El triunfo y la violencia/Jorge Volpi
REforma, 09 Jun. 2018
Decía la semana pasada que, si nada excepcional ocurre, el 1o. de julio Andrés Manuel López Obrador se convertirá al fin en presidente de la República. En esta semana sus números en las encuestas han subido, si cabe, y ninguna estrategia de sus rivales -ni las irritantes llamadas que violan la protección de datos personales ni el par de encuestas chapuceras aireadas por el PRI- se ha mostrado ni si- quiera vagamente exitosa en su afán de desbancarlo. Ya no se trata sólo del pertinaz voto de castigo a un sistema que durante doce -o dieciocho- años se ha revelado tan ineficiente como corrupto, sino de la percepción social de que el triunfo de su candidatura se ha vuelto, a tres semanas de las elecciones, inevitable.
Por ello, más que continuar analizando las razones de su triunfo -o las que han conducido a la estrepitosa derrota de sus contrincantes-, conviene analizar los principales desafíos que habrá de encarar su gobierno en unos meses, en cuanto acabe el larguísimo interregno -herencia del viejo régimen- asentado en nuestras leyes. Si el sábado pasado me ocupé del combate a la corrupción, el principal tema de la campaña de AMLO, hoy me referiré a un tema que ha resultado mucho más complejo y elusivo en su discurso, el de la violencia (y su correlato, el narcotráfico).
Hasta ahora, hay que reconocer que el candidato de Morena ha sido el único en abordar como prioridad las condiciones que la han generado -la desigualdad y la pobreza-, pero también que, igual que sus rivales, no ha querido centrar su discurso en la catástrofe humanitaria que vivimos, acaso porque no tiene una idea clara de cómo remediarla. Aunque conoce el país como nadie, pocas veces se ha referido explícitamente a los 200 mil muertos de la guerra contra el narco, a las decenas de miles de desaparecidos y desplazados, y no ha articulado una política clara respecto a las drogas. Una de sus primeras propuestas -si no ocurrencias-, casi al inicio de su campaña, fue la posibilidad de mantener un diálogo con los criminales y de impulsar una ley de amnistía: la vaguedad de sus términos, que no ha sido capaz de detallar ni cuando fue cuestionado sobre el tema durante el primer debate, la ha convertido en uno de los principales blancos de ataque del PAN y del PRI en su contra.
Un poco a la manera de Vicente Fox con Rubén Aguilar, han tenido que ser distintos colaboradores de AMLO quienes se han visto obligados a tratar de explicar, o más bien de definir, su estrategia contra la violencia. Hasta el momento, la posición más destacada ha sido la esgrimida por la ministra en retiro Olga Sánchez Cordero, designada por López Obrador para ocupar la Secretaría de Gobernación, tanto en varias intervenciones públicas como en un artículo reciente. Ha sido ella quien se ha referido de manera explícita a una "justicia transicional" -el término aplicado a aquella que se pone en marcha en procesos de paz luego de conflictos armados con vías a la reconciliación- y al drástico cambio de paradigma en el combate al narcotráfico.
El punto central de la propuesta de Sánchez Cordero radica no sólo en atender las causas de la violencia, sino en terminar con el maniqueísmo impuesto desde la época de Calderón y en reconocer que el aumento de la violencia a niveles nunca vistos a partir de 2006 se debió a la irresponsable intervención de las fuerzas de seguridad del Estado más que por la perversidad de los criminales (o a la supuesta guerra entre los cárteles). Desechada la perspectiva punitiva, se impone entonces reconocer las condiciones de cada lugar para articular políticas públicas de prevención, educación y salud antes que asimilarlas en un entorno de guerra.
Ha sido también Sánchez Cordero la primera en proponer abiertamente una nueva legislación sobre las drogas, abriendo las puertas a su legalización, algo que AMLO jamás se ha atrevido siquiera a entrever. Hay que insistir en que, sin este punto, cual- quier estrategia de seguridad parece condenada al fracaso. Las ideas de la ministra son, hasta el momento, las más avanzadas en toda la campaña: lo más deseable sería que AMLO las abrazase abiertamente desde ahora para que, a la hora de recibir un sinfín de presiones nacionales e internacionales una vez convertido en presidente electo, no se arredre a la hora de ponerlas en marcha.
@jvolpi
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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