El amparo/Jorge G. Castañeda
Reforma, 2/01/2008;
Como es sabido, hace un par de semanas un grupo de escritores, académicos y demás argüenderos, convocados por Federico Reyes Heroles y representados legalmente por Fabián Aguinaco, interpusimos un amparo contra la reforma de la fracción tercera del artículo 42 constitucional, reforma aprobada por el Congreso en el marco de las modificaciones a nuestras leyes electorales. Más allá de dudas abstractas y válidas (¿se puede amparar alguien contra la Constitución?, ¿cómo se determina la constitucionalidad de la Constitución?) y del acuerdo que muchos de los firmantes hemos manifestado con una de las partes medulares de la reforma, a saber, la prohibición de la compra de tiempo-aire por los partidos políticos, el sentido del amparo en lo que a mí respecta es muy claro. Se trata de impedir la colocación de un candado más ante la entrada de terceros a la arena electoral.
Los partidos mexicanos, o la partidocracia, han hecho de la arena electoral un coto de caza cerrado. Sólo ellos pueden competir -no hay candidaturas independientes-, sólo ellos pueden disfrutar de las prebendas que ellos mismos se otorgan -es extraordinariamente difícil crear un partido- y dichas prebendas son de tal magnitud que impiden cualquier competencia verdadera. No es por nada que desde la formación del PRD en 1989 no ha surgido un solo instituto político nuevo y verosímil en México. Y conviene recordar que el propio PRD tuvo que emerger de las cenizas del PMS, ya que le resultó imposible a Cuauhtémoc Cárdenas cumplir con los requisitos para la formación de un nuevo partido.
Ahora bien, sé que todos los adoradores nacionales de la partidocracia insisten de manera incesante que no hay democracia sin partidos. Es cierto, pero la tendencia en el mundo entero descansa justamente en los contrapesos: la democracia no puede ni debe reducirse a los partidos. Si cada estamento de la sociedad ve limitado su ámbito de acción a su vocación principal, terminas con una sociedad muerta: los partidos hacen política, los estudiantes estudian, los artistas cantan y pintan, los empresarios hacen dinero y los trabajadores... trabajan. Lo que las democracias modernas buscan y necesitan es que todos hagan política, electoral, por supuesto, pero no sólo electoral, aunque inevitablemente en democracia se tiene que desembocar en lo electoral. Las reformas a la Constitución y al Cofipe reducen el espacio de la política, reservándolo aún más que antes a los partidos.
Por eso se antoja especialmente acertado el argumento a favor del amparo que le escuché a Joel Ortega Juárez, uno de los firmantes virtuales, o adherentes posteriores del amparo. Ante quienes alegan que la prohibición de compra para terceros va dirigida contra "los ricos" y por tanto se justifica a la luz de los acontecimientos de 2006, Ortega responde que también le cierra el camino a "los pobres", es decir a todo los que podríamos llamar la sociedad civil organizada. Sólo que "los ricos" siempre encontrarán la manera de darle la vuelta a la restricción -"comprando" entrevistas, poniendo un YouTube mexicano, etcétera- mientras que los "pobres" -movimientos estudiantiles, indígenas, de género, sindicatos democráticos, si algún día los hay, asociaciones religiosas, etcétera- verán más cerrado que nunca el camino a la representación electoral.
Se podrá objetar que pueden perfectamente manifestarse en televisión y en radio fuera de los periodos electorales, pero precisamente de lo que se trata es que puedan hacerlo también, y yo diría principalmente, cuando el país -o el estado, o el municipio- decide quiénes deben sus gobernantes y representantes. No podrán expresarse las organizaciones de la sociedad civil a favor o en contra de un candidato o de un partido, salvo a través de un partido. No podrán apoyar a un candidato o tratar de frenarlo, salvo a través de un partido. No podrán exigirle definiciones, compromisos o rechazos a candidatos o a partidos, salvo a través de un partido. Si a alguien le parece que todo esto favorece a la democracia en lugar de restringirla, que por favor lo expliquen para los que no entendemos.
El amparo interpuesto puede o no prosperar, encierra o no inconvenientes secundarios o no deseados, y puede o no parecerse a otros amparos solicitados por organismos empresariales. Como todo en esta vida, es imperfecto. Pero es mucho mejor que su contrario, es decir, dejar pasar una reforma que partidiza, que circunscribe y vuelve más excluyente que nunca la arena electoral. Es un buen amparo, contra una mala reforma.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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