue uno de los puntos de exilio más significativos de los comunistas alemanes. Sin embargo, en la nueva etapa que llegaba representó para muchos un lastre. Según documenta la exposición, muchos de los emigrantes “mexicanos” sufrieron marginación por formar parte de un exilio occidental.


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