30 nov 2016

Sin discriminar es mejor

Columna “Voltear la hoja” / Sylvia Teresa Manríquez
Sin discriminar es mejor

Imaginemos esta escena:
- Mamá tienes que hacer algo, este problema no puede seguir así.
- ¿A qué te refieres?
- Pues que la maestra de educación física no dejó entrar al entrenamiento a Vale - ¿Qué quieres que haga yo si no soy su mamá?

- Pues que hables con la directora de la escuela porque la mamá de Vale no hace nada y ya no puede seguir así, tampoco la dejan entrar al laboratorio de química porque puede haber un accidente y si se corta y le sale sangre puede contagiarnos a todos, dice el maestro.
- ¿De qué hablas?
- ¡Mamá! Pues que no sé cómo se supo que Vale tiene VIH y en la escuela le hacen bullying, la discriminan ¡Por favor ve tú a hablar con la directora para ayudar a Vale!
II
Cada año al acercarse la conmemoración del Día Mundial de la Lucha contra el SIDA, nos llenamos de información sobre lo qué es y cómo se transmite esta enfermedad, los derechos de las y los enfermos y muchas cifras sobre su incidencia.

Pocos son los medios que nos presentan situaciones como la que cito al iniciar esta columna ¿Usted qué haría?
Se acercaría a la escuela a hablar con las autoridades sobre la situación, observaría sobre la discriminación, buscaría a la madre o cambiaría a su propia hija de escuela.
Difícil pensarlo y más difícil actuar en consecuencia. Estamos tan acostumbrados a pensar que si no nos toca no es nuestro problema que nos es imposible pensar en actuar como sociedad para evitar que situaciones de discriminación se sigan dando.
III
El estigma sigue siendo el principal problema social para las personas infectadas

con VIH y quienes están enfermas de SIDA, además de que la ignorancia les hace enfrentarse a prejuicios que parecen insalvables en su vida diaria.
La mayoría de las personas que leen esta columna mostrarán reservas si les toca convivir en el trabajo o en la escuela con enfermos y enfermas de SIDA y personas portadoras del VIH.
La Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, del 2010, mostró que más de la tercera parte de las y los mexicanos no estaba dispuesto a que en su casa viviese alguien con VIH o SIDA.
Es normal y hasta justificado sentir miedo a lo que no se conoce, lo que no se justifica es discriminar, cerrar ojos, oído y corazón ante una situación que está más cerca de nosotros de lo que creemos.
IV
Aunque las cifras son engorrosas también son útiles para comprender como actuamos y porque. Por ejemplo, en la mencionada Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (ENADIS), se pregunta si se estaría de acuerdo a que niños y niñas con VIH-SIDA reciban educación aparte de los infantes sanos, la mayoría de las respuestas están de acuerdo en apartarlos, una situación que se presenta en muchos países del mundo.
Vale recordar que muchas veces la intolerancia tiene que ver con la ignorancia. Resultados de la ENADIS muestran que a menor nivel escolar mayor es la negación a convivir con personas infectadas y enfermas de VIH-SIDA.
Pero ¿Sí la persona infectada es su hija, hijo, pareja, su mejor amigo, o la amiga de toda la vida, o usted mismo ¿Podría sobrevivir a los prejuicios y al estigma?
Entonces la propuesta es eliminar los tapujos para hablar de sexualidad, enfermedades de transmisión sexual y VIH, SIDA. Defender entre todos y todas el derecho de las personas infectadas o enfermas a estudiar, trabajar y vivir en libertad y sin miedo.
Cuando seamos capaces de hablar sin tapujos sobre estos temas estaremos informando sin prejuicios. Haremos posible que niñas como Vale tengan igual derecho que las y los demás niños a estudiar en un ambiente que no la juzgue por padecer una enfermedad de la que no es culpable y además es difícil de comprender.
Porque todas y todos tenemos derecho a conocer cuáles y como son las enfermedades que nos asustan. El VIH entre otras cosas no se transmite por practicar deporte con una persona infectada.

Tenemos derecho a una vida libre de prejuicios basada en la información oportuna y veraz para avanzar como sociedad civilizada.

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