24 oct 2013

El capo que se robó a una reina/Juan Velediaz


El capo que se robó a una reina/Juan Velediaz
Publicado en La Silla Rota, 23 de octubre de 2013
Rocío del Carmen Lizárraga tenía 17 años en febrero de 1990, cuando fue coronada Reina del Carnaval de Mazatlán. Aquella había sido una competición muy cerrada, la noche de la votación se impuso por un margen estrecho a Libia Zulema Farriols, una chica que se ganó a la audiencia con su sonrisa y porte, lo que se tradujo en ser coronada como reina de los Juegos Florales, una distinción que se le da por lo regular a la mujer que queda en segundo lugar.
 El reinado del carnaval de Mazatlán es cosa seria. Durante un año, la soberana tiene varias actividades y obligaciones que el protocolo impone, una vez transcurrido este lapso, se le sigue guardando veneración y respeto como monarca que fue. Quizá por eso en aquellos días la sociedad sinaloense no se explicaba cómo pudo ocurrir algo que resultó inusitado en la historia del certamen. Pasadas las primeras semanas del festejo, Rocío del Carmen cumplió 18 años de edad, a finales del mes de mayo “desapareció” sin que su familia, amigos y los miembros del comité organizador supieran dónde estaba.

El 2 de junio, el diario Noroeste, en su edición de Mazatlán publicó una nota donde se decía que la familia de la reina estaba desesperada y desconcertada. La madre de la chica estaba segura que su hija había sido “obligada” a irse “con alguien”, pues estaba segura que no fue por voluntad propia. Ese fin de semana, el mismo rotativo dio seguimiento al caso, una nota refería que empleados de la disco Frankie’o, uno de los centros nocturnos de moda a finales de los años 80 y principios de los 90 en el puerto, habían sido informados que el dueño del lugar se encontraba en Guadalajara donde se había casado “por el civil y por la Iglesia con Rocío del Carmen”.
El dueño del Frankie’o, y quien se había casado con la reina del Carnaval, era Francisco Rafael Arellano Félix, un empresario del ramo de los espectáculos y la hotelería, famoso en esos años por ser amigo del campeón mundial de boxeo Julio César Chávez, uno de los personajes asiduo a las fiestas en la disco. Pancho Arellano, como lo conocían en Sinaloa, era el hermano mayor de Benjamín y Ramón Arellano Félix, los dos jóvenes que habían sido comisionados por la cúpula de la organización que encabezaba Miguel Ángel Félix Gallardo, el capo del llamado cartel de Guadalajara, para hacerse cargo del paso de droga por Tijuana. En esa ciudad estaban bajo el mando de su tío Jesús Labra Avilés, personaje cercano a Félix Gallardo, y a quien se le atribuyó haberlos iniciado en el negocio.
Pancho era la cara empresarial de la familia Arellano Félix. Desde que era adolescente y vivía con su familia en Culiacán, antes de que se trasladaran a Tijuana, se dedicó a vender ropa, perfumes y discos de rock traídos por su padre, quien se dedicaba a comerciar “fayuca” en un pequeño local que tenían en su casa en el centro de la capital sinaloense. La familia al completo se mudó a finales de los años 70 a la frontera. Pancho decidió quedarse y trasladarse a vivir a Mazatlán. Ahí siguió con su labor de “empresario”, mientras sus hermanos se colocaban como operadores clave de la organización de Félix Gallardo.
En aquella nota aparecida el día 3 de junio de 1990 en el periódico Noroeste, al día siguiente de que se publicara la noticia de la “desaparición” de la reina, los familiares de Roció del Carmen declaraban que era “ilógico” que la joven se hubiera casado. La familia Lizárraga refería que parientes suyos les habían informado que por la radio tapatía se transmitieron unos spots donde anunciaban la boda, la cual, se había celebrado con “el consentimiento de los padres”.
La historia tenía otro capítulo. 
La nota del rotativo consignaba que la reina estaba comprometida en matrimonio con antelación con Óscar Coppel, el heredero de una de las familias más pudientes en el puerto.  Miembros de la familia Coppel habían declarado que Rocío del Carmen los había contactado en Guadalajara para pedirles ayuda. Por el temor que infundía el clan Arellano Félix, nadie se atrevió a hacer nada.
Desde las semanas previas a la final del certamen para reina del carnaval, Pancho Arellano se prendió de Rocío del Carmen. Tuvo que pedirle a su amigo Julio César Chávez, quien en tono campechano hacía amistad con gente desconocida, que se la presentara. Desde entonces comenzó el cortejo. En una ocasión, aprovechó la fama del boxeador para llevárselo con él y presentarse ambos ante la familia de la chica. Fue la única vez que vieron a Arellano, declararía la madre de la joven.
El escándalo por el rapto de la reina siguió durante varios días en las planas de los periódicos. El 7 de junio, de nuevo el Noroeste, publicó una entrevista con la mamá de Rocío, quien se refirió a la relación que tenía con el heredero de los Coppel. “Solo Dios es el indicado, el único que pondrá las cosas en su lugar”, decía, “tanto Rocío del Carmen como Óscar son víctimas del destino”.  Al paso de los días, el morbo y el cotilleo por el suceso estaba instalado en los medios de comunicación locales. El 15 de junio, la sociedad sinaloense se despertó con “un manifiesto real” publicado en un cuarto de plana en el periódico Noroeste. En el texto, la soberana agradecía las muestras de cariño y la preocupación que habían manifestado por ella. Pedía que no le preguntaran si se ausentó por su voluntad o fue a obligada. En tono ceremonial decía que no quería juzgar ni señalar al hombre que sería el padre de sus hijos, el que le daba su apellido, y del que solo había recibido atenciones. “Acepto con resignación el camino que me ha deparado el destino y si Dios me ha puesto en este camino, debo seguir”, señalaba.
Pancho Arellano se convirtió a partir de entonces en una celebridad en el puerto. Se sabía que en 1980 había sido detenido por la DEA en San Diego cuando intentó vender cocaína a un personaje que resultó ser agente infiltrado de la agencia. Una vez preso, logró salir bajo fianza y huyó a México. A lo largo de los años 80, creció como “empresario” a la par que sus hermanos Benjamín y Ramón se posicionaban en Tijuana. Dos sucesos marcaron al clan Arellano Félix en el año 1989. El primero fue la captura de Miguel Ángel Félix Gallardo, quien había comisionado a los hermanos a la frontera por donde pasaba la droga que venía de Colima y Jalisco, sitios donde operaba Luis Palma Salazar “el Güero Palma” y su socio, Joaquín “El Chapo” Guzmán”.
La detención del jefe de la organización desató una serie de roces que se incrementaron con un segundo hecho. En ese año, durante un festejo del clan Arellano Félix en el club Britania de Tijuana, se presentó sin previo aviso Armando “el Rayo” López, hombre de todas confianzas del Chapo Guzmán en Tijuana. Al “Rayo” López “el Chapo” le tenía un cariño y estima que sólo se explicaba por haber sido su amigo desde pequeños cuando crecieron juntos en la sierra de Badiraguato, Sinaloa. La presencia del “Rayo” en el festejo, sin que estuviera invitado, desató la ira de Ramón Arellano, quien lo asesinó a las afueras del lugar.
Desde entonces, el Chapo Guzmán entró en una sangrienta disputa con los Arellano Félix. Con él se aliaron el Güero Palma y varios miembros del grupo que había encabezado Félix Gallardo. Hubo un intento frustrado de asesinato en 1992 en la discoteque Chistine en Puerto Vallarta, donde los Arellano lograron salir con vida. En mayo de 1993, tras el enfrentamiento en el aeropuerto de Guadalajara, donde cayó abatido el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, la PGR puso precio a la cabeza de los hermanos Arellano Félix. En diciembre de ese año, Pancho Arellano, el más público de los hermanos, el empresario sobre el que había sospecha que sus negocios era tapadera para lavado de dinero del tráfico de drogas del cartel de Tijuana, fue detenido y enviado al penal de máxima seguridad de  Almoloya. Fue en esa década de los 90 cuando la organización Arellano se convirtió en la más importante del tráfico de drogas junto al cartel de Juárez, que encabezó Amado Carrillo Fuentes. La muerte del “Señor de los Cielos” en 1997, la detención de Benjamín Arellano en 2002 y el asesinato de su hermano Ramón el mismo año, reconfiguró el mapa de las organizaciones de narcotráfico. La fuga del Chapo en enero del 2001, detenido en 1993 en el auge de su guerra contra los Arellano Félix, abrió otro ciclo en la historia del narco en México.
Pancho Arellano recobró su libertad en el año 2004 y de inmediato fue extraditado a Estados Unidos, donde enfrentó una acusación por tráfico de cocaína. Recobró su libertad por reducción de condena en 2008 y regresó al país. Desde entonces no se sabía nada de él.
Fosa Común
La noche del viernes 18 de octubre, Pancho Arellano se encontraba en un festejo familiar en el salón de fiestas Ocean House, en el hotel Marbella, en la zona del corredor turístico que va de Cabo San Lucas a San José del Cabo, en Baja California Sur. Con las primeras sombras nocturnas, un hombre disfrazado de payaso se acercó hasta donde estaba y le disparó en la cabeza en tres ocasiones. Su cuerpo cayó inerte en el piso y el ruido de las detonaciones provocó que varios de los invitados al festejo salieran a toda prisa del lugar.
El lugar había sido rentado para una fiesta infantil por la señora Rocío Lizárraga, publicó la prensa local, y en el sitio había invitados como Omar Chávez, uno de los hijos del boxeador retirado Julio César Chávez, gran amigo de Pancho Arellano.
Era el final del mayor de los hermanos que fundaron el cártel de los Arellano, considerado hasta 2002 como uno de los que marcó la historia del narcotráfico en México por su beligerancia, y por haber estado involucrados en el episodio del aeropuerto de Guadalajara, donde fue asesinado en 1993 un  jerarca de la Iglesia católica.
Twitter: @velediaz424




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