13 oct 2023

La masacre de Hamás debe despertar a todo Occidente/

 La masacre de Hamás debe despertar a todo Occidente/Alberto Spektorowski es politólogo y profesor en la Universidad de Tel Aviv.* 

El Español, Jueves, 12/Oct/2023 

La analogía de Pearl Harbor resulta precisa. Israel, como Estados Unidos, fue sorprendida por un ataque inesperado. En ambos países, las preguntas que se hicieron los expertos fue la misma que el público general: ¿cómo pudo suceder? ¿Qué fue lo que no vimos? ¿Cómo fracasamos a nivel estratégico y táctico? En los dos países, al mismo tiempo, el humillante y sangriento golpe despertó los instintos más profundos de guerra. Los militares japoneses lo entendieron de inmediato. Fue el éxito exorbitante de la operación que llevaron a cabo lo que les hizo pensar en el despertar del monstruo, y al final Japón salió derrotada.

La pregunta que nos hacemos ahora es si pasa por la cabeza de los dirigentes y asesores de Hamás, además de entre los socios Hezbolá e Irán, que el resultado va a ser el mismo. La respuesta es clara: no.El fanatismo autoritario militarista de Japón no es equiparable al fanatismo religioso del yihadismo, que ve en la muerte lo mejor de la vida, y en su pasión por la muerte ve también su arma de triunfo contra Occidente.

El yihadismo global y Hamás, como parte de él, considera que el liberalismo occidental es autodestructivo y que países como Israel, representación de la versión nacionalista del colonialismo liberal occidental, no tienen ni la fuerza de voluntad ni la coherencia para resistir ante el espíritu avasallador del Islam, que se proyecta como una civilización anticivilización alternativa.

En ese nuevo concepto del Islam radical, los valores humanos de Occidente deben ser aniquilados. Y por tanto los degüellos sin piedad a la luz de las cámaras y las matanzas de bebés y de familias enteras no son daños colaterales. La visualización y la estética del crimen tienen, para el Islam radical, la misma importancia que el propio crimen. Lo que para nosotros es asqueroso, para el Islam radical es moral. Representa un acto de liberación ante la "hipocresía" de Occidente.

Por esa razón, hay jóvenes occidentales poscolonialistas entre los que se propaga el odio a Israel. Para ellos, Israel representa el colonialismo occidental, y por esta razón se solidarizan con los críticos de la "hipocresía liberal". La izquierda poscolonial ha comprado las teorías de Frantz Fanon, expresadas en Los condenados de la tierra. Pero obvia que las teorías asesinas del islamismo radical superan por mucho lo señalado por Fanon.

La realidad es que la criminalidad anticolonialista del Islam no queda lejos de la criminalidad nazi. Y los defensores indirectos del Islam radical, con su perspectiva antiimperialista, se acercan al antisemitismo, pese a no ser conscientes de ello.

Hamás se ha mostrado esta semana, si es que alguien lo dudaba, como una parte integral de esa "rebelión islámica" que, para todo occidental liberal, debe ser definida como barbárica. Si bien Occidente también comete actos criminales colaterales en la lucha contra el terrorismo, y es muy probable que la ofensiva de Israel en Gaza cometa injusticias por llevar la guerra a un terreno en el que los combatientes se refugian entre la población inocente, no hay comparación posible.

Israel hace todo lo posible por evitar daños colaterales. Anuncia sus ataques para alejar a la población civil en situaciones casi imposibles. Hamás y el islamismo radical, en cambio, hacen lo contrario. Lo colateral no existe. Es violencia terrorista teledirigida a la "moral hipócrita" de Occidente.

Este ataque sorpresa a Israel se puede definir, por su mensaje estético, como un ataque islámico-nihilista. Nada tiene que ver con un movimiento de liberación nacional y le da poca o ninguna importancia al precio que la sociedad palestina, bajo su soberanía en Gaza, deberá pagar por ello.

Muchos defensores de la causa palestina en Occidente definen Gaza como un gran "campo de concentración" al aire libre, producto de lo que muchos miembros de la izquierda poscolonialista asumen como un plan de Israel para exterminar al pueblo palestino. Pero, nada más lejos de la realidad, el gran campo de concentración no es tal y las carencias de los gazatíes son producto de las propias políticas de Hamás.

Todos en Israel sabían que Hamás se armaba y que el dinero que entraba se destinaba a crear una infraestructura combativa. ¿Por qué se dio esta situación surrealista? ¿Por qué lo permitió Israel? La respuesta es que, a ojos del primer ministro Netanyahu y de parte de los servicios de seguridad del país, el fracaso del proceso de paz con la Autoridad Nacional Palestina y la conquista de Gaza por parte de Hamás (que en su pugna asesinó vilmente también a los partidarios del secular Al-Fatah) fue advertida más como una oportunidad que como una amenaza.

La evacuación de la Franja de Gaza de los asentamientos judíos, realizada por el general Sharon, fue otra fase de esta nueva concepción estratégica, que pretendía crear un "enemigo potable". Porque pensaron que, por más que Hamás quisiera destruir Israel, por más que su ideología islámica fuese intratable, se podría establecer una relación estratégica. Creyeron que el hecho de tener soberanía sobre Gaza obligaría a Hamás a asumir funciones de gobierno. Ese pensamiento "racional" de Israel estaba basado, además, en la creencia de que Hamás se dedicaría a la reconstrucción de Gaza y se conformaría con la creación de un semi-estado independiente en la zona. Sabían que ese semi-estado independiente sería enemigo de Israel, pero lo que le importaba a Israel no era esa condición, sino que se comportara como un agente racional.

En ese diálogo Israel-Hamás, habría intercambio de golpes en periodos determinados. Todo ello dentro de un paradigma aceptado por las partes. Eso explica la apertura de la frontera para la entrada de obreros de Gaza a Israel. Eso explica que aceptaran la entrada de dinero de Qatar a Gaza o que Israel les provea de agua y electricidad. Es más: muchos miembros de la derecha israelí, por contradictorio que resulte, vieron como un buen plan para el futuro colaborar en la construcción de un puerto comercial en Gaza.

La idea era que un enemigo como Hamás, dedicado a trabajar por el bienestar de su pueblo, si bien no pudiera dejar de lado totalmente la violencia, por lo menos fuese más práctivo. Pero es que si Hamás hubiese actuado pragmáticamente, Gaza sería hoy una pequeña Singapur, incluso apoyada por la derecha israelí, que lo único que tiene en mente es la colonización en Judea y Samaria. Lo que se escapó del radar es que Hamás no es un movimiento de liberación nacional al uso. La idea de que estamos ante una organización meramente nacionalista que representa los derechos de autodeterminación del pueblo palestino, una idea que muchos israelíes consideran aceptable, cayó fulminada esta semana.

La estética violenta, el nihilismo y la barbarie del último acto criminal en el sur de Israel ha demostrado que Hamás está en línea con el Estado Islámico o Al Qaeda, y que su lucha es contra una "hipocresía occidental" cuya expresión más amplia, a su entender, es Israel. En cierta forma Hamás y el islamismo radical están muy cerca del fascismo y el nazismo, como insultos a la moral liberal.

Así que este es un momento clave no sólo para Israel, sino para todas las democracias occidentales. Occidente debe entender que el islamismo radical sunita, al estilo Hamás o Estado Islámico, y el shiismo radical, representado por Iran y Hezbolá, pueden ser enemigos acérrimos, pero comparten una guerra común contra Occidente. Y especialmente contra Israel. Ante eso, y ante las imágenes que nos mostró Hamás en esta semana, Occidente está obligado a no titubear en su apoyo a Israel.

Más allá de los conflictos internos en Occidente, y a pesar de ser muy crítico con ciertas políticas de Israel, se debe comprender que la lucha de Israel es la propia, como ya hizo el presidente Biden. El apoyo a Israel es la piedra angular contra el intento de implantar una hegemonía islámica radical encabezada por Irán y sus socios, Hizbolá y Hamás, en Oriente Medio.

Esta es la batalla que Occidente, "hipócrita" o no, debe afrontar, y para ello deben asumir la misma mentalidad que las democracias y el comunismo soviético en la Segunda Guerra Mundial. La URSS de Stalin y los países occidentales, a pesar de las mutuas traiciones y de flirtear con el fascismo, terminaron unidas para derrotar al nazismo. Aun odiándose, se aliaron para derrotar al "mal total" en una guerra sin cuartel. La decisión fue clara. La meta era la derrota y la rendición del Eje.

En la actualidad, a pesar de diferencias obvias entre el nazismo y el yihadismo, el espíritu occidental debe ser parecido. En el caso de Israel, la meta es ganar y derrotar a Hamás sin negociación y sin limitaciones. Occidente tiene que unirse a la lucha contra el yihadismo tanto en Oriente Medio como en Europa. Y, en este sentido, es importante acentuar que la lucha no es contra el Islam como religión o contra los ciudadanos musulmanes, en general, sino contra los radicales que siempre identificó correctamente Israel.

Es imperante perder el miedo y defender sin ambages la idea de justicia occidental. La lucha de Israel es existencial y universal, y Occidente tiene que asumirlo. Aquí se enfrentan la cultura de la vida contra la cultura de la muerte.

*Formó parte del equipo de asesores del Ministerio de Asuntos Exteriores de Shlomo Ben Ami durante las conversaciones de Camp David (2000) y del grupo mediador que acompañó el cese definitivo de ETA.


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