13 jul 2016

Enrique Ochoa Reza en la columnas de hoy, 13 de julio

Las columnas políticas hoy, 13 de julio de 2016..
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Lenguas Viperinas/LSR
ENRIQUE OCHOA, nuevo presidente nacional del PRI, aseguró que en materia de corrupción no se puede tapar el sol con un dedo y por ello abrió la puerta no sólo para exigir cuentas a quienes son acusados o tienen antecedentes de corrupción, sino para solicitar la destitución de quiénes ensucian la imagen del priísmo. En su discurso como nuevo dirigente priísta, en sustitución de Manlio Fabio Beltrones, Ochoa nombró al Presidente Enrique Peña Nieto en una decena de ocasiones y al viejo estilo fue interrumpido cada medio minuto para recibir aplausos de los priístas de todo el país. El ex director de la CFE pidió a los integrantes del gabinete presidencial asistir a los estados con la estructura del partido para informar los logros y políticas políticas y construir un puente de cercanía con la gente.
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BAJO RESERVA/ El Universal
 Ruiz Massieu al lado de Ochoa Reza
 En la unción de Enrique Ochoa Reza llamó la atención de personas que desde ahora algunos priístas califican como la fotografía del cambio generacional en el partido. Nos mencionan que el nuevo líder nacional del PRI estuvo acompañado de jóvenes militantes con experiencia, entre los que destacó la figura de la secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu. La asistencia de la canciller en la sede nacional priísta no fue solamente testimonial, pues nos comentan que ella empujó con mucha fuerza para que el ex director de la Comisión Federal de Electricidad llegara a la silla tricolor, y defendió la idea de fortalecer los vínculos del Revolucionario Institucional con el gobierno federal. ¿Qué tan cercana, políticamente hablando, es doña Claudia de Ochoa Reza? Más de lo que ustedes se imaginan, nos responden.
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TEMPLO MAYOR/Reforma
AL TOMAR las riendas del partido tricolor, Enrique Ochoa Reza dejó ver qué proyecto tiene para el PRI.
 MENOS ideología y más pragmatismo. El nuevo dirigente no apeló al santoral priista, invocando a Colosio o a Calles. Al contrario: apeló a la realpolitik, con eso de acercar -más- al partido y al gobierno en cuestiones concretas que afecten a la sociedad.
 NADA de borrón y cuenta nueva. Significativa fue la deferencia que tuvo con Manlio Fabio Beltrones al reconocerle su paso por la dirigencia. Además, insistió una y otra vez en que rejuvenecer al PRI no implica deshacerse de sus veteranos.
 ES 2016, no 1929. Uno de los mayores aplausos fue cuando anunció, por fin, la integración paritaria entre hombres y mujeres de la dirigencia nacional.
 NO TODO está mal. El nuevo líder tricolor hizo una férrea defensa del gobierno de Enrique Peña Nieto, lo comparó con sus antecesores panistas y concluyó que el problema es cómo comunicar las cosas bien hechas.
 TOTAL que el PRI ya tiene nuevo capitán, a ver qué tal la travesía.
 POR CIERTO que María de los Ángeles Moreno le puso el cascabel al gato en la sesión del Consejo Político Nacional del PRI, cuando dijo que hubiera esperado que los convocaran para analizar la derrota electoral, no para elegir un nuevo dirigente.
 COMO SEA, se dijo convencida de votar por Enrique Ochoa y pidió a sus compañeros hacer lo mismo, luego de hacerlos pasar aceite durante algunos minutos.

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¿Será?/24 Horas
Calzada se quedó a medias
Cuando Manlio Fabio Beltrones tomó la decisión de renunciar al PRI propuso a José Calzada como su sucesor. Según su criterio, se trataba de un buen operador político que le daría frescura al partido. El hoy secretario de Agricultura no estaba convencido, pero se dejó querer y sólo esperaba la venia del presidente Peña para dar el siguiente paso. Sin embargo, mientras deshojaba la margarita se le atravesó Luis Videgaray con el nombre de Enrique Ochoa, e inició toda una operación política para que, sin ningún sobresalto, el ex titular de la CFE rindiera protesta ayer como nuevo mandamás del tricolor. ¿Será?
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Rozones/ La Razón
 Carolina Monroy mostró las tablas
 - El éxito en la elección del nuevo dirigente del PRI, Enrique Ochoa, se debió en buena parte a los oficios de Carolina Monroy, quien durante el proceso asumió las riendas del partido y lo condujo de manera impecable al relevo. Ella retomó ayer el cargo de secretaria general del partido y dejó muy buena impresión en el priismo.
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Ochoa, renovador o sepulturero/ Pablo Hiriart
Uso De Razón
El Financiero,
Tiene razón Ochoa, el PRI tiene que cambiar. Pero también el gobierno debe cambiar.
Esa última debe ser quizá la principal de sus exigencias. Y la primera es una tarea que debe emprender hoy mismo.
A los puestos de elección popular no se puede llegar por derecho de sangre o compadrazgos. Ese tiempo pasó. Desalienta a la militancia y pavimenta el camino de las derrotas.
Ahí viene el Estado de México. Vamos a ver si el PRI puede cambiar o no. Será fácil darse cuenta con sólo ver los nombres que alcanzan desde la candidatura al gobierno estatal como a las presidencias municipales y al Congreso local.
Lo mismo en Coahuila y Nayarit, que se definirán a fin de año o los primeros días del próximo.
Veremos si Ochoa predica con el ejemplo o sólo está para servir intereses creados de la aristocracia partidista.
Por ahora, recibió el beneficio de la duda de parte del Consejo Nacional.
Pero si interpreta ese respaldo como una muestra de disciplina incondicional del priismo a lo que diga el Presidente, va a llevar a su partido a la división y a la derrota en 2018.
Ochoa tiene que exigir que el gobierno cambie porque se ha equivocado en la forma de relacionarse con la ciudadanía.
El magro 29 por ciento de aprobación a la gestión presidencial y el resultado de las elecciones del 5 de junio son avisos de que no sólo el PRI está mal evaluado.
También el gobierno necesita un cambio de guardia.
Ha habido arrogancia al menospreciar el enojo de la población en materia económica, corrupción, estado de derecho e inseguridad.
Se dejó a los gobernadores (priistas y no priistas) hacer y deshacer con las arcas públicas, sin aplicar correctivos que acusen recibo de la inconformidad ciudadana ante los abusos.
El PAN es el partido que ha ofrecido aplicar la ley a los gobernadores, en lugar de hacerlo el gobierno federal.
¿Quieren que la gente vote por el PRI cuando el trabajo de limpieza que pide la ciudadanía lo hacen los panistas? Demasiada arrogancia.
Fue una excelente señal que la Presidencia tomara la iniciativa para dejar sin blindaje a tres gobernadores salientes, que perdieron las elecciones por estar tocados por el escándalo. Que no sea flor de un día y se llegue hasta las últimas consecuencias en el menor tiempo.
Los problemas del gobierno han sido “de comunicación”, dijo Ochoa en entrevista con El Financiero. No supo comunicar las reformas, dijo. Es muy fácil culpar a “la comunicación”, pero no es así.
El problema es que el gobierno no supo defender las reformas, porque jamás se preocupó por tener aliados ni aumentar su base de apoyo.
Desdeñó a los intelectuales, a los académicos, a los periodistas y en general a los formadores de opinión pública.
A los empresarios los trató mal desde el inicio del gobierno.
Prometió crecer con déficit cero y resultó lo contrario: en tres años estamos más endeudados que en todo el sexenio anterior y el crecimiento es bajísimo.
La inseguridad ha salido de las primeras planas, pero ya está a niveles similares a 2012.
Y le exigen resultados al PRI. Y el PRI mira con desconfianza al gobierno.
Así no van a salir del hoyo. Ochoa tiene que reconciliar al gobierno y a su partido. Y necesita del concurso del Presidente para cambiar lo que se ha hecho mal en el gobierno.
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Ochoa, ¿lo dejará Peña?/ Raymundo Riva Palacio
Estrictamente Personal
El Financiero,
Enrique Ochoa llegó a la dirigencia del PRI como producto de dos variables: la introspección y la improvisación del presidente Enrique Peña Nieto. La primera, como resultado de un proceso íntimo donde rechazó las influencias externas sobre nombres que podrían encabezar el partido, y de las reticencias del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, a un cambio en la dirección de la Comisión Federal de Electricidad. La segunda, la improvisación, porque fue hasta el martes por la tarde cuando lo citó en Los Pinos para notificarle su decisión unipersonal, sin que fuera acompañada de estrategia alguna.
 El presidente Peña Nieto dejó al delfín a merced de los leones. Su dedazo enfrentó resistencias públicas y beligerantes como no se habían visto en años. No se preparó un proceso inverso, como placearlo ante la militancia en el país antes de hacerlo líder del PRI, para generar consensos, ni hubo una estrategia de arropamiento mediático. Cuando los leones saltaron y la República de las Opiniones lo crucificó, no hubo voces –salvo la del coordinador del PRI en el Senado, Emilio Gamboa–, que salieran en su apoyo. Los dos pilares en el Olimpo peñista, los secretarios Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong, de Gobernación, no desplegaron sus oficios para respaldar la decisión presidencial. Tampoco hizo nada la oficina de prensa de Los Pinos.
Dejaron que Ochoa resolviera las cosas como pudiera, y descubrió las mezquindades de sus camaradas. Al cuestionar su militancia –detonada por un video donde niega ser militante y puesto en YouTube por el gobernador panista Francisco Domínguez–, le regatearon apoyos. La indiferencia y la oposición que encontró en los días previos a asumir el liderazgo del partido, no fueron contrarrestadas por la señal inequívoca de que era un hombre del Presidente. Los priistas, expertos en semiótica, deben haber visto que los alfiles de Peña Nieto no movieron un músculo ni lanzaron una mirada que confirmara el deseo de Los Pinos. Actuaron, por tanto, en consecuencia.
Ochoa tendrá que traducirle al PRI y a la sociedad que vota, qué es lo que piensa Peña Nieto del país, de su gobierno, sus políticas, y el porqué optó de manera unipersonal por él. El nuevo líder del partido tiene características que pueden servirle, como sus conocimiento profundo de las reformas peñistas y su habilidad como polemista, que juntas son buena combinación para el debate; su capacidad de organización en momentos de crisis, como lo demostró durante el huracán Odile, que devastó Baja California Sur en septiembre de 2014; y la forma como, aunque en el bajo perfil durante las reuniones de gabinete, hablaba sin temores cuando requerían de su palabra. Pero nadie le ha regateado capacidades técnicas y articulación. El cuestionamiento es que dirigirá un partido que no conoce.
El nuevo líder del PRI ha adelantado que hará una presidencia donde debatirá en la arena pública y mostrará los contrastes. Ha definido los términos de la batalla. Tan corruptos son algunos gobernadores priistas, como panistas y perredistas. Tan opacos y maniqueos son algunos de quienes visten la casaca tricolor, como quienes usan las morenas de Andrés Manuel López Obrador. Mediocres han sido los rendimientos en la economía, como pobre fue la gestión del expresidente Felipe Calderón. Deficientes los gobiernos panistas y perredistas, como los priistas, y con oscuras relaciones unos como otros con el narcotráfico. Es decir, Ochoa llega a un lodazal donde no hay buenos, sino menos malos que otros.
No es una arena pública novedosa. Si no la agitó el presidente Peña Nieto es porque sus asesores le aconsejaron no gobernar con el retrovisor ni cobrar las facturas para los panistas que se llenaron los bolsillos de dinero mal habido. El mejor ejemplo lo dio la gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich, que denunció a la PGR por congelar la averiguación contra su antecesor, el panista Guillermo Padrés, puesta en el limbo por instrucciones de Los Pinos. También dejó tranquilo al exgobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre, pese a meter en la cárcel a varios de sus colaboradores más cercanos –y a su hermano también– por actos de corrupción en su gobierno. El Presidente cuidó también a sus aliados perredistas en el Pacto por México para que sirvieran de contrapeso a López Obrador. Vistos los resultados, esa política de avestruz hacia la oposición aliada le dio pocos frutos a Peña Nieto, pero no hay señales de cambio real.
La tolerancia con la corrupción ha sido una huella que cada vez se impregna más en el legado peñista. El lunes se sacudió un poco el lastre, pero como lo había anticipado Monroy, el recargón fue contra priistas: Javier Duarte, gobernador de Veracruz; Roberto Borge, de Quintana Roo, y César Duarte, de Chihuahua. Una vez más, Peña Nieto contra los suyos. Pero ya es un avance, porque hasta el lunes, la impunidad era generalizada. La pregunta es si Ochoa quiere combatir en todos los frentes, ¿lo dejará Peña Nieto? El líder del PRI está en una encrucijada, porque al aceptar dirigirlo apostó su futuro. Si fracasa, mucho por lo que trabajó durante su vida profesional será tirado a la basura. Entendiendo todo lo que tiene que perder, habrá que darle al nuevo líder del PRI el beneficio de la duda, aunque, como todos saben, el camino al éxito no dependerá sólo de él, sino de quien lo puso en ese lugar.
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ARSENAL/ Francisco Garfias/Excelsior
El gran ausente y los tres apestados
Para Héctor Gandini, en los días más difíciles de su vida.
El gran ausente en la sesión extraordinaria del Consejo Político Nacional del PRI, convocada ayer para tomar protesta a Enrique Ochoa Reza como presidente de ese partido, fue Manlio Fabio Beltrones.
Esa ausencia fue notoria. El sonorense, quien dimitió al cargo luego de los malos resultados en las elecciones del 5 de junio,  estuvo en los discursos, pero no en el auditorio Plutarco Elías Calles del CEN del tricolor, donde se llevó a cabo el acto.
En las oficinas de Manlio nos dijeron que “está fuera de México”. Otro  de sus colaboradores, presente en la sesión, aseguró con una sonrisa sarcástica: “no quiso interrumpir sus vacaciones”.
Un senador del PRI habló en corto con franqueza. “Eso no ayuda a la unidad”, dijo.
Otra priista —muy cercana a Osorio—, consideró que fue una “cortesía política” del sonorense. La mujer argumentó que Manlio no le quiso robar reflectores a Ochoa Reza.
Para respaldar sus dichos nos hizo notar que sus gentes más cercanas, como Manuel Añorve, estuvieron presentes.
El propio Ochoa fue quien mencionó al político sonorense. Provocó que subiera el aplausómetro. Sus primeras palabras como presidente del PRI las dedicó a hacerle un reconocimiento a su predecesor.
En el aplausómetro sólo lo superó el presidente Peña.
Otros que no se aparecieron en el auditorio Plutarco Elías Calles fueron los tres gobernadores del PRI que están en capilla: Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge.
Ochoa les hizo un traje a la medida en su discurso. Dijo que gobiernos emanados del PRI que incurren en actos de  corrupción le hacen daño al partido, deben ser destituidos, y sus cuentas confiscadas.
El nuevo presidente del PRI anunció, incluso, la creación de una Comisión Anticorrupción.
El  primer discurso de Ochoa fue bueno. Mejor si le hubiera bajado un poco a la apología que hizo del presidente Peña.
Los pasajes salpicados de humildad, en los que pidió a los priistas que le den “una oportunidad”, fueron bien recibidos. Gustó también que haya pedido a miembros del gabinete allí presentes —Nuño, Meade, Ildefonso…— que viajen por el país y hablen con los líderes priistas locales.
“Es difícil que lo hagan, siquiera que les tomen la llamada. Los mandan con el secretario del secretario del secretario”, ironizó el citado senador.
Con entusiasmo recibieron las mujeres el anuncio de que habrá paridad de género en la integración del CEN y el compromiso de transformar al PRI en defensor de las demandas de los ciudadanos frente al gobierno federal.
Ochoa Reza se topó con Enrique Jackson a la entrada del edificio de Insurgentes. Se acercó al ahora diputado federal para recordarle que él firmó su credencial de militante, en 1991, cuando era presidente del PRI-DF. El secretario general era Marcelo Ebrard.
Por ahí se comentó también que Ulises Ruiz, el prinosaurio rebelde, le hizo un favor al nuevo presidente del tricolor al manifestarse abiertamente en su contra. “Imagínate una plana anunciando el apoyo de Ulises a Ochoa Reza”, comentó, mordaz, otro priista.
Ochoa Reza se quedaría en el cargo hasta agosto de 2019.
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Enrique Ochoa Reza: sin 3de3 ni historia/ Salvador Camarena
Columna La Feria/ El Financiero.
En los últimos días la prensa ha destacado tres aspectos de la trayectoria de Enrique Ochoa Reza, nuevo líder del Partido Revolucionario Institucional.
Diversos comentaristas han subrayado sus capacidades técnicas (tanto su preparación académica en México y en EU, como una interesante carrera, lo mismo en el sector energético que en el campo electoral). Otras columnas destacaron que por su relativa juventud (tiene 43 años), podría representar a una nueva generación, lo que le ayudaría a lograr interlocución con un electorado joven, hoy lejano al PRI. Ambos atributos, dicen, lo harían un gran contendiente a la hora de debatir con (entre otros) el panista Ricardo Anaya. 
Finalmente, pero para nada asunto menor, entre los haberes del michoacano estaría su cercanía con el presidente Peña Nieto y con el grupo compacto del mexiquense. 
Así, independientemente de la forma dinosáurica en que fue designado presidente del PRI, Ochoa Reza tendría todo para hacerse del partido y, supuestamente, para conectar con una ciudadanía distante al tricolor. 
Cierto, tiene todo salvo una historia propia, una que tenga sentido, una que luzca congruente y creíble. Una historia que, al mismo tiempo, le ayude a granjearse a los priistas de raza y a esos sectores críticos que miran con desdén a bebesaurios como Ochoa Reza, dueños de discursos pero no de explicaciones sencillas y coherentes sobre su abultado patrimonio.
El itamita Reza tendrá que demostrarle a los priistas que, a pesar de haber sido impuesto por Peña Nieto, ello no le limitará para abrir y conducir un debate que brinde a la militancia de su partido el espacio que los tricolores requieren tanto para digerir las derrotas, como para entender desde dónde han de posicionarse de cara a las elecciones del 2017 y 2018.
El exdirector de la CFE tendrá que mostrar a sus correligionarios que cuenta con la capacidad para hacer que Peña Nieto entienda el malestar social que cobra en las urnas los pésimamente manejados casos de conflicto de interés.
Quien es producto de un dedazo, tendrá que convencer que hay margen para la meritocracia, que las candidaturas no vendrán de Luis o de Enrique (el otro), que habrá métodos y procedimientos que permitirán candidatos con arrastre así no los quiera el gobernador o el presidente mismo. 
Ése es apenas la mitad de su reto.
La otra mitad es que en medio de una urgencia por la transparencia, Ochoa Reza tendrá que contarle a la ciudadanía una historia de vida que sea creíble.
Que cuente cómo pudo hacerse en el año 2000, a punto de irse al extranjero a estudiar, de decenas y decenas de placas de taxis (en su declaración patrimonial de 2015 decía tener 110 con sus respectivos autos, mayoritariamente modelo Tsuru, y en la declaración de 2016 dice que ahora sólo tiene 50 placas y mismo número de autos). Una biografía que cuente cómo ha construido la abultada colección de arte que posee.
¿Abrirá su declaración fiscal para ver si pagaba impuestos por los taxis? ¿Explicará por qué si publicaba promoviendo compras de autos híbridos para mitigar contingencias ambientales, ninguno de sus taxis es híbrido?
Hay momentos de vida que operan milagros. Ayer, luego de no haberse decidido a ello durante sus casi cuatro años en el gabinete, Ochoa Reza anunció que en cuestión de días presentará su declaración patrimonial.
Tendrá que hacer más que eso. Una declaración tres de tres, como la que tenía su antecesor, como la que tiene Anaya, debería ayudarnos a entender quién es el señor Ochoa Reza. Será un paso, pero contará mucho el cómo lo dé.
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