Santa
Cruz de la Sierra, Bolivia, viernes 10 de julio de 2015 …
Centro
de Rehabilitación Santa Cruz-Palmasola, la cárcel más peligrosa de Bolivia.., y
dicen que de América Latina.
Alberga
a más de 5 mil internos, el 36 por ciento de los presos de Bolivia. Es conocida
popularmente como “pueblo prisión” debido a la manera cómo están distribuidas
las celdas. En este lugar viven personas condenadas por asesinatos,
narcotráfico y violación.
En
el sector Ps4, los detenidos conviven con sus familias.
Sin
embargo, también como en muchas partes del subcontinente hay muchas personas
que todavía no han recibido una sentencia.
En
ese lugar de “reinserción“ hay secciones violentas y secciones en donde viven
amontonados los enfermos graves. El lugar fue abandonado por las autoridades, y
los internos tomaron el control en 1989; hicieron cosas buenas y otras
despreciables, pero desde entonces se vive así, en autogestión...
El
papa Francisco llegó a ese lugar aproximadamente a las 9:30 horas y recorrió en
un pequeño vehículo blanco el trayecto hacia la explanada donde dio su
discurso. En el camino fue recibiendo el cariño de las personas encarceladas y
trabajadores.
Antes
de subir a la explanada, Francisco se dio el tiempo de saludar a algunas de las
personas que estaban sentadas, incluyendo a niños que se acercaban para ser
bendecidos y abrazados por el Santo Padre.
Antes
de pronunciar su discurso, el Papa escuchó las palabras de Mons. Jesús Juárez
Párraga, Arzobispo de Sucre, así como los testimonios de tres presos: dos
hombres y una mujer, quienes agradecieron la labor que realiza la pastoral
penitenciaria en este centro.
Bergoglio
escucha los testimonios de tres detenidos. Una de ellos, Ana Lía Parada, se conmueve pidiendo al Papa que “interceda por
nosotros, por nuestros derechos”, después de haber narrado la realidad de
detenidas, muchas de las cuales están embarazadas o enfermas. “Admitimos
nuestras culpas por los delitos que cometimos, pero como mujeres sufrimos el
abuso de poder, imploramos en tu nombre justicia. Que tú seas nuestro intermediario para que se cumpla en Bolivia
un indulto para las mujeres embarazadas y para las mujeres que tienen que
descontar 30 años y ya han han vivido un tercio de su pena”.
Antes
de retirarse, recibió los regalos que le prepararon los presos, como un cuadro
tallado en madera que representa la última cena, una hamaca blanca y
amarilla y dos cuadros con el rostro del
Pontífice.
Luego
de esta visita, Francisco se reunió en privado con los obispos bolivianos y
luego se dirigió al aeropuerto para partir rumbo a Paraguay, último país que
visitará en esta visita apostólica .
Discurso
del Papa Francisco en cárcel de Palmasola en Bolivia
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días:
No podía dejar
Bolivia sin venir a verlos, sin dejar de compartir la fe y la esperanza que
nace del amor entregado en la cruz. Gracias por recibirme.
En
las palabras de Mons. Jesús Juárez (mientras no se me vuele la cabeza no hay
problema) y en el testimonio de quienes han intervenido, he podido comprobar
cómo el dolor no es capaz de apagar la esperanza en lo más profundo del
corazón, y que la vida sigue brotando con fuerza en circunstancias adversas.
¿Quién
está ante ustedes? Podrían preguntarse. Me gustaría responderles la pregunta
con una certeza de mi vida, con una certeza que me ha marcado para siempre. El
que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de
sus muchos pecados. Y así es como me presento. No tengo mucho más para darles u
ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselos, sí quiero
compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la misericordia del Padre que vino a
mostrarnos, a hacer visible el amor que Dios tiene por nosotros. Por vos, por
vos, por vos, por mí. Un amor activo, real. Un amor que tomó en serio la
realidad de los suyos. Un amor que sana, perdona, levanta, cura. Un amor que se
acerca y devuelve dignidad. Una dignidad
que la podemos perder de muchas maneras y formas. Pero Jesús es un empecinado
de esto: dio su vida por esto, para
devolvernos la identidad perdida, para revestirnos con toda su fuerza de
dignidad.
Me
viene a la memoria, una experiencia que nos puede ayudar, Pedro y Pablo,
discípulos de Jesús también estuvieron presos. También fueron privados de la
libertad. En esta circunstancia hubo algo que los sostuvo, algo que nos los
dejó caer en la desesperación, que no los dejó caer en la oscuridad que puede
brotar del sin sentido. Fue la oración, fue orar. Oración personal y
comunitaria. Ellos rezaron y por ellos rezaban. Dos movimientos, dos acciones
que generan entre sí una red que sostiene la vida y la esperanza. Nos sostiene
de la desesperanza y nos estimula a seguir caminando. Una red que va
sosteniendo la vida, la de ustedes y la de sus familias. Tú hablabas de tu
madre, La oración de las madres, la oración de las esposas, la oración de los
hijos, eso es una red que va llevando adelante la vida.
Porque
cuando Jesús entra en la vida, uno no queda detenido en su pasado sino que
comienza a mirar el presente de otra manera, con otra esperanza. Uno comienza a
mirar con otros ojos su propia persona, su propia realidad. No queda anclado en
lo que sucedió, sino que es capaz de llorar y encontrar ahí la fuerza para
volver a empezar. Y si en algún momentos estamos tristes, mal, bajoneados, los
invito a mirar el rostro de Jesús crucificado.
En
su mirada, todos podemos encontrar espacio. Todos podemos poner junto a Él
nuestras heridas, nuestros dolores, así como también nuestros pecados, tantas
cosas en las que nos podemos haber equivocado. En sus llagas, encuentran lugar
nuestras llagas. Para ser curadas, lavadas, transformadas, resucitadas. El
murió por vos, por mí, para darnos su mano y levantarnos. Charlen, charlen con los curas que vienen, charlen. con las
hermanas que vienen, charlen con los que vienen a hablarles de Jesús... Jesús
quiere levantarnos siempre.
Esta
certeza nos moviliza a trabajar por nuestra dignidad. Reclusión no es lo mismo
que exclusión, que quede claro, porque la reclusión forma parte de un proceso
de reinserción en la sociedad. Son muchos los elementos que juegan en su contra
en este lugar –lo sé bien– y vos mencionaste con mucha claridad: el
hacinamiento, la lentitud de la justicia, la falta de terapias ocupacionales y
de políticas de rehabilitación, la violencia, la carencia de facilidades estudios universitarios, lo cual hace
necesaria una rápida y eficaz alianza interinstitucional para encontrar
respuestas.
Sin
embargo, mientras se lucha por eso no podemos dar todo por perdido. Hay cosas
que hoy ya podemos hacer.
Aquí, en este
Centro de Rehabilitación, la convivencia depende en parte de ustedes. El
sufrimiento y la privación pueden volver nuestro corazón egoísta y dar lugar a
enfrentamientos, pero también tenemos la capacidad de convertirlo en
ocasión de auténtica fraternidad. Ayúdense entre ustedes. No tengan miedo a
ayudarse entre ustedes. El demonio busca la pelea, busca la rivalidad, la
división, los bandos, no le hagan el juego. Luchen por salir adelante unidos.
Me
gustaría pedirles que lleven mi saludo a sus familias, algunos están aquí.
¡Es
tan importante su presencia y su ayuda! Los abuelos, el padre, la madre, los
hermanos, la pareja, los hijos. Nos recuerdan que merece la pena vivir y luchar
por un mundo mejor.
Por
último, una palabra de aliento a todos los que trabajan en este Centro: a sus
dirigentes, a los agentes de la Policía penitenciaria, a todo el personal.
Ustedes cumplen un servicio público y fundamental. Tienen una importante tarea
en este proceso de reinserción. Tarea de levantar y no rebajar; de dignificar y
no humillar; de animar y no afligir.
Este
proceso que pide dejar una lógica de buenos y malos para pasar a una lógica
centrada en ayudar a la persona. Y esta lógica de ayudar a las personas los va
a salvar a ustedes de todo tipo de corrupción y mejorará las condiciones para
todos. Ya que un proceso así vivido nos dignifica, anima y nos levanta a todos.
Antes
de darles la bendición me gustaría que rezáramos un rato en silencio, en
silencio cada uno desde su corazón Cada
uno como sepa hacerlo.
Por
favor, les pido que sigan rezando por mí, porque yo también tengo mis errores y
debo hacer penitencia. Muchas gracias. Y Que Dios nuestro Padre mire nuestro
corazón, que Dios nuestro Padre que nos quiere nos de su fuerza. Su paciencia,
su ternura de Padre, nos bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Y no se olviden de
rezar por mí.
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