Columna La estación/Gerardo Galarza
Un mundo raro
Un mundo raro
“…bendita sea la boca que da besosy no traga monedas…”
Joaquín Sabina
Muy querido don José Alfredo:
Usted bien sabe que ser guanajuatense es cosa de mucho mérito. Esa circunstancia y algo más le hacen sentir a uno, como usted mismo lo escribió y lo cantaba, superior a cualquiera, cuando se piensa en los labios de aquella paloma querida.
No es asunto menor compartir el paisanaje con: Miguel Hidalgo —llamado El Padre de la Patria—, Ignacio Allende, El Pípila, Ignacio Comonfort, José María Luis Mora, Ignacio Ramírez El Nigromante, Antonio Plaza, Hermenegildo Bustos, Diego Rivera, Juventino Rosas, Efraín Huerta, José Chávez Morado, Joaquín Pardavé, Jorge Negrete, Jorge Ibargüengoitia, Antonio Carvajal El Cinco Copas, Pedro Vargas, Enrique Ruelas, María LuisaLa China Mendoza, Cristina Pacheco, y usted mismo, nomás por citar a unos cuantos y que se reconozca la calidad de la cajeta.
También usted sabe que con ellos sí que se podría guanajuatizar el país; a éste y a algunos otros más. Nomás faltaba que no. Pero hay ocasiones en las que uno no gana para la vergüenza, la cual, ahora es tanta, que ya ni cuando Las Poquianchis, las mismas a quienes el paisano Ibargüengoitia retrató e inmortalizó en su novela Las muertas. En otras palabras, como se decía en su tiempo —y no le va a gustar que se lo cuente, pero, ni modo, así es—: hoy habemos guanajuatenses que andamos arrastrando la cobija por culpa de otros que enlodan el gentilicio.
Dudo que no lo sepa. Si así fuere, le cuento: el cabildo de la ciudad de Guanajuato, presidido por un señor de nombre Eduardo Romero Hicks, decidió aprobar y emitir un Bando de Policía y Buen Gobierno en el que —por favor, hágame usted el favor— se prohíbe “realizar tocamientos obscenos en espacios públicos” de ese municipio. Y el señor alcalde tuvo a bien aclarar que entre esos tocamientos están los besos prolongados, a los que él llamó “agarrones de olimpiada”. Vaya usted a saber a qué tipo de competencia se refirió, si es que así fue.
Todavía no se enoje. Aguante tantito, paisano. Uno de los regidores, el también panista Marco Antonio Figueroa, proclamó que con esta nueva norma se evitará que las jóvenes estudiantes de secundaria queden embarazadas. ¡Qué barbaridad que a estas alturas del siglo XXI todavía haya algunos que no sepan que el embarazo sólo se produce cuando la mujer se sienta en la silla que un momento antes ocupaba su marido o cuando nada en piscinas donde se bañan hombres!
¿Que por qué le cuento esto? Pues nada más por precaución, paisano. No vaya a ser que se le ocurra a usted recorrer, como lo hizo tantas veces, los caminos de Guanajuato y confiado llegue hasta su capital y le vayan a querer aplicar una multa de mil 500 pesos y 36 horas de arresto, aunque, pensándolo bien, a usted lo podría ir peor, si se le ocurre hacer aquello que cantaba: “Y me volví a meter, entre tus brazos / tú me querías decir, no sé qué cosas / pero callé tu boca con mis besos /y así pasaron muchas, muchas horas…
No se arriesgue, José Alfredo. No pase por Guanajuato, como antes no lo hacía por Salamanca. Mejor, allá donde está, dígales a todos que sí, que sí es cierto que los guanajuatenses vivimos en un mundo raro, pero que hay unos, como en todos lados, que no saben ni lo que hacen ni lo que dicen. Y a los paisanos que viven con usted allá, en la eternidad, dígales que no se vayan a avergonzar y, bueno, que perdonen a estos insensatos.
Joaquín Sabina
Muy querido don José Alfredo:
Usted bien sabe que ser guanajuatense es cosa de mucho mérito. Esa circunstancia y algo más le hacen sentir a uno, como usted mismo lo escribió y lo cantaba, superior a cualquiera, cuando se piensa en los labios de aquella paloma querida.
No es asunto menor compartir el paisanaje con: Miguel Hidalgo —llamado El Padre de la Patria—, Ignacio Allende, El Pípila, Ignacio Comonfort, José María Luis Mora, Ignacio Ramírez El Nigromante, Antonio Plaza, Hermenegildo Bustos, Diego Rivera, Juventino Rosas, Efraín Huerta, José Chávez Morado, Joaquín Pardavé, Jorge Negrete, Jorge Ibargüengoitia, Antonio Carvajal El Cinco Copas, Pedro Vargas, Enrique Ruelas, María LuisaLa China Mendoza, Cristina Pacheco, y usted mismo, nomás por citar a unos cuantos y que se reconozca la calidad de la cajeta.
También usted sabe que con ellos sí que se podría guanajuatizar el país; a éste y a algunos otros más. Nomás faltaba que no. Pero hay ocasiones en las que uno no gana para la vergüenza, la cual, ahora es tanta, que ya ni cuando Las Poquianchis, las mismas a quienes el paisano Ibargüengoitia retrató e inmortalizó en su novela Las muertas. En otras palabras, como se decía en su tiempo —y no le va a gustar que se lo cuente, pero, ni modo, así es—: hoy habemos guanajuatenses que andamos arrastrando la cobija por culpa de otros que enlodan el gentilicio.
Dudo que no lo sepa. Si así fuere, le cuento: el cabildo de la ciudad de Guanajuato, presidido por un señor de nombre Eduardo Romero Hicks, decidió aprobar y emitir un Bando de Policía y Buen Gobierno en el que —por favor, hágame usted el favor— se prohíbe “realizar tocamientos obscenos en espacios públicos” de ese municipio. Y el señor alcalde tuvo a bien aclarar que entre esos tocamientos están los besos prolongados, a los que él llamó “agarrones de olimpiada”. Vaya usted a saber a qué tipo de competencia se refirió, si es que así fue.
Todavía no se enoje. Aguante tantito, paisano. Uno de los regidores, el también panista Marco Antonio Figueroa, proclamó que con esta nueva norma se evitará que las jóvenes estudiantes de secundaria queden embarazadas. ¡Qué barbaridad que a estas alturas del siglo XXI todavía haya algunos que no sepan que el embarazo sólo se produce cuando la mujer se sienta en la silla que un momento antes ocupaba su marido o cuando nada en piscinas donde se bañan hombres!
¿Que por qué le cuento esto? Pues nada más por precaución, paisano. No vaya a ser que se le ocurra a usted recorrer, como lo hizo tantas veces, los caminos de Guanajuato y confiado llegue hasta su capital y le vayan a querer aplicar una multa de mil 500 pesos y 36 horas de arresto, aunque, pensándolo bien, a usted lo podría ir peor, si se le ocurre hacer aquello que cantaba: “Y me volví a meter, entre tus brazos / tú me querías decir, no sé qué cosas / pero callé tu boca con mis besos /y así pasaron muchas, muchas horas…
No se arriesgue, José Alfredo. No pase por Guanajuato, como antes no lo hacía por Salamanca. Mejor, allá donde está, dígales a todos que sí, que sí es cierto que los guanajuatenses vivimos en un mundo raro, pero que hay unos, como en todos lados, que no saben ni lo que hacen ni lo que dicen. Y a los paisanos que viven con usted allá, en la eternidad, dígales que no se vayan a avergonzar y, bueno, que perdonen a estos insensatos.
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