24 nov 2013

El caso Neruda sigue abierto


El caso Neruda sigue abierto/FRANCISCO MARÍN
Revista Proceso # 1934, 23 de noviembre de 2013;
 El informe oficial chileno en torno a la muerte del poeta Pablo Neruda que se tenía por “definitivo”, presentado el viernes 8, revela que en realidad el caso sigue abierto. El mismo reporte, que elaboró una comisión de expertos forenses, establece que hasta el momento ha sido imposible determinar cómo falleció el escritor. Las especulaciones continúan y todo indica que las autoridades de Chile están urgidas por desembrazarse del asunto.

SANTIAGO DE CHILE.- El viernes 8 la comisión de expertos forenses que estudió las causas de la muerte del poeta Pablo Neruda presentó su “informe definitivo”.
 Ese día en conferencia de prensa Patricio Bustos, director del Servicio Médico Legal (SML) y el juez Mario Carroza, instructor de la causa, apuntalaron la versión de que el deceso del poeta en 1973 fue resultado de cáncer y que se descartaba su asesinato por envenenamiento. Tal versión fue recogida por los medios chilenos y de otros países.

 Pero ninguna de estas dos conclusiones está contenida en el informe de la comisión, integrada por Bustos y 10 expertos forenses chilenos y de otros países convocados especialmente para el caso Neruda. Entre éstos destacan los toxicólogos Guillermo Repetto (de la Universidad de Sevilla) y Ruth Winecker (de la Universidad de Carolina del Norte) así como el tanatólogo de la Universidad de Murcia, Aurelio Luna.
 Ese día Carroza y los integrantes de la comisión entregaron sus conclusiones a los representantes de los querellantes: los abogados Eduardo Contreras –por el Partido Comunista– y Elisabeth Flores y Rodolfo Reyes, representantes de la familia de Neruda. La reunión duró 45 minutos y se realizó en un salón del tercer piso del Palacio de los Tribunales en esta capital.
 Terminada esta diligencia, Carroza hizo pasar a la prensa.
 Bustos, quien carece de especialización forense, leyó las conclusiones del informe pericial: “Se confirma por diversas técnicas complementarias entre sí la existencia de lesiones metastásicas en varias partes del esqueleto, en justa correspondencia con la enfermedad por la que (Neruda) estaba siendo tratado (…) Los análisis acreditan la presencia de elementos farmacéuticos para enfermedades de cáncer (…) No se ha encontrado evidencia forense alguna que permita establecer una etiología médico-legal por causas no naturales en la muerte de Pablo Neruda”.
 Al término de la presentación se invitó a la prensa a hacer consultas a los peritos. Repetto aseguró que según los estudios toxicológicos “se descartaba que existiera indicio de una muerte no natural”.
 Pero al ser interrogado sobre la posibilidad del uso de gas sarín o toxina botulínica –como ha sugerido el abogado Contreras– Repetto reconoció que no se buscaron: “Estas sustancias hubieran desaparecido muy rápidamente del cuerpo, con lo cual entendemos que hubiese ido contra la lógica (…) buscar algo imposible de encontrar”.
 Otro miembro del equipo, el antropólogo forense español Francisco Etxeberria sostuvo que las pruebas periciales realizadas eran “todo lo técnicamente posible” que se podía hacer hoy en el mundo y se había obtenido una “verdad pericial y científica”.
 Cuando los peritos daban por terminada su presentación a la prensa, Reyes –fuera de protocolo– afirmó: “Lo único que arroja el informe es que Neruda tenía cáncer pero no que murió de cáncer”. Y le pidió a Carroza pronunciarse a ese respecto.
 El magistrado respondió que efectivamente el caso no se cerraba aún y para poder descartar definitivamente la tesis del asesinato “era necesario tener todos los antecedentes y en este momento no sabemos si los tenemos todos”.
 Cabe señalar que en el informe pericial no se destacó como una de las conclusiones principales lo establecido en el punto V, inciso D del mismo documento: “Dadas las características de la matriz biológica disponible, las condiciones de conservación y el tiempo transcurrido, no puede descartarse la posible presencia pretérita de sustancias que por sus características físico-químicas podrían haberse degradado”.
 La investigación judicial del Caso Neruda comenzó el 31 de mayo de 2011 cuando Carroza acogió a trámite la querella presentada ese día por el Partido Comunista de Chile. Dentro de la investigación el pasado 8 de abril los restos de Neruda fueron exhumados para hacer las pruebas periciales.
Confusión
Entre los periodistas y editores circuló inmediatamente la convicción de que las pruebas periciales demostraban que Neruda había muerto de cáncer.
El mismo viernes 8 el vespertino santiaguino La Segunda publicó: “Caso Neruda, informe determina que no murió envenenado”. En el cuerpo del texto se sostiene: “La conclusión final es que los exámenes practicados confirman que no se encontraron sustancias ajenas al tratamiento del cáncer que padecía Neruda, y los expertos internacionales son enfáticos en señalar que tampoco hubo intervención de terceros en su muerte”.
El diario español El País despachó ese mismo día la nota “Los exámenes concluyen que Neruda murió de cáncer y no envenenado”, firmada por su corresponsal en Santiago, Rocío Montes. Un día después el argentino Página 12 difundía la nota “Dictaminan que Neruda murió de cáncer”, del corresponsal Christian Palma.
La agencia EFE –en nota del sábado 9– señaló: “Los expertos chilenos y extranjeros que examinaron los restos de Pablo Neruda confirmaron ayer que el poeta murió de cáncer y no fue envenenado”. Aunque matizó: “La familia del autor insiste en la tesis del homicidio y el juez que investiga el caso se mostró dispuesto a realizar otros peritajes”.
 En entrevista con Proceso los abogados Flores y Reyes coincidieron en que la forma en la cual se presentaron las conclusiones inducía a hacer creer que con esto el caso Neruda se cerraba.
 “La posible intervención de terceros”, señala Flores, “nunca fue descartada por los peritos. La prensa no tomó en cuenta que el informe decía que dado el tiempo transcurrido no se podía descartar el envenenamiento”.
 A raíz de la propagación de esa versión sobre la muerte de Neruda, Flores y Reyes solicitarán a Carroza, dijeron, precisar que los recientes exámenes no indican que Neruda haya muerto de cáncer.
Informe deficiente
El informe de la comisión de peritos cometió errores de fondo, asegura a este semanario el médico legista y maestro en medicina forense Luis Ravanal.
Señala que se parte de un error fundamental de procedimiento “porque se asume la identidad de un resto cadavérico sin haberlo identificado genéticamente. En este caso, por algún motivo altamente irracional, aún no se ha hecho el examen de ADN de Neruda”.
Asegura: “Esto es incorrecto porque se han invertido enormes cantidades de recursos y tiempo en investigaciones sin tener la certeza de que se están analizando los restos de Neruda; pese a ser altamente probable que sí lo sea, no se cumple con el rigor científico de identificación plena”.
El estudio de la comisión especial, destaca Ravanal, “no resolvió la principal interrogante que tenía como objeto la exhumación: establecer la causa de muerte inmediata (…) ni logra determinar que la muerte se produjo por cáncer”.
Y se pregunta: “¿Cuántos enfermos con metástasis cancerosas andan circulando; ello no significa que vayan necesariamente a morir de un momento a otro por esta causa”.
En relación con la constatación de un componente de la dipirona (4-aminoantipirina), Ravanal destaca que no se hizo mención a la cantidad encontrada.
Y acota: “Una sobredosis de ese medicamento podría eventualmente haber provocado también la muerte. Y eso no se considera en circunstancias en que la propia doctora Winecker incluyó entre sus fuentes bibliográficas consultadas una investigación referente al efecto letal de la dipirona (Metamizol Suicide)”.
En la investigación judicial de esta causa ya se encuentra acreditado el hecho de que a Neruda se le aplicó una inyección poco antes de morir, lo cual formó parte sustancial de la denuncia de Manuel Araya, chofer del poeta y testigo en el proceso.
En los informes periciales no se analizó la verosimilitud de la causal oficial de muerte –aún vigente– que aparece en el acta de defunción elaborada el 24 de septiembre de 1973 por el médico Roberto Vargas Salazar: caquexia por cáncer metastizado de próstata.
La caquexia (desnutrición extrema) pudo descartarse si se hubieran analizado más profundamente los hallazgos de los análisis bioquímico y estructural de huesos, hechos en la Universidad de Murcia.
“(Allí se observa que) la composición ósea está dentro de rangos adecuados”, señala Ravanal y explica: “Si hubiese existido un estado de caquexia (…) todos los elementos proteínicos que forman las estructuras óseas, la médula ósea, se habrían visto alterados, lo cual no se constata tras el análisis de la Universidad de Murcia”.
“Pero lo fundamental es la prueba objetiva”, señala. “Si uno revisa las imágenes del cadáver de Neruda, del día que falleció, se constata que está absolutamente lejos de ser concordante con una persona con caquexia. Allí se ve una persona con sobrepeso. Y por lo tanto ese tema tan obvio, tan elemental, tan de primera vista, inexplicablemente no fue abordado por el equipo de peritos de este equipo internacional y multidisciplinario”.
Respecto al supuesto cáncer avanzado que habría tenido Neruda, en el informe no consta que se hayan hecho nuevos exámenes distintos a los practicados en abril de este año por la patóloga Elvira Miranda y por el radiólogo clínico Jorge Díaz.
Ambos concluyeron que Neruda tenía lesiones óseas concordantes con una metástasis cancerosa. En su evaluación radiológica Díaz –sin experiencia forense– no consideró el efecto que podría haber tenido en los huesos el paso del tiempo.
Según Ravanal, con el tiempo “ocurre una desmineralización de los huesos, además de fenómenos post mortem naturales de destrucción ósea”.
Si no se tiene cuidado en diferenciar estos fenómenos de las lesiones provocadas por una metástasis, señala, puede haber malas interpretaciones. “No estoy diciendo que excluya que Neruda haya podido tener cáncer o metástasis en los huesos, pero es fundamental que una pericial de esta importancia sea sometida a control de calidad”, añade el perito.
Miranda practicó el examen histopatológico 1110 –26 de abril de 2013– a la osamenta de Neruda. Allí encontró “tejido óseo esponjoso, con destrucción irregular y acentuada osteoblástica”, lesiones atribuidas a “metástasis óseas de cáncer prostático”. Estas evidencias que deberían contar con sus respectivos respaldos de imágenes, como las correspondientes al escáner radiológico, no han sido entregadas al ministro o incorporadas al expediente judicial.
Sin embargo, Miranda omitió señalar en su informe que Neruda se había sometido a 56 sesiones de radioterapia de telecobalto entre marzo y abril de 1973 en el Hospital Van Buren de Valparaíso. Según Ravanal este tipo de tratamiento provoca lesiones óseas, “aspecto que debió ser considerado en el análisis histopatológico y en el diagnóstico diferencial”.
Ni Miranda ni Díaz forman parte de la comisión internacional de expertos que realizó la exhumación y autopsia de Neruda.
Esta irregularidad se agrava si se considera que el 2 de mayo, cuando Patricio Bustos dio a conocer el resultado de estos exámenes histológicos y radiológicos, afirmó que habían sido realizados “por el equipo multidisciplinario del SML en conjunto con expertos nacionales e internacionales”. En realidad sólo fueron hechos por Díaz y Miranda.
Ravanal es uno de los médicos legistas más prestigiados en Chile. Sus pruebas periciales han sido clave para resolver judicialmente asesinatos que en principio se presentaron como suicidios, como el del exministro de Interior de Salvador Allende, José Tohá, el 15 de marzo de 1974 y el del menor Rodrigo Anfruns Papi en 1979, entre otros.
Pese a esto y a que la familia Neruda lo propuso como su perito de parte en esta causa, Carroza y Bustos no autorizaron su participación en la autopsia del 8 de abril ni en las pruebas periciales siguientes, a sabiendas de que en el equipo formado por Ravanal para este caso habían comprometido su participación otros destacados profesionales, como el perito de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, John Clark y toxicólogos de la Universidad de Glasgow.

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