28 dic 2019

Los dos Papas....La mafia/ Jorge Volpi

Buen texto el de Volpi hoy, pero su opinión se basa en lo que ve en el filme..."Los dos Papas” , decirle que Francisco si protegió a los hermanos jesuitas durante la dictadura argentina, y en su momento -en 2013-, el padre Jalics precisó que Bergoglio nunca los denunció ( ni a él ni  a Orlando Yorio), en mi blog el comunicado:
El guión sugiere que Bergoglio ordenó el cierre de la misión y expulsó a ambos jesuitas de la congregación para salvarlos de los militares, lo que resultó contradictorio…
Empero, la película muestra los esfuerzos del cardenal para salvarlos; la escena del servicio religioso de Jaliscs con el futuro Papa es real; ambos se dan la señal de paz, abrazándose y llorando. ¡La escena es impresionante!
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La mafia/ Jorge Volpi
REFORMA, 28 Dic. 2019
El significativo silencio de Benedicto XVI en la película esconde justo una cadena de crímenes

A mitad de esa larga apología de Francisco titulada Los dos papas (Fernando Meirelles, 2019), ocurre una escena que revela a la perfección el funcionamiento de la Iglesia: en un momento de sinceridad, que en el catolicismo solo puede ocurrir durante la confesión, Benedicto XVI (Anthony Hopkins) perdona al cardenal Jorge Bergoglio (Jonathan Pryce) por no haber sabido proteger a dos sacerdotes durante la dictadura militar argentina. A continuación, le toca el turno a Joseph Ratzinger, quien se arrepiente, por su parte, de algo que en pantalla resulta un tanto impreciso: el alemán se refiere al padre Marcial Maciel y, en una incómoda decisión del director, la historia del sacerdote mexicano se pierde en un borroso silencio, dejando que sólo el público que la conoce extraiga sus propias conclusiones sobre el pecado papal que, en este quid pro quo, es de inmediato perdonado por el cardenal argentino.
Pensada como una doble reivindicación del teólogo alemán y del jesuita argentino -ambos lucen como dos abuelos entrañables cuyas fallas sólo los tornan más humanos-, la película exhibe, acaso contra los deseos de sus creadores, la complicidad secular que persiste en el interior de la Iglesia: una corporación puramente masculina en la cual, más allá de la fe, sus miembros se protegen unos a otros en vez de preocuparse por el bienestar de sus feligreses, incluso si éstos son niños sometidos a las peores sevicias. Netflix programó el estreno mundial de Los dos papas el 20 de diciembre sin adivinar que, un día después, tal vez en reacción a la decisión de Francisco de levantar el secreto de confesión para los casos de pederastia, los Legionarios de Cristo harían pública su propia investigación sobre los abusos cometidos por sus integrantes.
El significativo silencio de Benedicto XVI en la película esconde justo esta cadena de crímenes que, de manera oficial, contabiliza 175 víctimas -60 sólo de Maciel-, pero que, como ha revelado Alberto Athié, de seguro incluye muchas, muchas más. Y es que el aparente examen de conciencia suena como si la mafia de pronto hiciera público el recuento de sus víctimas: imposible olvidar que los Legionarios de Cristo fueron fundados por uno de los mayores delincuentes del siglo XX y que, más allá de la disparatada doctrina sobre los renglones torcidos de Dios -la idea de que un pecador puede haber sido iluminado para iniciar una buena obra-, su personalidad impregna por completo a su orden y refleja un sistema de impunidad que ha prevalecido en la Iglesia durante siglos.
Otra película, mucho menos indulgente, Por la gracia de Dios (François Ozon, 2018), estrenada en México estos mismos días, pone en escena esa misma cultura eclesiástica que ha permitido que miles de niños hayan sido abusados o violados por miembros de la Iglesia sin que ésta se haya preocupado en absoluto por castigar a los perpetradores o por tratar de reparar el daño sufrido por las víctimas. En un relato coral, Ozon sigue las vidas de tres víctimas del padre Bernard Preynat, un clérigo de Lyon que se aprovechó, como Maciel, de cientos de niños a su cargo.
De manera semejante a lo hecho por José Barba y quienes lo secundaron para denunciar por primera vez al cura mexicano ante Juan Pablo II, que nunca dejó de protegerlo, estos tres personajes, de creencias y posiciones sociales distintas, no se enfrentan tanto a Preynat, quien a diferencia de Maciel siempre reconoció sus abusos, sino a la institución, representada por el cardenal Barbarin, que, al tanto de ellos, no hizo otra cosa que transferirlo de una parroquia a otra permitiendo que continuase en contacto con niños. Al contar la lucha de este grupo, Por la gracia de Dios revela a la perfección la naturaleza criminal de la Iglesia y en particular esa omertà que siempre alentó la existencia en su interior de villanos como Preynat, a fin de cuentas un pobre diablo, o de Maciel, un maquiavélico empresario que le legó millones. Aun si tiene las mejores intenciones que le confiere Meirelles, mucho le queda por hacer a Francisco para refundar una institución corrompida hasta sus cimientos.
@jvolpi



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