Caníbal. Indignación total
Los derechos hoy/ Arturo Zaldívar
Milenio, 21.06.2022
México es un país en el que cada año miles de mujeres son asesinadas violentamente por razones de género. Desde la década de los 90 nuestro país atrajo la atención internacional por los asesinatos y desapariciones de mujeres y niñas en Ciudad Juárez, Chihuahua. Aunque en ese entonces se pensaba que era un fenómeno localizado y vinculado a los niveles de criminalidad y marginación en la entidad, hoy queda claro que los feminicidios no son sucesos raros o esporádicos, sino la expresión de una violencia sexista sistemática, anclada en una misoginia con raíces profundas.
A las mujeres, niñas y adolescentes mexicanas las matan en sus casas, en la calle, en la escuela, en el campo. Las matan, muchas veces, hombres cercanos a su entorno familiar o social. Pero también las matan perfectos desconocidos que simplemente odian y desprecian a las mujeres y a todo lo considerado femenino, incluso a veces bajo una apariencia de amor o devoción, que en realidad encierra una necesidad de ejercer poder y dominio.
Muchos factores contribuyen a este estado de cosas: la pobreza y marginación en que viven millones de mujeres y que las colocan en situaciones de riesgo de las que difícilmente pueden escapar; el contexto generalizado de violencia que desde 2006 azota a nuestro país y que ha tenido un impacto significativo en los niveles de violencia machista; la discriminación estructural, en virtud de la cual las mujeres son tratadas de manera desigual a los hombres en prácticamente todas las esferas de la vida; las construcciones sociales sobre lo masculino y lo femenino, que colocan a esto último como inferior.
Todo esto conduce a escenarios como violencia de pareja, violencia doméstica, violencia sexual, violencia institucional, en donde los feminicidios no son sino la consecuencia de una cultura que ve a las mujeres como desechables. Una cultura en la que miles de mujeres están desaparecidas, sin que nadie las esté buscando, ante la mirada indiferente de las autoridades y de una sociedad en la que esta violencia ni siquiera es reconocida como un hecho real.
Ante una situación así, se hace indispensable mover conciencias, sacudir comunidades, con el mensaje de que la violencia contra las mujeres no es normal. Que la violencia feminicida existe y que todos tenemos un rol para erradicarla.
Para concientizar sobre los feminicidios en México y llamar a la acción urgente para combatir este flagelo, la Suprema Corte ha producido una serie documental que relata el caso del caníbal de Atizapán, quizá el mayor feminicida serial en la historia de nuestro país.
La historia es perturbadora, pero solo es el punto de partida para reflexionar sobre las razones por las cuales este hombre pudo perpetrar feminicidios por décadas sin ser denunciado; sin que nunca nadie buscara a las mujeres que desaparecían en la comunidad; sin que, hoy en día, decenas de familias puedan saber si sus hijas murieron a manos de este hombre.
Con este trabajo documental y periodístico, la Corte da continuidad a una tradición histórica —que se remonta a los murales de José Clemente Orozco y pasa por el de Rafael Cauduro— de patrocinar obras que cimbren las conciencias para denunciar las injusticias sociales.
Caníbal expone una realidad atroz: la de un psicópata que mató mujeres por años frente a los ojos de toda una comunidad, pero peor aún, exhibe la realidad de la impunidad, del desdén y la negligencia de los sistemas de procuración de justicia; la realidad de una sociedad indolente que no se inmuta por la violencia sistemática contra las mujeres; la indiferencia de una sociedad para la que las mujeres pobres son invisibles, prácticamente desechables.
A lo largo de cinco capítulos, emerge el crudo retrato de un país en el que están matando mujeres, niñas y adolescentes impunemente, como si fuera un mal inevitable. Con esta serie, que se transmitirá a partir del 27 de junio de 2022 por justiciaTV y Las Estrellas, la Corte alza su voz para que no haya ni una más, ni una menos. Ya basta.
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