El PRI como fuente de inspiración
Revés R de Reforma, 6 de agosto de 2017
Octavio Ortega
Cd. de México (06 agosto 2017).- Después de años de militancia, el partido se ha fijado en Juan Vargas y lo ha designado presidente municipal interino. Al recibir el nombramiento, un representante del gobernador aconseja al nuevo alcalde utilizar la ley a su conveniencia y recordar que en este país: "¡El que no transa no avanza!".
Vargas, interpretado por Damián Alcázar en La Ley de Herodes, es un priista al que se le encarga "concretar los ideales de la Revolución" en San Pedro de los Saguaros.
Ante la oportunidad, el edil ejerce el poder de la única forma que conoce: saquea los recursos del municipio y simula llevar la modernidad al pueblo que gobierna.
La historia ficticia de Vargas se desarrolla en el sexenio del presidente Miguel Alemán (1946-1952) y no es casualidad que Luis Estrada estrenara la cinta casi medio siglo después, en 1999, un año antes de la primera derrota del PRI en unos comicios presidenciales.
En la pantalla, Vargas encarnó el estilo priista de ejercer el gobierno que, en la realidad, tiene sus protagonistas en los ex gobernadores Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge. Cambian los nombres, los cargos y las épocas, pero ficción y realidad muestran el mismo binomio: políticos y corrupción en el PRI de siempre.
La creación artística y la reflexión han servido para retratar al partido tricolor y, de paso, entender al sistema político mexicano.
Octavio Paz sentó las pautas para entender ese sistema en El ogro filantrópico (1979): "Nadie puede entender a México si omite al PRI", escribió el Nobel de Literatura, quien detalló la integración sistema-PRI-partido-de-Estado.
"El Estado postrrevolucionario completó su evolución con la creación de dos burocracias... La primera está compuesta por administradores y tecnócratas; constituye el personal gubernamental y es la heredera histórica de la burocracia novohispana y de la porfirista. Es la mente y el brazo de la modernización. La segunda está formada por profesionales de la política y es la que dirige, en sus diversos niveles y escalones, al PRI. Las dos burocracias viven en continua ósmosis y pasan incesantemente del Partido al Gobierno y viceversa".
Paz también describió a los gobiernos del PRI como un sistema gigante que requiere millonarias cantidades de dinero para poder regalar las sobras de lo que recauda a los que menos tienen. De paso, con esas dádivas los premia y los castiga.
En Instrucciones para vivir en México (1990), una recopilación de artículos de Jorge Ibargüengoitia (1928-1983), se explica cómo fue que el PRI se posicionó como figura paterna en la mente de los mexicanos.
"El Ejecutivo sabe lo que el pueblo necesita y hace lo posible por proporcionárselo, lo mismo que un padre de familia satisface las necesidades de ésta en la medida de sus posibilidades".
Enrique Krauze retoma la importancia de las dádivas en La presidencia imperial (1997). El historiador detalla que durante décadas el régimen mantuvo el apoyo social gracias a que las fuentes de legitimidad "operaban silenciosamente en las entrañas de la cultura política mexicana". Concretamente en las clientelas.
A pesar de la solidez de su estructura, en 88 años, el PRI es un partido que ha vivido y vive disputas internas, muchas de ellas fueron traiciones históricas. Las deslealtades y pelas por el poder fueron el hilo conductor de La sombra del caudillo, obra escrita en 1929 por Martín Luis Guzmán, y también lo fueron de La silla del Águila (2003), novela con la que Carlos Fuentes evidencia la lucha por el poder.
Los pasajes más oscuros de los gobiernos del partido de Estado fueron la inspiración de películas como Bandera Rota (1978) y Rojo Amanecer (1989), filmes que sirvieron para denunciar los abusos del régimen hegemónico.
A las pantallas de cine también se han llevado la forma en la que el priismo encara los escándalos. Casos que aparecen y desaparecen de los medios es el tema de la película La dictadura perfecta (2014), otra cinta de Luis Estrada.
Reírse del PRI
No sólo el cine y la literatura han servido como medio de expresión. También la comedia.
El grito de "¡Méndigos sátrapas!" fue la frase con la que Jesús Martínez Palillo remataba sus chistes sobre los funcionarios priistas en el teatro de carpa.
"Desgraciados apátridas, encueradores de la economía pública, buitres y vampiros tenían que ser del putrefacto y corrupto PRI, chatarra de la revolución...", los insultos del comediante sirvieron de catarsis popular, y de pretexto para que el regente de hierro, Ernesto P. Uruchurtu -un encumbrado priista- lo persiguiera como enemigo público número uno.
Carlos Monsiváis llegó a escribir que aquellos chistes políticos eran un ajuste de cuentas; la carcajada como única forma de protesta permitida en los tiempos de la censura. "Palillo no resistió la tentación, se lanzó con un casi monólogo intitulado El Maleficio es el PRI y la abundancia de público lo impulsó a mayores audacias. Agarren a López por pillo es el nombre del nuevo sketch, que se presenta en el Teatro de las Vizcaínas...", reseñó Monsiváis en una crónica de 1984.
Las formas priistas (abuso, engaño, dominación y simulación) también inspiraron a los caricaturistas. Abel Quezada (1920-1991) dibujó al Tapado priista en la sucesión presidencial de 1958. Eduardo del Río, Rius creó a Caltzontzin y Don Perpetuo, un indígena que representaba al pueblo y un político cacique que personificaba al típico priista.
Alfonso Arau llevó a la pantalla los personajes en Caltzontzin inspector (1974). La cinta es una expresión surrealista: exagerada en porras al "inspector", en muestras de servilismo, en la sumisión que rodea al indígena cuando es confundido con un funcionario de gobierno.
Según Rius, el priismo ha cambiado en ciertas cosas, pero el fondo permanece. En su más reciente libro, Los presidentes dan pena (Grijalbo 2017), el cartonista retrata a Enrique Peña Nieto como el "primer candidato al que no destapa el PRI, sino Televisa, y que no compra la silla con efectivo, sino con tarjeta".
La evolución de la carpa al teatro y, después, al cabaret no dejó de lado la política. La sátira Las dinosaurias también roban, presentada por Las Reinas Chulas, es una de las expresiones más recientes.
Todos somos PRI
Para Roger Bartra, los paradigmas priistas lograron moldear el perfil del alma mexicana (La jaula de la melancolía, 1987). Según el antropólogo, el partido tricolor ha creado "un hombre nuevo que la Revolución requería".
Años después coincidió con él Sara Sefchovich, quien reseñó la influencia de la cultura priista en País de mentiras (2008), una recopilación de artículos escritos durante los sexenios panistas, donde argumenta cómo el gen priista moldeó a los partidos que durante años renegaron del PRI.
"Si bien la mentira había formado parte de nuestro discurso público... sucedió la paradoja de que en este periodo, en el que supuestamente ella ya no habría sido necesaria, dado que una de las premisas de la democracia es precisamente el derecho de los ciudadanos a la verdad, no sólo creció y se reprodujo hasta dimensiones insospechadas, sino que se convirtió en la única forma de gobernabilidad".
La cultura política mexicana se desarrolló siguiendo los cánones del partido que gobernó durante 71 años, y que regresó a Los Pinos en 2012. Y, hoy, los contratos públicos irregulares, las obras concesionadas a amigos y los presupuestos que acaban en cuentas de familiares no son ya "costumbres" exclusivas del priismo.
Las novelas, películas, ensayos, obras de teatro y caricaturas están y estarán ahí para evidenciarlo.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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