28 jun 2017

Carta abierta a los cuatro Cardenales de los “Dubia” (duda)

Carta abierta a los cuatro Cardenales de los “Dubia”/Stephen Walford es un teólogo y vive en Southampton, Inglaterra, con su mujer Paula y sus cinco hijos. Educado en la Universidad de Bristol, es autor de dos libros: ’Heraldos de la Segunda Venida: Nuestra Señora, la Divina Misericordia, y los Papas de la Era Mariana desde el Beato Pío IX a Benedicto XVI’ (Angelico Press), y ’Comunión de los Santos: La Unidad del Amor Divino en el Cuerpo Místico de Cristo’ (Angelico Press). 

«Les pido humildemente revisar sus posiciones. No alimentemos el fuego de la disidencia»: un llamamiento los purpurados alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner, el italiano Carlo Cafarra y el estadounidense Raymond Burke –el único en funciones y figura de la oposición al Papa.
Pubblicato il 27/06/2017/Vatican Insider,
Eminencias Señores Cardenales, 
he decidido escribir esta carta abierta en respuesta a sus continuos intentos de acercarse a nuestro Santo Padre, Papa Francisco, con las cuestiones que plantearon originalmente en los cinco ’dubia’. Escribo movido por un espíritu de amor hacia la Iglesia, y sobre todo, por su unidad bajo el cuidado y protección de nuestro amado papa. Por otra parte deseo señalar que en relación con la cuestión del acceso a los Sacramentos para algunos divorciados vueltos a casar, no tengo intereses personales; he sido bendecido con un matrimonio de veinte años y cinco hijos, y no tengo familia o amigos que entren en esta categoría tan delicada. Mi única preocupación radica en el bienestar espiritual de estas almas particulares que el Señor ha puesto a mi lado como hermanos y hermanas en la Fe. 

 Me gustaría comenzar afrontando las preocupaciones expresadas en sus ’dubia’. Parece que, en relación al primer ’dubia’, tienen una cierta dificultad para aceptar las dos auténticas intervenciones del Papa Francisco en las cuales afirma que, en algunos casos, la disciplina de los sacramentos ha sido cambiada: en primer lugar, como respuesta a la pregunta de Francis Rocca en el vuelo de Lesbos a Roma el 16 de abril de 2016 y, en segundo lugar, el 5 de septiembre de 2016, cuando elogió el documento que contiene los criterios fundamentales presentados por los Obispos Argentinos que afirma que “no hay otras interpretaciones” del capítulo VIII de Amoris laetitia.  
 Respecto a los otros cuatro ’dubia’, estoy desconcertado sobre el porqué han sentido la necesidad de hacer estas preguntas. 
En ninguna parte de Amoris laetitia el Papa Francisco ha cambiado ninguna de estas enseñanzas. Permítanme poner algún ejemplo. En el punto 295 de Amoris laetitita, el Santo Padre propone las enseñanzas de San Juan Pablo II sobre la “ley de la gradualidad” como oposición a la “gradualidad de la ley” y afirma: “Porque la ley es también don de Dios que indica el camino, don para todos sin excepción”. Mientras en el punto 311, el Santo Padre reitera: “Hay que cuidar la integridad de la enseñanza moral de la Iglesia” refiriéndose al divorcio como a un mal (n. 246). Cabe señalar también que el Santo Padre reafirma Humane Vitae: “Entonces, ningún acto genital de los esposos puede negar este significado de generar una nueva vida”.  
 Por lo que respecta a la conciencia, en el punto 37, el Papa sostiene que las conciencias deben ser “formadas”, y añade que cuanto más las parejas escuchen a Dios y sigan sus mandamientos haciéndose acompañar espiritualmente “tanto más su decisión será íntimamente libre de un arbitrio subjetivo y del acomodamiento a los modos de comportarse en su ambiente” (p. 222). En el punto 303 se lee: “Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada”. Si hay un desarrollo doctrinal en términos de conciencia, éste se relaciona con el magisterio del Papa (n. 303) que enseña que una persona puede tener una “cierta seguridad moral” por lo que respecta a la “respuesta generosa” que puede ofrecer a Dios en un momento de su vida, en el caso en el que no sea capaz de responder objetivamente a la “propuesta general del Evangelio”.  
 También aquí varias veces el Santo Padre hace referencia al hecho de que la “respuesta generosa” no debe ser vista como el ideal objetivo. En el punto 305, el Papa Francisco afirma la existencia de un pecado grave objetivo –que define como una “situación objetiva de pecado”-- sin embargo elige tratarla en relación con el aspecto más importante de la culpabilidad subjetiva, como había hecho la Congregación para la Doctrina de la Fe bajo el cardenal Joseph Ratzinger. Me gustaría llamar su atención sobre los numerosos documentos clave en el que este concepto está explicado: La norma moral del Humanae Vitae y la Carta Homosexualitatis problema y Persona humana. En cualquier caso se puede afirmar que el Papa Francisco no ha cambiado el magisterio sobre el pecado grave.  
 Eminencias, una atenta lectura de Amoris laetitia revela todo lo que han preguntado en los ’dubia’: 
1) Las enseñanzas sobre la indisolubilidad del matrimonio permanecen. 
 2) Cada persona debe esforzarse en seguir las enseñanzas morales de la Iglesia. 
 3) El divorcio es un mal y el adulterio es siempre un mal. Incluso si la culpa puede ser reducida o cancelada del todo. 
 4) Las conciencias deben ser formadas. Ninguna parte del texto puede llevar a nadie a la conclusión de que puede hacer lo que quiera. 
 5) De ningún modo el Papa Francisco sugiere que las uniones irregulares son una opción alternativa “buena” al matrimonio original. Sin embargo, no se puede negar la obra de la gracia en acto en algunas de estas uniones.  
 Por tanto, lo que permanece es un desacuerdo con el cambio aportado por el Papa respecto a la disciplina de los sacramentos. ¿Ha cambiado quizá el Papa Francisco la doctrina? No. Queda bastante claro que aquellos que muestren una situación irregular deben ser convertidos. E incluso si no lo dice, se supone que estas almas están probablemente manchadas por un pecado mortal. 
 Si el Papa estuviese predicando una falsa misericordia, daría la bienvenida a que cualquier persona divorciada y casada de nuevo recibiera al Señor, sin importar el estado espiritual. Al contrario, el interés del Papa y su preocupación pastoral están dirigidas a aquellas almas que aman profundamente el Señor pero se encuentran en una situación extremadamente difícil; y es por esto que creo que Francisco es un Papa muy valiente, enviado por el Espíritu Santo en este momento para afrontar también la realidad de una Iglesia y un mundo herido que no pueden ser abandonados. Por lo que respecta a la solicitud de Juan Pablo II de vivir como hermano y hermana, el realismo nos dice que esta situación ideal no es siempre posible. Recordamos el magnorum est del Papa Gregorio II, que afirma que esto es sólo posible en caso de gran virtud moral. Sin embargo, incluso en el caso de un completo fracaso en este sentido, la auténtica teología moral nos dice que la culpa puede ser mínima o inexistente: “La gente se fija en las apariencias pero el Señor mira el corazón” (Samuel 16,7). 
 Eminencias, 
me gustaría llamar su atención sobre las enseñanzas encontradas en diversos documentos magisteriales de gran importancia. En Donum Veritatis (n. 17) leemos: “Hay que tener en cuenta que las intervenciones del Magisterio derivan de la misma fuente, es decir, de Cristo que quiere que su pueblo camine en la verdad plena. Por este mismo motivo las decisiones magisteriales en materia de disciplina, aunque no estén garantizadas por el carisma de la infalibilidad, no están desprovistas de la asistencia divina y requieren la adhesión de los fieles”.  
 El Papa León XIII en su Encíclica Satis Cognitum afirmó: “Esta expresión figurada: atar y desatar, designa el poder de establecer leyes y el de juzgar y castigar. Y Jesucristo afirma que ese poder tendrá tanta extensión y tal eficacia, que todos los decretos dados por Pedro serán ratificados por Dios. Este poder es, pues, soberano y de todo punto independiente, porque no hay sobre la tierra otro poder superior al suyo que abrace a toda la Iglesia y a todo lo que está confiado a la Iglesia”. 
 Querría sugerir humildemente que no se puede llegar a otra conclusión que no sea la de que el Papa Francisco –siendo el beneficiario del carisma del Espíritu Santo que lo asiste en el magisterio ordinario (como dijo San Juan Pablo II)-- ha hecho posible legítimamente recibir la Santa Comunión a parte de divorciados vueltos a casar, en casos que se han estudiado atentamente, en cuyas almas está la gracia del Espíritu Santo, y donde existe un sincero esfuerzo hacia la santidad. Si no conseguimos aceptar esta premisa, entonces no estamos aceptando las enseñanzas de los Papas precedentes. Si hay algo que la Tradición nos enseña es que existe una hermenéutica de la continuidad en el hecho de comprender la autoridad espiritual del papado en cuestiones de fe y de moral, y como subraya el Concilio Vaticano I: “Ciertamente su apostólica doctrina fue abrazada por todos los venerables padres y reverenciada y seguida por los santos y ortodoxos doctores, ya que ellos sabían muy bien que esta Sede de San Pedro siempre permanece libre de error alguno”.  
 En la Apostolicae Sedis Primatus el Papa Inocencio III afirmó: “El Señor insinúa claramente que los sucesores de Pedro no se desviarán nunca de la fe católica sino que más bien ayudarán a volver a los desviados y afianzarán a los vacilantes”. Mientras que el Papa Benedicto XVI dijo: “El ministerio petrino es garantía de libertad en el sentido de la plena adhesión a la verdad, a la auténtica tradición, de modo que el pueblo de Dios sea preservado de errores concernientes a la fe y a la moral” (Homilía en la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, 2010). 
 En la carta del 25 de abril declaran rechazar esas afirmaciones que no consideran al Papa Francisco el verdadero sucesor de San Pedro –una admisión que induce a pensar que son conscientes perfectamente de la actitud de muchos que les ven como una guía-- y por tanto, teniendo en cuenta las enseñanzas expuestas anteriormente, no existe la posibilidad de una corrección formal. En términos de acciones personales como la corrección de San Pablo hacia San Pedro, cuyo comportamiento, según San Pablo, era contrario al de un Papa, o también a las actitudes pecaminosas de los Papas de la Edad Media, entonces sí, es posible una corrección, pero en relación a cuestiones de fe o de moral que forma parte del magisterio no es posible.  
 Eminencias, 
si no les importa, me gustaría hacerles algunas preguntas que quizá podrían ayudarles a ver el carisma del Papa Francisco de una forma nueva: 
1) ¿Fue escandaloso el hecho de que Dios usase una prostituta pagana impenitente, Rahab, para ayudar la “Historia de la Redención”?  
 2) ¿Fue escandaloso el hecho de que Jesús se quedara en espera de una mujer adúltera junto al pozo de Jacobo y que le concediese inmediatamente la gracia de la evangelización? ¿Fue escandaloso el hecho de que no le dijese que debía dejar al hombre con el que estaba o que debía vivir como hermano y hermana?  
 3) ¿Fue escandaloso el hecho de que Jesús hubiese incluido un nuevo canon en la ley de Moisés para salvar a una mujer adúltera de la sentencia que merecía? En este caso, ¿el espíritu de la ley superó el de la ley escrita para llevarla a la salvación?  
 4) ¿Qué obtenemos espiritualmente luchando contra aquellas almas llenas de gracia que pertenecen a los divorciados vueltos a casar que sinceramente desean la unión sacramental con Jesús? ¿Creemos que no es posible obtener nada para ellos? Las palabras de Jesús: “No rechazaré a nadie que venga a mí” (Juan, 6:37) no valen para ellos? ¿Qué ha cambiado desde la afirmación del Santo Papa Pío IX, según el cual el matrimonio civil para los católicos “no es otra cosa que torpe y pernicioso concubinato” (Allocuzione Acerbissimum vobiscum), a Papa Benedicto XVI que afirma que el sufrimiento de estas personas es “un regalo para la Iglesia” (Encuentro Mundial de las Familias, 2 de junio de 2012)? 
 Tenemos que darnos cuenta que en el mundo real –donde la mayoría de nosotros laicos vive y trabaja-- los viejos métodos de conversión ya no funcionan. La gente necesita testigos de amor y misericordia en grado de ofrecer una razón para creer. No tenemos otra elección que no sea la de encontrar las personas donde se encuentran actualmente y comenzar a trabajar desde allí. No podemos predicar el infierno a personas que consideran la eternidad del paraíso como algo aburrido e inútil. El amor y la compasión son las claves que el Señor ha usado para desbloquear los corazones, y esto el Papa Francisco lo ha entendido. Las doctrinas son inútiles si las almas no están tocadas antes por la gracia de Dios.  
 No veo el motivo de temer la veracidad de cualquier doctrina. Lo que veo es un Papa movido por un sincero realismo cristiano; un Papa que se ha tomado a pecho las palabras narradas en la parábola del matrimonio: “Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa” (Lucas 14:23). Este es el momento de la misericordia, un momento que necesita tomar medidas especiales, pero también arriesgar. Creo firmemente que el Señor quiere esto de nosotros porque haciendo esto afirmaremos: “Señor, haremos todo lo posible para ayudar a las almas débiles y pecadoras a llenar tu casa”. Y no nos olvidemos nunca que nosotros no somos nada sin la Misericordia Divina.  
 Concluyo pidiéndoles humildemente revisar sus posiciones. Quizá no sean conscientes que existe un grupo creciente de tradicionalistas e incluso de algunos católicos conservadores que les ven a la cabeza de aquellos que rechazan este papado. Se por experiencia que algunos de éstos son profundamente inquietantes. El abuso de muchos, incluidos aquellos que gestionan páginas web y blog tradicionalistas dirigidos al Santo Padre y a sus fieles, es como poco satánico. Ustedes son su modelo y esta es una situación intolerable. En realidad, no existe ninguna confusión sino solo un obvio rechazo y desconfianza hacia el Papa legítimo y sus enseñanzas magisteriales.  
 Si todos los cardenales hubieran aceptado y defendido las claras enseñanzas del Papa Francisco, el fuego de la disidencia no habría sido alimentado. Con el deseo de una Iglesia unida entorno a Pedro, es fundamental afirmar que el Papa tiene la autoridad, ratificada en el cielo, para aportar modificaciones disciplinares por el bien de algunas almas divorciadas vueltas a casar y, por tanto, les pido que pongan fin a esta situación aceptando la constante tradición de la Iglesia, que los Papas son infalibles en cuestiones de fe y de moral, fruto encarnado de una determinada oración de Jesucristo: “He rogado por ti para que tu fe no falle” (Lucas 22:32). 
 Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, 23 de junio de 2017 
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 Las 5 preguntas que los cardenales conservadores exigen que el papa Francisco responda "Sí" o "No"
Los purpurados cuestionaron el tratado del Pontífice sobre el amor en la familia, y en particular lo referido a los divorciados católicos. El desafío dirigido al jefe de la Iglesia tomó la forma de dubia, preguntas concretas que sólo apelan a responder “sí” o “no”.
16 de noviembre de 2016
Cuatro cardenales le escribieron al papa Francisco el último 19 de septiembre para pedirle que aclare puntos incluidos en el tratado sobre el amor en la familia, también conocido como la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia. La falta de respuesta del Sumo Pontífice llevó a los autores de la misiva a hacerla pública, según argumentaron los prelados que la divulgaron el pasado lunes.
La carta titulada "La búsqueda de la claridad: una súplica para desatar los nudos en Amoris laetitia", lleva la firma de los purpurados alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner, el italiano Carlo Cafarra y el estadounidense Raymond Burke –el único en funciones y figura de la oposición al Papa–.
"Porciones del documento contienen ambigüedades y declaraciones que son como nudos que no pueden ser fácilmente desatados y están causando gran confusión", explicó Burke acerca del tratado, en una entrevista con el presidente de Acción Católica, Thomas McKenna.
Los cardenales cuestionaron la encíclica Amoris Laetitia mediante cinco dubia –plural de la palabra latina dubium que significa "duda"-. Las dubia se presentan según una forma que permite responder con un "sí" o un "no" y se utilizan en caso de que surja en la Iglesia una pregunta importante acerca de la fe misma o de su práctica.
A continuación, las preguntas sobre el capítulo 8 del tratado, dedicado al acompañamiento de las familias heridas y al discernimiento:
1- Se pregunta si, según lo afirmado en Amoris Laetitia (nn. 300-305), se ha vuelto posible conceder la absolución en el sacramento de la Penitencia y, por ende, admitir a la Santa Eucaristía a una persona que, estando vinculada por el matrimonio válido, convive more uxorio con otra, sin que se hayan cumplido las condiciones previstas por Familiaris Consortio n. 84 y después afirmadas por Reconciliatio et paenitentia n. 34 y por Sacramentum caritatis n. 29. ¿La expresión "en ciertos casos" de la nota 351 (n. 305) de la exhortación Amoris laetitia puede ser aplicada a divorciados en nueva unión, que siguen viviendo more uxorio?
2- Después de la exhortación post-sinodal Amoris laetitia (cf. n. 304), ¿sigue siendo válida la enseñanza de la encíclica de san Juan Pablo II Veritatis splendor n. 79, basada en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia, respecto a la existencia de normas morales absolutas, válidas, sin excepción alguna, que prohíben acciones intrínsecamente malas?
3- Después de Amoris laetitia n. 301, ¿todavía es posible afirmar que una persona vive normalmente en contradicción con un mandamiento de la ley de Dios, como por ejemplo el que prohíbe el adulterio (cf. Mt 19:3-9), se encuentra en situación de pecado grave habitual (cf. Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Declaración del 24 de junio de 2000)?
4- Después de las afirmaciones de Amoris laetitia (n. 302) sobre las "circunstancias atenuantes de la responsabilidad moral", ¿se debe considerar todavía válida la enseñanza de la encíclica de San Juan Pablo II "Veritatis splendor" n. 81, fundamentada en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia, según la cual "las circunstancias o las intenciones no podrán nunca transformar un acto intrínsecamente deshonesto por su objeto en un acto subjetivamente honesto o justificable como elección"?
5- Después de Amoris laetitia n. 303, ¿se debe considerar todavía válida la enseñanza de la encíclica de san Juan Pablo II Veritatis splendor n. 56, fundamentada en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia, que excluye una interpretación creativa del papel de la conciencia y afirma que la conciencia nunca está autorizada para legitimar excepciones a las normas morales absolutas que prohíben acciones intrínsecamente malas por su objeto?

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