7 ago 2016

Las conspiraciones del clero en México

Revista Proceso # 2075, 7 de agosto de 2016.
 Las conspiraciones del clero en México/BERNARDO BARRANCO V., Sociólogo experto en el estudio de las religiones.
El presidente Peña Nieto traicionó a la Iglesia. Así decretó Hugo Valdemar. Pocas veces en la historia moderna de las relaciones entre la Iglesia y el  Estado en México había escuchado adjetivos tan severos como los expresados por quien funge como director editorial del semanario Desde la Fe.
 Proceso, en su edición 2074, publica una entrevista a Valdemar que no tiene desperdicio porque refleja los humores del sector más conservador del episcopado frente a la iniciativa del Ejecutivo para legalizar los matrimonios de personas del mismo sexo. Malestar que según el entrevistado la Iglesia no sentía desde las leyes anticlericales promulgadas por Plutarco Elías Calles en los años veinte del siglo pasado y que fueron la puntilla de la guerra cristera.

Para el diccionario de la Real Academia Española, la traición es una falta grave que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad, de manera alevosa, faltando a la confianza que se debe guardar o tener. Valdemar va más lejos y lo ilustra con la siguiente imagen: “Su iniciativa ha sido tomada por nosotros como una terrible puñalada por la espalda”.
Surgen muchas preguntas iniciales: ¿Qué es lo que ha traicionado el presidente Peña? ¿Hay acuerdos, pactos, compromisos entre los obispos y el mandatario que no conocemos? ¿En una república laica son válidas las transacciones encubiertas entre la presidencia y el clero?
Valdemar menciona que Peña Nieto ha faltado a la promesa de hacer suya la agenda del Papa Francisco; sin embargo, esto se antoja una justificación confusa porque dicha agenda no ha sido asumida por la propia arquidiócesis primada de México, ni mucho menos por el propio cardenal Norberto Rivera. ¿No fue el propio semanario Desde la Fe quien criticó el discurso crítico y llamados del Papa en catedral porque alguien le mal informó? Resulta ahora contradictorio que Valdemar no sólo haga suya la agenda del Papa, sino que le reproche al presidente Peña Nieto no acatarla, como aparentemente lo prometió.
Otro problema, a mi parecer grave, es que Valdemar quiera hablar a nombre de toda la Iglesia. En la entrevista dijo: “Por supuesto que Desde la Fe está reflejando esta oposición, que no es sólo de la arquidiócesis, sino de todos los obispos del país”.
Desde hace años Valdemar y el cardenal se han aprovechado de los reflectores que ofrece la capital del país para hacer parecer su voz como la del conjunto del episcopado, incluso pasando por encima de la propia Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), lo que es delicado porque ésta, que expresa al conjunto de la Iglesia mexicana, ha encarado los matrimonios igualitarios con una posición más equilibrada y mesurada.
En efecto, tanto en su comunicado de prensa del 18 de mayo como en diferentes foros la postura del secretario general de la CEM, Alfonso Gerardo Miranda Guardiola, dista mucho del radicalismo de la arquidiócesis del cardenal Rivera. Hay una notable disonancia entre el Consejo de Presidencia de la CEM y la arquidiócesis que exhibe las fisuras entre los obispos, las cuales se evidenciaron durante la visita del Papa.
Valdemar, además de acusarle traición al presidente de la república, le reprocha haber descuidado las relaciones con la Iglesia mexicana, al sentenciar: “Peña Nieto provocó el enfriamiento de su relación con el episcopado, que está muy molesto con su iniciativa”. Por su parte, Miranda Guardiola contrasta y rechaza que haya una ruptura con el gobierno de la república, insiste en que están abiertos al diálogo y con deseos de que su voz sea escuchada en la discusión del proyecto de reforma, y afirma que no están en contra de las uniones gay sino que se les llame matrimonio (Diario de Yucatán, 15 de junio de 2016).
Es innegable que las relaciones entre los obispos y el gobierno federal se han venido erosionando, y no únicamente a raíz de la citada iniciativa presidencial. Las tensiones se acumulan desde 2014, cuando la CEM cuestionó en asamblea las reformas estructurales del actual gobierno –aquí ya se notó la mano del Papa Francisco. Tampoco  las tensiones van en una sola dirección. El presidente Peña Nieto encara tres frentes de descontento distintos y diversas demandas en la Iglesia católica.
Además del escepticismo ante las reformas por parte del sector moderado de prelados, Presidencia confronta con la iniciativa de matrimonios igualitarios al bloque más conservador y radical de los obispos, encabezados por Rivera Carrera. Este bloque lo conforma un conjunto de la derecha secular, así como de agrupaciones religiosas pentecostales.
La tercera afrenta, vinculada con la reforma educativa, está en el corazón de las demandas del progresismo católico que abarca zonas del sureste mexicano, como Oaxaca, Guerrero y Chiapas. En efecto, ante el conflicto con los maestros y los lamentables hechos ocurridos en Nochixtlán, Oaxaca, los obispos de esa región del país demandan la vía del diálogo y no la represión para resolver el conflicto. Incluso señalan que es preferible revisar la reforma educativa que lamentar pérdidas. Aquí  se han sumado numerosas organizaciones católicas vinculadas con los derechos humanos, congregaciones religiosas, comunidades de base y obispos como Raúl Vera que reprochan la criminalización de la lucha magisterial. Incluso la CEM pide públicamente que se rediscuta la reforma educativa, incluyendo a todos los involucrados.
Hugo Valdemar, aunque perjure, no se maneja solo. A lo largo de estos lustros le hace el trabajo sucio al cardenal Rivera. ¿Esta ofensiva del cardenal qué persigue?
Ante la caída de popularidad de Peña Nieto en los sondeos y el agobio de su gobierno, conceptuado por  Desde la Fe como “el barco que hace agua”, el cardenal busca convertirse en el interlocutor de la Iglesia ante el poder, porque hay debilidad en el aparato gubernamental y, al mismo tiempo, un vacío de poder en la cabeza de la Iglesia.
El presidente de la CEM, el cardenal Francisco Robles, apenas sobrevive a su antecesor Juan Sandoval Íñiguez, que quiere seguir gobernando la arquidiócesis de Guadalajara. Peña descansó la interlocución en sus amigos en el clero, primero en Carlos Aguiar, anterior presidente de la CEM, y posteriormente en el nuncio Christopher Pierre. Ambos están fuera del cuadrante en la toma de decisiones. Es más, no hay nuncio; Franco Coppola llegará hasta septiembre.
Las circunstancias, pues, favorecen a Rivera, quien busca trascender junio de 2017, cuando por disposición canónica deberá presentar su renuncia. Pretende que Roma lo mantenga como hombre fuerte para proteger los intereses de la Iglesia frente a la promulgación de la nueva constitución de la Ciudad de México y las elecciones presidenciales de 2018.
La entrevista de Hugo Valdemar muestra una jerarquía dividida, así como vacíos en la conducción del episcopado. Ante un gobierno devaluado bajo el agobio de numerosos focos de conflicto, la embestida clerical de Valdemar busca en realidad fortalecer no a la Iglesia, sino los intereses y posicionamientos del cardenal Norberto Rivera. Sus duras apreciaciones sobre el gobierno y el presidente Peña Nieto no encontrarán respuesta ni éste se atreverá a apelar públicamente porque no querrá abrir formalmente un nuevo frente de confrontación.

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