18 jul 2018

“La Iglesia debería avergonzarse por (el caso del cardenal Theodore) McCarrick”

La revista “America”: “La Iglesia debería avergonzarse por McCarrick”
El duro texto de la revista de los jesuitas estadounidenses: muchas autoridades de la Iglesia habían recibido diferentes noticias sobre el comportamiento del cardenal, las diócesis lo sabían, el nuncio en Washington también
El cardenal McCarrick

Vatican Insider, 18/07/2018;
ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
    «Muchas autoridades de la Iglesia recibieron diferentes avisos sobre el comportamiento del cardenal. Las diócesis locales fueron informadas, el nuncio papal en Washington sabía e incluso se la había dicho a Benedicto XVI». Durísimo el texto dedicado por la revista “America”, de los jesuitas estadounidenses, al caso del arzobispo emérito de Washington, Theodore McCarrick. Como se recordará, el cardenal fue suspendido del ministerio debido a un proceso canónico sobre un presunto abuso de un menor de edad hace casi cincuenta años en Nueva York: durante las investigaciones se hizo pública oficialmente la información sobre el comportamiento del purpurado, que, cuando era obispo, habría molestado a seminaristas mayores de edad y a algunos sacerdotes. Una actitud que se volvió bastante famosa en el clero de las diócesis que McCarrick guió (hubo incluso indemnizaciones), pero que no detuvo su carrera, que culminó con la guía de la capital federal y el cardenalato. 

  «Es cierto –continúa el texto de “America”– que ninguno de los informes anteriores de abuso tiene que ver con presuntos comportamientos criminales en contra de menores, pero eran hechos bastante conocidos y el cardenal McCarrick habría debido ser llamado a dar cuenta del terrible abuso de su ministerio y de su autoridad. La Iglesia y sus líderes deberían avergonzarse por su incapacidad». 
  La revista de los jesuitas también hace una especie de auto-crítica (actividad verdaderamente rara en estas épocas), al afirmar que «ni los medios, incluidos nosotros, ni los medios católicos (el cardenal McCarrick fue amigo mucho tiempo de esta revista y pronunció la homilía durante nuestra celebración del centenario en 2009), puede ser absuelto de la responsabilidad por haber dejado de tomar en serio estos y otros rumores e informes, como se pedía. Indicar solamente la responsabilidad de la jerarquía es, de por sí, hipócrita». 
  «La Iglesia –sigue el texto– no puede fingir que se trata de un incidente aislado. Son muchos los probables informes semejantes que involucran a otros obispos y líderes de la Iglesia que han abusado de su autoridad o que han cometido delitos sexuales que fueron ignorados en las últimas décadas. Mientras las sociedades de todo el mundo hacen las cuentas con el despliegue del movimiento #MeToo y las víctimas de abusos sexuales y molestias encuentran sus voces, la Iglesia no debe fingir que esto es solamente un episodio deplorable que acabará dentro de poco». 
  «Muy probablemente –escribe “America”– hay todavía otras noticias que demostrarían que esta situación es peor de lo que se sabe en la actualidad. La Iglesia debería recordar que la verdadera mejora no consiste en frenar la mala fama que la afecta, sino el desarrollo de una cultura en la que los líderes potentes no se esperen que sus entuertos sean ocultados en silencio. Una cultura en la que las víctimas de abusos y molestias sean apoyadas cuando deciden afrontar a los que las han maltratado». 
  La revista de los jesuitas sugiere tres puntos imprescindibles: «Primero: la Iglesia debe establecer de una vez por todas su disponibilidad para escuchar las noticias de abusos y de abusos de poder que han sido ignoradas o “tratadas” en el pasado. Las Conferencias Episcopales deberían establecer procedimientos claros» al respecto. 
  «Segundo: el Papa Francisco y el Vaticano deben demostrar que están dispuestos a cesar a los obispos y a otros altos dirigentes eclesiásticos culpables de cualquier forma de abuso, no solo de abusos sexuales contra menores». Una «reforma mucho más importante sería una mayor transparencia a la hora de indagar y hacer públicas las decisiones en los casos que involucren a obispos. Es decir, cuando un obispo es cesado, el Vaticano necesita declarar públicamente por qué fue cesado». 
  «Tercero: aún antes de las medidas de Roma, los obispos pueden hacer grandes esfuerzos para buscar justicia para las víctimas y para la comunidad eclesial, incluso pagando con recursos institucionales o con la reputación. La decisión de las dos diócesis de Nueva Jersey de permitir que uno de los acusadores del cardenal McCarrick no respetara los acuerdos de mantener el silencio es un paso positivo». 
  Otro punto, que no aparece en la revista “America”, podría relacionarse con el hecho de que estos tristes casos no deberían representar para algunos una condena definitiva, mientras para otros se recurre al ocultamiento, según la pertenencia a ciertos grupos o según amistades poderosas que pueden ofrecer refugio. 

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