“El padre Maciel era un modelo. Le creímos a
él y no a las víctimas”
El
nuevo director de los Legionarios de Cristo intenta dejar atrás los abusos de
su fundador
Un
renovador que habla de "purificación"/ entrevista
PABLO
ORDAZ/ El País, Roma 1 MAR 2014
Después
de tres años bajo vigilancia del Vaticano, los Legionarios de Cristo acaban de
recibir la autorización del papa Francisco para seguir adelante a pesar de los
escándalos de abusos a menores, poligamia y drogadicción protagonizados por su
fundador, el padre Marcial Maciel (1920-2008). Otro mexicano, el sacerdote
Eduardo Robles Gil (1952), es el nuevo director general.
Pregunta. Tras
quedar demostrada la doble vida de Maciel, ¿no restan más a la Iglesia, debido
a su mala imagen, de lo que aportan?
Respuesta.
Nunca nos lo hemos planteado así. Sí es verdad que hay personas de la Iglesia y
personas de fuera que piensan que deberíamos desaparecer, pero a nuestro juicio
no tiene sentido. Y el papa Benedicto XVI, cuando leyó los informes de los
visitadores, dijo que somos una comunidad esencialmente sana que tiene que
renovarse y mejorar. Pero es verdad que estábamos a punto de desaparecer,
porque había voces que se planteaban esa pregunta en los términos en que usted
la hace. Pero, por ejemplo, en México
hay 50.000 alumnos que están en colegios de pago y 15.000 que no pagan cuyas
familias siguen confiando en nosotros...
P.
Me llama la atención que no hayan perdido la confianza.
R.
Hay personas que ya no confían en nosotros. Sí las hay. Pero sobre todo hay
personas que no nos conocen y que no optan por nosotros. Si antes tuvimos un
prestigio muy grande, hoy tenemos un prestigio menor y eso sin duda afecta.
P. Entonces,
insisto, ¿no hubiese sido mejor disolverse?
R.
No, definitivamente no. ¿Para qué cambiar de nombre si no cambiamos nosotros? Yo
sigo siendo el mismo. Si tienen confianza en mí como director del colegio, pues
van a seguir en el colegio. La Legión seguimos siendo las mismas personas que
tenemos que aprender a ver las cosas con humildad, reconociendo que nos hemos
equivocado.
P. ¿No cree que
han pecado de soberbia?
R.
Sí. Pero piense que teníamos mucho prestigio. Había por tanto un cierto orgullo
institucional de creer que estábamos haciendo bien las cosas. Ahora hemos
aceptado las recomendaciones de la Iglesia. Antes hubiésemos dicho: bueno...
Ahora hemos aceptado que la Iglesia nos supervise.
P. El papa
Francisco hizo una clara diferenciación entre pecado y delito. Ustedes han
reconocido los pecados de Maciel, ¿pero han cumplido como ciudadanos
denunciando a algún legionario?
R.
Sí. Hay que distinguir. Lo que haya hecho el padre Maciel en su vida son sus
actos y son sus pecados. Pero hoy existe un compromiso en toda la Iglesia de
que, ante un delito contra menores, tenemos la obligación de hacer una triple
denuncia. Si algún legionario sabe de otro legionario tiene que denunciarlo al
superior, y el superior ante las autoridades civiles y el Vaticano. Y también
tiene que hablar con la persona acusada. Porque hay que tener en cuenta que ser
acusado no quiere decir ser culpable. Hay pecados que son pecados simplemente y
otras cosas que son delitos. Y todos los delitos con menores se deben
denunciar.
P.
¿Y lo han hecho?
R.
Lo hemos hecho.
P.
¿Y hay constancia de que lo hayan hecho?
R.
Sí, claro que hay constancia, lo que pasa es que una cosa es denunciarlo y otra
cosa publicarlo. En diciembre publicamos una carta en la que anunciamos que
había habido denuncias contra 35 sacerdotes.
P.
¿Por qué tardaron tanto tiempo en admitir lo que estaba sucediendo?
R.
Como dijo Benedicto XVI en su carta a los irlandeses: “Tardamos en creer”. Sí
había noticias, pero no fueron creídas. La razón es que un sacerdote es
normalmente una persona de prestigio y para nosotros el padre Maciel tenía
mucho prestigio, era un modelo. También tenía prestigio en el Vaticano y mucho
prestigio social y eclesiástico. Entonces, cuando salen las acusaciones y él
dice que no eran ciertas le creímos a él y no creímos a los acusadores. Además,
como el Vaticano no les había escuchado, optaron por una forma que en esa época
no era bien vista en los círculos eclesiásticos que fue salir en la televisión,
hacer una denuncia en el periódico. Y en ese momento esa forma escandalosa de
hacer las cosas les restó credibilidad.
P.
Pero pasaron muchos años.
R.
Sí, muchos años. Hasta 2005 el fiscal especial de este tipo de casos no fue a
México. Habló con las víctimas y, el 19 de mayo de 2006, se comunicó que el
padre Maciel enfrentaba acusaciones gravísimas, que por motivo de su edad y de
su enfermedad —ya tenía inicios de demencia senil— ya no iba a ser sometido a
un juicio, pero que tenía que retirarse a una vida de penitencia. El Vaticano
está convencido de la veracidad y ahí fue un verdadero balde de agua fría. Muchos
empezamos a dudar, pero cuando vas en vuelo hay una inercia que no es fácil de
frenar. Había quien decía abiertamente: el Vaticano se ha equivocado, qué mala
onda. Hasta 2008 no empezamos a preguntar entre nosotros. Y entonces aparece
algún legionario que dice, pues sí, yo soy víctima. Y sale otro legionario y
dice yo soy víctima. Y alguna persona que siempre la hemos considerado amiga,
que nunca ha salido en el periódico y nunca va a salir en el periódico, pero
dice: es verdad. Entonces nos vemos en la obligación moral de comunicar a la
congregación que todo lo que siempre habíamos negado es verdad.
P. ¿No hay
cómplices todavía en la congregación?
R.
Una cosa es encubrir y otra cosa es cubrir. Tú eres mi amigo y yo sé que
hiciste algo malo y no te denuncio. Y otra cosa es que yo haga todo lo
necesario para que nadie te cache [en mexicano, te descubra]. A mí me consta
que ni el padre Álvaro, ni el padre Luis Garza ni el padre Evaristo Sada, que
era el secretario general de la congregación, supieron nada hasta 2006. Tal vez
algún secretario particular hubiera sabido algo. Pero no creo que nadie supiera
todo. Y tal vez alguien pudo saber que tenía una hija, pero no lo dijo. O si
sabían que tomaba muchos analgésicos y no solo analgésicos porque requerían de
una receta médica [se drogaba con dolantina], pues no dijeron. El informe de
los visitadores, que es de 2010, dice: “Los que supieron algo pensaron que no
debían decirlo por el bien que se estaba haciendo”. De hecho, hoy, a
posteriori, sabemos que eso no fue lo más correcto, pero también sabemos con
mucha claridad que el haberlo sabido también ha hecho daño. Ha hecho daño a los
Legionarios, y ha hecho escándalo en la Iglesia hasta el punto de que usted me
ha preguntado si no es más el daño que hacemos que el bien que hacemos...
P.
Pero de aquí se puede inferir que casi se arrepiente de que se haya sabido...
R.
No, no me arrepiento. En la Iglesia ya estamos convencidos de que tenemos que
denunciar. Pero tiene que tener en cuenta que algún amigo mío que antes era
legionario ahora no lo es, o un súbdito que iba a ser un buen sacerdote ya no
sigue el camino del sacerdocio. Eso me da pena. Hay cosas que hay que hacer
pero tienen una repercusión indeseable.
P.
Creo que esta mañana ha visto al Papa.
R.
Sí.
P.
¿Le ha dicho algo?
R.
Me ha dicho: “Yo te apoyo. Sigue adelante”.
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