30 jul 2022

Las columnas políticas hoy, sábado 30 de julio de 2022

Una de las cosas que nuestra civilización, súper desarrollada y comercial, ha perdido es la capacidad de la poesía. Los pueblos indígenas tienen esa capacidad poética, no estoy idealizando.."Papa Francisco..


Este sábado, 30 de julio, @Pontifex_es  a su regreso de Canadá se dirigió a la Basílica de Santa María La Mayor, en Roma, deteniéndose en oración ante el icono de la Virgen Salus Populi Romani, para darle gracias por su 37 viaje apostólico de su pontificado..

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Las columnas políticas hoy, sábado 30 de julio de 2022

Templo Mayor/ REFORMA...

PARECE que cada vez que Andrés Manuel López Obrador quiere hacer su muy presidencial voluntad y saltarse las trancas legales, recurre al argumento de declarar las cosas como "de seguridad nacional".

LO HIZO para blindar la construcción del AIFA y la refinería de Dos Bocas y lo repitió hace unos días para imponer la continuidad de las obras del Tren Maya aun en contra de fallos judiciales.

Y AYER se sacó de la manga el mismo recurso en el tema de la sequía en Nuevo León para obligar a que quienes tienen concesiones otorgadas por la Conagua entreguen el líquido al son que les toquen desde Palacio Nacional.

PÉSIMA señal para los ya de por sí acalambrados inversionistas nacionales y extranjeros que están viendo cómo el gobierno les puede cambiar la jugada en cualquier sector, de un día para otro y sin decir ni ¡agua va!

RESULTA muy curioso, por decir lo menos, el diferente rasero que se aplica en el SAT, que encabeza Raquel Buenrostro, para cobrar multas y créditos fiscales a empresas.

A LA constructora brasileña Odebrecht, cuyos ejecutivos confesaron haber sobornado a funcionarios mexicanos, le avisaron que ya no les van a cobrar una multa por más de mil millones de pesos porque así lo dispuso un tribunal y ni modo.

EN CAMBIO, a la compañía mexicana Alsea le quieren cobrar dos veces por una operación de compra de restaurantes a Walmart que se concretó en 2014 y por la que, aseguran, ya se pagaron los impuestos correspondientes. Bien raro, de verdad.

VAYA PAPELÓN hizo el jueves la subsecretaria de la SRE Carmen Moreno Toscano en una recepción a la que convocó la embajada de Polonia en México con motivo de la visita del viceministro de Relaciones Exteriores, Marcin Przydacz.

MIENTRAS el diplomático polaco dijo que no hay tema más relevante que la invasión de Rusia a Ucrania, la mexicana ni mencionó el conflicto y se lanzó a hablar de la importancia de ampliar las relaciones comerciales entre ambos países.

TODO INDICA que en el equipo de la Cancillería tienen otros datos y otras prioridades. ¿Dónde será el siguiente mitin de Marcelo?

UNA BUENA: las utilidades de Pemex subieron 800 por ciento por el alto costo del petróleo a nivel internacional.

UNA MALA: ese dinero se está usando para subsidiar las gasolinas, un gasto que ya supera los 31 mil millones de pesos.

UNA PEOR: dicen en la SHCP que no pasa nada, al cabo que para eso tienen 160 mil millones de pesos de ingresos excedentes para mantener la promesa presidencial de que no habrá "gasolinazos". Total, como a la 4T le sobra el dinero, se da el gusto de subsidiar el calentamiento global y la contaminación.

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No, Presidente, el periodismo no debe ser exégeta y palero/Juan Pablo Becerra-Acosta M.

Los periodistas no debemos ser porristas ni aduladores porque perdemos el equilibrio y entonces dejamos de ser periodistas para ser… aplaudidores

El Universal, 30/07/2022

Cuando mi padre fue amenazado por el régimen priista en marzo de 1989 y tuvo que exiliarse -tiempos de Carlos Salinas de Gortari-, decenas de periodistas fuimos despojados de nuestro sustento y miles de ciudadanos perdieron aquel parteaguas del periodismo mexicano que había sido el diario unomásuno, el cual había fundado Manuel Becerra Acosta el 14 de noviembre de 1977, después de que Luis Echeverría perpetrara un golpe en el periódico Excélsior que dirigía Julio Scherer, donde Manuel era subdirector.

En esas duras circunstancias, en las que tipos que ostentaban armas se le presentaban a Manuel para acosarlo (en restaurantes y caminatas a las que era afecto, por ejemplo); en esos días en que el ex militar y ex policía Fernando Gutiérrez Barios era el Secretario de Gobernación (imagínese usted: el mismísimo ex comandante de la Dirección Federal de Seguridad con Gustavo Díaz Ordaz); en esos momentos en que tan distinguido caballero veracruzano mandaba a casa de mi padre un día sí y otro también canastas de regalo con una piña y un sobre de café como una extravagante forma de amago (¿qué, lo iban a agarrar a piñazos, a madrazos, y le iban a dar café en calidad de tehuacanazos como forma de tortura?), todo para que entregara el diario y se marchara del país “porque le rompía el hígado al Presidente”, como me dijo uno de sus personeros (conocido en las cloacas de aquel régimen como Ataúd Gutiérrez), alegando que Salinas y Miguel de la Madrid no le perdonaban al diario que hubiera dado a conocer e impulsara el movimiento disidente de Cuauhtémoc Cárdenas (la Corriente Democratizadora) que en 1988 probablemente le ganó la elección presidencial al priista; en esas horas oscuras, antes de partir al exilio, Manuel me dijo:

-El periodismo nunca debe ser apologista de un gobierno, a menos de que se trate de una revolución para derrocar a una dictadura.

Yo tenía casi veintiséis años (cumplía siete de haber empezado a trabajar en el periodismo) y me quedó claro que así tenía que ser la vida periodística, costara lo que costara: bajo ninguna circunstancia los periodistas debemos ser exégetas de ningún gobierno.

Jamás.

El periodismo, además de informar lo que acontece, debe estar consagrado a revisar, auscultar, pesquisar y analizar todas las actividades de los poderes, tanto los legales como los fácticos y criminales.

Los periodistas no debemos ser voceros ni jilgueros de ningún gobernante. Los periodistas no debemos recibir embutes -chayos- de ningún funcionario, de ningún gobierno, de ningún poder, de nadie.

Los periodistas no debemos ser porristas ni aduladores porque perdemos el equilibrio y entonces dejamos de ser periodistas para ser… aplaudidores, animadores, lambiscones, besucones de manos poderosas.

Ser activista está bien, ser vocero también, pero mientras andes en eso no me digas que tienes el balance que se requiere para ser periodista porque sabes que mientes.

Los afines al poder en turno, esos miles de simpatizantes en las redes -o fueras de éstas- que fanatiquean por quien gobierna podrán decirte “periodista comprometido”, o presentarte como “periodista amigo y afín”, pero tú y yo sabemos que en este momento no lo eres, o qué, ¿te vas a atrever a criticar al Presidente, a sus funcionarios y a su partido?

Exacto: no. Ni con medio tuit, porque ya de una oración escrita o una frase en video, ni hablemos.

Eres lisonjero. Por tanto, no eres periodista. Hoy, no.

Y quienes hacían genuflexiones ante Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, y abrían sus carteras para recibir billetes sucios provenientes del chayoterismo oficial, tampoco eran periodistas: eran gacetilleros pagados, regularmente pagados, o millonariamente pagados, pero se postraban de hinojos, y no es agravio, es retrato hablado de ustedes.

El lunes pasado, Andrés Manuel López Obrador, que cuando fue opositor zarandeó siempre a quienes se hacían llamar periodistas pero que en realidad eran focas aplaudidoras de priistas y panistas, dijo en su conferencia mañanera que sí, que siempre sí se vale ser palero (porque él gobierna, claro) y para ello citó las excepciones de Francisco Zarco con Benito Juárez y Filomeno Mata con Francisco I. Madero.

Perdón, Presidente, con todo respeto, y aunque eso caliente, yo sí voté por usted, pero… usted no es Juárez, tampoco Madero (ni lo era antes de los comicios presidenciales del 2018 ni lo es ahora, lo siento), ni estamos en una revolución después de una dictadura militar (vivimos una sana alternancia y usted llegó al poder a través del voto, no de las armas insurgentes), y no me va a decir que Lord Molécula y demás adláteres son Zarco y Mata.

Ahora sí que no somos iguales, ¿eh?

Vamos poniendo las cosas en su justa dimensión, ¿sí?

Digo.

Bajo Fondo

Obviamente que el Presidente no lee esta columna, lectora-lector, sería un vergonzoso viaje de ego pensar que así sucede. Asumo que a él, como a todos los presidentes mexicanos, le filtran los textos y sus colaboradores solo le dan los más lindos artículos sobre la 4T y le proporcionan resúmenes de los más virulentos teclazos contra él, para que, en algún momento que considere pertinente desviar la atención de problemas serios, arremeta contra esas personas. No obstante, hago este juego como si yo estuviera en su mañanera y respondiera a sus aseveraciones porque es un divertimento ilustrativo de su forma de pensar.

Dijo el Presidente el mismo lunes:

-Cuando veo que (periodistas) hablan de que son independientes me dan desconfianza. Puede ser que sean independientes del pueblo, no del poder.

-Presidente, usted es el poder. Y sí, Presidente, hay periodistas que ni estamos con usted ni estamos con aquellos que lo detestan y lo critican desde el hígado. Sana distancia con ambos. De lejecitos, ¿sí? Usted y los suyos nos golpean verbalmente y sus más agrios (y agriados) críticos hacen lo propio. Los extremos se tocan, proceden de la sinrazón, del dogma. Ya entiendan: hay quienes no vamos a estar, en términos periodísticos, ni con uno ni con los otros. Amamos nuestra libertad y eso no es negociable, nos presionen cuantas veces nos presionen.

El Presidente:

-Porque, es como el mundo al revés, los más corruptos, que siempre han estado sometidos al poder, ahora les llaman paleros a los que defienden el proceso de transformación. (…) Es bueno saber que el periodismo en época de transformación no puede estar en las medias tintas, no hay término medio, y estamos viviendo un proceso de transformación.

-Presidente, los primeros, los del anterior régimen que se dedicaban a adular y recibían dinero del poder por hincarse, eran corruptos (o siguen siendo corruptos), y los segundos, los que se dicen periodistas y lo halagan a usted sin pudor, son paleros (con o sin chayo franciscano). Punto. Sí, sí hay medias tintas, aunque eso también caliente: es la libertad de criticar a quien se nos dé la gana (a usted y los suyos, a los otros y sus patrones), aunque usted y sus adversarios estén igual de enojados y lleven tres años y medio ofuscados con nosotros, con los raros, los anormales que osamos alejarnos de su mundito binario. Y, Presidente, perdón pero eso de “conmigo o contra mí”, qué le digo, suena muy facho. Pida por ahí en Palacio Nacional un libro de historia de Italia en los años 30 y 40 del siglo pasado y va a encontrar en espejo. Quizá Jesús, su vocero, le pueda conseguir uno de esos libros. O Marcelo.

AMLO:

-Pero, además, no nos conviene quedar bien con ellos (con los periodistas críticos). ¿Por qué no nos conviene? Y en esto sí voy a ser materialista, porque nos cuesta, y yo prefiero que tengan los jóvenes becas a pagar publicidad, o (pagar para que) me apoyen y que yo les tenga que dar contratos en donde me van a cobrar dos, tres, cuatro, cinco, diez veces más de lo que vale una obra y a cambio de eso sus conductores de radio y de televisión van a estar diciendo: “Ya bajó de peso el Presidente, ya no tiene canas, ya no tiene el pelo como un algodón, ya habla de corrido, ya no se come las ‘s’, yo creo que ya está empezando a hablar inglés, ¡Ay, pero qué sentido del humor poner a Chico Che!’.”

-Presidente, usted se volvió José López Portillo: “No pago para que me peguen”, espetó el ex presidente priista cuando se incomodó con la prensa crítica. No me diga que había olvidado de ese pasaje...

Le digo, lector: ya en el poder, todos son iguales; o al menos, cómo se parecen, carajo.

 p.becerra.acosta.m@gmail.com

Twitter: @jpbecerraacosta

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Un país de víctimas

LINOTIPIA / Peniley Ramírez

en REFORMA, 30 Jul. 2022

Conocí a Sochil Martin hace unos años en la Ciudad de México, cuando entrevisté a su esposo Sharim Guzmán. La pareja había viajado desde Estados Unidos para exigir al Congreso mexicano que se investigaran los crímenes de Naasón Joaquín, el líder de la iglesia La Luz del Mundo. Sochil denunciaba cómo Joaquín abusó de ella y otras personas en la iglesia. Yo reportaba su testimonio para un documental sobre La Luz del Mundo, que hacíamos en la unidad investigativa de Univision.

Queríamos entender cómo funcionaba la iglesia, cómo ocurrían los abusos, cómo los ocultaban y por qué las víctimas resistieron por años antes de atreverse a contar sus historias. Para comprender la historia, en mi equipo leíamos documentos judiciales, revisábamos registros financieros y buscábamos víctimas que confirmaran si Joaquín abusó de sus fieles. Este año, él se declaró culpable ante la Fiscalía de California.

Aquella tarde soleada en la capital de México pregunté a Sharim, el esposo de Sochil, los detalles de los abusos y la huella que dejaron en su familia. Ella estaba sentada detrás de mí. Escuchaba. En algún momento, Sochil comenzó a intervenir. Añadía detalles, precisaba fechas y nombres. Quería hablar y yo quería escucharla, aunque sabía que teníamos suficientes detalles de su historia con los documentos y las entrevistas que había dado anteriormente.

No quería revictimizarla, al preguntarle todo otra vez. Pero ella tenía claro que hablar de sí misma era un modo de proteger a otras mujeres de sus abusadores. Así me dijo, cuando le pregunté por qué revivía su caso. Ese día, descubrí que Sochil y yo tenemos la misma edad. Nunca lo dije, pero aquella coincidencia me persiguió durante meses, incluso después de que el documental salió al aire. Me preguntaba cómo habría sido mi propia vida, quién sería yo, si en mi infancia mi familia me hubiera expuesto a un adulto que me abusara, como le ocurrió a ella. Escucharla me ayudó a expiar las violencias que he vivido y que también me han marcado.

Esta semana, el documental de La Luz del Mundo fue nominado al Emmy, el máximo premio de periodismo en la televisión de Estados Unidos. Mi colega Isaías Alvarado -coautor de la investigación- publicó la noticia de que estamos nominados, con un agradecimiento al valor de las víctimas que nos confiaron sus casos. Regresé a aquel momento, cuando Sochil revivió su tragedia para ayudar a quienes aún no pueden hablar.

En un país de víctimas, como México, los periodistas nos enfrentamos frecuentemente al dilema de la revictimización. Por una parte, sabemos que los detalles más crudos, los más singulares, son los que harán que nuestras audiencias recuerden las historias. La indignación impulsa los cambios. Pero también entendemos que esa búsqueda casi arqueológica del espanto deja huellas profundas en nuestras fuentes, y en nosotras, que vamos por la vida excavando en el horror y sacándolo a la calle para que todo el mundo lo vea.

Entrevistamos a víctimas de violencia familiar y del Estado, a chicos que han sido criminales antes que adultos, a madres que viven con temor de que si algo les pasa nadie buscará a sus desaparecidos, o exigirá justicia. Es cierto: cada vez que hacemos a nuestras fuentes contar sus historias, las colocamos nuevamente en la situación que vivieron.

Hace poco, una periodista a quien admiro dijo que las historias que nos hacen cerrar los ojos son las que tenemos que contar. Cada reconocimiento es una oportunidad de visibilizarlas nuevamente. Por eso la nominación al documental sobre La Luz del Mundo me permite hablar otra vez de lo que vivió Sochil y otras víctimas de esa iglesia. Al investigar, los periodistas también nos exponemos a revivir nuestras heridas. Deberíamos compartir más frecuentemente, y con más sinceridad, que los dolores de quienes entrevistamos también viven con nosotros, mucho después de que ponemos a un texto el punto final. 

@penileyramirez

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El golpe/Jorge Volpi

en REFORMA, 30 Jul. 2022;

Todos lo vimos: aquel 6 de enero de 2021, una multitud enfebrecida irrumpió violentamente en el Capitolio, convencida de que alguien -los rusos, los venezolanos, los cubanos, teorías tan probables como que fueran los alienígenas- le había arrebatado la victoria a su candidato. Entretanto, muy cerca de allí, el Presidente, que había convocado la protesta con un tuit que terminaba con las palabras "será salvaje", se limitaba a desoír, desautorizar e insultar a los colaboradores que lo impulsaban a pronunciarse y detener el atropello, miraba los canales de televisión y contenía sus impulsos de salir de su despacho a encabezar directamente la asonada.

Lo ocurrido aquel día fue, sin la menor duda, un intento de golpe de Estado en toda regla: Trump llevaba semanas azuzando a sus fanáticos con toda suerte de teorías de la conspiración, desprovistas del menor fundamento, según las cuales los demócratas habían operado un gigantesco fraude electoral para apartarlo del poder. Cada una de estas afirmaciones sonaría demencial, casi imposible en la historia reciente de Estados Unidos -un país envanecido con su tradición democrática-, de no ser porque Trump llevaba cuatro años minando día tras día, mediante una catarata de tuis y mentiras -el medio y el mensaje-, el conjunto del discurso político estadounidense.

La suya fue una meditada labor de zapa: mientras ocupó la Casa Blanca, se dedicó consciente y perversamente a sabotear los pilares del sistema: cada una de sus incontables falsedades, de los miles y miles de exabruptos, descalificaciones, burlas y engaños, tenía una sola mira: destruir por completo los límites entre la verdad y la mentira, deslavar cualquier rigor y cualquier control a sus invectivas, establecer un ambiente retórico en donde fuera posible decir cualquier cosa sin consecuencias. Eso que hemos llamado torpemente posverdad fue una decisión calculada: una eficaz maniobra para destruir la democracia desde dentro.

El objetivo era instaurar entre sus seguidores una realidad alternativa, formada solo a fuerza de palabras: Goebbels 2.0, trasladado al tiempo de las redes sociales y su necesidad de monetizarlo todo. Poco a poco, consiguió su meta: millones de ciudadanos, que hasta hacía poco eran capaces de distinguir ciertas fronteras de lo real más allá de su conservadurismo, fueron contaminados por este pernicioso virus que los llevó a suspender o borrar cualquier capacidad autocrítica. Semejante operación -transformar ciudadanos más o menos conscientes en zombis- fue el mayor logro de Trump en sus cuatro años en la Presidencia.

Una vez llegado a ese punto, en el que una masa suficientemente grande -jugando con los términos científicos: una masa crítica- se retroalimenta a sí misma, desoye toda razón externa y se concentra solo en expandir y reiterar el mensaje de su líder y de sus acólitos -gracias al eco de cientos de medios conservadores y evangélicos a su servicio-, las posibilidades de conducirla a cualquier lugar, incluso al crimen, se tornan altísimas. Lo constatamos con el nazismo y el comunismo y con cada régimen que ha invertido las nociones de ética y verdad: así como los alemanes llegaron a creer que lo correcto era asesinar judíos, los seguidores de Trump asumen que repetir sus mentiras significa decir, por el contrario, la verdad. De allí que fuese él quien sin tregua denunciase las fake news: para camuflar, justamente, las suyas.

Aunque frenada in extremis -al final tanto el vicepresidente como el sistema lograron resistir-, la conjura ha tenido ya una fortuna perdurable: hoy controla la Suprema Corte y se prepara para 2024. Lo que más sorprende de los informes de la Comisión del 6 de Enero es la incapacidad de la democracia estadounidense -y por ende, de cualquiera- para resistir. Confiados y autocomplacientes, los medios críticos y las instituciones se quedaron paralizados, permitiendo una erosión que no acaba. Si Trump no es acusado penalmente, puede volver a culminar la destrucción; si algo se lo impidiera, queda el trumpismo sin Trump. El golpe aún puede tener éxito.

@jvolpi


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