Sobre el terreno, cubriendo la nueva guerra de Sinaloa
Me dediqué a la nota roja en Culiacán en medio del conflicto Chapitos-Mayos
Texto de IOAN GRILLO, SEP 18, 2024;
Los asesinos se tomaron su tiempo para acomodar los cinco cadáveres, apoyando los cuerpos ensangrentados contra una pared y colocando grandes sombreros en sus cabezas (con las etiqueta de la tienda donde la compraron aún pegadas) y pequeños sombreros en sus pechos y vientres. Los dejaron frente a un parque acuático popular entre familias, ubicado en una carretera que sale de Culiacán, la capital del estado de Sinaloa, hogar del imperio narcotraficante más antiguo y poderoso de México.
Arribo con los reporteros locales que cubren el suceso el domingo por la mañana temprano, cuando sale un sol abrasador, y veo la macabra escena sobre la cinta policial. Los rostros sin vida parecen inquietantemente tranquilos, pero la decoración jocosa lo hace más aterrador y propaga aún más el miedo entre los residentes de Culiacán.
Los asesinos de los cárteles suelen decorar a sus víctimas con lo que podría llamarse “mensajes corporales”. El significado de los mensajes es confuso, tal vez deliberadamente. “Sombreros” es un apodo para los Mayos, la facción del Cártel de Sinaloa leal al capo Ismael “El Mayo” Zambada, quien fue (supuestamente) secuestrado y trasladado en avión a cerca de El Paso, donde fue entregado a agentes estadounidenses en julio. Pero no está claro si los asesinos son Mayos que dejan los sombreros como una tarjeta de presentación, o las víctimas son Mayos y los sombreros son para burlarse de ellos.
Unos días antes, en otro caso de muertos con mensajes corporales, los sicarios dejaron una cabeza cortada en una calle de Culiacán dentro de una caja de pizza a medio comer. “Pizzas” es un apodo para la otra facción principal del Cártel de Sinaloa, los Chapitos, o “Chapiza”, (Cha-pizza…) que actualmente están en guerra con los Mayos. Una vez más, no está claro si esto significa que los Chapitos fueron víctimas o victimarios.
Cuando arribo al sitio de los cuerpos con los sombreros, ya son tres días de seguimiento de la violencia para entender mejor el conflicto de los Mayos y los Chapitos. La guerra civil en el Cártel de Sinaloa estalló el 9 de septiembre y está creando un aumento en la violencia en México justo cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador debe dejar el cargo y la nueva presidenta Claudia Sheinbaum asume el 1 de octubre. El conflicto ha paralizado a Culiacán, una ciudad de un millón de personas, y se van acumulando daños económicos y traumas.
México tiene una fuerte tradición de reportajes sobre el crimen, conocidos como nota roja, que solían atestar los tabloides pero que ahora se publican principalmente en Internet. Seguí a los reporteros de noticias rojas de Sinaloa durante una guerra de cárteles anterior, de 2008 a 2010, y algunas de las mismas caras siguen ahí, como Ernesto “Pepis” Martínez, una figura larguirucha de casi dos metros que fielmente está en cada escena. Un par de reporteros más jóvenes de unos veinte años se han unido al equipo. Viajo con Fidel Durán, un fotógrafo veterano con una espesa barba de unos sesenta años a quien salió de su retiro para el viaje.
Nos apresuramos a recorrer una escena del crimen tras otra y resulta abrumador. Me doy cuenta de que te desconectas emocionalmente y es fácil olvidar que los trozos de carne en el suelo son seres humanos reales. Pero luego vamos a una casa donde unos hombres armados dispararon 320 balas y una granada para secuestrar a tres personas y mataron a tiros a una chica de 19 años, dejando su cadáver en la ducha. Su hermana ha venido a recoger el cuerpo y está llorando de dolor. Y la muerte y el sufrimiento por fin parecen reales.
Esto se percibe más grave que la última guerra de Sinaloa. Hay un ambiente más oscuro y estoy más cargado de adrenalina. Un miedo contagioso invade la ciudad, lo que los “culichis” llaman “psicosis social”.
Los residentes miran desde sus casas la cinta delimitando la escena del crimen, a los soldados y los cadáveres. Una mujer de mediana edad me dice que está tan nerviosa que tiene los intestinos revueltos. Una vendedora de seguros jubilada dice que está tan aterrorizada que en unos días se marchará a Canadá con su hija.
La gente está devastada por la pérdida de ingresos. Un carpintero de 51 años sale de su casa y ve un cadáver desnudo tirado en una calle de tierra. Dice que sus trabajos fueron cancelados cuando comenzó la guerra. “He dependido de mis hijos para obtener dinero, pero esto no puede continuar. Necesitamos trabajar”.
El nivel de parálisis en Culiacán no tiene precedentes en las décadas de conflicto entre cárteles en México. La violencia ya ha obligado a la gente a abandonar sus hogares, ha paralizado ciudades durante uno o dos días y ha acabado con la vida nocturna. Pero después del 9 de septiembre, la mayoría de los negocios y escuelas de Culiacán cerraron durante una semana entera mientras la mayoría de la gente se refugiaba en sus casas.
Recuerda al confinamiento inicial por la COVID-19 y es probable que en parte se haya inspirado en él. Las redes sociales también alimentan el miedo. La gente ve vídeos de hombres armados vestidos de camuflaje irrumpiendo en barrios residenciales o secuestrando a jóvenes a plena luz del día. Se han denunciado unos 40 secuestros en la ciudad desde el 9 de septiembre, así como decenas de asesinatos.
También hay videos engañosos de incidentes pasados o falsas alarmas de convoyes de asesinos que incitan al terror. Sin embargo, aunque hay algunas “noticias falsas”, hay un conflicto muy real que se desarrolla en el corazón de las estructuras del crimen organizado de México y podría empeorar.
¿Quién está ganando la guerra?
Aunque es difícil precisar los detalles del conflicto Mayos-Chapitos (y de toda la guerra contra el narcotráfico), ha surgido un panorama general. Los primeros disparos se produjeron antes del amanecer del 9 de septiembre, cuando un convoy de hombres armados de los Mayos irrumpió en el barrio de Campiña, un bastión de los Chapitos, y atacó la casa de un operador conocido como
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