10 mar 2014

Rusia: Una aventura muy arriesgada


Una aventura muy arriesgada/Andrew Wilson, miembro del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, experto en Rusia y Ucrania
 Publicado en La Vanguardia |10 de marzo de 2014
Amenos que algo cambie drásticamente, Rusia se ha salido con la suya. Ha invadido un Estado vecino y se ha apoderado de parte de su territorio simplemente con la más floja de las historias de portada. Como ha dicho Putin, el mundo no debería ignorar a hombres armados que llevan a cabo un golpe de Estado, pero estaban en Crimea, no en Kíev. Las implicaciones para el conjunto de Europa son enormes.
Las consecuencias previstas de la invasión son suficientemente claras. Ucrania nunca ha hecho una transición adecuada a la democracia y a una economía de mercado desde la caída del comunismo y ahora Putin está tratando de arruinar su mejor oportunidad. Sin embargo, Rusia no contempla un Gobierno reformista en Ucrania, comprometido en acabar con la corrupción y salvar la economía del abismo de un desastre autoinfligido. Rusia sostiene que hubo un doble golpe de Estado en Kíev en febrero. Los manifestantes nacionalistas radicales no electos impulsaron la toma de decisiones y la transferencia del poder era inconstitucional. Bueno, yo estaba en Kíev, había algunos auténticos radicales entre los grupos de autodefensa pero también vi ancianas ayudando a levantar los adoquines para que los manifestantes los lanzaran. El nuevo Gobierno contiene varios nacionalistas radicales pero están ahí porque lucharon contra el régimen en las calles, no a causa de sus lemas o puntos de vista antirrusos. Se mantendrá o caerá según cómo cumpla su promesa de desmantelar el viejo régimen. Los manifestantes no tomaron el poder –el presidente Yanukóvich se escapó y el régimen se derrumbó–. Pero, dicho esto, no deberían controlar las calles de Kíev; la ley y el orden deben ser restablecidos a la mayor brevedad posible.

Todas las decisiones clave en el Parlamento –la vuelta a la antigua Constitución, la eliminación de Yanukóvich, el nombramiento de un nuevo Gobierno– tuvieron mayorías de consenso de dos tercios de los votos e incluso más. El procesamiento de un presidente, por ejemplo, requiere un voto de tres cuartas partes de la Cámara, es decir 338 de 450 diputados, no los 328 obtenidos. Por eso es urgente poner orden. Las nuevas autoridades necesitan legitimidad y es de esperar el consenso salido de nuevas elecciones. Deberían celebrarse elecciones legislativas, presidenciales y un referéndum sobre la nueva Constitución. El argumento en contra es que el nuevo Gobierno está demasiado ocupado con Crimea y los problemas económicos urgentes, pero será difícil que el Ejecutivo tenga éxito con su actual estrecha base de apoyo. De hecho, se dan las condiciones para un gobierno de coalición de unidad nacional.
Pero Putin espera que el nuevo Gobierno fracase, ya sea porque se ha perdido Crimea o porque la economía se derrumbará. Si la economía comienza a recuperarse, él puede hacer que se derrumbe con una combinación de altos precios del gas y de exportación y las restricciones crediticias. La UE y el FMI pueden ayudar, pero a diferencia de los anteriores gobiernos de Ucrania, deben construir un consenso por los sacrificios inevitables durante los próximos dos años.
A Putin no le preocupan ninguna de las otras consecuencias. ¿Puede ahora cualquier frontera en Europa cambiar por la fuerza? ¿Puede cualquier intento de cambiar las fronteras simplemente ser detenido por la fuerza? ¿Qué pasa con otros conflictos “congelados”, en Moldavia y Georgia, se encenderán otra vez? ¿Y qué decir del conflicto nunca “congelado” entre Armenia y Azerbaiyán, donde ambas partes han estado intercambiando acusaciones y disparos ocasionales en los últimos meses?
Luego están las consecuencias en las que Putin no parece haber pensado. La economía rusa es estructuralmente débil, con cambios en el mercado global del gas (el gas de esquisto, asunto de competencia de la Comisión Europea) que están debilitando a la anteriormente todopoderosa Gazprom. Putin está dispuesto a pagar por un éxito de su política exterior pero muchos rusos de a pie, no. Uno de los motivos de Putin es claramente distraer la atención de posibles protestas internas. Estas quedaron semiolvidadas después de ser protagonistas durante las elecciones del 2011-2012, pero algunos manifestantes en Moscú y San Petersburgo se han inspirado en los acontecimientos en Kíev y fueron tratados con dureza después de corear consignas ucranianas. Pero al ciudadano ruso no se le puede mantener distraído por mucho tiempo.
Y esto no es necesariamente un éxito de la política exterior. Rusia pensó que sus vecinos estarían intimidados y serían cooperativos después de la guerra con Georgia en el 2008, pero en cambio se pusieron nerviosos y ampliaron sus relaciones con otras potencias. Esto es aún más probable en la actualidad. El objetivo de esta aventura es tener Ucrania cerca, pero el proyecto favorito de Putin, la Unión Euroasiática, que está previsto poner en marcha en enero del 2015, ahora se ve amenazado. Después de la invasión de Crimea, Kazajistán está muy nervioso por su región norte, de habla rusa. Putin incluso confiaba en ampliar la Unión Euroasiática más allá de las fronteras de la antigua URSS mediante la construcción de relaciones especiales con Turquía, pero ahora parece poco probable.
Y en Crimea están los tártaros, unos 266.000. Tienden a ser proucranianos. No es de extrañar, ya que Stalin los deportó a toda Asia Central en 1944 y la mitad murió durante o después del viaje. Sólo se les permitió regresar después de 1989 y todavía son marginados y discriminados por los rusos locales. Pero están bien organizados. Sin embargo si un serio conflicto con los musulmanes suníes tártaros de Crimea estalla ahora en la Crimen controlada por Rusia, la imagen de Moscú como un amigo de los musulmanes en Oriente Medio y en otras partes sufriría un fuerte revés. Y además Rusia tiene millones de ciudadanos musulmanes en casa, en el Cáucaso del Norte y más allá, todos suníes.
Rusia a menudo ha extendido su territorio a lo largo de su historia. El imperio zarista nunca debió haberse “tragado” a la rebelde Polonia, ni la URSS se debió anexionar los estados bálticos. El triunfo soviético en Europa central y oriental a finales de 1940 no fue construido para durar. Esta es también una aventura muy arriesgada para Rusia, una vez que los costos comienzan a acumularse.

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